Difunto, fusilado en trance de muerte, que quiso ser candidato sin que ordenase Caracas

Martes, 23/02/2021 03:21 PM

¡Alto¡¡Quién vive¡, decían las partidas de soldados cuando sorprendían a alguien desprevenido en solitario paraje en los días de la guerra federal.

Sí el infeliz transeúnte no lograba atinar la consigna que le solicitaban se hacía acreedor a un castigo, más de las veces cruel en demasía.

¡De la federación!, respondía con atoro el asustado hombre y la ponía; le metían un tiro por pendejo, frente a él estaba una partida del gobierno centralista.

¡Di tu primero !, gritó alguna vez un avispado, gracioso y no menos asustado viajero, cuando le fue exigida con apremio la consigna en una noche menguante.

No quería equivocarse. Su intención era cuadrarse según lo que le dijese aquella gente importuna.

Lo importante es subsistir, se dijo luego a sí mismo, mientras ponía su cabalgadura rumbo al pueblo cercano.

De esta forma, con este estilo, proceden los factores más influyentes desde Caracas en la política regional, desde tiempos remotos. Y, precisamente esta es su actitud ante el pretendido debate por el salario y los derechos de la gente y la militancia según lo participativo y protagónico y de las mayorías por alcanzar aquello que Ramón J. Velásquez, llamó "una relativa autonomía regional".

Porque si algo fue fusilado y enterrado sin dejar hito, muestra alguna para que siquiera podamos hallar el cadáver para rendirle culto, es aquello del liderazgo regional y con este las justas aspiraciones locales hasta insertas en las necesidades y proyectos nacionales.

Años atrás, quizás 20, 25 ó 30, habíamos logrado los provincianos derrotar aquello tan viejo que casi comenzó con la República, un remedo de la colonia, de cuando España nos ponía los gobernantes en cada provincia y luego en la Capitanía misma, consistente en que, desde Caracas se decidía quienes debían gobernarnos y ejercer de representantes nuestros en los organismos parlamentarios nacionales. Tanto fue así que, cuando comenzamos a elegir gobernadores, los mismos eran escogidos en el mismo espacio donde ellos gobernarían y entre gente que allí vivía.

El primer gobernador electo por el Estado Anzoátegui lo fue el Dr. Ovidio González, un médico obstetra, veterano político, entonces dirigente del MEP, nacido en Margarita, pero con muchos años viviendo en Lecherías, donde para fortuna de todos todavía vive, como resultado de un acuerdo y escogencia de un amplio sector de factores políticos, en el cual estuvieron las variadas tendencias de la izquierda, sin intromisión para nada del centralismo caraqueño. Se había iniciado una etapa y un proceder que creíamos haber superado; era parte del pasado y sepultado para siempre, aquello que entonces llamábamos el "paracaidismo", para hacer referencia a esos políticos que por lo menos, desde Caracas, los fines de semana, solían visitarnos, como los viejos propietarios de tierras, domiciliados en las ciudades, acudían a sus posesiones interioranas a saber de sus posesiones y esclavos. En este caso, venían a cuadrar y velar por sus votos. Una vez electos, no volvían más hasta las próximas elecciones.

También se había avanzado tanto en lo de la representación y escogencia de diputado y senadores, antes de la Constitución vigente; pues esto ya, con escasas excepciones, se venían seleccionando entre ciudadanos que convivían con nosotros. Y no hablemos de diputados a las Asambleas legislativas y concejales, instancias a las cuales la dirigencia caraqueña poco o ningún interés prestaba.

¡Di tu primero! Eso sugiere con su conducta la mayoría de los dirigentes regionales a los grupos políticos que desde Caracas manejan al país y el pensamiento de los venezolanos.

La Constitución bolivariana quiso cambiar lo representativo, aquello de escoger al representante y dejarle a él todo el poder de decidir, opinar y hasta votar en favor de lo que le viniese en gana, con sólo consultar al jefe respectivo, por aquello poético, nacido también del poema quijotesco que se llamó "Revolución Bolivariana", por lo participativo y protagónico; que en el papel, significa que, el escogido no sería sino un portavoz de lo que le dictasen sus votantes; sería él algo así como un oidor, creativo, con mucha capacidad para sintetizar la voz y deseo de todos, para ir y venir, recoger y llevar, para lo que por cierto, se requiere mucha gasolina y hombres incapaces para mentir, traicionar y menos venderse y postrarse al mejor postor.

Pero el sueño no duró mucho. Nadie, ni los padres de la criatura, tuvo la entereza, convicción y fe en los principios para hacerle honor a lo que ellos mismos habían engendrado.

El centralismo, para las clases populares y las naciones, no es un objetivo estratégico, ni tampoco identificado todo el tiempo con sus intereses. Si así fuese, estaríamos diciendo que lo son los imperios y el dominio imperialista sobre los países de la periferia.

Bolívar, en el Manifiesto de Cartagena y buena parte de sus documentos y proclamas, se manifestó contrario al federalismo y partidario del centralismo. Y lo hizo, porque la organización que el imperio español nos impuso en la Capitanía General de Venezuela, como en lo que llamó El Libertador, las naciones "antes españolas", fue la descentralización. Las provincias nuestras ni siquiera podían comerciar entre ellas. Para 1810, cada una de las 7 provincias que han declarado su independencia, lo hacen como pequeñas repúblicas apartes, pese sigan formando parte de la naciente república de Venezuela. Y eso, no obedeció a plan alguno de nadie, sino fue el resultado de lo existente, la realidad. Y ese, fue motivo de las grandes divergencias, distanciamientos, entre los líderes patriotas, fundamentalmente entre 1810 y 1817. Por eso a Mariño, Bermúdez, etc., los "libertadores de Oriente y héroes de la "Campaña Admirable de Oriente", como le llamo y no simple "invasión de Chacachacare" como le llamó, casi despectivamente, la historiografía caraqueña, les costó demasiado reconocer el liderazgo de Bolívar.

Pero el Libertador dejó claro que ese, su planteamiento de centralismo, tenía un efecto táctico, tanto como la creación misma de la Gran Colombia, mientras se alcanzaba la verdadera unidad nacional.

Años más tarde estallará la Guerra Federal, sin duda considerada por la totalidad de la historiografía venezolana como un acontecimiento lleno de justicia y sujeto al interés nacional, de los sectores más progresistas, los intereses provinciales y el pueblo, como una respuesta en lo formal al concepto centralista que nació con la guerra de independencia. Aunque ya todos sabemos cómo terminó aquello, donde el centralismo continuó vivito y coleando, como para que los federalistas frustrados como el oriental Juan Antonio Sotillo y el zuliano Venancio Pulgar dijesen, que federalismo "era que los orientales mandaran en oriente y los caraqueños en Caracas" y "los zulianos en el Zulia y en Caracas los caraqueños".

El centralismo, defendido en muchas instancias y momentos por la izquierda, lo mismo que Bolívar asumió como un asunto táctico, como él mismo lo dejó entrever, Chávez también hizo igual, pese haber propuesto y defendido lo de "Participativo y Protagónico", en la constitución vigente, que sin duda, en mucho habrá que chocar con el centralismo, fue la punta de lanza del modelo capitalista e imperialista, conocido como "Economía de Puerto" que sirvió para imponernos el modelo sustitutivo; el de la sustitución de importaciones y la creación de los enclaves capitalistas alrededor de los puertos. Modelo que impulsó el crecimiento de la economía en ciertos puntos del área central del país, justo hacía donde también dirigieron todo el ahorro nacional captado por los bancos, mientras el resto de Venezuela se quedaba estancado, económica y culturalmente. Y siendo Venezuela una economía petrolera, el ingreso se producía en un sitio y se invertía en otro. Por eso con justicia la gaita zuliana canta, "Maracaibo ha dado tanto que debería tener carreteras a granel con morocotas de canto".

Desde un principio, sin que hubiese una declaración previa, la conducta del gobierno, del partido que le respalda y hasta de la oposición toda, lo que revela lo que antes hemos dicho, que el centralismo no es un asunto inherente a ninguna causa popular, sino un asunto táctico y convencional de los combatientes, conducen hacia eso.

Sólo los dirigentes nacionales de los partidos discuten, al margen de la conveniencia o no de la autonomía provincial, para escoger sus gobernantes y las formas legales para que todo funcione. La provincia aparece como convidada de piedra. Y esto, es también producto de la práctica centralista, en la que incurren incluso quienes hablan contra ella. Y algo más sustancial, los planes proyectos y hasta inversión, están sujetos a "quien tenga más saliva y trague más harina" o influencia en el poder central.

La llamada cooptación es el método que todos usan para escoger representantes y funcionarios nacionales y regionales y en ella pesa más el interés del área central y en este caso la de Caracas, donde se reúnen, encuentran y operan quienes deciden. Y esto ha llegado al extremo que ahora hasta los alcaldes, diputados de las Asambleas Legislativas y concejales, lo que nunca antes había sucedido, no sólo los escogen en Caracas en base a los acuerdos grupales, sino que hasta de allá nos los remiten como si quienes aquí vivimos fuésemos algo más que eunucos.

Pero lo más curioso y contradictorio, es que mientras así actúan, hablan de comunas, ciudades comunales y Poder Comunal, sólo para distraer a la gente y darle mayores motivos para la distracción e ilusionarse.

¡Todo el mundo se lamenta del centralismo!

Pero nada más que lamentos se escuchan. No hay una respuesta política organizada que recoja ese vasto sentimiento regional.

Sabemos bien que no basta la simple elección de gobernadores y otros funcionarios regionales y locales para remediar todos los males que del centralismo se derivan. Son importantes todas las formas legales que se adopten para alcanzar esa relativa autonomía que demandamos. Y para que esto toque el éxito, la provincia, a través de sus grupos o individuos más dinámicos y representativos, debe estar envuelta en ese debate. Se discute sobre nuestro destino inmediato. ¡Ese debate debe ser nuestro en gran medida!

¿Y Mientras tanto, qué sucede? ¿Lo que sigue:

­ ¡Alto!, ¿quién vive?, inquirirá la ronda caraqueña.

­ ¡Di tu primero !, responderá con desconfianza la dirigencia regional.

Y esto, más que una manifestación de voluntad, es una defensa de la piel.

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