El más atroz crimen de la historia que aún espera justicia: Hiroshima y Nagasaki

Jueves, 01/10/2020 03:12 PM

Jamás será posible olvidar que el mayor y más atroz crimen de la historia, lo cometió con saña y premeditación el Imperialismo Yanqui, al haber lanzado sendas bombas nucleares sobre dos grandes centros urbanos con más 350 mil habitantes cada uno, como lo eran Hiroshima y Nagasaki, con sello "made in usa" y que la humanidad aún espera que se le haga justicia.

Ocurrió ese imperdonable crimen en momentos en que se hacía inminente la rendición de ese país, al término de la Segunda Guerra Mundial en 1945 , tal y como lo estableció, entre otros muchos estudiosos del tema, el profesor Mark Selden, de la Universidad de Cornell, considerada como uno de los diez centros más prestigiosos de investigación del mundo y editor de The Asia-Pacific Journal. "Ya habían sufrido la destrucción de ciudad, tras ciudad, tras ciudad con la pérdida de aproximadamente medio millón de vidas, por causa de los bombardeos estadounidenses." y, porque -además- con su rendición estaban absolutamente seguros de poder asegurar la protección del Emperador del Japón, lo que para ese momento era la más importante prioridad de los mandos militares y del propio pueblo japonés, para quienes Hiroito, era su Dios...

Pero hay mucho más que no ha tenido ninguna divulgación en nuestro mundo occidental que han intentado vendérnoslo como el único "mundo libre del planeta" y que cuando destapamos estas verdades absolutas, advertimos que no es nada cierto. Ese mundo nos ha mentido siempre (la agresión no ocurrida de la Bahía de Tonkin, como "casus belli", para bombardear a Vietnam del Norte (agosto/1964); la falsa Plaza Verde animada y filmada en Qatar, país que había enviado armas y demás implementos a las fuerzas mercenarias que entraron a Libia, como parte de lo que fue el bombardeo feroz de la OTAN en marzo de 2011 sobre Trípoli y el resto del territorio libio, que terminó con el salvaje asesinato de Muhammar Gadafi y, entre otras "fake news", las "armas de destrucción masiva" de Sadam Hussein, como excusa para invadir a Iraq en marzo de 2003, dejando a un lado, por lo extenso que sería comentarlas, las cientos de intervenciones en los asuntos internos de nuestros países latinoamericanos y caribeños que terminaron imponiendo dictaduras atroces, sobre las cuales debimos esperar hasta 30 y 40 años para conocer en todas sus detalles, cómo fueron y cómo se desarrollaron los planes y estrategias de sus agencias de inteligencia, por lo demás, todas y en su conjunto, en términos por demás descarados, como si los pueblos fuésemos eunucos e incapaces de desnudar la real historia que, como ese abominable crimen contra Japón, se cometió sin ninguna necesidad, sólo para que EE UU optara por erigirse en la primera y más poderosa potencia del mundo (https://mundo.sputniknews.com/mundo/201804211078093853-eeuu-bandera-falsa-ataques-otan/).

Vale agregar, como otra causa que debió abonar al Plan de lanzar dichas bombas, la posibilidad de que sectores pro estadounidenses en China, para ese entonces, que se movilizaban bajo el liderazgo de los nacionalistas comandados por el General Chiang Kai-Shek, los cuales enfrentaban la indetenible decisión del Pueblo Chino conducido por Mao Tse Tung, de liberar y hacer la revolución marxista, lograran salir airosos y convertir a China en un país aliado de occidente. Para ese objetivo, los nacionalistas contaban con el más abierto e inmenso apoyo financiero de los EE UU, de manera de facilitarles la victoria sobre los comunistas, cosa que no sucedió, sino lo que era de esperarse, todo lo contrario, debido al inmenso apoyo popular que tuvieron las fuerzas marxistas. Mao Tse Tung entró triunfante a Pekín en octubre de 1949 y el Generalísimo Chiang Ki Shek, derrotado, debió huir con sus huestes a Taiwan y para ello recibió la protección y el apoyo de navíos estadounidenses.

El enorme país asiático, obviamente sí debió hacer parte de los asuntos relevantes que fueron examinados y evaluados para el lanzamiento de las bombas y, como otra evidencia que le otorga pertinencia a dicha tesis, es que recordemos que para finales noviembre de 1943, Chang Ki Shek se reunió en el Cairo como representante de una República China, en la que ya -a lo interno- se había iniciado el enfrentamiento del nacionalismo burgués contra los vastos sectores que seguían los dictados de la dirigencia comunista China, bajo la conducción de Mao, con el presidente de los EE UU, Franklin D. Roosevelt y el Premier inglés, Winston Churchill, para definir la posición aliada contra Japón durante la Guerra Mundial y para tomar decisiones sobre el futuro destino de toda el Asia, en la posguerra, por lo que se hace como muy obvio, que la gigante y apetecible República China debió hacer parte, -efectivamente-, de los asuntos geopolíticos vitales que debieron influir y mucho para que las potencias occidentales, marcadamente anticomunistas, decidiran lanzar las bombas nucleares, pues para esa fecha Japón ocupaba prácticamente casi toda la costa china del pacífico. Resaltamos como cuestión muy significativa, que para esa reunión del Cairo, no fue invitada la URSS.

Veamos quienes más se manifestaron en contra de haber recurrido al uso de las bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki que dejaron no menos de 350 mil muertos en fracciones de minutos, dizque para lograr la rendición de Japón.

El propio Jefe de Estado Mayor del presidente Truman, el Almirante William D. Leahy (1875/1959), que fue laureado con cinco medallas (el oficial militar estadounidense de mayor rango durante la guerra), escribió: «En mi opinión el uso de esta bárbara arma en Hiroshima y Nagasaki no prestó ninguna ayuda material en nuestra guerra contra Japón. Los japoneses ya estaban derrotados y estaban dispuestos a rendirse debido a la eficacia del bloqueo marítimo y al éxito de los bombardeos con armas convencionales. […] Me parece que al ser los primeros en utilizarla adoptamos unos principios éticos comunes a los bárbaros de la Edad Media. […] No se me enseñó a hacer la guerra de esta manera y no se pueden ganar las guerras destruyendo a mujeres y niños».

Un mes y medio antes de que se lanzaran las bombas, en junio de 1945, el General Curtis LeMay, quien tenía a su cargo la Comandancia de los ataques aéreos a Japón, se quejaba de que después de meses de los bombardeos con napalm, con los cuales, decía, hemos arrasado no solamente las 5 ciudades más importantes del Japón, entre ellas Tokio* (https://www.elconfidencial.com/cultura/2020-03-08/bombardeo-tokio-marzo-1945-ii-guerra-mundial_2485263/), sino también 67 ciudades más de entre 100 mil y 400 mil habitantes, quedando destruida así casi toda la capacidad industrial japonesa.

No había ya nada en las ciudades japonesas más que blancos de chatarra y basura, aseguraba con inmensa satisfacción el General LeMay, a quien le correspondió comandar dicha tarea de guerra. En julio, los aviones de Estados Unidos podían volar sobre Japón sin encontrar resistencia y bombardear tanto como quisieron, ya que Japón no podía defenderse. También dijo Le May: «Si hubiéramos perdido la guerra, todos habríamos sido procesados como criminales de guerra», sin dejar de consignar que este personaje, años después durante la guerra de Vietnam, diría de Vietnam que Estados Unidos debería «bombardearlos hasta dejarlos en la edad de piedra».

La mayoría de los altos mandos militares aliados no vieron la necesidad de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki. El comandante en jefe de la flota del Pacífico de los EE.UU., Chester W. Nimitz, insistió en que no eran «de ninguna ayuda material en nuestra guerra contra el Japón». El mismo General Eisenhower, Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas en el Frente Occidental, estuvo de acuerdo en que eran «completamente innecesarios» y «ya no son obligatorios como medida para salvar vidas estadounidenses», mientras que el general Douglas MacArthur, Comandante Supremo de las fuerzas en la zona del Pacífico, no vio «ninguna justificación militar para el lanzamiento de la bomba».

En los análisis y/o encuestas oficiales sobre bombardeos estratégicos que se relizaron en 1946, se llegó a la conclusión de que «Japón se habría rendido aunque no se hubieran lanzado las bombas atómicas».

En junio, ya el Emperador Hiroito había perdido la esperanza de que era posible lograr la victoria militar. Japón había salido terriblemente derrotado en la Batalla de Okinawa. Conoció el Emperador de primera mano la enorme debilidad del ejército japonés en lograr mantener la ocupación de la gigante China, así como para la defensa de las islas nacionales y por la información que recibía cada día de su mano derecha, el Príncipe Higashikuni, llegó a las dolorosa conclusión de que "ya no era sólo la defensa de la costa; las divisiones reservadas para participar en la batalla decisiva porque tampoco tenían armamento suficiente (..) Me dijeron que se estaba utilizando el hierro procedente de los fragmentos de bomba que lanzaba el enemigo para fabricar palas. Esto ratificó mi opinión de que ya no estábamos en posición de continuar la guerra." de manera que ante tan terrible realidad, nos preguntamos: ¿Era, acaso, desconocida esa realidad de parte de las agencias de inteligencia y de contraespionaje de los Estados Unidos y de Gran Bretaña? Y hay más, el 22 de junio (mes y medio antes de Hiroshima y Nagasaki), y esto lo hemos tomado de Wikipedia, el Emperador Hiroito convocó a una reunión con los Seis Grandes del poder militar de su país, de forma extraordinaria. Él habló primero: "Deseo que se estudien con rapidez planes concretos para terminar con la guerra, sin estorbos por parte de la política existente, y que se hagan esfuerzos para implementarlos". Realmente es impensable, de acuerdo a la versión de esta enciclopedia, que Estados Unidos y Gran Bretaña, antes de tomar la decisión de lanzar esas terribles armas nucleares sobre dos centros urbanos de un país ya exhausto y literalmente destruido, tal y como el propio Hiroito lo reconoce dentro de su propio régimen y que exige por ello a sus mandos militares parar la guerra, desconocieran esa realidad.

La historia hay que reescribirla. Son muchas las interrogantes que deben tener una respuesta acerca de esa masacre nuclear que, con toda premeditación, cometió los Estados Unidos y, lo reiteramos, jamás han sido escuchadas, sencillamente porque no las ha habido. Solo el silencio se ha impuesto sobre el tema…

La Corte Penal Internacional que se inauguró en 1993 con motivo de la violación sistemática de los derechos humanos en la República de Yugoslavia, y que luego adquirió inmensa relevancia con el terrible genocidio de Ruanda en 1994, donde fueron asesinados a palos casi un millón de personas en menos de un mes, tiene la responsabilidad inexcusabla de iniciar un proceso de investigación que determine las sanciones penales que correspondan aplicarle al Estado de los Estados Unidos.

Ya basta…!!! Es una perversa burla a la Comunidad Internacional que ese caso se mantenga como si no hubiese ocurrido y más allá de ello, una intolerable complicidad a la que esa Comunidad exige que se le ponga término y que, además, demanda que, en lo de inmediato, la CPI asuma la responsabilidad de señalar y aplicar las más duras sanciones morales a quienes fueron sus directos responsables, más allá de que -en su gran mayoría- ya no deben estar en este mundo.

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(*) El 9 de marzo de 1945, 334 aviones estadounidenses Boeing-29 comenzaron a lanzar 1.700 toneladas de bombas incendiarias napalm M69 sobre el centro de la capital

nipona. Como consecuencia de la violenta embestida —que provocó un feroz incremento de la temperatura de la ciudad hasta los 980 grados—, se calcula que más de 100.000 personas murieron. En tan solo minutos, la ciudad se convertía en una hoguera gigante avivada por los fuertes vientos que propagaron las llamas por todo el territorio.

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