En estos días en que el mediocre personaje que hace de jefe diplomático de la Unión Europea ha definido a Europa como paradisíaco jardín rodeado de una selva salvaje que es el resto del mundo, que la amenaza y de la que debe defenderse, me ha parecido que valía la pena recordar lo que a lo largo de estos últimos 3 siglos ha sido el trato que esa Europa le ha dado al Tercer mundo, sobre todo a Asia y África, trato que esos pueblos ni pueden ni quieren olvidar. Es tema sobre el que he escrito ensayos y hecho programas de radio y de televisión.
En estos 3 últimos siglos el inocente ardincito, es decir, esa Europa expansiva, racista y colonialista, para colonizarlos, no solo aplastó a esos países asiáticos y africanos mediante criminales guerras colonialistas, masacró a sus pueblos, robó sus riquezas materiales, los mantuvo sometidos a su dominio autoritario, racista y despectivo llevándolos a la miseria, sino que destruyó sus culturas y saqueó su enorme patrimonio histórico, que era fuente materna de la propia cultura de esa Europa que tanto los desprecia. Y es ese saqueo cultural lo que quiero recordar en este y en próximos artículos.
Y entro de una vez en el tema. Imaginemos en el Museo Británico a un grupo de turistas nigerianos ricos, (tienen que serlo para poder viajar por Europa). El grupo está admirando una obra maestra del arte nigeriano, su país: los bronces de Benin. Imaginemos ahora en el Louvre a unos turistas egipcios, también ricos, que admiran el Escriba Sentado, obra maestra del arte egipcio, su país. Seguimos a ese grupo de turistas o a otro similar hasta el Museo de Berlín y los vemos ahora admirando el busto de Nefertiti, otra famosa obra del arte egipcio, propiedad del estado alemán, patrimonio cultural de Alemania.
A la mayor parte de la gente de este lado del mundo eso le parece normal y no les llama la atención, sea porque son colonizados sin saberlo, o porque ignoran o desprecian pensar en el asunto. Pero si pensaran un poco en él, tendrían que hacerse una pregunta ineludible: ¿por qué asiáticos y africanos (los pocos ricos que pueden hacerlo) deben viajar a museos europeos para ver los monumentos de sus antepasados, que son patrimonio cultural de sus pueblos? La respuesta es sencilla: porque los europeos se los robaron para llevárselos a Europa. ¿Y por qué en cambio los europeos no viajan nunca a Asia o África para ver los suyos? La respuesta es la misma: porque por obra de ladrones europeos, se encuentran casi todos en Europa.
Pregunta y respuesta pueden detallarse. ¿Por qué la egipcia piedra de Rosetta no se encuentra en el Museo de El Cairo ni el manuscrito más antiguo del Nuevo Testamento cristiano en el monasterio de Santa Catalina en el Sinaí? ¿Por qué las puertas de la antigua Babilonia están en Berlín y no en Irak donde estuvo Babilonia? por qué esto parece natural? Porque durante siglos se ha visto y se ha sabido de arqueólogos europeos excavando en ciudades y campos africanos y asiáticos y nunca se vio a africanos y asiáticos haciendo lo mismo en campos y ciudades europeas. Y porque, además de excavar, los europeos se robaban todo lo que hallaban. Y cuando no lo robaban lo obtenían gratis. ¿Es imaginable que un gobierno francés le regale una torre de Nôtre Dame de París al gobierno egipcio, o que el gobierno británico le regale a Egipto un ala del Parlamento inglés, o que los alemanes le regalen la Puerta de Brandeburgo a Irak?
¿Por qué Europa está llena de museos ricos sobre todo en tesoros antiguos de Asia y África, y en menor grado de América Latina, mientras en Asia y África hay países que carecen de museos? Cuando en 1970 la ciudad de Benin, en Nigeria, que cumplía una década independizada de Inglaterra, quiso inaugurar un museo etnográfico, tuvo que hacerlo con fotos de sus famosos bronces Ifé y de sus terracotas Nok, recortadas de viejos diarios, porque las piezas, robadas por colonialistas ingleses, estaban en el Museo Británico, e Inglaterra, la ladrona, se negaba a prestárselos.
¿Cuál es la razón y causa de todo esto? La respuesta que reúne y responde todas estas preguntas es una sola: el colonialismo, el colonialismo europeo. Y es que el colonialismo no es sólo ocupación de países, saqueo de materias primas, de oro y plata, de gas y petróleo, y sujeción económica y política; es también, sobre todo, saqueo arqueológico y cultural, destrucción de la identidad cultural de los pueblos colonizados, a los que se desprecia racialmente, pero de cuyo valioso patrimonio histórico esos colonizadores se apropian. Y siempre son europeos; (o estadounidenses y japoneses).
Se nos repite que el arte y la cultura son patrimonio de toda la humanidad. Pero, como siempre, ocurre que algunos, los europeos y luego los yanquis, son más humanos que los otros; es decir, que ellos son la verdadera humanidad. El Código de Hammurabi lo crearon los mesopotámicos, pero debe estar en el Louvre; la piedra de Rosetta es egipcia, pero debe estar en el Museo Británico; la puerta de Babilonia es irakí y el busto de Nefertiti egipcio, pero ambos deben estar en Berlín. Y es que los países más poderosos de Europa le roban patrimonio hasta a países europeos más débiles: los frisos del Partenón son griegos, pero mejor están en el Museo Británico; las pirámides de Egipto se salvaron gracias a su tamaño; y hasta el Taj Mahal estuvo a punto de ser demolido por los colonialistas ingleses amos coloniales de la India para conservar sólo algunas de sus partes en Gran Bretaña.
Europa es ladrona. Y cuando un país europeo devuelve algo de lo robado es a otro país europeo, y si lo hace es sólo porque ha sido derrotado en alguna guerra europea y el vencedor, o una alianza más poderosa que él, lo obliga a devolver lo robado. Vencido Napoleón en 1815, Francia devuelve a Italia (a Venecia) los caballos de la basílica de San Marcos, pero los venecianos se los habían robado a los griegos bizantinos en la Edad Media, con la cuarta Cruzada, en 1204. Y en ese mismo y moderno siglo XIX los ingleses le roban a Grecia los frisos del Partenón y una cariátide del Erecteión, y en cambio la pobre Grecia se queda sin caballos, sin friso y sin cariátide.
El saqueo cultural es parte clave del colonialismo y del racismo que lo acompaña. Los colonizadores europeos admiraban las culturas antiguas de los pueblos colonizados y apreciaban su valor artístico y monetario, pero despreciaban a los pueblos actuales, reducidos a servir de peones en la excavación y transporte de las piezas robadas, o, en otros casos, a ser cómplices empobrecidos que vendían su pasado por migajas. Y así, esos saqueadores europeos que invadían esos países y robaban y destruían sus templos y monumentos, arrancando frisos y cortando cabezas de estatuas, argumentaban que esos pueblos no tenían conciencia de su pasado, que no podían ni sabían cuidar esas riquezas y que era necesario preservarlas en los museos de Europa, donde no sólo eran más apreciadas, sino que estaban más seguras.
La destructiva excavación, manejo y saqueo de pirámides, templos, palacios y ruinas de antiguas ciudades se hacía mediante acuerdos coloniales por medio de cónsules y contando con arqueólogos improvisados o ladrones que sabían lo que buscaban y sobornaban a funcionarios locales para obtener por nada los tesoros que les interesaban. Porque además ese saqueo culto y semioficial, que robaba y saqueaba pero tenía ciertos límites y controles, se acompañó y combinó pronto con el saqueo indiscriminado que cometían individuos privados, anticuarios, turistas, viajeros, comerciantes y simples ladrones, organizadores también del tráfico clandestino de valiosas y antiguas obras de arte de esos pueblos, negocio delictivo que no ha parado, pues sigue vivo pese a todos los controles.
Tomado del diario Últimas Noticias.