Ponente: Embajador Jorge Valero
Representante Permanente de la República Bolivariana de Venezuela ante la Organización de las Naciones Unidas y demás Organismos Internacionales con sede en Ginebra.
Vivimos en un mundo pletórico de incertidumbres.
Los tambores de la guerra retumban en muchos lugares del orbe. La paz está amenazada. El multilateralismo es acosado, e incluso, negado, por quienes pretenden adueñarse del planeta tierra y hasta del espacio ultraterrestre. Han inventado retóricas para desconocer la soberanía y la autodeterminación de pueblos y naciones.
En ese contexto, necesario es esgrimir las banderas de la emancipación humana, en un mundo donde reine la paz y la fraternidad.
El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) dice que la Paz es una palabra de origen latino: Pax, pacis. Que la paz es una situación en la que no existe lucha armada en un país o entre países; es una relación de armonía entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos.
La paz ha sido definida –de manera tradicional- como un estado de tranquilidad y de quietud, contraria a la guerra.
El concepto de paz ha evolucionado desde la Segunda Guerra Mundial, pues no es solo la ausencia de conflictos y guerras lo que la define.
Una nueva concepción, más amplia e integral de la paz, nos permite percibirla como un fin. Como un objetivo imprescindible para ejercer y disfrutar a plenitud los derechos humanos. La paz es la vida y la vida es el supremo derecho del ser humano.
La paz es un valor universal necesario para alcanzar la emancipación del ser humano.
Al invocar la paz nos vienen a la memoria textos fundamentales de la historia del pensamiento universal plasmados, en los libros sagrados de todas las religiones monoteístas, en las tablillas cuneiformes de los sumerios, en los papiros egipcios, y en los mitos primigenios de los pueblos originarios nuestroamericanos.
Cuando hablamos de la paz recordamos a Jesús predicando desde el monte de los olivos su evangelio de igualdad, solidaridad y amor. Al Quijote, en su andanza trashumante por las praderas de La Mancha. A José Martí abogando por la soberanía de nuestra América. A Mahatma Ghandi, luchando con estoicismo por la paz en su patria y en toda la ribera del Tibet. A Martín Luther King y su incansable lucha contra la segregación racial.
Pero recordamos, sobre todo, a Simón Bolívar batallando por la libertad de América y su integración. Y es que Bolívar, como bien lo dijo Don Miguel De Unamuno: "… era un hombre que hacía la guerra para fundar la única paz duradera y valedera, la paz de la libertad".
Frente a la conducta guerrista, que está siendo promovida de manera alarmante por el gobierno de Estados Unidos, se debe articular un vasto movimiento de naciones y pueblos que levanten las banderas de la paz.
La paz es un valor universal. Las constantes amenazas de violencia a que son sometidos los pueblos por potencias imperiales, expresadas a través del terrorismo de Estado; del armamentismo y la amenaza del uso de armas nucleares, son pruebas evidentes del menosprecio que tienen por la dignidad del ser humano.
La paz es un de derecho humano universal, inalienable y colectivo. Estamos obligados a promoverla y defenderla, como se consagra en la Carta de las Naciones Unidas.
La paz es la ausencia de todo tipo de violencia causada por la negación de las libertades fundamentales, por las desigualdades e inequidades generadoras de injusticias sociales a las que han sido sometidos los pueblos en el curso de la historia.
La paz es sinónimo de respeto a los derechos humanos y a la libre determinación de los pueblos.
La Declaración sobre el "Derecho de los pueblos a la Paz" (1984), consagra que ésta es un derecho humano colectivo, solidario el cual conjuntamente con el Derecho al Desarrollo, a la libre determinación de los pueblos, a un medio ambiente sano y equilibrado, y el respeto a los bienes universales, son patrimonio común de la humanidad.
Infaustamente, el nuevo orden internacional, que busca infructuosamente perpetuar el imperialismo, se fundamenta en el uso de la fuerza para alcanzar sus planes hegemónicos. Por eso estimula conflictos armados en el mundo, en particular, en países del Sur. Recurre al chauvinismo, a la xenofobia, y propicia la desintegración y la fragmentación de las naciones, fomenta rivalidades étnicas y religiosas.
La potencia imperial hegemónica ha impuesto una manera de organizar la vida de las sociedades modernas, a partir del americanismo como supuesto pensamiento universal.
El Americanismo que ha sido impuesto, como ha dicho J. F. Lyotard, a través de la "tiranía de lo universal" confunde universalidad con uniformidad.
El tiempo histórico, empero, está cambiando. Nuevas referencias societales emergen, surgen nuevas voces de países soberanos. Los Pueblos del Mundo avanzan en la lucha por la Paz.
Pero no puede haber paz en un mundo caracterizado por la prevalencia de la pobreza, la inequidad y la exclusión social.
En los Objetivos del Desarrollo Sostenible de la ONU se expresa: "La pobreza multidimensional está presente en todas partes,…entre las distintas regiones como dentro de los países".
Ciertamente, la paz no puede ser disfrutada en un mundo donde "1300 millones de personas viven en la pobreza multidimensional, un 23,1% de su población…".
Para alcanzar la paz universal es necesario que se cumpla con los 17 Objetivos del Programa del Desarrollo Sostenible y con sus 169 objetivos para las naciones y pueblos, teniendo en cuenta las tres dimensiones del desarrollo: la económica, la social y la ambiental.
Venezuela está comprometida con la plena implementación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, que promueve la justicia social, en un entorno natural sostenible.
Frente a la violencia y la guerra, como mecanismos para la dominación de los pueblos, se debe avanzar en el diálogo interreligioso e intercultural. Una contribución a la cohesión social, la paz y el desarrollo.
Hoy somos testigos de una crisis estructural del capitalismo. Agoniza un régimen que nació de la explotación y el envilecimiento del ser humano. Se conforma un nuevo mapa político, a resultas de la competencia por espacios geopolíticos y geoestratégicos, en medio de nuevos polos de poder. Se cuestiona las amenazas a la paz mundial y la agresividad militar, injerencista y supremacista del gobierno de Estados Unidos.
Otro mundo es posible y debemos construirlo.
Necesario es luchar contra las amenazas de guerra y construir un mundo de paz, democracia y justicia social.
La paz entre los Estados y pueblos garantiza la sostenibilidad de las relaciones internacionales. La coexistencia pacífica es fundamental para alcanzar el pleno desarrollo económico y social.
La búsqueda de la paz ha sido un objetivo común y primordial de la Comunidad de Naciones. Del horror causado por las dos Guerras Mundiales surgió la esperanza que alimentó el multilateralismo, como forma de solucionar -de manera pacífica- los conflictos y mantener la paz y la seguridad internacionales.
La presencia de nuevas amenazas a la paz genera serios cuestionamientos a la gobernabilidad internacional para solventar conflictos.
El multilateralismo debe ser el fundamento del nuevo orden internacional, pues sustituye el unilateralismo que caracterizó –en el pasado- la dinámica de las relaciones internacionales.
En un mundo interdependiente el multilateralismo es más necesario para la consecución de una paz sostenible y duradera.
Cuanta vigencia tienen hoy las palabras de Mahatma Ghandi: "No hay camino para la paz. La paz es el camino" y las de Monseñor Oscar Arnulfo Romero: "… la paz es el aporte generoso, tranquilo de todos y para el bien de todos".
El reto que hoy tienen los pueblos del mundo es alcanzar el desarrollo pleno en el marco de una cultura de paz.
Por eso quiero citar a Seneca quien expresa: "… si quieres disfrutar de la paz verdadera, trata de obtener la paz de la conciencia".
Y para construir una cultura de paz es necesario el diálogo y la fraternidad. Establecer un relacionamiento respetuoso y armoniosos con el otro y con los otros. Construir sociedades en donde impere una relación respetuosa en medio de la diversidad entre iguales. Donde frente al Yo narcisista hagamos del Nosotros un principio fundamental para alcanzar la paz.