El periodista Juancho Marcano paseaba por su jardín. Es el día de la Virgen del Valle. En el bar de las ixoras, un colibrí se embriagaba con la copa que contenía el néctar rojo de las flores. El reportero recordó haber leído en la obra de José Joaquín Salazar Franco (Cheguaco), que los colibríes o chupaflores o torcuchitas, eran pájaros de la Virgen y quien los matara estaban hiriendo a la Patrona de Oriente.
El perro Pipo observaba que los gatos Rocky y Rockyta, estaban distanciados, al parecer se habían peleado y estaban bravos, por eso no estaban jugueteando como siempre y sin importarle lo que pasaba en el mundo.
El periodista una vez que observó al Colibrí en su raudo vuelo y chupando las flores al mismo tiempo, caminó hacia el garaje, continuó y se sentó debajo de los helechos y hasta ahí lo siguió Pipo, quien notaba el caminar lento y el semblante nostálgico de Juancho, por eso al echarse al lado de su silla, le preguntó:
- ¿Qué día es hoy Juancho que te veo como melancólico?
Juancho que observaba como las calas habían pintado de varios colores sus flores en forma de corazón, respondió:
- Pipo, hoy es el día de la Virgen del Valle, de la Virgencita, una imagen sagrada que llevamos los margariteños y todos los orientales en el templo del corazón. Es una fe y una creencia que desde niño se nos mete en las entrañas y en ella ponemos toda nuestra veneración para que nos ayude y nos aleje del peligro y problemas que se presentan en los caminos de la vida. Por eso hoy, en otros tiempos, ya nos estuviéramos preparando para celebrar su día junto a familiares y amigos en la casa de los abuelos del amigo y también periodista Emigdio Malaver, quien por muchos años reunió a varias personas y ahí se rezaba y se festejaba tan grandioso día para nosotros los que somos y nos sentimos y practicamos sinceramente la margariteñidad.
- Pero en vista de eso, Juancho, las personas debieran rogarle a la Virgen para que acabe con esta pandemia, acotó el perro.
- Claro, Pipo, así es, porque la Virgen sigue siendo la esperanza de este pueblo para que una vez se termine esta peste que nos tiene encarcelado en nuestras casas, dijo el periodista y se paró a desayunar, obedeciendo al llamado de su esposa.