El 10 de diciembre de 1948, cuando el mundo se asomaba estremecido al horror de los campos de exterminio nazi y de la barbarie de la Segunda Guerra Mundial que ocasionó unos 50 millones de muertos, dejó ciudades enteras convertidas en escombros y nos asomó al poder destructor de las armas nucleares, un centenar de países reunidos en París, firmaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos: "Todos los seres humanos nacen libres y son iguales en dignidad y derechos". Hoy, después de 73 años de aquella firma solemne, el mundo es más desigual e injusto que nunca, y los derechos humanos se violan impunemente en numerosos países sin que se haga algo por evitarlo
El mundo del Siglo XXI funciona para unos pocos y contra muchos. Las desigualdades se agigantan entre países y entre grupos dentro de cada país: los más ricos son cada vez más ricos y los pobres son cada vez más pobres. El 99% de la riqueza del mundo está en manos del 1% de la población, unos 70 millones de personas. Según la revista Forbes, en el año 2020, tan castigado por la pandemia, cada 17 horas surgió un nuevo multimillonario. Los más ricos son 5 billones de dólares más ricos que hace un año. Jeff Bezos es el más rico por cuarto año consecutivo, con un valor de 177.000 millones de dólares. EEUU sigue teniendo la mayor cantidad de multimillonarios, 724, seguido sorprendentemente por China, país con régimen comunista en lo político y de capitalismo salvaje en la economía.
Frente a esta realidad de la superopulencia, según la ONU, cada tres segundos, muere un niño de hambre, 1.200 cada hora. El hambre produce una matanza muchísimo mayor que la pandemia del covid 19, que ha sobresaltado al mundo porque ha amenazado también a los habitantes de los países ricos. Si fuera una de las pandemias de los países pobres, ni hubiera sido noticia. Pero no hay voluntad de acabar con la pandemia del hambre que podría ser derrotada si la humanidad se lo propusiera en serio. Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) la agricultura moderna está en capacidad de alimentar a doce mil millones de personas, casi el doble de la población actual. Pero no hay voluntad política, porque hemos perdido la sensibilidad, la solidaridad y la misericordia. Por ello, Jean Ziegler, exrelator especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación, no vacila en catalogar al actual orden mundial como asesino y absurdo: "El orden mundial no es sólo asesino, sino absurdo; pues mata sin necesidad: Hoy ya no existen las fatalidades Un niño que muere de hambre hoy, muere asesinado". De hecho, con tan sólo lo que se gasta en armas en diez días, se podría proteger a todos los niños del mundo.
Frente a la retórica de los derechos humanos se impone el realismo inhumano de los negocios y de una economía que no está al servicio de la vida sino de los beneficios de unos pocos. Países que se llenan la boca hablando de democracia sostienen con sus negocios dictaduras inhumanas. ¿ Para qué sirven organismos como la ONU que permiten dictaduras políticas que oprimen, reprimen y torturan a sus ciudadanos sólo por defender sus derechos y dictaduras económicas que ocasionan la miseria y muerte de miles de millones de personas? De ahí la necesidad urgente de emprender una cruzada a nivel mundial que convierta los derechos en hechos, pues resulta de un gran cinismo seguir proclamando los derechos humanos y permitir que se violen descaradamente..