Monólogo de la desesperanza en tiempo de esperanzas

Jueves, 20/05/2021 12:48 PM

El Neoliberalismo, como expresión de la barbarie capitalista, tiene partida de nacimiento en Chile y lo hace de la mano de su padre: Augusto Pinochet, una férrea dictadura militar que se encargó de «disciplinar» un pueblo sobre los cadáveres de miles de desaparecidos y aniquilados por un régimen de terror atroz, surgido de la mano de Richard Nixon y Henry Kissinger, sus creadores intelectuales, valga decir: el imperialismo de los EEUU. Por más de diecisiete años, Chile, vivió el terror del shock económico permanente, bajo las orientaciones de Milton Friedman, quien las llamó: «las siete modernizaciones», en procura de la construcción de una supuesta «sociedad libre», centrada en el dominio del Mercado sobre toda la sociedad. Con todos sus servicios básicos (educación, salud, pensiones, electricidad, gas, agua, telecomunicaciones y transporte) privatizados y como trasfondo, una férrea dictadura militar que tan solo permitía mostrar al mundo una imagen de supuesta libertad, debido a la gruesa capa de maquillaje que aplicaban los medios de comunicación occidentales. Es, un régimen tan horroroso, que los propios imperialistas del norte, léase: los EEUU, se vieron obligados a promover su democratización y fue así como surgió La Concertación, integrada por el Partido Demócrata Cristiano, el Partido Socialista, el Partido por la Democracia y el Partido Radical Social Demócrata, conjunción de partidos mediante los cuales el imperialismo maquilló el rostro de terror del anciano régimen, mientras dejaba intacta toda la estructura socioeconómica capitalista-neoliberal en que se sustentaba la extrema desigualdad social que ha marcado la vida del pueblo chileno. La Concertación, permitió a los gobiernos neoliberales de Patricio Aylwin, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Ricardo Lagos, Michelle Bachelet y Sebastián Piñera, mantener vivo el legado de terror y muerte de Augusto Pinochet por más de tres décadas. Durante todos esos años, los EEUU, a través de sus medios de comunicación presentó a Chile como el «modelo» a seguir por Latinoamérica. Con un salario mínimo de 414 dólares estadounidenses, una media de ingresos de la población que rondaba los 550 dólares, según la Encuesta Suplementaria de Ingresos elaborada por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) de Chile, quizás, sino el más alto, uno de los más altos de la región. No obstante, el pueblo chileno no puede satisfacer todas sus necesidades de vida en una sociedad en que todo, absolutamente todo, está en manos privadas, es el modelo pues. Esa misma encuesta, señala, que después de la alimentación, el transporte es el segundo gasto en importancia para las familias, seguido por la vivienda y los servicios básicos, lo que en Venezuela se llaman servicios públicos, casi que gratuitos, léase: educación, salud, electricidad, agua, telecomunicaciones, gas y vivienda. Revelaba dicha encuesta, que el 60 por ciento de los hogares no puede cubrir con sus ingresos dichos gastos, lo que les obliga a vivir endeudados –permanentemente- para poder sobrevivir en el modelo capitalista neoliberal. No fue nada casual, que la chispa que encendiera la pradera chilena, fuera el proyectado incremento del pasaje del metro en Santiago hasta 1,17 dólares, medida que ante las masivas protestas populares, el gobierno de Piñera se viera obligado a dejar sin efecto. No sin antes, culpabilizar de lo ocurrido al Presidente Nicolás Maduro. Se preguntaba Piñera: ¿Cómo un oasis, así le llamaba, devino en pesadilla? No obstante, ya el detonante había provocado la chispa necesaria para el despertar de ese pueblo, como lo recordara años atrás el Presidente Salvador Allende, el 5 de noviembre de 1970, en su primer discurso a la nación, en que mencionaba al Padre Libertador, Simón Bolívar, quien –según Allende, reivindicándose Bolivariano- intuía para Chile: «Si alguna república permanece largo tiempo en América, me inclino a pensar que será la chilena. Jamás se ha extinguido allí el espíritu de la libertad».

Chile, se ha expresado –democráticamente- en las urnas este fin de semana, en apoyo a sus compatriotas que les han acompañado en los enfrentamientos de calle contra los Carabineros, represores con tanquetas, bombas aturdidoras, gases contaminantes, y sus petardos metálicos en procura de sus ojos que, por centenares, les fueron arrebatados en una acción consciente de barbarie policial, acompañada de violaciones sexuales de las mujeres chilenas, que convertidas en heroínas de las luchas de calles, se vieron expuestas a esa forma de barbarie que utiliza al sexo como escarmiento. «Solo cuando la razón comienza a hablar, comienza de nuevo a florecer la esperanza en la que no hay falsía» nos recuerda, Ernst Bloch, en su Dialéctica de la Esperanza. Y en Chile, ha hablado la razón: los independientes, surgidos en las luchas de calles, han obtenido 45 escaños, el PCC unido en Frente Amplio Antineoliberal: 30 escaños, la derecha: 38 escaños, la vieja Concertación Bachelet-Lagos: 24 escaños, y 17 escaños reservados para los pueblo originarios. La vieja Concertación y la derecha, sostén del Ancien Régime pinochetista por más de treinta años, sufren una derrota histórica, que habla mucho de las nuevas generaciones y su deseo de romper –definitivamente- con el pasado pinochetista y su régimen capitalista-neoliberal. Así, lo deberá expresar la nueva constitución surgida de la Convención Constitucional, recién electa por el pueblo chileno. ¡Solo quien tiene esperanzas presume de encontrar razones nuevas en lo inesperado!

Chile, ha marcado la hoja de ruta a seguir por el pueblo colombiano para deshacerse del régimen neoliberal sustentado en el narcotráfico de cocaína, heredado de Pablo Escobar y vigorizado por Álvaro Uribe, su pupilo. EEUU, no solo le ha dado legitimidad ante el resto del mundo, sino su protección con las bases militares gringas que actúan como tropas de ocupación colonial en resguardo de las plantaciones de coca. Todo un régimen sustentado en el terror de las armas y las fosas comunes, al que el pueblo colombiano ha dejado de temerle y por eso ya tiene más de veinte días protestándolo en las calles, resistiendo gases lacrimógenos, asesinatos a mansalva, más de 40 van y la lista sigue creciendo, más de un millar de heridos y una decena de mujeres violadas por las fuerzas del narco régimen. En fin, el terror como política de seguridad ciudadana para silenciar la protesta, reprimirla. Cuya expresión más sublime, lo representa el suicido de la joven de 17 años, Alison, provocada por la violación que sufriera en manos de agentes de la ESMAD, símbolo del terror uribista. Al igual que en Chile, esa oligarquía, apoyada por el imperialismo, tendrá que verle la cara, en 2022, a ese pueblo -colmado de juventudes- que hoy derrumba estatuas del traidor Francisco de Paula Santander, en toda Colombia. Sí, se trata del mismo Santander que el patriota Tte. Coronel Leonardo Infante, encontrara debajo del puente escondido –cobardemente- huyendo de la batalla que patriotas venezolanos libraban contra las huestes española en Boyacá. Allí, Infante, le gritó: «General Santander sálgase debajo del puente para que vea como los oficiales venezolanos se ganan la charretera», ello, tal gesto le costaría la vida. Sí, el mismito Santander que conspiró contra el Padre Libertador, Simón Bolívar, aquella noche septembrina de 1828, en un intento de magnicidio frustrado por la Libertadora del Libertador, la Generala Manuela Sáenz. Y, si bien el Padre Libertador -en gesto de magnanimidad- le perdonó la vida, al traidor perenne; tiempo después, Bolívar, no se privó de decir: «Cada día me parece más imprudente haber salvado a Santander; este hombre será la última ruina de Colombia; el tiempo lo hará ver…». Sí, es el mismo Santander de los nuevos tiempos, representado en Iván Duque y su intento de magnicidio frustrado en contra del Presidente Nicolás Maduro, en 2018, con drones. Hoy, Colombia, es un teatro de operaciones de guerra de las FFAA, en contra del pueblo colombiano: «Maldito el soldado que levante sus armas contra el pueblo», les recrimina el Padre Libertador, Simón Bolívar. No obstante, ese régimen de terror tendrá que ser derrotado, como ha sido derrotado, el pinochetismo en Chile: democráticamente, en las urnas electorales. La dominación y el terror, asaltan la esperanza mas no disipan su horizonte. Decía, Erich Fromm: «Cada paso del hombre (y la mujer, añadido nuestro) en cualquier lugar de la tierra, por estar consciente de su humanidad, es un avance por la esperanza, concomitante psíquico de la vida».

«Vivimos en una época de barbarie. Se desintegra la civilización occidental tal como venía del siglo XV. Tiene razón Fukuyama, pero al revés: estamos en el final de la historia, pero no por haber llegado al colmo, sino por haber llegado al desmoronamiento. Y pasa como cuando cayó el Imperio Romano, que viene una época de barbarie. Aquí estamos en plena barbarie», decía el escritor y humanista, José Luis Sampedro, en una entrevista de 2007 para un diario madrileño. ¡Cuánta vigencia tienen esas palabras! La barbarie, como expresión de la caída del capitalismo en su vertiente neoliberal. En Israel, Benjamin Netanyahu, «Bibi» como –cariñosamente- le llama el senil Joseph Biden, su partido derechista del Likud ha obtenido una victoria pírrica que le obligará a negociar para mantenerse como primer ministro del Estado sionazista de Israel. Dichas elecciones, estuvieron precedidas de masivas protestas de la población judía que le cuestionaban la excesiva corrupción de su gestión. Un movimiento de protestas sin precedentes en la sociedad israelí, silenciadas por los medios de comunicación occidentales. «Ministro del crimen», así le llamó la oposición política en su campaña. Desde 2009, Netanyahu, gobierna de manera continua en Israel, sobre la base de un Estado teocrático, racista y excluyente, con amplias desigualdades sociales producto de las políticas económicas de primacía del mercado impulsadas por «Bibi», primero como ministro de finanzas y luego como primer ministro. Netanyahu, encarnó la política económica neoliberal mediante la privatización de las más importantes empresas públicas, la bajada de impuestos y reformas estructurales, que buscaron mayor eficacia y la reducción del peso del sector público israelí. Una marcada política económica neoliberal, acompañada de un impresionante crecimiento demográfico que lo ha motivado a plantearse la colonización del territorio palestino, en una campaña de despojo de los territorios que hoy ocupa la población palestina. La guerra de anexión por la fuerza y muerte, es la fórmula que ha escogido para hacer realidad lo que ya ha formulado como una propuesta electoral, aunque usted no lo crea: «Hoy anuncio mi intención de aplicar, junto a un futuro gobierno, la soberanía de Israel sobre el Valle del Jordán y la parte norte del mar Muerto», decía en momentos en que las encuestas le auguraban un empate técnico con su rival inmediato Benny Gantz, sin importarle –en lo más mínimo- que para poder cumplirle a su electorado ponía en juego la vida de cientos y miles de palestinos que han habitado -por años- en esos espacios territoriales que ofrece arrebatárselos para entregárselos a los colonos judíos, su base electoral de apoyo. Poco le importan a «Bibi», el rechazo mundial a su política sionazista de anexión porque al final siempre contará con el apoyo y protección de los EEUU, su veto estará garantizado en el Consejo de Seguridad de la ONU, al igual que las bombas de precisión, como le llaman, para ejecutar tal política anexionista. Después de nueve días de iniciada su nueva escalada de agresión contra la población palestina, el balance no puede ser más aterrador: más de 2.400 ataques aéreos, 1.400 ataques de artillería, 212 palestinos asesinados, entre ellos y ellas, más de 61 niños y 36 mujeres, 1.400 heridos, 40 mil desplazados de la Franja de Gaza, 1.000 viviendas destruidas, 3 escuelas, 520 negocios destruidos, 23 edificios sedes de medios de comunicación internacional destruidos, destacando las sedes de Al Jazeera y Associated Prees, en una agresión que apunta a como lo ha señalado la congresista demócrata, Alexandra Ocasio-Cortes: «El objetivo es que el mundo no vea la matanza de bebés, niños y sus padres. De este modo el mundo no puede ver a los palestinos siendo masacrados», desmarcándose del apoyo que le ha brindado al Holocausto Palestino la Administración Biden, no solo con sus votos en el Consejo de Seguridad sino enviándoles bombas de precisión para que continúe la masacre. Un Holocausto, en eso, se resume la vigencia del mandato del neoliberalismo israelí que ha hecho ondear la bandera Palestina en todos los rincones del mundo occidental, en exigencia de solidaridad con el pueblo palestino, incluidos los propios Estados Unidos. La Franja de Gaza: «el campo de concentración más grande del mundo» está sometida, desde el año 2006 a la fecha, a un bloqueo criminal que acompaña esas campañas de bombardeos aéreos del criminal de guerra, llamado –cariñosamente- por Joseph Biden: «Bibi», en su frustrado intento de humanizar lo que no puede humanizarse. La Resistencia Palestina, sobre el terreno de los acontecimientos se ha plantado firme como un obstáculo infranqueable para que Netanyahu no pueda iniciar una ofensiva terrestre que le permita consolidar una supuesta victoria rápida, en su intento de alcanzar lo no obtenido por los votos en las recientes elecciones legislativas, y poder reelegirse –una vez más- como primer ministro del Estado sionazista y así librarse de los procesos judiciales en su contra por corrupción. Palestina vive,/ Renace del dolor,/ Se transforma en esperanza./ Recorre ciudades devastadas/ Por el señor de la muerte,/ La tierra se estremece,/ Pero de ese fuego mezquino/ Su luz/ Nace en las montañas. (Oda a Palestina, Héctor Álvarez Castillo)…

Postscriptum: El pasado lunes 11 de los corrientes, (https://www.youtube.com/watch?v=5Sqoa4-UmXE), fuimos testigos de una actuación deplorable de parte del presidente de la Comisión de Economía de la Nueva Asamblea Nacional, diputado Jesús Farías, en el programa de VTV, Al Aire, conducido por Dahir Raal y Pedro Yajure. Lo que intentó transmitirse como una entrevista a tres, terminó convertido en un aburrido monologo que, en el fondo, recogió la frustración del mencionado diputado ante el llamado formulado por el Presidente Nicolás Maduro a todos los sectores nacionales a debatir el problema económico y exponer sus propuestas de solución, reales y factibles de aplicación. Farías, al sentirse desplazado como supuesto gran gurú de la economía, se limitó a menospreciar las propuestas de camaradas que difieren de su visión monetarista para afrontar los retos que las sanciones y el bloqueo criminal imperialista imponen. «Alocadas», «chapucerías», «mediocres», fueron parte del cóctel de definiciones que utilizó el mencionado diputado para intentar desacreditar las propuestas de solución que han colocado sobre el tapete, los camaradas que enarbolan banderas de la Nueva Economía Nacional. Propuestas, que han venido siendo asumidas –parcialmente- por el hermano Presidente Nicolás Maduro, como muestra de ello tenemos la de posicionar las Prestaciones Sociales en Petros. Al final de su largo monologo, Farías, se limitó a proponer como solución: «inversión, inversión para mover el aparato productivo…», por fin salía de su libreto inamovible de: «producir, producir y producir para generar riqueza». Tal muestra de desesperanza y frustración, expuestas por el mencionado interlocutor ante un pueblo colmado de esperanzas y batallando en resistencia heroica contra las sanciones y el bloqueo criminal imperialista, no le desmoralizarán, todo lo contrario, mientras haya Revolución Bolivariana, habrá esperanzas para el pueblo venezolano. ¡Que viva la Patria!, como acostumbraba decir Aristóbulo. « Mi esperanza, es necesaria pero no es suficiente. Ella sola no gana la lucha, pero sin ella la lucha flaquea y titubea. Pensar que la esperanza sola transforma el mundo y actuar movido por esa ingenuidad, es un modo excelente de caer en la desesperanza, en el pesimismo, en el fatalismo. Pero prescindir de la esperanza, en la lucha por mejorar el mundo, como si la lucha pudiera reducirse exclusivamente a actos calculados, a la pura cientificidad, es frívola ilusión…» (Pedagogía de la Esperanza, Paulo Freire)

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