¡Carajo! ocho meses doctor

Lunes, 14/03/2022 01:16 PM

"Ahí de aquellos que tengan que morir dos veces, la desaparición física inevitable y en la memoria de la gente"

José Gregorio Palencia Colmenares.

Inicio este articulo con la esperanza que más temprano de lo que imagino, deba estar presentando merecidas disculpas a un amigo, por haber pensado en el como resultado final de la artera muerte.

Este también, podrá parecer a algunos de mis lectores como un asunto doméstico, muy lejano, producto de la crónica de sucesos de una remota provincia de nuestro país.

Solo que, en mi criterio, la estructura de eventos sucedidos encierra una serie de elementos que por su naturaleza, tiempo y geografía denotan una situación a todas luces bastante irregular, por decir lo menos.

Además, sin duda alguna aporta un digito más al acumulado de la estadística de uno de los delitos más atroces que pueda realizarse en contra de un ser humano, la desaparición forzada en nuestro país, cosa que se repite con una frecuencia muy poco deseable. Con casos tan emblemáticos y mediáticamente cubiertos como el de Carlos Lanz y el de la joven desaparecida en el Estado Barinas.

Como se titula esta entrega, ya han transcurrido ocho largos meses, un total de doscientos cuarenta días de un evento que involucra a un ser extraordinario, un gran médico y mejor amigo, su nombre RAFAEL RENGIFO.

En una aseveración exagerada, hasta podría decirse que, en Guanare, la capital espiritual de Portuguesa, nadie se exime de deber un favor a este eminente médico desde sus inicio el "Hospital Universitario Dr. Miguel Oraá", en 1985 hasta el día de su jubilación.

RAFAEL CELESTINO RENGIFO OROPEZA, Nació en Valle de la Pascua el 28 de agosto de 1950, Lo que lo hace un guariqueño por nacimiento, aunque es o fue un guanareño de corazón.

Se recibe en medicina en la universidad Dr. Lisandro Alvarado, hace su residencia en Urachiche, luego Cirugía General de la Universidad de los Andes.

De un carácter huraño, con que disimulaba su bonhomía, un trabajador incansable, tanto que a su retiro adquirió una pequeña finca para incorporase al proceso productivo del país.

Hasta que la mañana del 28 de julio del 2021, decidió como todos los días ir a realizar una terea de campo y desapareció.

Desde entonces eres la pregunta obligada de quienes nos interesas, luego del saludo:

¿Qué sabes del amigo?

Luego de ocho largos meses, que mientras se realizaba el proceso de investigación se suicidara su encargado por envenenamiento, y después de la actuación de diferentes órganos de seguridad del estado, aún no sabemos el paradero de este excelente ciudadano.

Lo más interesante, como les anuncie, de esta situación, es que el lugar de los hechos es apenas una unidad geográfica de 10.000 hectáreas, con unas 548 unidades de producción, donde el promedio de ocupación es de aproximadamente 20 hectáreas, tenga en su haber, no solo una, si no dos desapariciones forzadas en menos de diez años. La otra persona desaparecida es el joven Guillermo Exequiel Betancourt, Hijo de un médico veterinario con una unidad de producción también en la misma zona.

La pregunta interesante es:

¿Ante que fenómeno estamos presente?

¿Con cuánto grado de normalidad debemos aceptar de que un crimen tan atroz, considerado de lesa humanidad sea tolerable?

Como ciudadano, debo responder que no existe ningún grado de tolerancia ante estos peculiares eventos.

Debo también decir, que hace un poco más de quince días, supe de una nueva actuación del Cuerpo de Investigaciones Científicas y Criminalísticas CICPC, quienes aún se avocan de manera empeñosa en función de la resolución científica de este caso, pero hasta ahora sigue sin resolver.

Mi intención clara es no dejar desaparecer de la memoria de las personas la imagen de un hombre que siempre estuvo dispuesto profesionalmente, de una manera muy servicial para ayudar a los demás.

Decía la Madre Teresa de Calcuta:

"Quien no vive para servir, no sire para vivir"

Ojalá estuvieras vivo mi querido amigo, si no es así, tus verdugos nunca leyeron este mensaje, y pretenden condenarte a la más injustas de la muerte, el olvido.

Eso, los que te conocieron, los que se sirvieron de tu talento y bondad, tus familiares, tus colegas y amigos no se los vamos a permitir.

Recuerden que ser felices es gratis.

Paz y bien.

Nota: Voy a solicitar gentilmente a mis editores, que en este artículo sustituyan mi imagen por la tuya, para que los que te vean te reconozcan.

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