98 años de tu natalicio
Escribir mil páginas no sería suficiente para narrar la épica triunfante de tu historia.
Porque ni siquiera el asalto fallido de un 26 de Julio paridor de mártires, ni la voracidad supremacista del cara pálida y su corporocracia, que te persiguió por seis décadas para decapitarte pudo, con tu proeza junto a tu pueblo.
Sólo fué el resurgir insurgente del diezmado y desaparecido tahino, del secuestrado africano, del guajiro despojado y del Martí sacrificado.
Hombre de invicto destino convertido en profeta de dos siglos. Del moderno testamento geopolítico: el del obrero dignificado y del proletariado emancipado.
Multiplicador de escuelas con niños y jóvenes felices, sin la gangrena del hambre devoradora de vidas, ni el mercantilismo de las farmacéuticas inoculadoras de virus.
Sabio de dos siglos, los dioses no te esculpieron. Fué tu estirpe y tú sangre antillana derramada por invasores genocidas, quienes moldearon tu espíritu indomable.
Fué en los montes de la sierra donde se terminó de hornear tu textura humanista: entre combates, el follaje, lo silvestre, las torrenteras; riachuelos y vegetales... comprendiste que la naturaleza y el hombre son una misma cosa.
Que el lobo puede ser domesticado, como al hombre hay que domesticarlo para lo amoroso, para lo gregario, para lo justo.
Que su palabra sea para lo fraterno y para el encuentro, para que lo pacífico sea natural y no lo extraordinario.
Hombre de invicto destino, el tiempo implacable te abrirá sus puertas de la historia
Como las abrieron al paso del palestino crucificado, a la Juana martirizada, como al genio caraqueño y al apóstol de la libertad cubana, como al alma grande de la India.
Como al Mandela irreductible, como a tu entrañable compañero martir de La Higuera.
Para entonces, cuando se hayan acabado tus enemigos... La historia te absolverá.