Los y las ditirambos de la creación

Martes, 10/08/2021 01:35 PM

¿Pueden ser los artesanos y las artesanas, la vanguardia de la vanguardia cultural de Venezuela? ¿Poseen la fuerza política y el compromiso revolucionario para asumir ese rol histórico? ¿Cuál será el futuro del movimiento artesanal en tiempos de pandemia y post pandemia? ¿Es económicamente viable la artesanía de arte en el país? ¿Se estancará la actividad artesanal en la producción utilitaria? ¿Los artesanos y artesanas crearán una obra trascendente que alcance la condición de patrimonio cultural? ¿Brindarán al país cultural un legado trascendente y patrimonial? ¿Qué reflexión invita la actividad artesanal a emprender, a pensar, a discurrir? ¿Han sido valorizados los artesanos y artesanas en la justa dimensión de creadores y creadoras? Las interrogantes saltan a la palestra en franca interpelación.

Quizás, resulte harto difícil creer, incluso pensar, en el papel de vanguardia de vanguardia que pudiera cumplir históricamente el movimiento artesanal. Sin embargo, no resulta descartable. Si existe un gremio del sector cultural que ha demostrado, por la calle del medio, presencia combativa, lucha permanente, constancia y resuelta decisión por alcanzar reivindicaciones sociales, culturales, e incluso legislativas ha sido el sector de las artesanías. El único gremio de la cultura que incluso ha marchado en las calles de Caracas han sido las artesanas y las artesanas. Un ejemplo de batalla permanente, de calle, de formación, de fructífera diatriba, de elegante reclamo, de decidida solidaridad, de impulso colectivo y derrotero transitado. Esa ha sido la labor infranqueable de los creadores y las creadoras artesanales. Luchar hasta vencer. Se ha tratado de muchas batallas por la dignidad creadora, por el decoro de la artesanía. Dudar de ello sería la mayor ceguera política del mundo.

Un único ejemplo sirve de asidero para demostrar lo afirmado. La artesanía, hace muchos años, estaba incorporada a la ordenanza de vendedores ambulantes del Municipio Libertador de Caracas. La posición de la artesanía, entre los productos mercadeables, estaba después de la venta de preservativos. No se tiene nada en contra de tal tipo de venta y menos a los productos que ofrecen. Pero ese en ningún momento era el lugar de las artesanías. La lucha por desincorporarlos de semejante situación, por demás degradante e infame, significó una batalla tenaz por la dignificación del sector artesanal, permanente perseguido por la policía, asediado por los poderes fácticos públicos, arrinconado y desvalorizado por el Concejo Municipal de Caracas. Los artesanos y artesanas y la actividad artesanal eran persistentemente atropellados. Alcanzar la ordenanza artesanal significó una tremenda lucha cultural, en su más amplio sentido. Que aquellos ediles entendieran e internalizaran que los artesanos y las artesanas no eran, en modo alguno, vendedores ambulantes, como se dice en raudo castellano venezolano, costó Dios y su ayuda. Que tales regidores comprendieran que la comercialización constituía el último eslabón del ciclo producción artesanal y que de modo alguno pudiera ser la más representativa y significante de la actividad, producción y promoción artesanal. Sencillamente, el hecho de transitar desde una ordenanza de venta ambulante hasta alcanzar rango superior y constitucional indica, por donde se la mire, el trayecto de lucha y combate; de entrega y permanente batalla por dignificar la actividad artesanal.

No verlo desde esa dimensión cultural, incluso política-social, sería una gigantesca mezquindad, inaceptable y absolutamente miserable. La batalla artesanal ha sido ejemplo a seguir por todo el sector cultura, el cual se ha mostrado tímido, y a veces retraído, en lo que tiene que ver con las batallas y beligerancias, que se han tenido pendientes y que dar por la dignificación del sector cultural y del hecho creador. Ello no quiere decir que no se han dado las luchas, pero todavía se muestran medrosas y sin el resuelto compromiso de transformarlo todo porque como decía el Apóstol, José Martí: de vez en cuando es bueno estremecer al mundo para que lo podrido caiga a la tierra. Históricamente, los artesanos y artesanas, han sido los batalladores del entrompe social, de la exigencia reivindicativa, del sueño conquistado, de la pelea certera contra los poderes humanos y divinos, contra la justa forma de gobernar o la ineficiente tarea de gerenciar. Si algún gremio tiene un definido y claro perfil revolucionario es precisamente el artesanal, la vanguardia. Y no se vaya a creer que es lisonjería. Ello ofendía tremendamente al gremio. Que el adagio popular acompañe a esta nota: al pan, pan y al vino, vino.

El artesano y la artesana se han asumido, desde hace bastante rato, sin tapujos ni medias tintas, y sin ningún tipo de duda, como creadores y creadoras de la actividad artesanal en su auténtico sentido ancestral y contemporáneo, en su dimensión cultural y productiva y en su compromiso económico-laboral. El valor de las artesanías constituye las expresiones simbólicas de las diferentes culturas. Uno de los perfiles culturales de Venezuela viene a ser la artesanía. Venezuela es un país artesanal. Un legado de creación forma parte de nuestra cosmovisión. La artesanía es también una manera de asistir a la vida.

Las artesanas y los artesanos son militantes del resuelto compromiso creativo, social e histórico, también político, así como el humano-comunal y el revolucionario de tantos militantes de los sueños. Estos creadores y creadoras son militantes históricos de la poiesis, palabra del griego antiguo que significa creación. Incluso, aún en producciones utilitarias. Tales deben, de alguna manera, estar impregnadas de originalidad, labor creadora, del detalle particular, la marca personal y el estilo propio, ser sui generis y personalísimo. Ni más ni menos. La artesanía no es un invento de los Dioses; viene a ser un invento del ser social.

La artesanía choca evidentemente con las dificultades que afectan a toda la vida artística, incluso con la vida cotidiana. Si el artesano (y la artesana) quieren seguir siendo el mismo, (la misma), deben rechazar, como de hecho lo hacen, las facilidades de la producción en serie. El enemigo moderno y contemporáneo de la actividad artesanal viene a ser la producción en sería. El movimiento artesanal de Caracas y de muchas partes del territorio nacional están enteramente claros en ese dilema. La mejor forma de combatirlo es creando una numerosa y grandiosa obra artesanal. Una práctica artesanal constante y permanente constituye el barco de guerra más peligroso contra el capitalismo salvaje. Resulta verdaderamente cierto, que los creadores y creadoras artesanas sienten un estado de traición cuando se observa que alguien emprende o está realizando la práctica de la reventa. Deslealtad total, vergüenza absoluta.

El creador y la creadora de las artesanías saben, integralmente, la dimensión de la producción artesanal, su contundente compromiso con la creación, el parir, el inventar para que de manera olímpica alguien, con todo el desconocimiento sobre la artesanía, la compre como cualquier mercader y la revenda a sus anchas, sin ton ni son. Ello constituye un insulto al hecho creador, un atropello a la dignidad del trabajo cultural. Algo así como si se compraran versos y poemas creados por otra persona y se publicaran como propios. Una acción desleal y absolutamente pecaminosa y vil, por decir lo menos. La creación constituye el acto más auténtico, genuino y puro del artista-artesano o artesana. Los artesanos y las artesanas son creadores del objetivo de sus sueños. Andan con la oniria en las manos y brindan un legado cultural a la sociedad.

La Maison des Métiers d´Art de Pézenas, la Casa de los Artesanos de Pezenas, en Francia-París, define el sentido de su acción en los siguientes términos: Buscar la calidad artística continúa más próxima a la perfección, adaptada a las necesidades contemporáneas precisas para que las obras así concebidas se conviertan en la expresión de la civilización contemporánea y se opongan a las tendencias… (de) uniformidad y vulgaridad. La actividad artesanal y todo lo que ella implica, no hay que dudarlo, es una vocación que no es solamente de orden artístico, si se prefiere, en la cual lo artístico se une a lo espiritual, (Sérant, 1967). Las artesanías tienen una dimensión creadora-productiva; una dimensión económica-comercial; una dimensión tradicional-familiar; una dimensión histórica y una tremenda dimensión cultural. Lo demás viene por añadidura. Pero para culminar esta entrega, a riesgo de parecer cursi, se encontraron estos versos, que resultan válidos para las artesanas y los artesanos, con todo el riesgo que ello significa, dicen así:

Artesano

Tejedor de ilusiones

Hilador de sueños

Pintor de arco iris

Orfebre del universo

Escultor de tesoros

Ebanista de recuerdos

Compositor de almas

Carpintero de mundos

Artesano de la vida

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