Hablando de cocteles y torturas

Miércoles, 17/02/2021 02:19 PM

En Venezuela durante la segunda mitad del siglo XIX hubo pocos sitios de reclusión penitenciaria. También era muy poco, por supuesto, el número de los habitantes, pero el trato que recibían los presos era muy cruel.

En 1843 la Diputación Provincial de Caracas ordenó la construcción de una nueva cárcel en la ciudad, la cual se comenzó a construir, el año siguiente

es decir, en 1844, bajo la presidencia de Carlos Soublette. La terminó, José Gregorio Monagas, y en su hechura imperó un sistema ya ahora prácticamente olvidado, que llamaban Pan-Opticon, que desgraciadamente había ideado el inglés Jeremías Bergman a finales del siglo XVIII. Aquella inhumana arquitectura consistía en lograr el aislamiento individual del preso y para ese fin la cárcel tenía una forma especial, algo como redondo; de allí posteriormente le dieran el nombre de La Rotunda. Aquel infierno se edificó muy cerca de la iglesia Santa Teresa, en una superficie de 1100 metros cuadrados, Su patio interior tenía 24 metros de diámetro. Cada celda tenía sólo una puerta y no se podía ver hacia los lados. Al frente nada más que muros y paredes de mampostería. Había una celda que llamaban el calabozo del olvido porque a quién metían allí ya de él no se acordaban más nunca. También en aquel entonces se aplicaban a los presos cepos de campaǹas, grillos y se les amarraba con cadenas.

La Rotunda de Caracas (Venezuela), estuvo funcionando durante 92 años, desde 1844 hasta 1936.

El general López Contreras, siguiendo el ejemplo de los franceses que ordenaron la demolición de la Bastilla, procedió pues a tumbar La Rotunda.

Uno de los personajes más siniestros de La Rotunda, era Nereo Pacheco, que a la muerte de Gómez, fue juzgado y permaneció preso en el Cerro del Obispo en donde murió.

Nereo Pacheco era un personaje siniestro le daba vidrio molido a los presos políticos en La Rotunda.

Cuando nombraron al capitán Pimentel Prefecto de Caracas (Venezuela) fue a visitarlo, y cuando Pacheco lo vio se puso pálido pues lo había torturado.

Pimentel le dijo: No, yo he venido a usted no para humillarlo, ni para vengarme, he venido a visitarlo para decirle que como estamos en democracia usted tiene todos los derechos, los mismos derechos que usted nos negaba a nosotros. cuando por orden del General Gómez nos tenía preso. Dicen que Nereo Pacheco Lloró.

A mis lectores saquen sus propias conclusiones.

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