Por los indultos, extrema derecha con trasero en dos manos y a Guaidó se le pintan barrotes en la cara.

Miércoles, 02/09/2020 03:36 PM

La oposición extremista en estos últimos días, después de cometer tantos errores y llegar al grado de fragmentación en la que se encuentra, está inmersa en un estado de angustia y anda con el trasero en dos manos, en un ¿pa´ dónde cojo?

Aquella arrogancia del pasado, contando con un respaldo político en la calle de considerable magnitud, con Trump en esta última etapa dispuesto a todo, como aquello de "todas las opciones están sobre la mesa", que llevó a esa oposición a actuar como muchacho loco que dilapida la fortuna en noches de farra con malas compañías, a tirar todas las paradas desordenadas que le entraban en la cabeza, cerrar cualquier negocio a la carrera, ha llegado a su fin. Gedeón fue su última locura, la gota que rebosó la represa y agotó la paciencia.

Guaidó, en este momento, es algo más descompuesto que un cadáver abandonado en la calle durante tres o cuatro días. El frente de derecha que los gringos le pusieron a liderar por puro albur, como el único pasajero que el tren halló en el andén, más fragmentado no podría estar. Y él tiene mucho de culpa. Y se la van a cobrar.

Dinero y fuerza no lo hacen todo y nadie puede formular una propuesta política, por mucha inteligencia y conocimientos que hayan de por medio, si no valora exactamente el sentimiento y aspiración del universo humano al cual ella estaría dirigida. Los gringos pueden establecer una estrategia desde allá, poner a disposición del plan todo el dinero necesario y hasta organizar en el mundo todo el respaldo diplomático pertinente y, en efecto, todo eso hicieron, pero depende, de quienes adentro viven, determinar los detalles, como la táctica, la forma de lucha y toda la sutileza necesaria para ganarse el respaldo de la gente de la comunidad o espacio al cual está dirigido el plan. Que la gente asuma todo aquello como suyo.

Es evidente que la oposición acordada con los gobiernos de EEUU, por factores que tendrán que determinarse, no pudo realizar convenientemente la tarea asignada. Después del golpe de Carmona, el accionar opositor quedó en manos de unos muchachos arriesgados, dispuestos a todo, menos a escuchar la voz de la experiencia y sintonizarse con la realidad. Se empeñaron, como suele ser habitual en los jóvenes obcecados, en lo contrario, que ella se plegase a sus deseos y locuras.

Y todo ese accionar a "como salga", fue dejando gente y sueños en cada vuelta del camino, hasta arribar a la estación de ahora, desvencijado el transporte, el tren todo que arriba casi solitario y dentro de él, Guaidó y uno que otro y en los depósitos toda la parafernalia de guarimbas, golpes, alzamientos e invasiones tirados en absoluto desorden y abandono.

Y ahora, la señora Machado, a quien nombro exclusivamente por ser una referencia para el asunto que trato, al volver o mejor insistir con el alocado tema de la invasión militar, que en el marco planetario de ahorita no tiene ningún asidero, lo que vuelve hablar de la locura e inmadurez de esa por demás improvisada dirigencia, recibe de Abrams, un violento por antonomasia, el calificativo de subrealista y hasta por ello alude al "realismo mágico". Un loco apaciguando a otro como él.

Ya no son solo quienes en Venezuela a gente como ella y al mismo Guaidó o Ramos Allup, pese la vejez de este, lo que debería haberlo madurado, habían venido calificándolos de alucinantes por lo loco e inmaduros, sino hasta el propio Abrams, que de lo de ellos tiene mucho.

Es decir, llegado al estado de fragmentación al que han llegado, el mentor, manager de los últimos tiempos, se da el lujo de culparles, absolutamente a ellos, por intermedio de la señora Machado, de haber errado y destruído la fuerza que antes tuvieron en las manos. Porque, no es que eso ahora es subrrealismo puro, sino que siempre lo fue.

El futuro de Guaidó es incierto. Cuando esto digo no me refiero al que tendrá como dirigente político, pues eso está claro. Fue como un cochete de mecha corta que prendieron, salió dispararado sin control, tropezó todo cuanto se halló por el medio y se apagó allí mismo. Habrá quien diga que de la nada saltó a la fama, al liderazgo y a la disponibilidad de unos inmensos recursos como quien se gana una lotería por demás gorda. Es posible. Pero eso va en contra suya. Van a pedirle cuenta y no es de extrañar que termine, como Noriega, el panameño, quien como él bastante sirvió a los gringos y terminó su vida por ellos encarcelado.

Por todo lo anterior, la oposición de Guaidó, esa que se puso de la mano del Departamento de Estado, Bolton, Pompeo y Abrams, está fragmentada, disuelta y loca. Y por loca, para decirlo como al inicio, anda con el culo en dos manos.

La gasolina la hizo perder la sindéresis; después de tantas derrotas pusieron toda su fe en que la falta de ella terminaría por tumbar a Maduro. Pidieron a los gringos que impidiese la llegada de la gasolina iraní y nada consiguieron. Terminaron, según ellos, en contra de su voluntad, haciendo dos colas, una para gasolina barata y otra pagada en dólares mientras decían que era una gasolina mala; esta otra estrategia para que cundiese el malestar. Se acabó la gasolina o hay muy poca; las refinerías están como quien baila el pasito tum-tun, arrancan y se apagan. No hay colas porque no hay gasolina. Por esto lo inflación también sube. Y la gente, la multitud, no entregada, sino cansada por una mala dirigencia. La que gobierna que nunca llegará a entender por dónde le entra el agua al coco y la que hace oposición que desgastó y desacreditó todo el derecho al reclamo.

Sólo una pequeña vanguardia reclama el derecho a que los trabajadores tengan salarios dignos y de acuerdo a su participación en la producción, sea en el taller, hospital o aula, porque la oposición desacreditó y desgastó la protesta. Es decir, por esto, todos se lamentan y piden milagros o limosnas, pero pocos protestan. Así sucede ahora con la gasolina. Pareciéramos que todos estamos dispuestos a conformarnos con ese estado de cosas. Y eso es culpa, en buena medida, de manera muy abundante, de quienes descalificaron la protesta.

Por ese arrumar errores y hasta barbaridades, como quemar seres vivos por un color de piel o rostro humilde que apareció de repente en medio de la protesta de gente totalmente diferente, sin formar parte de ella, sino porque pasaba por allí, justo en el momento que la arrechera llegó a su clímax, la oposición terminó desecha y vienen unas elecciones.

Como con la gasolina, Guaidó y los suyos, no sabemos si decir López y los suyos, tienen otra vez el rabo en las dos manos. Una fuerte porción que de ella se fue apartando paulatinamente y hasta entró en conversaciones con el gobierno tiempo atrás, tiene sus candidatos inscritos. Es una nueva fuerza que se une a la que participó en las anteriores elecciones presidenciales. Lo que significa que si este bloque crece, el de Guaidó, López, Machado y Ramos Allup decrece. Así de simple.

Es público que Capriles y los suyos andan también en una onda diferente, más cercana de quienes han decidido votar. Entonces Guaidó, se pinta como menos acompañado y más parecido a Noriega el panameño.

Pintado el cuadro tal como hasta hoy, Maduro toma la medida del indulto. Sus partidarios han hablado de esto como si hubiese sacado un elefante de su sombrero o descubierto la fuerza de gravedad. Tanto que más de uno, no sabemos si por ingenuos o adulantes, han calificado la medida de genial. Una decisión de un político sutil que descubre la aguja en el pajar o alguien que mira lo que a todos vedado está.

No es así. Es muy simple. Eso lo viene solicitando la oposición que dialoga con el gobierno y todo el mundo, hasta la Bachelet y, dado el grado de descomposición y debilidad en la oposición violenta, de lo que ya hemos hablado, se impuso como una salida obligada y extremadamente necesaria. Mantener esos presos hubiese sido como una autoflagelación. Quizás lo resaltante estaría en lo relativo al momento.

Y por eso, volvió la oposición violenta, ya derrotada, a agarrarse el trasero con las dos manos. Tanto que muchos de ellos, quienes están en el exterior gozando de la "acogida" de sus protectores, perdida la condición de "refugiados y perseguidos" dignos de ayuda, se niegan a reconocerse indultados. Quienes aquí estaban presos y hasta sus familiares, al contrario, recibieron con beneplácito la medida y esto se convierte en un nuevo elemento de descomposición del extremismo y un seguir con el rabo en las dos manos.

Y mientras tanto, a Guaidó, se le pintan los barrotes en la cara y no de una celda venezolana.

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