Simbolismo de la Danza de Las Turas de Los Ayamanes

Re-visión etnohistórica de la danza de las turas de los ayamanes (VIII)

Viernes, 21/07/2023 01:04 PM

A las cosas no entramos / por cuenta propia, / sin un acuerdo. / Siempre florece la teúrgia / en el camino, / y nos tienden las manos los misterios. / Hay antesalas, / vísperas/ y en esta danza alrededor de un árbol / en donde corretea / el venado filósofo, / se presienten envueltos/ en un solo manto,/mujeres y hombres, /pájaro y églogas, /días y trasnoches, / muertos y principios.

Antonio Urdaneta/ "La Danza de Las Turas"

Revista Nacional de Cultura N°334.

En cuanto al estudio de la representación simbólica de la Danza de las Turas de los Ayamanes, Ante todo, y sobre todo, cabe destacar que esta danza simboliza la acción de gracias a la Naturaleza, y todos sus elementos cosmogónicos, que convergen en el encuentro espiritual, social y cultural por el desarrollo y pervivencia de la vida en todas sus manifestaciones -que no es sólo la vida humana- donde cobran presencia especial, las fuerzas espirituales, que en sus creencias protegen la comunidad turera; la fuerza social que conforma la comunidad en general y la fuerza de la acción cultural que da forma a la esencia existencial de la humanidad. Es la vida en todas sus manifestaciones.

La simbología de la Danza de Las Turas se ejemplifica de forma manifiesta en el acto mágico-espiritual que se da mediante el sentimiento colectivo donde se puede apreciar la interpretación de un mundo original, lo que quiere decir que, espiritualmente es una danza de resistencia, en lo que vitalmente podemos comprender como relación sobre lo material, lo espiritual, lo social y lo cósmico, en franca convergencia con el sentido místico y el encuentro mítico en el más profundo sentimiento humanista, como símbolo de significación trascendental de las comunidades ancestrales del pueblo Ayamán.

Entendido este principio, entonces la Danza de las Turas de los Ayamanes en su significativa simbología viene a ser la representación del ser espiritual de un pueblo, que opta por la prolongación y el florecimiento de la vida, desde las entrañas de la Madre Tierra, que sobre ella se erigen diversos símbolos, desde donde provienen los elementos vitales: el agua en sus diferentes estados: en la lluvia, el manantial, el río, los arroyos, la quebrada; la diversidad animal: las aves con sus melodías sonoras, que transforman el silencio, con su música onomatopéyica; el entorno vegetal: el conuco desde donde se producen los alimentos; el bullicio armónico de la montaña, el zumbido del viento, el susurro en el movimiento de los insectos, como elementos que hacen del bosque un espacio místico, que todo en su conjunto generan la armonía musical de la ancestral Danza de las Turas; donde se puede apreciar como expresión legendaria, el resumen de toda la variedad vernácula natural, muy bien simbolizada desde donde se encierran los misterios más sublimes de la Pacha Mama. Es una danza portadora de una cosmovisión -donde se conjugan la fe, la creencia religiosa, mística y mítica- entendida desde el análisis socio histórico-cultual-espiritual, como el umbral mágico-religioso, donde hacen presencia todos los elementos naturales. El antropólogo cubano, José Millet, lo expresa de esta manera:

No es a la Madre Tierra sólo a la que se le rinde reconocimiento en ellas, sino a los principios que hacen posible su fertilidad y que, en su seno, se continúe la existencia, sea la humana o la de otras criaturas. No es incorrecto decir que se venera la cosecha, con el impulso propiciatorio adicional de que sean colocados todos los elementos necesarios para que el Dador nos vuelva a conceder igual merecimiento en especies comestibles y en bienestar espiritual".

En similares términos se expresa la escritora e investigadora Natividad Barroso en su ensayo titulado: "De la serranía de Parupano donde sigue presente el alma indígena y de acercamiento entre la ciencia, la poesía y lo mítico", (2004), donde respecto al carácter simbólico de la Danza de Turas afirma:

Antes que nada hay que dejar claro que no es un simple baile, es un rito mágico, una danza de convocatoria espiritual, con sus secuencias; y que hay varios tipos, con sus respectivas variantes, según la ocasión, motivo y circunstancia, para los cuales se practique. (Pág. 147) Considero que esta manifestación ritual es pervivencia de una cosmovisión relacionada con el Todo, o el Tao, o la Totalidad con la estructura "holística" o "sistémica" de las ciencias actuales: Todo parte de un todo y cada parte forma parte de ese todo. (Pág. 158).

Considerando las apreciaciones de los autores mencionados, haciendo también, hincapié en que si en el simbolismo, las Turas representan "el todo", y que "no es incorrecto decir que se venera la cosecha"; claro está que de la cosecha, depende la despensa de la humanidad, y por lo consiguiente es lógico considerar su veneración en agradecimiento por la abundancia, pero entonces lo que no se puede considerar correcto, -lo deduzco yo- es catalogar la Danza de Las Tura como una danza exclusivamente agraria, porque en al fondo del sentido amplio del contenido místico del ritual, se puede observar con juicio de razón lógica, la representatividad de ese "Todo", que la conjuga como una danza espiritualmente integral, que representa para los descendientes del pueblo Ayamán, al mantenerla casi intacta, por encima de más de quinientos años de opresión colonialista y neocolonial.

De tal manera considero que la simbología de La Danza de la Turas va mucho más allá del ritual mágico. Debe ir implícita la contemplación de los diferentes valores que en ella se observan. Hay que tomar en cuenta que en esta danza se manifiestan los valores culturales, sociales, morales, religiosos y espirituales, pero, por encima de todos, nos podemos dar cuenta que lo que cobra mayor fuerza, es el valor pluriversal de la vida; el valor de la existencia, que no es otra cosa que el amor a la vida en todas sus manifestaciones y de las diferentes interacciones del cosmos en relación al buen vivir, en que se aprecian valores místicos y míticos, que se determinan dentro del criterio de las creencias, que se bifurcan en el desarrollo y contenido integral de la Danza de Las Turas.

Lisandro Alvarado citando a Letourniau, en su obra: "Datos Etnográficos de Venezuela", (1956) Escribe, que: "…por lo menos en los periodos primitivos de la civilización, la danza humana es una suerte de representación escénicas destinadas a despertar recuerdos interesantes, a excitar sentimientos, deseos determinados". Y clasifica la danza aborigen en cuatro categorías que las define de esta manera: "la danza de la caza, de la guerra, la del amor y la religiosa". Haciendo la salvedad de que: "la danza de la guerra no es, propiamente hablando, sino la de la caza del hombre". (Pág. 149).

Indudablemente, en la danza de Las Turas está bien marcada la representación escénica, cuya expresión aviva la evocación reminiscente del pueblo, -en este caso del pueblo Ayamán- en el momento en que el capitán de la Danza daba inicio a la ceremonia con un largo parlamento –hoy en des-uso-, donde se narraba, desde el imaginario ancestral, la historia oral de la comunidad aborigen, que pasaba de generación en generación y de esta manera proteger el legado de la memoria histórica, sobre todo porque nuestros pueblos originarios venezolanos, eran ágrafos. También en Las Turas se manifiesta, al mismo tiempo el elemento fertilidad, que viene siendo la que Alvarado llama danza del amor. Amor por la tierra, por la humanidad y su multiplicación y descendencia, como eran la celebración de matrimonios, lo cual también hoy está en des-uso, dentro de la realización del actual ritual de las Turas. Pero no solamente se refiere a la fertilidad de la tierra sino también en la mujer, garante de la prolongación humana, que antes de la invasión europea, ocupaba un importante sitial dentro de la sociedad originaria.

Más adelante este mismo autor al referirse a la danza religiosa, apunta que "las danzas son ejecutadas con ocasión de ciertas fiestas rituales, como la recolección de frutos, las ceremonias propias de la yuca, y del maíz, la velación de un cadáver". Así vemos como La danza de las Turas recoge en un todo esas manifestaciones, entendiendo que forma parte de las necesidades espirituales en expresiones que hacen posible el buen vivir de la humanidad. Y en cuanto a las fiestas hacia determinado fruto, como el maíz y la yuca, como los refiere el autor citado, la Danza de Las Turas no sólo evoca al maíz, como también se ha querido llamar: "la danza del maíz". También se evoca todo el entorno de la vida natural y lo podemos apreciar, al asistir a la ceremonia de Las Turas, y si observamos detenidamente el árbol mayor o altar, donde se rinden las ofrendas a los espíritus protectores, podemos darnos cuenta que allí se encuentra todo tipo de productos provenientes de los conucos y sembradíos de los tureros, de los que todavía tienen la dicha de poseer a duras penas, un pedazo de tierra para realizar su conuco.

En el pensamiento legendario del pueblo Ayamán, que se ha mantenido en el imaginario histórico, como acervo cultural en nuestra región falconiana-larense, que reconocemos como Territorio de las Turas de los Ayamanes y, en lo referente a las actividades de cacería en la Danza de Turas, el sujeto simbólico de motivación es el venado, como ya lo he reseñado. Pero para complementar el contenido de la simbología del ritual Ayamán, hay otro elemento que acotar en este estudio de re-visión de la Danza de las Turas, es que antes de la invasión europea, el pueblo Ayamán no usaba como símbolo, en el centro de su altar, la cruz, (no conocían ese símbolo cristiano) fueron los invasores quienes se la impusieron. Los Ayamanes para realizar su veneración mágico-religiosa de Las Turas, lo hacían alrededor, del árbol de copey, como ya lo hemos visto. Era como el símbolo investido como deidad natural, que en su alrededor y bajo su sombra, acondicionaban el patio para exponer las ofrendas agrarias y de cacerías y la realización de las ceremonias propiamente dichas que al respecto de estas apreciaciones el periodista Floirán Álvarez, sintetiza:

En sus principios, el Baile de Las Turas se hacía en torno al árbol sagrado de la vida, al Árbol de Copey, que actualmente es sustituido por un arco hecho de palmas, levantado en el centro del patio, en el cual se depositan las ofrendas. (Diario Hoy. Barquisimeto, 20/07/2002).

En La Danza de Las Turas se congregan una diversidad de elementos que van formando una simbología tan variada, que refleja una escenografía que tiene que ver con el entorno natural y espiritual presente en la existencia vital, que expresa recuerdos y hechos históricos que se reflejaban en los parlamentos, -cuando se realizaban-, donde además se expresaban deseos e invocaciones a los espíritus por las buenas cosecha y la salud del pueblo, que aún se hace, conjugándose la danza de las Turas, con las cuatro categorías que expresa Alvarado: acciones alegóricas de cacerías, de amor y religión. Y en cuanto a la danza de guerra no hay la existencia de ninguna manifestación de violencia, sino, todo lo contrario, se cultiva el valor de la paz y la fraternidad y esto lo puedo reflejar en una leyenda oral que copié del imaginario anecdótico popular ayamán, que estaré dando a conocer en el anexo de este trabajo.

De esta manera podemos reflexionar sobre lo que fue la danza de las Turas de los Ayamanes, lo que es hoy, y lo que será en el futuro, sobre cómo enfrentar el constante bombardeo de la sistemática transculturación, que nos ha hecho cambiar los patrones culturales originarios, imponiéndonos paradigmas negativos, ajenos a nuestra idiosincrasia aborigen.


 

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