A Argenis lo conocí -si es posible conocer a alguien de esa forma - cuando mi padre me pedía que lo ayudara a transcribir libros enteros que él quería digitalizar y difundir. Y pese a que era una muchachita en plena adolescencia de rebeldías ensordecedoras, -hace unos veinte años ya de eso- no tenía voluntad para negarme a estas tareas que él requería de mí. Primero transcribí Entre las breñas cuando tenía unos trece años. No tenía idea en ese momento de lo trascendente que sería esta obra en mi vocación de estudio como historiadora. La fiesta del embajador me enloqueció cuando tenía unos dieciséis años. Y la verdad es que aunque no manejaba con mayor profundidad el contexto al que se refería Rodríguez, producto de la ignorancia propia de aquella juventud errática, me parecía que este relato encajaba perfecto con el perfil de los políticos y las élites, buitres salvajes del poder que observaba -y observo- a diestra y siniestra. Febrero lo devoré en un día recostada en uno de los cubículos externos del edificio "D" de la Facultad de Humanidades y Educación de la ULA, cuando en vez de entrar a clases, me leía obras completas deambulando de aquí para allá en los rincones universitarios. Grandes cosas adquirí gracias a esa tozuda negativa de entrar a clases. Esa tarde con Febrero sentí todo tipo de náuseas, tristezas, repulsión; recuerdo que me embargaba un gran desánimo hacia la humanidad cuando cerré por fin el libro al terminar la última hoja. Valoré entonces cuán potente era la catarsis a la que me empujaban sus determinaciones. Y pensaba que yo también quería dedicarme a escribir; a abandonarlo todo y ponerme deliciosamente a leer y escribir como resolución infalible ante un destino de vida. Pero lo cierto es que para ser escritor hay que ser valiente y no he sido tan valiente como lo fue Argenis.
Y Argenis no fue valiente únicamente por haberse dedicado a las letras y haberlo hecho bien. Argenis Rodríguez fue valiente porque no rindió cuentas a nadie de lo que decía, más que a sí mismo, más que a su propio sentido ético. Los partidos políticos o grupillos de cualquier índole, y las ambiciones que los motivan, no representaban para él compromiso alguno que terminara por enmudecerlo vilmente, todo lo contrario. Su rol era escribir lo que veía y percibía, verdadero ejercicio de libertad. Pero la libertad en realidad es lo que menos los hombres abrazan y aprecian de otros hombres. Cuando la libertad se ejerce en pleno en un mundo lleno de contradicciones e injusticias, el hombre libre incomoda al poder. Rápidamente es señalado y perseguido para aniquilar su voluntad. Se le encasilla como enemigo y como tal se le trata. Pero entonces, ¿el escritor a quién o a qué se debe?
Argenis Rodríguez en un artículo titulado "Apuntes sobre el escritor" y publicado en el diario El Nacional refiere,
El escritor no debe militar en ningún partido político. En un partido político el escritor se atrofia y solo ve un lado de la moneda. En cambio el escritor debe ver los dos lados, examinarlos, escudriñarlos y sacar para afuera todo lo malo y lo bueno que vea de ellos (1980:A-5)
Cuando Argenis publicó "Entre las breñas" en 1964, en pleno auge de las guerrillas en Venezuela, su testimonio fue una hecatombe sin precedentes. No era esta obra una epopeya heroica sobre la lucha armada ni mucho menos. Era una clara advertencia y contundente denuncia de un proceso que tenía más de un dirigente hambriado. Poco o nada se estremecían éstos al enviar a una generación de jóvenes e ingenuos soñadores, la gran mayoría perseguidos por el betancourismo y la violencia puntofijista; a morir en nombre de ideales que terminaron favoreciendo intereses personalistas, mientras ellos -los líderes- ni de vaina se asomaban en campamento alguno. Irma Barreto escribió en La Esfera un artículo de opinión titulado "Sobre entre las breñas. La otra desbandada". La opinión de una parte importante de la izquierda venezolana sobre los testimonios de Argenis contenidos en esta primera novela de la violencia, pueden resumirse en los términos siguientes:
Más que evasión, estas elucubraciones, sólo pueden partir de un espíritu desertor y enfermizo, capaz de despojar de los más altos ideales a quienes representan el inicio de un momento definido en determinada época, cercenando así su más valioso contenido histórico (…) Es simplemente una traición (…) La fatalidad que emana de estos relatos parece invitarnos al funeral de una época, al derrumbe de algo cuya caducidad y cansancio sólo puede enfrentarse a una salida: deserción, evasiva. (1964: 15)
Lo irónico del asunto, es que la historia terminó siendo tal cual como Argenis la auguró y la denunció. Esos altos ideales que buscaban consolidar un sistema de justicia, no fueron traicionados por los desertores, fueron traicionados desde un principio por un liderazgo que se aprovechaba de estas nobles pasiones para poder manejar a antojo sus negocios políticos. Y esto hay que seguir denunciándolo porque la verdad es que no se ha logrado trascender esa forma en el ejercicio del poder. Los hambriados se cuentan por miles y las víctimas de esos hambriados, nos contamos por millones. Sólo importan los pactos, los negocios y las estrategias. Lo demás está de sobra.
Lo cierto es que la carrera como escritor de Argenis Rodríguez sufrió más de una emboscada. Juan Liscano, en la revista literaria "Zona Franca", refirió los esfuerzos de una intelectualidad nacional por desacreditar, en este caso, posturas contrarias a la guerra, desde el ámbito literario y lo definió como "terrorismo literario", y en torno al caso de Argenis Rodríguez manifestó,
El terrorismo político ha creado en Venezuela, su equivalente en el orden de las letras. Existe un terrorismo literario practicado no por los mejores escritores, sino por los más mediocres, generalmente doblados de militantes fanáticos (…) En un diario capitalino, se le ocurrió a uno de ellos –refugiándose en el pseudónimo- celebrar entrevistas con otro de su grupo (…) Así al entrevistado se le pregunta por la traición de Argenis Rodríguez, cuya principal culpabilidad estriba en haberse apartado del camino terrorista y del enguerrillamiento. No importa que Argenis escriba bien, lo que importa es que ya no cante las excelencias de la dinamita.(Balanza Cultural. Argenis Rodríguez Prepara su defensa, (1964: 3)
Los gobiernos asesinos de la época aprovecharon estos testimonios para desacreditar al movimiento guerrillero venezolano, aún cuando Argenis se había opuesto crítica y sagazmente al caos y a la persecución de los gobiernos de Rómulo Betancourt y posteriormente de Raúl Leoni, razón detrás de su propia incorporación a las guerrillas en el año 1962 y de su tentativa por armar un foco guerrillero en los llanos, conformado por legiones de campesinos y por lo cual estuvo detenido en San Juan de Los Morros. Lo que terminó sucediendo es que a Argenis Rodríguez le tenía arrechera todo el que tuviera algún compromiso político partidista, de ese tipo de compromisos que pone a la gente embrutecida. El propio Argenis Rodríguez, en una entrevista realizada por Manuel Trujillo en el diario La Esfera, titulada "El quinquenio del Sr Betancourt: caos, persecución, crimen", manifestó:
Desde que escribo he adoptado una sola posición si no que lo digan los temas de que trato. Y es la de narrar, de una manera objetiva, la angustia que me toca vivir en este momento crucial venezolano (…) Por esto digo que si hay algunos interesados en creer que mis libros (y por ende mi objetividad) pueden encontrarse al servicio del caos la persecución y el crimen tendrán que sufrir una equivocación, porque si yo narro los desmanes que pudieron venir de un solo lado, es muy fácil entrever los desmanes que obligaron a un lado a esa actitud que se quiere entrever (1964: 20)
Exiliado en varias oportunidades, el retorno al país fue una constante para defenderse de sus detractores. Porque "la agonía del desadaptado político es la peor forma de morir en los torbellinos" (Entrevista de León Márquez, Carlos, La Esfera, En Venezuela no habrá una revolución marxista: 1965: 30)
Pero Argenis Rodríguez es más mucho más que los relatos de "Entre las breñas" y los señalamientos en "Escrito con Odio", es más que la desesperación por exponer a los grandes negociantes detrás de la guerrilla, y sus 43 publicaciones bien dan fe de ello. Argenis es ante todo uno de los escritores más prolíficos y originales paridos en el siglo XX venezolano. Su talento ha sido ampliamente reconocido. Por ejemplo, en 1968, Camilo José Cela le publicó en "Los Papeles de Son Armadans",
Por carta conocí al Premio Nobel Camilo José Cela y él me publico la Fiesta del Embajador que se vendió en España y toda Europa. También Cela me publicó once relatos y un día recibí un telegrama donde me invitaba a su casa de Palma de Mallorca. Lo entrevisté para El Nacional de Caracas. En casa de Cela pasé seis meses. Allí comía, dormía, nadaba en su piscina y escribía lo que sería la vida de Pérez y Cecilia Matos. Para Cela yo no era un vago, era un escritor (Citado por Sant Roz, José, Desesperación Calificada, 2000: 69)
Obtuvo en 1977 El Primer Premio de la Asociación de Escritores Venezolanos, por la Ciudad Desnuda y en 1994, le fue otorgada la "Orden Andrés Bello" en su primera clase a manos del Presidente Interino Ramón J. Velásquez.
Y yo sigo empeñada en hablar de Argenis, no sólo porque hoy 27 de noviembre de 2023 cumpliría 88 años, ni porque ´él me haya inspirado particularmente de forma determinante, sino porque sus desvelos y afanes, su sacrificio creador y la insistencia por pensar a profundidad este país que no terminamos por descifrar, mantienen vigente un tarea que seguimos soslayando o que lamentablemente no hemos logrado asumir. La política no es una carrera de caballos, o una apuesta por el que más parcelas asume y más contrarios desplaza, una acumulación de poder sin mayor sentido ni beneficio. La razón de ser de un proyecto político de arraigo pasa por una profunda reflexión ontológica y una superación de las tradicionales y groseras formas de entender el ejercicio de ese poder. Y aunque los testimonios de Argenis se enmarcan en otros contextos tienen perfecta vigencia para entender los grandes conflictos y desafíos que nos aquejan. La raíz del problema es el mismo. Los venezolanos no sabemos qué somos.