El desarrollo de las formas represivas de un gobierno es una buena medida de su calidad, nada representa mejor a un gobierno que el trato a la disidencia, a la rebeldía de los preteridos. La ideología de un gobierno se va imponiendo sobre su espontaneidad, todas las piezas van encajando, se van relacionando en un todo armónico que emerge desde las profundidades del alma de los gobernantes. Alguien puede afirmar que es la relación económica la que determina el cuadro que se va formando, quizá esté en lo cierto; otros pueden afirmar que lo determinante es el pensamiento de clases que los gobernantes representan, y no les faltará razón. Lo que sí se puede afirmar es que la evolución temprana de un gobierno anuncia su forma más acabada, su rumbo.
Este madurismo que padecemos mostró, precoz, las señales de su rumbo hacia el fascismo, cabalgando un pragmatismo tosco y una ética de gavilla. La intolerancia a la crítica, el atropello a las opiniones disidentes, el uso de la fuerza para resolver los problemas sociales, la mentira y la calumnia para desacreditar a los disidentes eran piezas germinales del cuadro del futuro.
Unas de las primeras señales en aparecer fue aquel engendro llamado olp, operativo de liberación del pueblo. Con ese operativo, que estaba más allá de las leyes y de las instituciones, se pretendía acabar con la inseguridad, su acción fue de cacería a muerte de los que ellos mismos sentenciaban, los bautizaban como animales y los perseguían como alimañas, recordemos al "picure". Contaba el operativo con la anuencia de todos en el gobierno, nadie pidió respeto por los derechos humanos de los "sentenciados", las instituciones callaron, recordemos la razzia en la cota 905, en la carretera panamericana. Nadie protestó, aquello era contra los delincuentes humildes.
Luego, aquel operativo se transformó en las faes, ya el gobierno contaba con una fuerza especial para su uso, de acuerdo a su ética: no respeta leyes, está por encima de las instituciones, pero era para reprimir a los delincuentes, nadie protestó. Las faes fueron transformándose en una fuerza, como estaba previsto, de represión política a rienda suelta, algo así como una seguridad nacional de pérez jiménez, una digepol de la cuarta, o más bien, la temible ss nazista. Igual pero peor.
Lo último y alarmante es que frente a un problema eminentemente militar en la frontera, las faes corren a participar. Es decir, ahora las faes actúan, desde poner preso a un político, ajusticiar a un delincuente en un barrio, hasta participar en una operación militar en la frontera. De esta manera, la diferencia entre lo militar instituido y este raro cuerpo represivo se difuminan, sus desmanes son endilgados a toda la institución.
De todo esto surge la pregunta: ¿Qué son las faes?
La respuesta la encontramos en la realidad: son un cuerpo represivo al servicio de la cúpula gobernante, utilizado para operaciones por encima de las instituciones y las leyes. Es un cuerpo de confianza al servicio de la cúpula. Reprime, aterroriza a la población, y le da organicidad a las pandillas que usurpan el noble nombre de colectivos.
Las faes son la marca de la calidad fascista del gobierno.
¡DETENGAMOS AL FASCISMO!