A Luis Figuera y Nelson Moreno, por el afecto, la solidaridad …
Uno.-
Hace pocos días enterramos en la orilla del mar en La Bahía de Pozuelo, en Los Boqueticos, muy cerca de nuestra casa en el sector El Paraíso de Puerto La Cruz; mi esposa Luisa Beatriz y mi persona, a nuestros dos amados lobos siberianos, nuestros dos hijos peludos, dos adorados huskys: Maggie Samantha y Thor. Una procesión de amigos, niños y vecinos nos acompañó las dos veces que fuimos a enterrarlos en esas horas tristes.
La muerte de ambos, con un día de diferencia, es aún más dolorosa, porque Maggie Samantha y Thor eran pareja; además Maggie tenía un mes de su primer embarazo, así que realmente sepultamos a una familia de lobos de Siberia, una manada de huskys, de perros lobos con su padre, la madre y lobeznos aún por nacer. El veterinario dijo que fue una peste de moquillo, (Distemper canino), Ehrlichiosis canina y Anaplasma Platys, (enfermedades estas últimas que produce la garrapata), que nada se podía hacer.
Otra vez mi amado Kaaputaano, Morador Eterno del Cielo, Abuelo de Todos los Abuelos, otra vez la desoladora tristeza de ir llorando por las calles de Puerto La Cruz mientras cae una garúa pertinaz sobre la ciudad y borra lágrimas del rostro. Otra vez el llanto temblando en el aliento y en la vida toda. Otra vez la muerte llevándose a mis amados seres del amor y el afecto. Ahora mis dos adorados perros lobos; y de cinco huskys que vivieron con nosotros a lo largo de diecisiete años de vida compartida, ahora ya no nos queda nada, solo recuerdos y añoranzas que nuestra ancianidad se empecina en no olvidar.
Cuánta tristeza para nosotros: mi esposa y mi persona, ambos artistas, ambos ancianos, ella bailarina, poeta, periodista, gerente cultural, y mi persona: poeta, periodista, gerente cultural, músico y escritor. Ambos socialistas de toda la vida, militantes de la esperanza, bolivarianos y patriotas, gente humana antes que otra cosa.
Maggie y Oso |
Dos.-
Y en medio de tanta tristeza llegan noticias también dolorosas. Ayer (no hace mucho) murió mi querida amiga de toda la vida, con quien me inicié en esto de escribir en la década del 70 en Ciudad Bolívar, Ciudad Guayana, El Tigre, Caracas: la novelista Milagros Mata Gil. También fue noticia desgarrada el fallecimiento del apreciado amigo y poeta Reynaldo Pérez So en Valencia, de los queridos hermanos de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo. También han muerto familiares y amigos de toda la vida, dejándonos más solos que nadie: Emiro García Rosas (abogado, poeta, crítico de arte), Víctor Quintero (arquitecto, poeta, inventor), Jesús Salazar Cordero (médico, pintor, poeta, historiador), Even Hernández (carpintero de orilla, pintor, pescador), Teodoro Guevara (sindicalista, líder político del PCV de Anzoátegui)… Días difíciles, dice uno, que aprietan el corazón y las vísceras con la dureza terrible de los días aciagos.
Tres.- .
Maggie Samantha era una loba husky siberian piebald, de raza pura, paño blanco y manchas negras. Tenía siete años de vida, medidos en términos humanos, porque debe saberse que cada año humano equivalen a siete años de vida en los perros. Había nacido el 12 de abril de 2016 en una camada de 5 lobeznos de una loba siberiana de pelaje blanco impoluto, llamada Eva de Gexnnis, en la urbanización Oropeza Castillo en esta orilla de mar.
El padre de Maggie Samantha y de sus hermanos, fue mi hijo el lobo: Duque Alfonso III, un husky siberiano puro de paño negro y blanco, líder de manada, inteligente, leal, prudente como el que más, con el que desarrollé (durante los quince años que duró toda su vida) una fuerte conexión psicológica y emocional que, al solo mirarnos a los ojos, podíamos entender lo que el otro deseaba hacer. Duque siempre aceptó mansamente mi guía, mi orientación de líder-padre, y me obedecía en todo no obstante la fuerte personalidad, el temperamento independiente y libre de la raza husky que no acepta otras imposiciones sino las que provienen de la ternura, la paciencia y el afecto.
Maggie Samantha tenía un mes de embarazo de Thor, que era su pareja, un lobo siberiano que había nacido el 30 de enero del 2021; un hijo peludo que adoptamos de una vecina amiga en abril del 2023, y que tenía apenas dos años de nacido. Hacía un mes que Maggie y Thor se habían apareado con gran escándalo en nuestra casa, y toda la familia, amigos, vecinos, esperábamos con anhelo el advenimiento de los hermosos lobeznos.
Thor era manso, cariñoso, gentil, incapaz de violencias. Aún recuerdo el coro de voces infantiles que, apostadas en nuestra ventana, venían en las tardes a buscar a Maggie & Thor para pasear y jugar en la cancha de basquet de nuestro condominio. Siempre debía bajar con Maggie y Thor a planta baja y estar presto, porque la gran fuerza de arrastre de los lobos podía revolcar y arrastrar por tierra a los niños pequeños. Así que tomaba arneses y cuerdas de paseo de mis amados hijos peludos y vigilaba sus sesiones vespertinas de arrumacos, juegos y travesuras con los niños de la terraza C de la urbanización Los Cerezos de Puerto La Cruz.
Cuatro.-
Mi hijo el lobo: Duque Alfonso III, durante los primeros años de su vida, porque nació el 1 de marzo de 2005 y falleció el 8 de abril de 2021, se dedicó con paciencia y disciplina a organizar su manada de caninos, y fundó la misma con los perritos callejeros que habitaban en el condominio. De los ocho que llegaron a integrar su manada, solo (al presente) sobreviven tres perritos: Oso, Panchita y Mortadela. Los cinco restantes: Clementina, Rufina, Blanco, Negro y Orejón han fallecido por hambre y enfermedades que los vecinos no hemos podido atender por los altos costos de alimentos, medicinas y servicios veterinarios en Venezuela.
Algo prohibitivo: servicios veterinarios y medicinas solo para gente rica, que ha dejado a la gran mayoría de las familias venezolanas con sus hijos peludos en indefensión, y observo que a pocos voceros del Estado venezolano, parece importarle (con seriedad, rigor médico, sin la estúpida politiquería del cinismo y la habladera de grama) la suerte de gatos, perros, y animalitos en Venezuela.
Aquellas jornadas nacionales de vacunación de mascotas (que prosperaban como hongos con cierta frecuencia y se hacían en escuelas y plazas públicas en época de adecos, copeyanos y chavismo) contra parvovirosis, coronavirus, moquillo, hepatitis, leptospirosis, parainfluenza, rabia, encefalomielitis, panleucopenia, rinotragueitis, calicivirus, desparasitación y contra la sarna, garrapatas y pulgas están prácticamente ausentes en la vida actual venezolana, donde pareciera que la Misión Nevado no es más que un cómodo trampolín para trepar en la estúpida burocracia de la politiquería venezolana, antes que un programa científico, adecuado, eficiente, pertinente para atender la salud y la vida de los animales de trabajo y compañía en Venezuela.
Ya la vejez, la displasia de caderas, hace trastabillar a las perritas Panchita y Mortadela, y el perrito Oso, se dedica más y más tiempo a dormir en el rincón que Luisa Beatriz y mi persona le hemos dispensado hace años en el área de cocina de nuestra casa, porque él es libre de entrar y salir de nuestro hogar cuando quiere porque le profesamos afecto, sin sujeción ni barreras, y aceptamos esa condición de nuestro amigo: ser libre, tener libertad, sin ningún tipo de puertas ni trabas.
Como soy poeta, artista por la gracia de Kaaputaano: El Morador Eterno del Cielo, y de los pájaros, no me queda otra que escribir para aliviar este dolor y este penar, dar testimonio del horror que hemos estado viviendo los venezolanos por las "Sanciones Económicas de Estados Unidos de América y sus aliados contra nuestra patria Venezuela", que han devastado importantes aspectos humanos de nuestra vida hasta convertirnos en parias y excrecencias del mundo. Un despropósito que algún día, a los culpables, a quienes lo generaron, han de recibir justo castigo de los hombres y de los Dioses por la tanta ruindad contra la vida en la nación venezolana. Aquí dejo el texto que le escribí a la perrita callejera Rufina, cuando murió; un poema a mi perrito callejero Oso y un texto que escribí a mis amados hijos peludos: Maggie y Thor.
Maggie y Thor |
ME DIJERON QUE HABÍA MUERTO
Rufina
La perrita callejera
Madre de Oso
Debo nombrarla en estas líneas
Debo recordarla
Pues nadie. Seguramente nadie
Salvo los que le amamos un día
Hablaremos con afecto de ella
Aquí escribo su nombre para recordarla
De tanta hambre que padeció en este tiempo de desolación
Sus costillitas asomaban
Caminaba temblando
Sus patas sin poder sostenerla
Una película blanquecina tomó su mirada
Y no podía ver
Uno la llamaba y volteaba para el otro lado
A duras penas. En la tierra seca y arcillosa
Hizo un hueco con sus patitas
Ahí se acostó y se echó a morir. No quiso vivir más
Amaneció muerta un día…
Ah, la quería tanto
Que me duele aquí en el pecho
En el lado del corazón…
OSO
El perrito callejero
Por los costillares enflaquecidos
Se le escapa el hambre
Marrón y blanco. Mestizo
Colita levantada. En punta
Patas blancas
Manso. Cariñoso
Al verme echa a correr a todo gas
Da vueltas. Me rodea. Brinca. Salta de alegría
Somos amigos
Cuando tengo. Que no es siempre
Le llevo toda la comida que puedo
Cómo me alegra verle comer
Dar bocados inmensos
Tragando como loco. Desesperado
Sus ojos saltando de alegría
Mis ojos mirándole con ternura
Pero hoy no he podido llevarle de comer
Mi corazón se quiebra en nubarrones…
En la alta madrugada
El perrito no cesa de ladrar
Ladra con fuerza
Como intentando engañar
El hambre que a todos nos atormenta
MAGGIE & THOR
Están enterrados
Uno al lado del otro
En la orilla del mar
En la playa de los Boqueticos
Bahía de Pozuelos
Sector El Paraíso de Puerto La Cruz
El lugar es visible por las flores silvestres cortadas a propósito
Testimonio del amor de sus padres:
Luisa Beatriz Balbás y José Canache La Rosa
A sus hijos peludos
Adorados Huskys de Siberia