Con motivo de la muerte del gran artista cubano Pablo Milanés, y como suele suceder, más de un zamuro anda revoleando para alimentarse de sus restos. Me refiero, sobre todo, a esa izquierda oportunista que ensalza del poeta solo aquello que le conviene, mientras oculta facetas que también lo definen como personaje.
Milanés fue un rebelde como ciudadano y como músico, partidario de la innovación creativa, de la diversidad y del pensamiento crítico. Como ciudadano se involucró en las luchas del pueblo cubano, las de antes y las de ahora. Como músico se mostraba a favor de la experimentación y de los nuevos formatos sonoros. Como artista inconforme (esto es redundante), ejerció el pensamiento crítico, se opuso a los promotores del pensamiento único y del totalitarismo en el poder.
La actitud rebelde de Milanés le causó exclusiones y persecuciones en Cuba, tanto antes como después del triunfo de la revolución fidelista. En el documental "Pablo Milanés" (Juan Pin Vilar, 1985), el artista narra que a sus 23 años se hizo crítico de la deriva represiva que estaba tomando el Gobierno de Fidel Castro. Ante ello fue enviado a una Unidad Militar de Ayuda a la Producción (UMAP), campos de trabajo forzado que existieron entre 1965 y 1968 en la isla para "reeducar" a escritores, artistas, religiosos y homosexuales por "atentar" contra la "moral revolucionaria". Relata Milanés que "En Cuba se empezó a operar con un carácter represivo, sobre todo en la policía y en el ejército. A mí no me gustaba. Me venía oliendo lo que podía venir y lo expresaba, incluso con gente que lo defendía y que se acabó yendo después. Yo me quedé más años y sigo considerándome revolucionario". En este sentido, expresó, en una entrevista de 2015 para el diario español El País, que "Me di cuenta de que las ideas de un revolucionario no se desvían por los errores que cometen los dirigentes. De allí salí más revolucionario".
Así como acompañó al pueblo cubano en el intento de revolución marxista que se inició en 1959, también lo hizo cuando ese mismo pueblo se dio a protestar contra el régimen de partido único que impera en La Habana, encabezado por una élite burocrática que vive con comodidades mientras exige sacrificios al cubano de a pie.
En un reportaje publicado en el diario El Mundo de España el 5 de julio de 2017, Milanés afirmó que "En Cuba es muy difícil que se altere cualquier cosa. El pueblo cubano es un pueblo adormecido por un sistema estancado, que es incapaz de aportar nada nuevo"… "El país está entre dos aguas. De un lado, el Gobierno de Cuba y, del otro, Donald Trump. Al final, la víctima es el propio país, que no es capaz de definir su propio futuro". No aceptó, pues, que su pensamiento se viera atenazado por dos extremos y se enfrentó a ambos en defensa de su gente.
En su cuenta de Facebook, Milanés escribió, tras las protestas que estallaron en Cuba el 11 de julio de 2021, que "En el año 1992 tuve la convicción de que definitivamente el sistema cubano había fracasado y lo denuncié", y expresó su confianza "en el pueblo cubano para buscar el mejor sistema posible de convivencia y prosperidad, con libertades plenas, sin represión y sin hambre". Y también: "Es irresponsable y absurdo culpar y reprimir a un pueblo que se ha sacrificado y lo ha dado todo durante décadas para sostener un régimen que al final lo que hace es encarcelarlo".
Yo recordaré a Pablo Milanés como él lo quería, según acotó su amiga, la empresaria musical Inma Grass: como "un poeta, un músico íntegro que siempre defendió la justicia, la paz, la igualdad, la honestidad y la exploración de lo nuevo".