Justicia para Lula

Miércoles, 13/11/2019 01:09 PM

Por fin Lula recobró su preciada libertad, tras un año y siete meses secuestrado por el poder judicial en la cárcel de la Policía Federal de Curitiba. Contra él se gestó un juicio político, un montaje judicial con la finalidad expresa de anular cualquier intento de participación en la pasada contienda electoral presidencial. Por lejos, Lula siempre ha mantenido invariable sus altísimos niveles de popularidad y aceptación entre la gran mayoría del pueblo brasileño. Este es el verdadero miedo, la pesadilla, que sufren permanentemente la oligarquía y las grandes corporaciones de este país.

Lula fue víctima de un proceso judicial totalmente espurio, ilegal, inconstitucional, viciado de nulidad, y por sobre todo altamente politizado, donde paradójicamente sus principales promotores están presos, fueron destituidos de sus cargos o están señalados por excelsos casos de corrupción. Armando toda la tramoya aparece retratada la mano peluda y miserable del juez Sérgio Moro, ilustre inquisidor, con preferentes "simpatías" por el Departamento de Estado del imperio norteamericano (participante activo en sus "seminarios de cooperación", como reveló Wikileaks). Este nefasto personaje fue premiado por el presidente neofascista de Brasil, Jair Bolsonaro, con el altísimo cargo de Ministro de Justicia. Un preciado trofeo de guerra para los peones al servicio de la derecha.

Para Lula, este entramado de persecución política fue montado para mellar su moral y su liderazgo. Pero asumió con entereza todos los desmanes y humillaciones que ejecutaron desde la derecha, el sistema de justicia y los grandes medios de manipulación mediática. Siempre con su dignidad y su palabra por delante, ratificando su absoluta inocencia y denunciando todas las injusticias cometidas durante el infausto proceso judicial. Por eso sus sabias palabras retumbarán en el tiempo en la política brasileña y mundial: "Lo que no puedo aceptar es la tesis de que estoy a la espera de una progresión porque cometí un crimen y ya cumplí un sexto de la condena. Quiero salir de aquí con mi inocencia 100% comprobada. Quiero que aquellos que mintieron al pueblo brasileño se sometan al juicio del pueblo como me estoy sometiendo yo". Sobrada gallardía demostrada por este líder latinoamericano en cada día de su injusta prisión.

Cuando Lula por fin salió de prisión en este mes de noviembre, lo hizo rodeado del cariño y apoyo del pueblo que siempre confió en él y en su inocencia. Libre al fin, en la calle, con tono enérgico y reivindicativo, exclamó para toda la militancia del Partido de los Trabajadores y del pueblo brasileño, "Vosotros sois el alimento de la democracia que yo necesitaba para resistir la maldad". Con entereza, ahora viene Lula indetenible, en contraofensiva, a patear las calles. Le toca la imprescindible tarea de salvar a Brasil del engendro fascista representado por el perverso milico Bolsonaro.

Lula expresó que sus poderosos enemigos de la oligarquía brasileña "Trabajaron para criminalizar a la izquierda, a Lula y al Partido de los Trabajadores… Pero "No encarcelaron a un hombre, ellos intentaron matar una idea. Una idea no desaparece". Hay Lula para rato, presto a la batalla política, al debate y a la confrontación con la derecha fascista.

En todo caso, estamos frente a un método cada vez más recurrente en el escenario político del Continente. Atacar y acabar con el adversario político mediante componendas legales, lo que se denomina la judicialización de la política. Es el mismo proceso persecutorio inquisidor que han intentado aplicar en contra de Cristina Fernández en Argentina o Rafael Correa en Ecuador. La persecución judicial adelantada por los grupos poderosos que controlan la justicia, buscan anular los liderazgos de los dirigentes revolucionarios en sus distintos países. Es una premisa sencilla, al que no pueden vencer por la fuerza de los votos, lo perseguirán, inhabilitarán y sacarán de circulación mediante las perversas maquinaciones judiciales.

Con Lula en la calle vuelve la esperanza del pueblo brasileño. Su figura y liderazgo son claves para hacer contrapeso a las patanerías neofascistas de Bolsonaro. Ya se las cantó al entreguismo lacayo y rastrero de este indigno presidente frente al Tío Sam: "en el momento que tienes presidentes que no se respeten, que no respeten su soberanía y que sigan lamiendo las botas de los estadounidenses, como lo hizo Fernando Henrique Cardoso con Clinton y como hace Bolsonaro con Trump, el país no avanzará… ¡Este país tiene que ser soberano!". Es verdad. Para mayor vergüenza en la historia diplomática brasileña, Bolsonaro sumó el voto negativo de Brasil al de Estados Unidos e Israel, quedando nuevamente humillados durante la aprobación, por parte de 187 países, de la resolución de la Organización de Naciones Unidas que condenó el vetusto bloqueo norteamericano en contra de Cuba. Una derrota cantada, pero que demuestra el nivel de postración de Bolsonaro lamiendo los pies de Donald Trump.

Lula es un ejemplo de lucha y dignidad para Brasil y las fuerzas revolucionarias del mundo. Viva Lula libre.

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