“La colonia lo marcó, pero nunca le arrancó su credo,
su identidad Indígena libre es.”
Luis Eduardo Reyes Púa/Indígena Libre.
Respecto a las Turas de los Ayamanes, el material escrito más antiguo que hasta ahora se ha podido conseguir, data del año 1890, se trata de un Reglamento hecho en el sitio de Quebrada Honda el 15 de marzo de 1890, en el hoy Municipio Federación del Estado Falcón, firmado por Placida Pire, Capataz; Valerio Pire, Amo de patio; Cayetano Pire, Mayordomo; Simón Querales, Mayordomo; Leocadio Vargas, Mayordomo; Juan Bautista Rivero, Mayordomo; Juan Bta. Morillo, Mayordomo, copiado por el Bachiller Rafael Simón Marrufo, de un folleto que escribió Juan Bautista Perera, de acuerdo con la más antigua tradición indígena, en Churuguara, Estado Falcón, que estaré analizando más adelante.
Aparte de este documento, no se ha encontrado ninguna otra relación escrita por cronistas, historiadores, investigadores, visitantes o autoridades reales, durante la Conquista y la Colonia, que se refiera a las danzas de las Turas de los Ayamanes y muy poco se ha conocido del pueblo ayamán, como tal, aparte de lo que ya hemos visto en la primera entrega de este trabajo, sin embargo, analizando algunos antecedentes, referentes a informaciones según las Crónicas de Indias, referidas a la cultura “taina”, sobre las danzas originarias de los pueblos caribeños, que considero análogas, ya que poseen una acentuada afinidad con la Danza de Las Turas de los Ayamanes.
Haciendo un estudio comparativo de las características culturales de estos pueblos originarios, en el área caribeña, donde estas danzas, según los cronistas y viajeros en la época de la Conquista y la Colonia, se conocen como “areítos”, que según Alfaro y Vargas, haciendo una clasificación sobre las diferentes motivaciones de esta danza de los pueblos originarios caribeños, las define en las siguientes categorías:
"(…) para rogar por la victoria militar o danzas guerreras; las fúnebres, para pedir la felicidad de los muertos; las nupciales, rogando por la dicha de los contrayentes, las de agradecimientos por las buenas cosechas y las de ruego para pedir lluvia, buena caza, abundancia de frutos de recolección u otros beneficios de la naturaleza, entre las que se encuentran la ceremonia de la yuca y el maíz". Luis Alfaro Salazar y Antonio J. Vargas. “Prehistoria de Venezuela”, página 210.
En la obra "Historia General y Natural de las Indias", el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo Valdés, quien fue un militar, escritor, botánico, etnógrafo y colonizador español nombrado, en 1533, por el emperador Carlos V, primer cronista de las Indias, Capitán de sus ejércitos, fue además gobernador general o alcalde de la Fortaleza de Santo Domingo y La Española, describe a aquellos bailes o danzas como “areítos”, de la siguiente manera:
“ ... El qual areyto hacían desta manera: quando querían a ver placer, celebrando entre ellos alguna notable fiesta, ó sin ella por su pasatiempo, juntabanse muchos indios e indias (algunas veces los hombres solamente, y otras veces las mugeres por sí) y en las fiestas generales, assi como por una victoria o vencimiento de los enemigos, o casandose el cacique o rey de la provincia, ó por otro caso en que el placer fuese comunmente a todos, para que hombres y mujeres se mezclaran. e por más extender su alegría é regocijo, tomabanse de las manos algunas veces, e tambien otras trababanse brazo con brazo ensartados ... é uno de ellos tomaba el oficio de guiar, y aquel daba ciertos pasos adelante e atrás, a manera de un contrapás muy ordenado, e lo mismo hacen todos, é assi andan en torno, cantando en aquel tono alto o baxo que la guia los entona... Y assi como aquel dice, la multitud de todos responde con los mismos pasos e palabras, é orden, é en tanto que le responden, la guia calla, aunque no cesa de andar el contrapás. y acabada la respuesta, que es repetir ó decir lo mismo que el guiador dixo, procede sin intervalo, la guia á otro verso e palabras, que el como é todos tornan á repetir; é assi sin cessar, les tura esto tres ó quatro horas y más hasta que el maestro o guiador de la danca acaba su historia y a veces les tura desde un día hasta otro". (Gonzalo Fernández de Oviedo. Historia General y Natural de las Indias, Tomo I, página 125) .
En esta narración podemos observar que en la forma en que se desarrolla el “areíto”, se asimila a la manera cómo en la actualidad se desarrolla la Danza de las Turas; por supuesto, con muchas variaciones. Fray Bartolomé de Las Casas, uno de los pocos defensores de los pueblos originarios, quien vivió con estos pueblos caribeños, recoge en su "Historia de las Indias" varios pasajes sobre los “areítos”, estableciendo una comparación entre los bailes en las diferentes islas vecinas del Caribe, dice:
“(...) comenzaron a bailar y a cantar, hasta que todos quedaron cansados, porque así era su costumbre, de bailar hasta cansarse, y duraban en los bailes y cantos desde que amanecía, toda la noche, (...) como en esta isla (La Española) y que estuviesen 500 y 1000 juntos, mujeres y hombres, no salían unos de otros con los pies ni con las manos, y con todos los meneos de sus cuerpos, un cabello del compás, hacían los bailes de los de Cuba a los desta isla gran ventaja al ser los cantos a los oídos muy más suaves"”. Bartolomé de las Casas. Historia de las Indias, Tomo II, página 508.
Estas características que explica De las Casas, contienen una fuerte afinidad con el ritual ayamán, que estudiamos en el presente trabajo por lo que podemos deducir que la danza de las turas puede haberse gestado su origen desde estos pueblos caribeños. Veamos lo que dice Miguel Acosta Saignes, citando a Pedro Mártir, otro de los cronistas de la época de la Conquista, un cura español, que no estuvo en nuestro Continente, pero estuvo muy informado de todo lo que sucedía aquí, por haber sido confesor de la Reina Isabel y consejero de los reyes y en relación con la manera de cómo los aborígenes del área caribeña realizaban los “areítos”, dice:
“Así, formando unas veces arcos y otras apretada falange, después redonda corona, dándose las manos, luego soltándolas, con mil saltos diferentes y danzas, siempre cantando, se revuelven en círculo, con la boca cerrada, cuando abriéndola y dando voces. Dicen estos cenobitas que alguna vez les han visto pasar más de seis horas sin interrupción ninguna en estos varios y laboriosos movimientos”.
Y citando a Herrera, dice: “Tenían gran deleite en bailar y beber. Duraba ocho días un baile y banquete, fuera de las danzas ordinarias… danzaban sueltos y trabados de las manos en arco, o en corro; adelante y atrás, saltaban. Volteaban, callaban, unos, cantaban otros; gritaban todos, era muy conforme el tono, el compás y el meneo, a un tiempo, aunque fuesen muchos…” (Págs. 78 y 79).
Alfaro y Vargas, en la obra ya citada, resumen las características de los “areítos”, señalando que en ellos, se funden el arte y la religión en una sola actividad:
"El baile-canto llamado areíto fue sin dudas una institución ceremonial de base religiosa, así en las dichas ocasiones como cuando servía para la liturgia de los sacrificios a los cemíes y la de los funerales; a veces trascenderían a los fenómenos místicos y a los mágicos cuando, juntamente con los narcóticos y los alcoholes, provocaban esos estados de desdoblamiento psíquico, que hoy vemos todos los días en el espiritismo y en la santería afrocubana, de los cuales se derivan sobre todo adivinaciones proféticas y prácticas de curanderismo. Todo lo cual no excluye que el areíto fuese también fuente de divertimento para la colectividad social y catarsis para sus tensiones críticas... El areíto era fundamentalmente un rito religioso, como suelen serlo todas las ceremonias colectivas de los pueblos carentes de escritura."
Hasta aquí hemos observado algunos elementos de una de las danzas originarias según las crónicas coloniales, de las islas del Caribe, que por sus características, puede tomarse como afín con Las Turas de los Ayamanes, y que al parecer las formas que emplearon los pueblos originarios del Continente Abya Yala, son generalmente idénticas, con muy pocas diferencias, por lo que el Padre De Las Casas, al comparar los areítos de la Isla La Española con los de Cuba, dice: “hacían los bailes de los de Cuba a los desta isla gran ventaja al ser los cantos a los oídos muy más suaves", lo cual quiere decir que eran el mismo baile y los mismos cantos, pero “más suaves”, por lo que podemos precisar que las danzas aborígenes de carácter religioso o propiciatorio seguían un mismo patrón, con diversas variaciones, según la tradición y las costumbres propias de cada pueblo o parcialidad étnica. Miguel Acosta Saignes, hace un acotamiento sobre la caracterización de las diversas danzas y escribe:
“Es claro que hubo una diversidad de danzas, pero la descripción general conviene al menos a la zona del Caribe, acerca de la cual son muy semejantes las menciones… Los cronistas consideraban, pues, como características generales de las danzas indígenas del ciclo Caribe, su larga duración, su coreografía circular, las ondulaciones rítmicas y los prolongados parlamentos”.
Todas estas características señaladas por Acosta Saignes, sostienen una clara afinidad con la tipología del carácter diverso, como se desarrolla la danza de las Turas de los Ayamanes, por lo que podemos ubicarla como danza originaria proveniente del área del Caribe, para darle una visión genérica, basada por su afinidad. Y Revisando el contenido del “Reglamento del Baile de La Tura” elaborado en el año 1890, en la población de Quebrada Honda del hoy Municipio Federación, del Estado Falcón, leemos en el artículo 1°:
“Queda reconocido por nosotros, porque así lo creemos, que el baile de la tura trae su origen de los indios, habitantes antiguos de toda la América, desde muchos años antes de la Conquista, por los europeos, lo cual está evidentemente comprobado por los mismos bailes, que son diferentes nombres, aún todavía se usan en casi todas las naciones que componen la América del Sur, la del Norte, la Central y las Antillas.
Por lo estudiado hasta aquí es de considerar, que la Danza de las Turas de los Ayamanes posee importante relación, con las demás danzas propiciatorias del resto de los pueblos originarios del continente Abya Yala. Otras danzas que podemos referenciar en cuanto a características sobre todo, su carácter espiritual, como la danza del Maíz de los Tének, que practican en la comunidad de Quelabitad, en México, que realizan con la finalidad de atraer buenas condiciones climatológicas, para obtener buenas cosechas y la Danza del Venado de los yaquis que son un pueblo indígena agrícola, también en México. Estas danzas poseen importantes características, de una riqueza espiritual y cosmogónica, dignas de estudiarlas. Hasta la próxima entrega.