El poeta Joanyr de Oliveira visto por Anderson Braga Horta

Viernes, 15/07/2022 12:27 PM

Como parte de mis ejercicios literarios para aprender la lengua portuguesa, por la que siento una gran admiración, me he dedicado a leer, traducir y escribir algunas notas sobre poetas brasileños contemporáneos, como Ronaldo Cagiano, Anderson Braga Horta, Antonio Miranda, Alice Spíndola, Hilda Hilst, Fernando Mendes Vianna y José Antonio Pereira, entre otros. Encuentro así la grande obra del poeta Joanyr de Oliveira, a quien he seguido de la mano de mi buen amigo Anderson Braga Horta.

El siguiente artículo, escrito en enero de 2010, es de la autoría del poeta Anderson, y sólo me corresponde la autoría de su traducción, por ello dejo igualmente, para el goce del lector, la versión portuguesa del mismo. Como se verá, corresponde a una nota de afecto, de amistad y de aprecio por parte del poeta Braga Horta hacia un compañero de luchas, en los caminos de la vida y de la literatura —que son los de nuestros sueños—; en el momento de su vuelo, de su despedida física; porque la grande voz de Joanyr de Oliveira es presencia sensible de su pueblo, de su gran nación y de nuestro continente americano.

EL POETA JOANYR DE OLIVEIRA

Por Anderson Braga Horta*

(Traducción José Pérez)

Joanyr de Oliveira, nacido en Aimorés, Minas Gerais, el 6 de diciembre de 1933, nos dejó en la mañana del 5 de diciembre de 2009. Fue enterrado al día siguiente exactamente cuando cumpliera 76 años. Seguí tu trayectoria desde el principio de Brasilia, cuando aquí, recién llegados, nos encontramos. De la curva luminosa de su paso fui testigo privilegiado.

Cuando llegué a Brasilia, hace casi medio siglo, llegué solo. La ciudad, incipiente y vacía, de tierras rojas revueltas y edificios a brotar desde el suelo como desde la nada, se veía desde lo alto como una llaga o una rosa en la sabana.

Si la amistad es una de las cosas que dignifican al hombre, en esos comienzos solitarios era necesidad vital. Una de las primeras y más sólidas amistades que hice aquí fue Joanyr. Nos acercaron algunos puntos de vistas en común, siendo uno de estos la mineiridad, yo de Carangola, en la Zona da Mata, él de Vale do Rio Doce, de la ciudad de Aimorés, donde mi familia residía en 1947. Teníamos poco más o menos la misma edad. Él con un librito publicado en 1957 — Minha Lira, por él mismo considerado inmaduro—, yo iniciando un batir de alas en antologías, una de las cuales organizada por el infatigable Walmir Ayala. Claro que, de todas nuestras afinidades, la poesía era la más notable; pero yo digo que las amistades duraderas y profundas requieren más que esto o cualquiera otra comunidad de culto: estas tienen como base una similitud de valores del espíritu más que modos denominativos.

Joanyr era un gran trabajador literario. Además de libros del género que lo consagró, publicó cuentos y una novela, escribió crónicas para la radio, mantuvo columnas de literatura en más de un diario, dirigió revistas, fue miembro fundador de la ANE –Associação Nacional de Escritores—, que presidió, hasta hace poco, con espíritu de lucha; ayudó a crear academias, y se puede decir que ha llegado a una posición única como antólogo de poesía. En 1962 lanzó, por Editora Don Bosco, Poetas de Brasília, en palabras de José Roberto de Almeida Pinto, "el primer colectivo ligado a la poesía de Brasilia", y en la de Napoleón Valadares, "la primera obra literaria editada en la nueva Capital". En 1971 vendría la Antología de Poetas de Brasilia, por Coordenada Editora. En 1982, en lugar de limitarse a los poetas locales, preparó una antología tema: Brasilia en la poesía brasileña (Editora Cátedra, con apoyo del Instituto Nacional do Livro, de recordada memoria), recibido entusiastamente.

Como antologista dejó por lo menos esbozada una selección de poetas de 1933, y preparada una de Poetas de los Años 30, ambas ideadas por Fernando Mendes Vianna, poco antes de morir, la segunda con edición prevista para 2010, año del cincuentenario de Brasilia. Lamentablemente, parece que se frustraron sus tentativas de apoyo financiero.

El poeta nunca fue un acomodado. Se inició en el periodismo en Vitória, fundó y dirigió periódicos religiosos en Río, en São Paulo, en Goiânia y otras ciudades de Goiás, donde tuvo un interludio de pocos años en la política. Dejó las tierras de Río de Janeiro por las de Planalto Central para ejercer el cargo de corrector en el Departamento Nacional de Prensa. En la Universidad de Brasilia inició el curso de Filosofía Pura, llegando, entretanto, a diplomarse en Derecho por la Universidad del Distrito Federal. Pastor evangélico, tenía la palabra fluida e inflamada. Luego en sus primeros años brasilienses tentó el comercio; en los últimos, dedicó parte de su energía a una pequeña industria, malogrados ambos proyectos…

A esas y otras actividades dedicó buena parte de su gran capacidad de trabajo, en la que realizó con garra y competencia su misión de servir. En verdad, Joanyr fue fundamentalmente poeta. Una vocación por la poesía como pocas que he visto. Muchos de nuestros mejores críticos han escrito vigorosa y positivamente sobre su hacer poético. Uno de los que lo vio más íntimamente y mejor lo identificó fue tal vez Oswaldino Marques, quien, en el prólogo de la antología Casulos do Silêncio (Rio, 1988), sentenciaba: "Joanyr de Oliveira piensa imagenéticamente", de ese modo resalta la sintaxis (poética) claramente diferenciada de la sintaxis de la prosa.

Joanyr sufría de diabetes, una enfermedad insidiosa a la que no tenía el debido respeto; como resultado de ello, perdió uno de los ojos y se quedó con el otro fuertemente comprometido. No se dejó abatir, prosiguió su lucha. Con el pasar de los años, sin embargo, el mal estaba minando el cuerpo. Últimamente se le podía notar algún cambio de estado de ánimo, algún cambio de temperamento. De esta época hay un poema decididamente amargo titulado "Despedida": "Nuevos amigos, no quiero. / Ni primos ni descendientes. / La amistad requiere pruebas / a lo largo de los días. / En cuanto a los nietos de mis nietos, ni siquiera querrán saber de mí. //Quiero aferrarme a donde estoy, / arraigarme aquí mismo. / ¿Cómo alcanzaré al centro / de otras tierras, de otras personas, / si un reloj cansado / en mis córneas pone fin? //Nuevos compendios, ¿para qué? /Alfabetos, mucho menos. / Vírgenes las metáforas se pierden, / en el crepúsculo se marchitan. / Amigos, hijos, escenarios, / adiós, para nunca más." Amigablemente interpelado por Ronaldo Cagiano, le confesó que se sentía acercándose al final de su viaje.

El poeta se ha ido, al cabo de una temporada de hospital de dos meses. Nos legó, sin embargo, la magia de un verbo encantatorio, de un lirismo telúrico y cósmico, de suave misticismo y, sin embargo, de violenta denuncia de las miserias del hombre. Ese legado se manifiesta en un puñado de libros, todos de elevada realización poética, publicados entre 1976 y 2004, en Río, en Brasilia y en los Estados Unidos, donde vivió algún tiempo: Cantares, O Grito Submerso, Casulos do Silencio, Mitologías Soberanas e a Cidade do Medo, Luta A(r)mada, Flagrantes Líricos, Pluricanto – Trinta Anos de Poesia, Canção ao Filho do Homem, Tempo de Ceifar, 50 Poemas Escolhidos pelo Autor, Antologia Pessoal. El reconocimiento a esa labor de creación está en los innumerables pronunciamientos de la crítica más calificada, en las diversas premiaciones, en la inclusión en reconocidas antologías – en Brasil y en el exterior.

Estoy seguro que permanecerá en nuestra memoria cultural —si bien reconozco que una especie de obtusa amnesia ronda en los medios que deberían mantenerla viva. Brasilia, especialmente, le debe eso. Fue uno de los mayores cantores de la ciudad, y seguramente quien más contribuyó para difundir la poesía que en ella y en torno de ella se ha producido.

Mas también creo que ahora poco le importan la gloria y otras circunstancias. Se liberó. Como dice en un poema, "Pájaro etéreo", dedicado a otro poeta extraordinario, José Santiago Naud: "Desligado al fin/ de huesos, cartílagos/entrañas, epidermis/ (abominable carga),/ en el triunfal enlace/ más allá del pensamiento,/ el hombre, pájaro etéreo/ abraza los universos/ y solemne se inserta/ en el sagrado infinito".

POEMA DE JOANYR DE OLIVEIRA

NELSON MANDELA

Estas ruas, negro prisioneiro,
não me fazem livre. As gaivotas
buscam a paz do azul, pombos flutuam,
mas cadeias em meus pulsos
sangram o rosto da manhã inútil.

As velhas mordaças em tua voz
afogam minhas melhores palavras.
Faz frio em mim, negro prisioneiro:
estou a beijar tua história
em brancas mãos sufocantes.

Não estou hoje para a Primavera
nem para as luzes e os anjos.
Sou um poeta de sangue e nervos
e a liberdade é minha sede.

Não estou para a antiga brisa,
estou sim para as ventanias.
Estou para os abismos á espreita
de punhos liberticidas.

Nelson Mandela, converso contigo
do coração de um pássaro em chamas.
Chego ao fundo de teu silêncio
no âmago desta noite indignada.

(Poema escrito em Boston, em 1988,
três anos antes da libertação de N.M.)

NELSON MANDELA (Trad. ABH)

Estas calles, negro prisionero,

no me hacen libre. Las gaviotas

buscan la paz del azul, palomos flotan, [fluctúan]

pero cadenas en mis pulsos [muñecas]

sangran el rostro de la mañana inútil.

Las viejas mordazas en tu voz

ahogan mis mejores palabras.

Hace frío en mí, negro prisionero:

voy a besar tu historia

en blancas manos sofocantes.

Hoy no estoy para la Primavera

ni para las luces y los ángeles.

Soy un poeta de sangre y nervios

y la libertad de mi sed.

No estoy para la antigua brisa,

sí estoy para las ventadas.

Estoy para los abismos al acecho

de puños liberticidas.

Nelson Mandela, converso contigo

del corazón de un pájaro en llamas.

Llego al fondo de tu silencio

en los adentros de esta noche indignada.

(Poema escrito en Boston, en 1988, tres años antes de la liberación de N.M.)

**Anderson Braga Horta es escritor, crítico literario y miembro de la Academia Brasiliense de Letras.


O POETA JOANYR DE OLIVEIRA

Por Anderson Braga Horta

Joanyr de Oliveira, nascido em Aimorés, Minas Gerais, em 6 de dezembro de 1933, deixou-nos na manhã de 5 de dezembro de 2009. Foi sepultado no dia seguinte, exatamente quando completaria 76 anos. Acompanhei sua trajetória desde os inícios de Brasília, quando aqui, recém-chegados, nos encontramos. Da curva luminosa de sua passagem fui testemunha privilegiada.

Quando cheguei a Brasília, há quase meio século, cheguei só. A cidade, incipiente e vazia, de terras vermelhas revolvidas e edifícios a brotar do chão como do nada, via-se do alto como uma chaga ou uma rosa no cerrado.

Se a amizade é uma das coisas que dignificam o homem, naqueles primórdios solitários era necessidade vital. Uma das primeiras e mais sólidas amizades que fiz aqui foi Joanyr. Aproximavam-nos alguns pontos em comum, sendo um deles a mineiridade, eu de Carangola, na Zona da Mata, ele do Vale do Rio Doce, da cidade de Aimorés, onde minha família residiu nos idos de 1947. Tínhamos pouco mais ou menos a mesma idade. Ele com um livrinho publicado em 1957 – Minha Lira, por ele mesmo reputado imaturo –, eu iniciando um bater de asas em antologias, uma das quais organizada pelo infatigável Walmir Ayala. Claro que, de todas as nossas afinidades, a Poesia era a mais notável; mas eu afirmo que amizades duradouras e profundas requerem mais do que essa ou qualquer outra comunidade de cultos: elas pedem por base uma similitude de disposições de espírito antes modais que denominativas.

Joanyr foi um grande trabalhador literário. Além dos livros no gênero que o consagrou, publicou contos e um romance, escreveu crônicas para o rádio, manteve colunas de literatura em mais de um jornal, dirigiu revistas, foi sócio fundador da ANE – Associação Nacional de Escritores, que presidiu, até recentemente, com espírito de luta, ajudou a criar academias; e pode-se dizer que alcançou uma posição ímpar como antologista de poesia. Em 1962 lançou, pela Editora Dom Bosco, Poetas de Brasília, no dizer de José Roberto de Almeida Pinto "a primeira manifestação coletiva ligada á poesia de Brasília", e no de Napoleão Valadares, "a primeira obra literária editada na nova Capital". Em 1971 viria a Antologia dos Poetas de Brasília, pela Coordenada Editora. Em 1982, em vez de se limitar aos poetas locais, preparou uma antologia temática: Brasília na Poesia Brasileira (Editora Cátedra, com apoio do Instituto Nacional do Livro, de saudosa memória), recebida entusiásticamente.

O antologista deixou pelo menos esboçada uma seleção de poetas de 1933, e preparada uma de Poetas dos Anos 30, ambas ideadas por Fernando Mendes Vianna, pouco antes de morrer, a segunda com edição prevista para 2010, ano do cinqüentenário de Brasília. Lamentavelmente, parece que se frustraram suas tentativas de apoio financiero.

O poeta nunca foi um acomodado. Tendo-se iniciado no jornalismo em Vitória, fundou e dirigiu periódicos religiosos no Rio, em São Paulo, em Goiânia e outras cidades de Goiás, onde teve um interlúdio de poucos anos na política. Deixou as terras cariocas pelo Planalto Central para exercer o cargo de Revisor do Departamento de Imprensa Nacional. Na Universidade de Brasília iniciou o curso de Filosofia Pura, vindo, entretanto, a se diplomar em Direito pela Universidade do Distrito Federal. Pastor evangélico, tinha a palavra fluente e inflamada. Logo nos seus primeiros anos brasilienses tentou o comércio; nos últimos, dedicou parte de sua energia a uma pequena indústria; malogrouse em ambos...

A essas e outras atividades devotou boa parte de sua grande capacidade de trabalho, nelas realizou com garra e competência sua missão de servir. Em verdade, porém, Joanyr era fundamentalmente poeta. Uma vocação para a poesia como poucas tenho visto. Muitos de nossos melhores críticos escreveram vigorosa e positivamente sobre seu fazer poético. Um dos que o viram mais intimamente e melhor o identificaram foi talvez Oswaldino Marques, que, prefaciando a antologia Casulos do Silêncio (Rio, 1988), sentenciava: "Joanyr de Oliveira pensa imageticamente", desse modo lhe sublinhando a sintaxe nitidamente diferenciada da sintaxe da prosa.

Joanyr sofria de diabetes, mal insidioso a que não dava o devido respeito; em conseqüência dele, perdeu uma das vistas e ficou com a outra fortemente comprometida. Não se deixou abater, prosseguiu sua luta. Com o passar dos anos, porém, o mal ialhe minando o organismo. Ultimamente podia-se-lhe notar alguma alteração de humor, alguma mudança de gênio. Desse período há um poema decididamente amargo, intitulado "Despedida": "Novos amigos, não quero. / Nem primos, nem descendentes. / Amizade requer provas / na longa extensão dos dias. / Quanto aos netos de meus netos, / sequer ouvirão de mim. // Quero empedrar-me onde estou, / enraizar-me aqui mesmo. / Como alcançarei o cerne / de outras terras, de outras gentes, / se um relógio fatigado / em minhas córneas põe fim? // Novos compêndios, pra quê? / Alfarrábios, muito menos. / Virgens metáforas se perdem, / no crepúsculo definham. / Amigos, filhos, cenários, / adeus, para nunca mais." Amigavelmente interpelado por Ronaldo Cagiano, confessou-lhe que sentia aproximar-se o fim de sua jornada.

Foi-se o poeta, ao cabo de uma temporada de dois meses de hospital. Legou-nos, contudo, a magia de um verbo encantatório, de um lirismo telúrico e cósmico, de suave misticismo e, contudo, de violenta denúncia das misérias do homem. Esse legado se manifesta num punhado de livros, todos de elevada feitura poética, publicados entre 1976 e 2004, no Rio, em Brasília e nos Estados Unidos, onde morou por algum tempo: Cantares, O Grito Submerso, Casulos do Silêncio, Soberanas Mitologias e A Cidade do Medo, Luta A(r)mada, Flagrantes Líricos, Pluricanto – Trinta Anos de Poesia, Canção ao Filho do Homem, Tempo de Ceifar, 50 Poemas Escolhidos pelo Autor, Antologia Pessoal. O reconhecimento desse labor de eleição está nos inúmeros pronunciamentos da crítica mais qualificada, nas diversas premiações, na inclusão em conceituadas antologias – no Brasil e no exterior.

Estou certo de que permanecerá em nossa memória cultural – se bem reconheça que uma espécie de obtusa amnésia ronda os meios que deveriam mantê-la viva. Brasília, especialmente, lhe deve isso. Foi um dos maiores cantores da cidade, e seguramente quem mais contribuiu para difundir a poesia que nela e em torno dela se tem produzido.

Mas também acredito que agora pouco lhe importem a glória e outras circunstâncias. Libertouse. Como diz num poema, "Pássaro Etéreo", dedicado a outro poeta extraordinário, José Santiago Naud: "Desobrigado enfim / de ossos, cartilagens, / entranhas, epiderme / (abominável fardo), / no triunfal enlace / além do pensamento, / o homem, pássaro etéreo, / abarca os universos / e solene se insere / no sagrado infinito."

 

Joanyr de Oliveira

Poeta Joanyr de Oliveira

(Aimorés, Minas Gerais, 6 diciembre 1933 – Brasilia, 5 diciembre 2009)

 

elpoetajotape@gmail.com

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