Sincretismo y asimilación cultural de los pueblos aborígenes

Re-visión etnohistórica de la danza de las Turas de los Ayamanes (XVIII)

Domingo, 13/08/2023 01:38 PM

"Es necesario comprender que una cierta coyuntura de clases paradójicamente ayudaba, teológicamente, a los indios (aunque en la práctica política y económica serán oprimidos hasta la completa alienación)".

Enrique Dussel.

Desde el primer momento de la invasión, el conquistador impone sus criterios a favor de sus intereses, domando, en un primer momento por la vía de las armas y, luego a través de la Religión Católica, el espíritu rebelde de los indómitos y abnegados aborígenes, dueños de sus oriundos territorios, imponiéndoles la guerra de rapiña, ante la heroica resistencia que el aborigen ejerció sin doblegarse, hasta su extinción, generada por el holocausto más terrible, sucedido en la historia de la humanidad y acallado por quienes se dedicaron a escribir la historia, para la complacencia de los opresores y vencedores de una guerra desigual, en la que sucumbieron alrededor de ochenta millones de habitantes originarios, que poblaban este extenso Continente, que el invasor lo nombró América, en homenaje de uno de los personajes que formó parte de la Conquista: Américo Vespucio, un comerciante, explorador y cosmógrafo florentino, naturalizado castellano en 1505, que participó en al menos dos viajes de exploración a este Continente llamado por los conquistadores Nuevo Mundo, o las Indias Occidentales, que hoy en día se le llama América, en honor a este aventurero explorado, que nada tiene que ver con la toponimia ancestral milenaria de este continente, que preferimos llamar Abya Yala, (Tierra de gracia o tierra en plena madurez).

Así comenzó el sincretismo cultural como proceso de transculturación y mestizaje entre distintas culturas, dando comienzo, con el cambio de los nombres de la toponimia tradicional originaria de este territorio continental, generándose de igual manera desde ese parámetro transcultural el sincretismo religioso, con la forzada mezcla de creencias y tradiciones distintas y extrañas, que dan lugar a una cultura híbrida, que es, cuando se comienzan a percibir los cambios culturales que afectan los patrones tradicionales de la cultura aborigen. Respecto a este serio aspecto transcultural, por parte de los invasores europeos, Querales hace las siguientes observaciones:

"Para su implantación en América, el colonialismo español no sólo desdeñó la supervivencia de las culturas aborígenes sino que, como política de Estado consideró necesaria la extinción de las mismas en orden a la consolidación total de su dominio imperial. Es por eso que difícilmente se encuentra en la legislación colonial alguna norma protectora de las culturas americanas o que imponga a conquistadores y religiosos un mínimo respeto por las mismas así como prolifera en la llamada legislación indiana la obligatoriedad de "cristianizar" o "civilizar" a los "salvajes" pueblos "primitivos" de Indias.

Los sacerdotes y misioneros, católicos actuaron en esta región con el mismo celo salvaje que desplegaron en el resto del continente prohibiendo las prácticas religiosas nativas y destruyendo todo cuanto permitiera su realización. La conquista de los territorios por parte de los españoles y la implantación del régimen colonial, exigía, por sobre cualquier otra tarea propia de la invasión colonizadora, la destrucción de toda manifestación cultural de los pueblos invadidos, la religión en primer lugar". ("Gayones" Ramón Querales, 2007).

Durante la época de la Conquista y la Colonia, la religión católica se impuso de modo psicológicamente represivo, en todo el ámbito cultural, social, político y económico, en función de transformar la fe natural y diversa de los habitantes aborígenes. Así vemos como el sincretismo cultural y religioso ha sido parte de la transculturación impuesta por el dominio imperial en la conquista, colonización, y recolonización, como podemos observar en el ritual de la Danza de Las Turas, cuando la Religión Católica impone el símbolo de la cruz, sustituyendo el Árbol de Copey, al que los antiguos ayamanes utilizaban como árbol sagrado que ocupaba el centro del patio, donde a su alrededor colocaban las ofrendas agrícolas y de cacerías y debajo su sombra y alrededor del fornido tronco danzaban en el transcurso del ceremonial de la Danza de las Turas. Y es curioso ver en el Reglamento de Tura de 1890, que en el Artículo 4, expresa: "Declaramos también que somos cristianos, apostólicos y romanos, y que profesamos como dogma de fe, todo lo que Dios y su santa iglesia manda, predica y enseña". Pero lo que realmente sucede en este caso, es que quienes escribieron este reglamento no fueron los aborígenes Ayamanes, que eran ágrafos. Al analizar tal normativa reglamentaria nos damos cuenta que quienes escribieron estas cláusulas, fueron las autoridades religiosas y gubernamentales de la época, con la finalidad de imponer las normas que rige la Religión Católica. Y en cuanto a desde qué momento se está venerando el símbolo de la cruz y los santos del catolicismo en la Danza de las Turas, no sabemos, pero podemos deducir que desde la fecha en que fue redactado este sincrético Reglamento.

Sin embargo a pesar de la imperiosa influencia impuesta por la Iglesia Católica, siguen persistiendo muchos rasgos originarios que denotan la valiente resistencia del aborigen Ayamán, que hoy sus descendientes, aún conservan la vernácula tradición de la Danza las Turas, con fuertes rasgos originarios. Según Luis Alfredo Valles Silva en su artículo titulado "La Danza de Las Turas en Venezuela" escribe

"Ya en tiempos coloniales las autoridades hispanas, sobre todo el poder religioso católico, tuvieron que reglamentar esta celebración asignándole una sola fecha de celebración: tal es el caso en Mapararí, el 24 de septiembre día de la Virgen de las Mercedes, en San Pedro de Mapararí se estila el 29 de junio, día de San Pedro y San Pablo, en la actualidad, otras comunidades eligen su día, (…)". http://lasturasoestercuyes.blogspot.com/2011/01/la-danza-de-las-turas-en-venzuela.html

Respecto al tema del sincretismo cristiano en las poblaciones aborígenes, Vladimir Acosta en su ensayo, "Salir de la Colonia" recalca que,

"(…) para dominarlas mejor, esas poblaciones debían ser cristianizadas (y con los conquistadores españoles venían también muchos monjes cuya tarea era someter como fuese a esos pueblos para imponerles el cristianismo como catolicismo papal). (…) sus pueblos eran masacrados o sometidos para imponer por la fuerza en todo ese continente sus patrones organizativos y culturales europeos y con ellos el propio catolicismo". (Pág.20). "(…) la cristianización del mundo indígena americano fue uno de los componentes centrales del genocidio de la conquista y del dominio subsiguiente que impuso la colonia". (Pág. 31).

Aquí es donde está el punto de reconocimiento de la resistencia del pueblo Ayamán ante el terrible acoso, masacres, dominación, esclavitud, servidumbre, saqueo, hasta la aplicación de la Santa Inquisición en el Continente y posterior despojo de sus tierras, y sin embargo el ritual de las turas aún se ha mantenido y se sigue manteniendo en permanente resistencia, por lo que hoy podemos asegurar que este ritual Ayamán, es el hecho más patente de resistencia de un pueblo que aunque fue masacrado impunemente y expropiado por el régimen de violencia conquistadora y colonizadora aún presente en la actualidad, los descendientes, que continúan en ese tesón de valentía étnica frente a la acción, de un sistema que sólo permite la práctica de los preceptos del capital. Y esa resistencia es entendible y razonable como expresa Vladimir Acosta cuando dice:

"Pero además está el hecho de que imponer por la fuerza una religión a pueblos que tienen las suyas y creen también en ellas no es nada fácil, no importando cuán grande sea el poder del que el más fuerte disponga para hacerlo ni que grandes sean las brutalidades y crímenes que esté dispuesto a cometer para lograrlo. Las religiones, cualesquiera que ellas sean, son siempre verdaderas totalidades que intentan explicar el mundo, organizar la vida, la moral y la conducta cotidiana de las sociedades que las han producido (aunque ellas pretenden lo contrario, esto es, hacerle creer a sus fieles que son ellas las que han creado el mundo y producido, organizado y dado vida a esas sociedades). Por eso resulta tan difícil, imposible en realidad, que una religión devore por completo a otra con la que se enfrenta o compite. Lo que no excluye en absoluto que mientras se impone pueda mediante un proceso sincrético absorber y adaptar algunos de sus rasgos. Las sociedades indígenas americanas no solo tenían sus religiones, sino que las defendían con vigor como síntesis de su identidad, de sus valores y como parte esencial de su vida y su conducta".

Eso precisamente es lo que sucede con el Ritual de la Danza de las Turas. Aunque el sincretismo perturbó parte de sus ancestrales formas del ejercicio y simbología espiritual, con la imposición de la Cruz y la celebración de fiestas a santos y vírgenes del santoral católico, relacionados con el ritual de la Danza de las Turas, sin embargo en el imaginario del pueblo descendiente del Ayamán siguen con fervor su milenaria tradición que es algo que amerita relevante acción de reconocimiento y apoyo a tan valioso aporte espiritual y cultural, de un pueblo que aún desconocemos su verdadera historia.

Pero no sólo el sincretismo católico se hace presente en el ritual de las Danzas de Las Turas, también observamos en el Cerro de Moroturo, en el altar de las Turas, la presencia de imágenes y elementos que pertenecen a la religiosidad del espiritismo, relacionado a la deidad de la Reina María Lionsa y sus diferentes cortes espirituales, cuyo centro de veneración reside en las Montañas de Sorte, en el Estado Yaracuy y, que fueron introducidos en tiempos más recientes a la danza de las Turas y, que de alguna forma viene a diferenciar algunos rasgos de la simbología ancestral del ritual Ayamán, pero sin embargo, se mantienen rasgos intactos de la ancestralidad aborigen, como afirma Natividad Barroso, en su obra: "Cuatro ensayos desde los crespúsculos" . Monte Avila Editores C.A. 2004. respecto al tema del sincretismo religioso, señala que:

"… a pesar de tanto descuido e indiferencia, de tantas incursiones de fanáticos religiosos antiguos y modernos, a pesar de las conexiones inevitables con la religiosidad popular centrada en la Reina María Lionsa (a su vez infiltrada por elementos espiritistas de otras partes del mundo y no siempre muy auténticos), a pesar de todo ello, (…) es tan grande la herencia de la cosmovisión indígena de interacción armónica con los seres vegetales, animales y minerales sembradas en estas tierras, (…) que servirá de fundamento para una forma de vivir del venezolano que le irá dando respuestas ante las crisis en que se viven a escala planetaria y que está poniendo en peligro la vida en nuestra Tierra". (Págs. 142 y 143).

Referente a la presencia de los elementos de santería y espiritismo vinculados al culto de María Lionza, anexados al ritual de Las Turas, que provienen desde las montañas de Sorte, relacionados con el espiritismo, como se puede observar en el altar de Turas en el Cerro de Moroturo, lo describe el periodista Froilán Álvarez en el Diario Hoy:

"La esencia cultural aborigen de los descendientes de los ayamanes permanece intacta, a pesar de que las deidades que tienen su origen y cuna en las montañas de Sorte en Yaracuy, como María Lionza, el Cacique Guaicaipuro y el Negro Felipe, están presente en los altares de Moroturo".

Y en cuanto a la presencia de la Cruz podemos apreciar algunas declaraciones emitidas por Hender Rodríguez en un trabajo titulado: "Los Espíritus del Rito", cuando se refiere a:

"La cruz como referente de la religión judeo-cristiana, nada tiene que ver con los grupos y comunidades étnicas que poblaron nuestro continente y se mantuvieron en el mundo antes de la existencia de Cristo. Pero su ubicación en el "patio turero" es una clara remisión al carácter social (…). No se trata de un espacio más, de los existentes en estos vastos ámbitos rurales, sino de uno marcado por un tipo de organización social específica: la humana (…)".

Cuando hago estas observaciones no son a manera de crítica despectiva, sino con el carácter de aclarar elementos historiográficos que nos han llevado a la confusión histórica y que obstaculizan el tránsito hacia las investigaciones de carácter científico, sobre el origen del Pueblo Ayamán y sus tradiciones y, a la vez procurar la descolonización del pensamiento y la consciencia histórica, salir del empecinamiento euro-centrista y poder volver al recorrido de la autenticidad de nuestras raíces, y de esa manera poder interpretar las acciones del presente y encauzar el futuro sin los errores del pasado, para reivindicar dignamente a nuestro pueblo Ayamán.

Es meritorio reconocer que ha sido tan arraigada la resistencia aborigen de los pueblos Ayamanes, que a pesar de haber sido exterminados la inmensa mayoría de sus habitantes; mestizados, asimilados y despojados de sus tierras, aún sobreviven sus descendientes, notándose en la Danza de Las Turas, los fuertes signos originarios que se conservan, dentro del ritual de esta danza sagrada, que se mantienen pese a las consecuencias colonialistas, durante más de quinientos años de opresión por parte de las potencias imperiales que han intervenido en nuestro Continente, donde la Iglesia Católica para poder cumplir con su rol colonizador, tuvo que indigenizar, su más preciado símbolo: la Cruz, que también fue utilizada como arma para la Conquista y la Colonización de los pueblos aborígenes del Continente Abya Yala.

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