Ya pasamos la fecha de su natalicio, el 24 de julio de 1873, pero su nacimiento inspirador es permanente.
Bolívar es mencionado en las reseñas como un militar y político que lideró las campañas que dieron la independencia a varias naciones americanas (las actuales Venezuela, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Bolivia), además de haber sido fundador de la Gran Colombia y de Bolivia.
Su lucha independentista abarcó lo que hoy son seis países y seis millones de kilómetros cuadrados, recorriendo a su paso más territorio que Marco Polo, Cristóbal Colón o Julio César, pero no para la conquista imperial o colonial, sino para la independencia y la formación de repúblicas soberanas.
Sin dejarse cegar por su gloria, Bolívar se definió a sí mismo (en una carta enviada a Santander en 1825) como "Hombre de las Dificultades". Aunque fueron grandiosas sus victorias, en varias ocasiones sufrió importantes derrotas y reveses tanto militares como políticos; pero, aun así consiguió reorganizar sus fuerzas y regresar con mayor capacidad, alcance y contundencia.
Su lucha por la independencia rindió sus frutos, su ímpetu de libertad abrió caminos y permitió considerables avances, y el sueño de una sociedad mejor también afloró, aunque las fluctuaciones y resacas de la historia siempre se mantuvieron amenazantes y socavando lo realizado.
Durante veinte años Bolívar batalló sin desmayo por consolidar un mismo fin y una misma idea: que las naciones hispanoamericanas, las colonias españolas en América, fuesen dueñas de su destino; pero nunca consideró Bolívar la independencia como el objetivo final, sino más bien como la vía a través de la cual se podría abrir paso a la hermandad de las naciones y los pueblos liberados, integrados en un proyecto común de cooperación y soberanía compartida. Y eso fue lo que pretendió con la Gran Colombia, que luego se fragmentó, rompiendo también su corazón, rasgando sus anhelos.
Paro, aparte de los méritos políticos e históricos, es especialmente interesante aproximarse a los aspectos más íntimos que marcaron la vida de los personajes y forjaron su estampa. Es su gran mérito que, habiendo nacido como un caraqueño de ancestros españoles, mantuano e inmensamente rico, en una familia poseedora de esclavos, hubiese terminando usando su estatus social y educación esmerada, no para el provecho material del incremento de su fortuna, sino para la liberación de los dominados, los desposeidos y hasta de sus propios esclavos.
Se nutrió de sus grandes maestros: como Andrés Bello, José Antonio Negrete, Guillermo Pelgrón, el padre Andújar, Miguel José Sanz, Andrés Bello o Simón Rodríguez, quien lo introdujo al movimiento filosófico más avanzado de su época.
Dos hombres geniales cada quien en su estilo, aparecen en su mocedad: Bello y Simón Rodríguez, que le infunden o cultivan en él valores, conocimientos y estímulo para su exaltada imaginación se inicie en su interés por el estudio de las Humanidades: Conjunto de estudios y disciplinas referentes a la literatura, el arte o las ciencias humanas, la historia y la filosofía. Simón Rodríguez, no solo fue el maestro del Libertador, fue su tutor, guía y consejero, influenciando su vida al punto que Bolívar en una carta le expresó que era él quien "formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso...", su interés por el estudio e investigación.... Luego, como balance entre Rodríguez y Andrés Bello, encuentra un gran preceptor: el Marqués de Ustáriz, aristócrata caraqueño, radicado en Madrid, gran señor y enciclopedista que despierta y conduce su admiración por las artes, las ciencias y las humanidades. En escasos años alcanza esa cultura amplia y honda que potencializará su vocación y aptitudes para la gloria y la empresa libertadora.
Su vida cambiaría definitivamente en la casa del marqués Jerónimo de Ustáriz y Tovar, a quien Simón Bolívar llamaba "tutor", y en cuya mansión residió por algún tiempo.
Allí conoció a una mujer que le fascinó, dos años mayor que él y con quien estaba emparentado por varias líneas. Por cosas del destino conoce a María Teresa del Toro y Alayza, una madrileña distinguida y culta que deslumbró al joven Simón. María Teresa fue la única hija de Bernardo Rodríguez del Toro y Ascanio, nacido en Caracas, Venezuela, en el seno de una familia con origen en la villa canaria de Teror, y de Benita de Alayza Medrano, oriunda de Valladolid, España. En agosto de 1800 María Teresa aceptó el noviazgo de Simón Bolívar, quien en ese período la describe como "una joya sin defectos, valiosa sin cálculo". En marzo de 1801, Bolívar se trasladó a la ciudad de Bilbao y luego a París. De regreso a España, Bolívar le propuso formalmente matrimonio el 5 de abril de 1802, que contrajeron el miércoles 26 de mayo de 1802.
Al cabo de unos 20 días, se trasladan a La Coruña, (en galego A Coruña). El 15 de junio de 1802 partieron los recién casados hacia Caracas, desembarcando el 12 de julio en La Guaira. Allí María Teresa será acogida no solo por la parentela de su nuevo marido sino también por la suya propia. Después de una corta estadía en Caracas, en la Casa del Vínculo y del Retorno, ubicada en una esquina que da a la Plaza Mayor de Caracas, hoy Plaza Bolívar, se trasladaron a la "Casa Grande" del ingenio Bolívar en San Mateo. María Teresa enfermó poco después de "fiebres malignas", hoy día identificadas indistintamente como fiebre amarilla o paludismo, el matrimonio regresó a Caracas a su Casa del Vínculo, donde ella murió el 22 de enero de 1803. Tras ocho meses de matrimonio y dos años de noviazgo, Bolívar perdía así a su amada María Teresa.
Luego de la muerte de su esposa María Teresa del Toro, Simón Bolívar se encuentra en un gran estado de abatimiento "rayado en la desesperación". La búsqueda de salidas a esta situación dolorosa lo llevaría a España, muy deprimido por su viudez; llegando a afirmar en reccuerdo de los momentos vividos: "la pena de amor es un tormento, pero un tormento delicioso".
Teresa fue el primer ser humano unido a él y con quien esperaba compartir la vida, las ilusiones, los proyectos. Por eso explicó a Perú de la Croix: "Quise mucho a mi mujer". La desaparición de Teresa tenía que ocasionarle una crisis profunda: "Yo la he perdido y con ella la vida de dulzura". "El dolor un sólo instante no me deja consuelo que buscar", "deplorable y triste suerte a la que me hallo condenado". El estado en que se encontraba era patético, pues quedó sumergido en una tristeza profunda, que hasta produjo un cambio en su carácter.
Más tarde su estado anímico le permitió centrarse en otros proyectos y es más receptivo para la búsqueda de algo nuevo. Un hombre soñador, libertario, incansable luchador, culto, combativo, clarividente, era el Simón Bolívar, mejor conocido como el "Libertador de América"
En 1828, analizando la influencia que la muerte de su esposa había tenido en él, Bolívar confiesa: "Si no hubiera enviudado, quizás mi vida hubiera sido otra; no sería el general Bolívar ni el Libertador, aunque convengo en que mi genio no era para ser alcalde de San Mateo".
De nuevo se topa con el infortunio y sabe apelar a su profunda energía para enfrentarlo y seguir adelante.
En París se ha encontrado de nuevo con Simón Rodríguez, cuyo saber y cuya experiencia hacen de él un extraordinario compañero de conversaciones, lecturas y viajes. Van juntos a Italia, y cruzan a pie la Saboya. Rodríguez ha sido un motor esencial en su vida, no solo fue el maestro del Libertador, fue su guía y consejero, influenciando su vida al punto que Bolívar -como ya reseñamos- en una carta mencionada le dice: "Yo he seguido por el sendero que usted me señaló. Usted fue mi piloto..."
Bolívar pronuncia el juramento de no volver a casarse, como un acto de rebeldía en contra del dolor al que puede conducirse con la frustración abrupta de la entrega incondicional de los sentimientos. A pesar de sus muchos amores y amoríos Bolívar cumplirá fielmente con la palabra empeñada, como lo hizo también con otros de sus juramentos. Tal fue el Juramento de Simón Bolívar en el Monte Sacro, hecho ante su maestro: "Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por la Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español". Era 15 de agosto de 1815 y con su juramento anunciaba la consagración de su vida a la liberación suramericana.
La importancia del juramento radica en que Simón Bolívar, juró y cumplió una promesa que parecía casi imposible, aunque al borde de su muerte las decepciones le llevaran a expresar que había "arado en el már". Su pensamiento no era un juego de elucubraciones y de sentimientos poéticos, sino que se materializaba concienzudamente en la acción perseverante que caracterizó su corta pero intensa y fructífera vida, venciendo como él mismo lo decía, todos los escollos, como "el hombre de las dificultades".
No en balde, en su obra "Bolívar", el famoso historiador gallego Salvador de Madariaga, afirmará sobre este acontecimiento temprano lo siguiente: "Este final súbito de la vida retirada y personal de una joven de veintiún años ha sido quizá uno de los acontecimientos claves de la historia del Nuevo Mundo".
Bibliografía:
Información de Internet. Recopilación basada en reseñas. Simón Bolívar, Demetrio Ramos. Bolívar de carne y hueso de Francisco Herrera Luque.