Aquel 5 de julio de 1811, se declaró la independencia, puso fin a la etapa iniciada el 19 de abril del año anterior y condujo pocos meses después a la promulgación de nuestra primera constitución. A partir de ese momento se iniciará una dura jornada de guerras, tropelías, en gran medida determinadas por los privilegios que la primera de nuestras magnas cartas asignó a los mantuanos.
La declaración de la independencia y la promulgación de aquella constitución de 1811, con la cual los mantuanos creyeron haber resuelto la contradicción fundamental, al desatar los vínculos con España, creó las bases para el regreso y reactivación de las fuerzas realistas, en el descontento y la profundización de las desigualdades que generó aquella ley fundamental.
Una vez más, podemos poner de manifiesto, como las mejores causas o por lo menos las que uno, desde su perspectiva personal y clasista, cree con suficiente carga de justicia y equilibrio, por no escuchar las voces de las multitudes y mucho menos percibir el descontento que, enmudecido por el terror y la aparente mansedumbre, cunde entre las víctimas, terminan naufragando y hasta en el fracaso.
Aquel documento, cuya intención fue otra, fortaleció la política anti independentista y caudillos sin norte preciso. Basta leer "El Manifiesto de Cartagena", escrito por Bolívar en 1812, para comprender en algo estas cosas, y no dejar de lado las que no mencionó por diferentes razones, como la visión clasista que para aquel momento le atrapaba y su insuficiente formación para comprender la coyuntura.
Perdida la primera república, el joven Bolívar escribirá ese su "Manifiesto de Cartagena", en el cual habla de las causas de la caída de la primera república. Específicamente, hace mención a 12 causas, en las cuales cita como casi carácter determinante el régimen federal y hasta menciona al terremoto de Caracas, pero atrapado todavía en su condición clasista, pasa por alto razones o motivos sustanciales como el esclavismo y la distribución de la propiedad territorial y dentro de lo que en ella deambulaba. Es decir, no se percató de lo fundamental, pues para él, demasiado joven y atrapado por su clase, las multitudes no contaban.
Aquel lanzazo que en la sabana de Urica, salido de las manos del cuerpo "rompe líneas", atravesó "de parte a parte" al asturiano José Tomás Boves, en cierto modo cerró el duro capítulo de la historia nacional iniciado con la Constitución de 1811.
Puede decirse que esa tarde del año 14, además se hirió de muerte la política que marginaba o apartaba de la guerra por la independencia a las masas de pobres y negros de Venezuela. De allí en adelante, los ejércitos patriotas, con una nueva comandancia en los sectores medios, se nutrirán de esclavos y llaneros dejados en la indigencia por la Carta Magna de 1811.
Puede decirse también que, a partir de ese momento, la dirigencia y verdadero liderazgo de la guerra por la independencia pasará de las manos de personajes como el Marqués Del Toro y los mantuanos, a las de jefes salidos de los sectores ajenos a ese mundo social, como José Antonio Páez, Bermúdez, Mariño, Piar y facilitará la incorporación de enormes masas de hombres del campo y gran parte de la población sometida al esclavismo, como la figura de Pedro Camejo o "Negro Primero", antes en las filas de Boves.
José Tomás Boves, nacido en Asturias, una región española de la que poco sabía y quizás menos sintiese, porque llegó a esta parte de América cuando apenas era un niño, se percató en medio de la guerra, que la mayoría de los hombres - negros, mulatos y hasta blancos - signados por la pobreza extrema, poco apego sentían por las consignas independentistas o la heráldica española. Quien con el tiempo se convertiría en un feroz caudillo, había pasado su vida entera entre peones y esclavos por lo que conoció el sentir de esos hombres y es falso que lo haya movido un sentimiento de solidaridad con España y la nobleza de allá a la cual fue ajeno. Sí pudo percibir que aquel ejército y causa de mantuanos, no representaban el deseo de las multitudes y quiso aprovechar aquello sin un objetivo claro y definido.
Es conocido que el oficialismo español, allá en la corte y entre factores militares monárquicos, que aquí mismo se desenvolvían, no se le tenía confianza, ni se le consideraba como estrictamente uno de los suyos o para mejor decirlo, se le tenía desconfianza. Hay documentos que eso prueban.
El "terrible asturiano", fue en cierto modo un producto de nuestra primera carta magna y es acertado haberle llamado "el primer caudillo popular venezolano". Y a ella, a esa constitución clasista y excluyente, en gran medida, corresponde la responsabilidad de la prolongación y crueldad de la guerra de independencia. Fue elaborada por un pequeño grupo de intelectuales y propietarios de aquella sencilla sociedad colonial. Y quizás, para ser justos, a aquellos hombres inexpertos les resultó muy difícil asumir un proceder diferente por los prejuicios y pesada carga de una cultura poco propicia a la audacia y el desprendimiento.
Por esas cosas y por decidir sin sentir el peso de la opinión de un pueblo en movimiento, la Constitución de 1811 estableció un régimen electoral censitario. Sólo podrían elegir y ser elegidos quienes tuvieran propiedades y dinero. Excluyó políticamente a los pobres. Condenó a esclavos y parias a seguir siéndolo. Convalidó la esclavitud.
Además, leyes derivadas de ella, establecieron que el ganado orejano, que deambulaba en el llano, sin hierro, que el llanero utilizaba con libertad para su sustento, pasaba a ser de los dueños de fincas. Un derecho de todos fue confiscado a favor de los semejantes a los hombres de nuestro primer Congreso Constituyente.
Richard Vawell, escritor inglés, testigo fiel de los acontecimientos de Venezuela, después de los años 1816 ó 17, en sus obras, refiere como para esa época, el llanero aún mantenía la costumbre, quizás recuperada en esos años de guerra de diferente signo, de considerar el ganado sabanero como suyo, cual simple pieza de cacería.
Como cuenta alguna literatura y hasta el mismo Vawell, el llanero que estaba habituado a considerar el ganado alzado, orejano, sin dueño, como cualquier animal de cacería que deambulaba por la sabana como suyo o por lo menos con derecho a usarlo para sus fines, fue privado de aquello y lo mismo sucedió con grandes espacios de la sabana cercana a las ya limitadas propiedades del mantuanismo.
En síntesis, la República independiente que nace de la Constitución de 1811, es una casi puramente mantuana y esclavista.
En aquella fractura se insertó José Tomás Boves. Sus prédicas contra propietarios de esclavos, tierra y ganado, más que a favor de España, lo hicieron el caudillo más popular y poderoso de esa etapa de la historia nacional. Multitudes entusiasmadas le siguieron durante los tres años que asoló a Venezuela y casi destruyó la resistencia pro-independentista.
En Urica murió Boves y sus consignas, para fortuna de la patria, las levantó en los llanos occidentales el catire José Antonio Páez. La guerra por la independencia tomó otro carácter y ya no estaría signada por los exclusivos intereses del Marqués del Toro y los mantuanos. Estos tendrán que bregar con la nueva dirigencia como Manuel Piar, a quien Bolívar fusilará en 1817 para tranquilizar al mantuanismo y tener que aceptar que sus declaraciones anti esclavista, como la 1816 en el "Manifiesto a los pueblos de Carúpano y Río Caribe", donde decreta la abolición de la esclavitud, no produzcan suficientemente los efectos deseados. Pues el modelo seguirá existiendo todavía terminada la guerra de independencia, hasta que, por su agotamiento y habiendo recibido compensación monetaria a cambio de sus esclavos, los esclavistas optarán por aceptar el fin de aquellas relaciones.
La abolición de la esclavitud se producirá en Venezuela bajo el régimen de los Monagas, mediante decreto del 24 de marzo de 1854, es decir, 43 años después de decretada la primera constitución de Venezuela y pese los aconteceres de la guerra.