La resistencia cultural del pueblo Ayamán y la defensa de sus mitos y tradiciones

Re-visión etnohistórica de la danza de las Turas de los Ayamanes (XI)

Viernes, 28/07/2023 01:09 PM

"Las Turas fue el instante,

en efecto, cuando el canto de la armonía reinó en nuestro planeta,

mucho antes de que fuera quebrada aquélla por la "civilización".

José Millet (Antropólogo).

Los habitantes originarios del pueblo Ayamán durante la conquista europea, fueron víctimas de acciones genocidas, aplicadas por los invasores europeos. Luego durante la Colonia sobrevino la esclavitud, el reparto, las encomiendas y el despojo de sus tierras; son convertirlos en esclavos, luego en peones y sirvientes de los colonizadores, haciéndose posible la dominación, a través de la acción reaccionaria catequizadora, de los no menos secuaces, alcahuetas del crimen, como eran los curas doctrineros -con algunas importantísimas excepciones en la defensa aborigen, como el Padre De Las Casas- los curas doctrineros que sostenían el criterio del sacerdote español, Juan Ginés de Sepúlveda, un sacerdote católico español conocido por su faceta de filósofo, jurista e historiador, defensor de la guerra contra los indígenas, en oposición a fray Bartolomé de las Casas – sostenía al referirse a los aborígenes, citado por Pereira que:

"Si los infieles no se doblegaban, los españoles podían hacer uso de la cacería y matarlos si reusaban ser esclavos. (…) se vean obligados a abandonar sus impíos ritos. (…) Con derecho pueden, pues, los idólatras ser obligados por la guerra a someterse a los cristianos, para, que sujetos a su imperio, puedan vivir según la ley natural y no blasfemar ni ofender a Dios con su idolatría". (Historias del Paraíso. Libro Primero Pág. 71)

Pero de qué infidelidad se les podía acusar a aquellos pacíficos y hospitalarios seres humanos, que les daban la bienvenida a los extranjeros: asesinos y expoliadores de las riquezas del suelo aborigen. Les proporcionaban alimentos y les regalaban su oro. ¿Cómo se pueden describir de impíos, los rituales que ellos realizaban?, y lo paradójico, cuando escribe este religioso, mencionado, "que sujetos a su imperio, (al de España) puedan vivir según la ley natural" ¿acaso no era la verdadera Ley Natural, por la que se regían estos seres humanos, que convivían en intensa armonía y respeto, por la naturaleza y sus elementos, privilegiando en lo más profundo el derecho a la vida en todas sus expresiones? ¡Y, A CUAL DIOS BLASFEMABAN! ¿Al Dios blanco, al que ellos no conocían; al que, los conquistadores y curas doctrineros le imponían por la fuerza? Ellos tenían sus propios dioses, que por la Ley Natural, adoraban, veneraban o reverenciaban; les rendían tributos. Eran los dioses del bosques, El Sol, la Luna, los elementos naturales, la Madre Tierra, tenían su propias formas religiosas y sus propias creencias, tenían una diversidad de idiomas, (no dialectos como hasta ahora nos hecho creer); ¡TENÍAN SU PROPIA CULTURA! Toda esta riqueza espiritual les fue arrebatada por el sometimiento y reducción forzada, siendo exterminados unos; y otros castigados a la esclavitud y vencidos por la espada y la cruz de los cristianos; y allí es donde la Danza de las Turas cubre su acción cósmica-espiritual de resistencia que aún subsiste, que podemos llamar la acción mágico-religiosa del pueblo Ayamán, que es la parte sagrada de esta manifestación milenaria, lo que en el lenguaje religioso se puede expresar, litúrgico, si de religión se trata.

Esto, de que: "Si los infieles no se doblegaban, los españoles podían hacer uso de la cacería y matarlos", (pág. 72) dicho por el cura Sepúlveda, se entiende como una condición "sine qua non" de la Religión Católica de aquel momento, como normativa de la Santa Inquisición, practicada bárbaramente en España por la Iglesia Católica, en contra de las personas no cristianas, o cristianos con sospechas de pensar diferente a la cúpula eclesial, extendida hasta nuestro Continente Abya Yala, para justificar el aniquilamiento de los pueblos originarios que no se doblegaron a los mandatos criminales y racistas del cristianismo de la época de la Conquista y la Colonia.

Pues, de eso precisamente se trata esta re-visión etnohistórica: indagar con sentido reflexivo, de manera objetiva e insurgente, desde la observación del análisis etnohistórico, de lo que viene sucediendo desde hace quinientos años hasta hoy en pleno siglo XXI. Debemos hacer el análisis prudencialmente sensato y necesario, porque ciertamente, muchos acontecimientos se han escrito sobre los pueblos originarios, sobre las Turas de los Ayamanes, de ese pueblo valiente, sin embargo, mucho nos falta por saber y aprender de este valiente pueblo, porque no se ha ido al fondo de las consecuencias causales, acaecidas en los momentos históricos vividos por este pueblo ancestral; los sufrimientos vividos durante la conquista, la colonia y posteriores momentos, donde se ha prolongado el sometimiento sociocultural que aún sigue afectando al pueblo de descendencia ayamán.

En este contexto, lo que se puede deducir históricamente es, que la Danza de las Turas de los Ayamanes, es un símbolo de identidad y resistencia, por encima de los momentos críticos y de su problemática étnico-social, porque no es sólo una danza agraria, como la han calificado algunos expertos culturales, escritores e investigadores, en el sentido de la descripción y discernimiento del análisis de los eventos rituales, donde lo "folklórico" se ha hecho predominar en el colectivo social, distorsionando el verdadero significado esencial y la simbología cosmogónica de la Danza sagrada del pueblo Ayamán, lo cual ha estimulado la ignorancia sobre el conocimiento y re-conocimiento del sentido espiritual profundo, que emana de la cosmovisión aborigen, expresada en esta danza, que para entenderlo, debemos salirnos al menos, del criterio cultural puramente folklorista y, percibir los conocimientos etnohistórico que debemos re-construir. Respecto a este tema del folklor y el folklorismo Acosta Saignes estima que,

El folklore no es más que una rama de las ciencias antropológicas. Sirve para ilustrarnos sobre la dinámica social, sobre la historia de las transculturaciones, sobre los procesos de asimilación, y origen de los rasgos culturales. La recolección y el estudio de rasgos folklóricos –y habrá que repetirlo todavía durante mucho tiempo en Venezuela- no se realiza para el contentamiento de coleccionistas de curiosidades ni para regodeo de los desocupados, Se verifica para la reconstrucción histórica, para aportar a la historia de la cultura del mundo, materiales que en muchas ocasiones están ya cerca del ocaso. Así ocurre con esta danza de "Las Turas". Se trata sin duda alguna de un complejo rito agrario que, (…) se conserva con bastante pureza. La mayor parte de las danzas folklóricas del país se encuentran naturalmente mezcladas con elementes de procedencia hispana.

Tomando la palabra de Acosta Saignes, podemos decir, que una danza indígena como Las Turas de los Ayamanes, que mantiene aún todavía un alto grado de pureza, no la podemos folklorizar a capricho. Veamos como redondea este criterio el citado autor: "La mayor parte de las danzas folclóricas del país se encuentran naturalmente mezcladas con elementos de procedencia hispana". Lo que significa que la folklorización se ha manifestado en esas danzas, con la presencia de mezcla de elementos ajenos a las misma, y aunque en Las Turas se puede observar fuertes rasgos transculturizantes, aun así, no podemos catalogarlas como folklor, juego o baile, aunque es de considerar que en la Danza de las Turas está implícito la acción del baile y como expresión cultural ha sido catalogada simplemente como folklor, des-conociendo su verdadero valor espiritual.

Realmente es admirable como se ha mantenido esta tradición mágico-religiosa de nuestras generaciones vernáculas, que hoy debemos valorar y defender, para la conformación de su relativa pureza, porque es verdad que ha sido bastante transfigurada su originalidad, pero es lo que hasta ahora tenemos, producto del sacrificio y resistencia de un pueblo que se ha negado a doblegarse ante el servilismo capitalista, impuesto mediante la cultura de conquista, donde se aprecian tres elementos determinantes en la sujeción cultural, como es: en primer lugar la imposición colonialista, cuando el conquistador impone una serie de elementos culturales propios, al sector sociocultural a conquistar y sujetar, por diversos medios. En el caso del pueblo Ayamán para intervenir en la modificación del ritual de Las Turas, el conquistador le impuso como símbolo principal La Cruz, que aparte de ser un símbolo de la religión católica, también fue utilizada como arma de dominación y, que no tenía relación alguna, con el ritual de Las Turas, de igual manera se le indujo a incluir Las Turas en la veneración de Vírgenes y Santos, por la vía de la evangelización católica, que viene a formar parte en el juego de la violencia cultural, con disfraz del "pacifismo religioso" que hace posible la dominación cultural, la cual no es detectada a simple vista, por los grupos socioculturales, que terminan por aceptar, aun cuando al principio hubieron reacciones de resistencia, pero han prevalecido los métodos persuasivos de la reacción invasora.

En segundo lugar, tras ese disfraz "pacifista", el conquistador en la aplicación de su método de conquista y dominación, emplea elementos culturales que inducen a eliminar elementos de la cultura ancestral vernácula, que son propios del sector por dominar, en el caso de Las Turas se induce a la eliminación del árbol de copey como el Árbol Mayor del ceremonial, que es suplantado por la Cruz, a la vez le imponen la figuración de imágenes del santoral católico y en vez del llamado parlamento, que era cuando el capitán del ritual de turas iniciaba un largo discurso de afianzamiento histórico, donde hacía gala de la memoria histórica de ese pueblo, lo cambian por rezos y plegarias al estilo de la religión católica. Allí comienza el proceso de inducción al desarraigo de las tradiciones aborígenes milenarias.

En tercer lugar, el conquistador aplica la enajenación sobre los elementos culturales, de los dominados y, de la capacidad de decisión del grupo a dominar, sin tener que sustituir los elementos tradicionales, sino que los modifica; el ritual de turas sigue siendo el mismo, con ciertas modificaciones impuestas, el sector dominante, en este caso la Religión Católica, indigeniza los suyos, como la cruz, los santos y los rezos, incluyendo relatos míticos acondicionados y los pone al servicio de sus intereses culturales, que es cuando en el ritual de las turas observamos la imposición de la veneración de La Cruz, la celebración de actos religiosos en honor a ciertos santos y vírgenes, como es el caso de Mapararí, donde se le rinde tributo a la Virgen de Las Mercedes, como escena principal de la celebración de la Turas, donde se ha adoptado como la "Virgen Turera", y en el caserío San Pedro de Mapararí, se realizan las turas en honor a San Pedro.

Pero por encima de esta marcada figuración católica, en el ritual de Las Turas, es admirable, cómo estos métodos, de conquista en lo que respecta el ámbito sociocultural, no han logrado aniquilar la tradición del ritual de las Turas, como lo establecían las normas inquisitoriales que imponía la Corona Española, para la dominación de los pueblos aborígenes, como ha sucedió con innumerables culturas , que por la aplicación de estas metodologías perversas del sistema opresor, han sido destruidas de manera irreversible. A pesar de todo, el ritual de la Danza de las Turas de los Ayamanes se mantiene, sosteniendo aún la mayoría de sus elementos originarios, que nos dan fe de la existencia de un pueblo aborigen que ha resistido y se mantiene, aún campesinado y mestizado, carente de sus tierras que le fueron usurpadas, pero que aún sigue batallando y danzando por la subsistencia vital.

 

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