"La música es el alimento espiritual
de los que viven de amor"
Shakespeare
En el edificio donde vivo tuve la dicha de conocer a un músico de toda la vida –Sandalio Monagas– quien nunca perdió una sonrisa tan agradable y espontanea, el cual servía de ejemplo para apreciar lo sencillo de la vida, si se vive de esa manera tan humilde. Lo curioso y anecdótico es la forma, como me enteró de su habilidad musical, después de compartir por muchos años el mismo techo, mas no el mismo hogar. Una tarde escucho el sonido de un saxofón con una melodía muy conocida y no aguantó la curiosidad y empiezo a buscar con el oído de donde sale, cuando me doy cuenta, subo rápidamente, toco y sale Sandalio, con el rostro serio, pensando que estaba molestando. Al preguntarle, qué si era él, el ejecutante del instrumento y al ver mi rostro lleno de regocijo, soltó la risa y el cariño que siempre me profesaba ¡Epa negro, aquí practicando para que no se me olvide! Desde ese momento mi amigo, a quien veía, como un padre, pasó a ocupar un lugar en mi corazón.
De esa manera he conocido cantantes, músicos y fabricantes de instrumentos, porque definitivamente sin la música no puedo vivir, a pesar de tener un pésimo oído musical, contrariamente a mi buen gusto por la música propia de personas de aquella época, donde las expresiones musicales eran inspiraciones poéticas. En Acarigua, he conocido intérpretes de la talla de un Edgar Gurmeitte, Sexagésimo Barco, Algimiro Delgado (chimiro) y Pablo Baresco entre otros. El amigo Pablo es un tenor, quien anduvo en el equipo de Simón Díaz y de esos encuentros quedó para la posteridad la imagen del cual me refiero, donde aparece acompañando 7 personajes imborrables en el recuerdo de los verdaderos amantes de nuestra música: Simón Díaz, Manuel Santander "Graterolacho", Rafael Montaño, Héctor Cabrera, Juan Vicente Torrealba, Mario Suarez, Edgar Gurmeitte. El amigo Pablo Baresco, es el único testigo de esa gráfica que puede todavía contar el motivo y por supuesto cantar con toda la expresión y sonoridad de su bien timbrada voz.
Me decía Pablo, con toda la humildad y la paciencia de un Sandalio Monagas, al rememorar sus presentaciones en distintos lugares, donde cantar y tocar era un acontecimiento para atraer públicos de todas las edades, porque la contaminación sónica todavía no había aparecido con esos disparates, que nadie entiende, pero lamentablemente trastorna a nuestra juventud, como huracanes que van destruyendo todo a su paso. Fue en el año 1996, cuando se encontraba en Caracas y Simón Díaz en su programa (al mediodía Simón) el cual era trasmitido por el canal 8, tuvo la satisfacción de coincidir en el homenaje al destacado compositor y ejecutante del arpa, quien se convirtió en una referencia para nuestra música: Juan Vicente Torrealba. Todos los presentes en ese bello recuerdo de la fotografía han fallecido y Pablo, que para aquel entonces era el más joven recuerda ese inolvidable momento, que nadie en ese medio ha tenido el privilegio de vivir, así, como las nuevas generaciones con contadas excepciones saben de la calidad interpretativas de estos ídolos del pasado.
El fallecido médico caroreño –Pastor Oropeza– por demás destacado en una profesión tan noble, siempre repetía en conversaciones y entrevistas: "Llegar a viejo sin el hábito de la música y la lectura debe ser muy aburrido" y mire que tenía toda la razón, a pesar de todos los adelantos tecnológicos y en especial el celular que ha despertado la curiosidad en muchas personas en la postrimería de sus vidas, porque todo lo que viene apareciendo es precisamente para incitar, pero algunas de esas provocaciones no son para personas de edad avanzada y si no tienen un cierto grado de conciencia pierden su tiempo en cuanta barbaridad aparece. Por eso la música del pasado se convertía en un estímulo para la vida y de ahí, esos grandes cultivadores de nuestros ricos y variados estilos de música venezolana. Aún, cuando la transculturización impulsada de los Estados Unidos, se ha hecho presente en nuestro país por distintas vías, pero en la música ha marcado épocas, pero siempre la nuestra había jugado un papel de vanguardia.
En estos momentos es difícil reunir a un grupo, como el de esta imagen, por lo sobresaliente de sus voces, que de manera oportuna fue captada por el fotógrafo oficial del canal ocho de aquellos años el licenciado Luis Noguera Mesutti, y se la regalo a Pablo, para conservarla como un tesoro. La radio y la televisión ha sido arropada por lo chabacano a excepción de algunas estaciones de radio y TVES con su (corazón llanero) donde siempre vemos y escuchamos el arpa, cuatro, bajo y maracas encendiendo el gentilicio venezolano. Lo demás es por la perseverancia de productores independientes, como Luis Alfonzo Ramírez en el Táchira; Jesús Andrade Paredes, en Portuguesa, quien se ha paseado por distintas estaciones de radio, pero siempre defendiendo y difundiendo nuestra música con infinito orgullo de manera pedagógica sin mezquindad y siempre dándole oportunidades a los que vienen retoñando. La música es una de las creaciones más sublimes del ser humano y saber distinguir lo bueno de lo malo es una prioridad urgente por el bien de la salud mental.