Asesinato de Omar Ruiz por recoger pepas de merey no debe quedar impune

Viernes, 14/05/2021 08:22 AM

El pasado domingo 25 de abril ocurrió un hecho condenable, bochornoso e infame que requiere de la máxima atención de la jurisprudencia nacional, y de manera muy particular del poeta-fiscal, Dr. Tarek William Saab, viejo amigo de infancia a quien he acompañado en no pocas luchas morales y ciudadanas, más allá de los versos, y del sentir humanista que anima lo literario. Esta vez nos convoca el dolor del humilde del barrio acallado por la injusticia, la impotencia y la carencia material para empujar los brazos de la justicia hacia el verdadero fundamento de su alcance y doctrina.

LOS HECHOS

Conocí durante más de dos décadas a mi amigo Omar Antonio Ruiz Pinto, Cédula de Identidad 12.677.560, de apenas 49 años; porque el barrio donde vivía, el sector San Mauricio 2 de Pariaguán, es también asiento de mis familiares desde 1960; y porque su señora madre, María de Jesús Ruíz ha podido ser mi madre, tanto en la humildad como en la grandeza de corazón; o su hermano Luis Ruiz, toda la familia Contreras, o Pascual Pérez, o Francelys Contreras, la comadre Corada, el finado Melitón Pérez o el Comandante Mayor del Cuerpo de Bomberos de Pariaguán Enrique Pineda (con quien estudié la educación primaria en el Grupo Escolar Romualdo Delfín Gómez), pueden dar fe de cuanto aquí expreso; por tratarse de una comunidad sana, solidaria, emprendedora y trabajadora, de la cual era ejemplo viviente mi amigo Omar Ruíz.

Ante la carencia de empleos en la comunidad de Pariaguán, por el éxodo de todas las empresas subsidiarias de Petróleo de Venezuela que cumplían actividades de exploración, perforación, extracción, bombeo y comercialización del petróleo de la Faja del Orinoco Hugo Rafael Chávez Frías, el pueblo quedó diezmado, sumido en el hambre, el abandono, la inanición y las miserias extremas de la pobreza. Lo digo yo, José Pérez, con conocimiento de causa, porque recibo a diario los ramalazos de las penurias. Ante este cuadro macabro la juventud, las mujeres y las personas solteras, incluyendo los tantos profesionales del este pueblo, emigraron hacia las minas de Guayana, los países del Cono Sur o Europa. Lo vendieron todo, o dejaron en terceras manos sus pocas propiedades. Acá nos quedamos los tristes, los consecuentes y los que tenemos fe en el trabajo digno, en la honradez y en la constancia. A este grupo pertenecía Omar Ruíz. Y hacía cuanto podía de manera digna.

Ese fatíco domingo de abril, muy temprano, salió como todo los días, mi amigo del alma, a recoger pepas de merey en los terrenos baldíos del municipio Francisco de Miranda que se ubican detrás del cementerio, del Comando de la Guardia Nacional, del Cuerpo de Bomberos y del antiguo "aeropuerto", sin sospechar que la mente criminal de un conocido vecino, guapetón de cacha, que solía a amenazar con matar a los niños que buscan leña y frutas en los chaparrales cercanos, lo aguardaba con alevosía para cumplir la amenaza tantas veces proliferada de "te voy a matar si te metes en mis tierras"…

"Mis tierras" es una cacofonía que nos recuerda el usufructo de aquellos terratenientes de charretera de la época de la dictadura de Juan Vicente Gómez, cuando cualquier mandón de pueblo, por tener familiares militares, mataba, violaba, intimidaba y hería a otros semejantes con absoluta impunidad. Este es el caso que describo. El asesino, Manuel Guaramata, dice ser "dueño" de un parcelamiento abandonado, en el cual sólo existe un rancho sin techo ni conformación de vivienda o al menos de galpón, en el cual no vive nadie, ni existe siembra alguna o cría de animales, actividad agropecuaria o maquinaria de trabajo, o cualquier otro tipo de herramienta, que haga presuponer que ese montón de monte ocioso merece ser llamado "hato" o "finca".

Los familiares se preguntan: ¿hay título de propiedad de tierra emanado por el Inti, que le acredite propiedad alguna al terrateniente criminal que, por egocéntrico orgullo, arrogancia y presunción de poder "militar" influyente, se creyó con la potestad de matar a Omar Ruíz por "robarle" sus predios, mientras éste recogía apenas dos kilogramos de pepas de merey, las cuales vendería para adquirir las medicinas de un familiar que presentaba síntomas relativos a la pandemia del Covid? Lo más inquietante es que las fotografías donde se encontró el cuerpo del occiso sólo muestra un charco de sangre al pie de un chaparro, sin ninguna mata de merey cerca. ¿Curioso, no?

El informe forense emanado en el hospital Tipo 1 de la ciudad de El Tigre, "Luis Felipe Guevara Rojas", señala que el disparo con el rifle calibre 22 ejecutado por el victimario confeso, señor Manuel Guaramata, se hizo a corta distancia, por eso el disparo le atravesó el cuerpo de lado a lado perforando ambos pulmones, mientras el difunto Omar Ruiz tenía ambos brazos levantados; lo que constituye un dato irrecusable de que no ofreció ninguna resistencia ni intentó agredir al asesino, como se ha hecho ver en el informe elaborado por el CICIPC y la Guardia Nacional. El muerto no presentó ningún signo de violencia producto de alguna riña, ni el asesino tenía al momento del suceso lesiones o signos de pelea alguna o violencia física.

Esto hace presuponer, poeta-fiscal, querido amigo Dr. Tarek William Saab, que se pudo haber incurrido en algún montaje malicioso de los hechos, a juzgar por las notas de prensa aparecidas en los medios periodísticos virtuales de Anzoátegui, para "arreglar" un supuesto "acto en defensa propia", muy conveniente para avalar la impunidad y el despropósito de la injusticia. Incluso, es tanta la mala intención de esos "informes" policiales, que el canal televisión TELEVEN, en su edición del día lunes 26 de abril de 2021, señaló que el crimen ocurrió en el balneario de Aguas Claritas, ubicado a más de veinte kilómetros del lugar verdadero de los hechos. Este tipo de enredos y confusiones no son fortuitas. El montaje tiene sello oficial a conveniencia. No lo dudemos.

LA VOZ DEL PUEBLO

La Junta Comunal de San Mauricio 2 del municipio Miranda de Pariaguán, sur del estado Anzoátegui, ha emprendido una valiente y decidida campaña de lucha ante lo que presuponen pueda ocurrir; la absolución del crimen. La mano peluda de la injusticia. Pero no están dispuestos a tolerarlo. Ya han recogido más de 700 firmas, para darle curso legal a la denuncia ante las máximas instancias. Disponen de un banco de fotografías y videos que describen de manera gráfica e inobjetable todo el mecanismo de enredos de este crimen. Por ejemplo, cuando los funcionarios de la Guardia Nacional acuden al lugar del crimen acompañados del asesino confeso, éste camina delante de los Guardias Nacionales de manera holgada, relajada, sin esposas, por la vereda enmontada, como si todos (asesinos y funcionarios de la seguridad nacional) anduvieran de paseo… ¿Es así cómo se debe llevar a cabo un procedimiento legal de detención del culpable de un homicidio que puede ser intencional? Hay reservas y dudas. Están las fotos y los testigos; y los familiares no darán descanso a sus brazos ni pies hasta que la justicia camine efectivamente por el estrecho sendero de la legalidad, de la verdad.

El dolor y el cariño de los vecinos ha sido realmente conmovedor. Le reconocen a Omar Ruiz su natural desprendimiento para colaborar con la comunidad en toda labor de servicio colectivo, desde limpiar patios de casas y pintar los ranchos, hasta compartir entre sí el bocado de comida, producto de su honesto desempeño en cualquier oficio que ejerciera. Un venezolano cabal, digno y ejemplar, que lucía como la antítesis de quien le cegó la vida por creerse con el derecho a hacerlo, debido a que para su "suerte" cuenta con apoyo de "arriba".

Este tipo de praxis debe ser desterrada del comportamiento civil de los venezolanos. El asesino es asesino, el homicida es homicida, el violador es violador, el ladrón es ladrón, el estafador es estafador, el corrupto es corrupto. Y la ley abriga en su seno la tipificación, sentencia y penas de cada una de sus ocurrencias consumadas. Por ello, hay que proceder sin compadrazgos, sin compinchismos, sin politiquerías, sin apoyos jerárquicos y sin billeteras dolarizadas. Muerte es muerte, y merece castigo. Por lo tanto, cúmplase la ley. Miren que estaremos atentos, y somos muchos.

Dr. Tarek William Saab, en nombre de la amistada que nos une, incluso más allá de la poesía, dé un paso al frente. Espero eso de usted como funcionario y como venezolano de luchas por los derechos humanos, y por la defensa de los pobres.

Ciudadano Inspector Luis Rico, audite sus cuerpo; investigue y corrija los malos procedimientos de algunas ovejas negras del CICPC que usted tan dignamente dirige, y contribuya a hacer justicia; nunca a ponerla de espaldas contra la dignidad de los más sufridos. La ley se lo agradecerá y la patria será su bandera de honor. También se lo pido como venezolano de a pie, que cree en la moral, en la ética y el principios incorruptibles del bien.

Nota leída aproximadamente 4786 veces.

Las noticias más leídas: