El Comendador de Fuente Ovejuna y el gato de Vojtěch Jasný, historias, corruptos sueltos y desatados

Sábado, 28/05/2022 04:10 PM

"¿Quién mató al Comendador? Fuente Ovejuna, señor". Y pasó todo el pueblo, uno a uno, a someterse a los rigores del interrogatorio. Al Comendador, por ladino, muerte le dieron. Y como fue un acto de justicia popular, todos asumieron aquel gesto como suyo. Y cuando a alguien en la villa preguntaban, especialmente el juez encomendado por el rey, sobre el autor de la muerte, respondía con maliciosa entonación, "Fuente Ovejuna, señor".

Juez: "A Fuente Ovejuna fui

de la suerte que has mandado,

y con especial cuidado

y diligencia asistí.

Haciendo averiguación

del cometido delito,

una hoja no se ha escrito

que sea comprobación;

porque conformes a una,

con un valeroso pecho,

en pidiendo quien lo ha hecho,

responden: "Fuente Ovejuna."

Trescientos he atormentado

con no pequeño rigor,

y te prometo señor,

que más que esto no he sacado."

"Fuente Ovejuna".

Lope de Vega

 
   

Lope de Vega en aquella obra, metió al pueblo, a la gente inédita, a las víctimas de siempre, ignorada por la justicia, para que en un acto subversivo o desestabilizador, para decirlo con término muy desacreditado, pero de moda puesto, castigase a quien bien lo merecía. El gran escritor del Siglo de Oro español, mostró el poder del soberano, ese que el Estado y hasta sus opuestos a quienes este manejan, se niegan a reconocer y que los auténticos ideales de quienes reclaman un sociedad justa, defienden, pues sólo la síntesis del todo genera el equilibrio y no lo que quieran, imaginrn, asumen algunos valiéndose de su poder. Pues es la de Lope, la época del Renacimiento, del siglo de las luces, del tránsito de un modelo anquilosado, agotado a uno novedoso. En la literatura, en el arte en general, como en la política, el pueblo comienza a ocupar los primeros planos y los escritores, poetas y pintores señalaban el camino. La justicia popular no estaba escrita en ningún libro y ninguna autoridad dispuesta a administrarla. Por eso, había que subvertir el orden y los procederes y Lope de Vega, con inmortal obra a eso ayudó.

A un alcalde corrupto, un Comendador maula y cualquier otro funcionario indigno no debemos despacharlo al otro mundo como en la obra de Lope, donde otro acto de justicia no tenía cabida, pero si someterlo al juicio divino de la gente. Fuente Ovejuna es una buena enseñanza; el pueblo nuestro preparado está para saber descubrir a los pillos y hacer valer sus derechos. Es aquello, parte de lo que en la constitución vigente se define como lo "participativo y protagónico".

Pero también tienen cabida en esto, esos políticos que nunca aciertan, ofrecen villas y castillos, usan cualquier método, no importa su crueldad, vileza y hasta se confabulan con intereses ajenos a la patria y se prestan para que seamos invadidos, tiroteados, bombardeados y, al final, lo que es peor, sojuzgados por una fuerza extranjera que destruya lo que construyeron nuestros héroes, la "Venezuela Heroica", como la llamó Eduardo Blanco.

¿Cuántos exalcaldes, partidarios o no del gobierno, andan ahora, desde los primeros tiempos de la V República, dándoselas de mártires y perseguidos políticos, habiendo sido realmente unos vulgares ladrones, en espacios donde hallan público, de gente hasta buena, deseosa de creerles para incrementar sus menguadas fuerzas?

Y suelen ser sortarios, pues a ellos como a Guaidó nadie les acosa, persigue, mientras se lanzan campañas y hasta consignas que apuntan hacia donde no están los ladrones y menos quienes toda la carga se llevan.

Hay unos cuantos, desde los tiempos de la V República que se refugiaron en el espacio ideal para eso, donde se halla mucha gente deseosa de creerles, para que la realidad que aquella se inventó cuadre o quizás de encontrar sus héroes, allá se pavonean, se exhiben como perseguidos políticos, idealistas, héroes y mártires de la democracia y en eso andan porque faltó Fuente Ovejuna.

Como pudiera haber pillos que tratan de ocultar la verdad, aquella que indica donde están los corruptos verdaderos, quienes mueven fabulosas cifras, señalando hacia otro lado para paguen los justos por los verdaderos pecadores. Aquellos tienen sus cómplices, mecanismos, piezas y hasta payasos para dirigir la atención hacia donde no es.

Días atrás, uno de ellos, pagó de fianza una suma astronómica, que de por sí es una confesión de lo ladino que fue para que lo dejasen en libertad, mientras le elaboran el discurso que habrá de dar a cambio de blanquear su fortuna. Y se fue mientras el silencio se hizo cómplice, según se dice, se amparó en quienes están pegados de la otra punta de la cuerda.

En una bella película checa de los años sesenta, ganadora del Festival de Cannes en 1963, dirigida por Vojtěch Jasný y protagonizada por Emilia Vásáryova fue, a pesar de su singularidad, un gran éxito de público y recibió el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes de 1963, titulada "Un día un gato". Ese día llegó a un pueblo un felino, formando parte de un circo, que al mirar a algún personaje de color a éste pintaba. Cada color representaba un defecto, vicio o virtud. De modo que ladrones, mentirosos, avaros, etc., al toparse al gato y por el temor que éste los mirase y les asignase justo el color que merecían, huían despavoridos. Y esto, ya era una manera de denunciarlos y exponerlos a la justicia popular

Hoy, los ladinos, ladrones, embusteros y maulas son bastantes conocidos. Y si alguno aún no, pero poco gana y mucho gasta, tiene y exhibe, allí hay una pista. Sólo tenemos que sobre él poner el ojo del gato. No importa que después salgan diciendo que de una cosa política se trata. Si el gato les pintó, no hay quien les quite las rayas. Están allí a flor de piel, porque es la verdad verdadera. No es cuestión de inventar corruptos y ladrones, como hacer de una humilde enfermera a quien se le encuentra una jeringa en sus cosas supuestamente del centro de salud, después de ejecutar un procedimiento de requisa ilegal, donde se le puede sembrar delito a un inocente, sino ir donde están quienes a manos llenan roban y están cubiertos de respeto, presunta dignidad y hasta eximidos de culpa. Más que atropellar, violar derechos, usar el fácil recurso de la fuerza, hace falta la mirada del gato de Vojtéch Jasny.

Al Alcalde que dispuso a real saber y conveniencia los bienes y dineros de "Fuente Ovejuna", no hacerlo un mártir. Que no vengan aquí sus homólogos, unos en parte y otros en el todo, a exhibirlo como víctima de infundios y atropellos; como si el gato no lo hubiese pintado del color que en justicia debe, sino que puso la cagada.

El gato los pintó y con una tintura indeleble. Por allí van y aunque usen disfraces y lloren como víctimas, el ojo del gato es infalible y justiciero.

Y esperemos con paciencia, que no será tanto como Job, que los mecanismos inherentes a Fuente Ovejuna, se encarguen del asunto.

Cuando la justicia se apresura y no usa los medios adecuados (Fuente Ovejuna bastante paciencia tuvo), puede ocurrir que el gato, ante tanto llantén y familiares desfilando para pedir clemencia, por sentimentalismo exacerbado, confunda los colores y los villanos se pinten de mártires llorones.

 

 

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