Los esfuerzos de reconstrucción aquí descritos representan la antítesis del complejo ethos del capitalismo del desastre, con esa búsqueda perpetua de la tabla rasa y la página en blanco sobre las cuales diseñar nuevos modelos de Estado. Como las cooperativas agrícolas e industriales latinoamericanas, son por naturaleza fruto de la improvisación, y emplean las herramientas oxidadas que están a mano, que no estén rotas, que no hayan desaparecido, en suma. A diferencia de la fantasía del Arrebatamiento cristiano, esa eliminación apocalíptica que permite la huida etérea de los verdaderos creyentes, los movimientos de renovación locales se basan en la premisa de que no podemos escapar de los terribles desastres que nos asolan y que a veces creamos con nuestras propias acciones. Postulan que ya ha habido bastante eliminación, de la historia, de la cultura y de la memoria. No se proponen hacer borrón y cuenta nueva, sino más bien hacer acopio de todos los errores, los restos, los escombros y las ruinas y reconstruirlo todo a partir de ellos. A medida que la cruzada corporativista prosigue su violento declive, aumentando el dial del shock para reverberar por encima de la creciente resistencia que se opone a su paso, estos proyectos señalan el camino a seguir entre fundamentalismos de distinto cuño. Radicales únicamente en su intenso sentido práctico, arraigados en las comunidades en las que viven, estos hombres y mujeres se consideran meros reparadores, tomando lo que encuentran y arreglándolo, reforzándolo, haciéndolo mejor y más equitativo. Sobre todo, hacen acopio de resiliencia. Para cuando llegue el próximo shock.
Según los expertos neoconservadores, que dieron a conocer esta teoría, el terrosismo procedía de numerosos puntos de los mundos árabe y musulmán; los secuestradores del 11 de septiembre eran de Arabia Saudí, Egipto, los Emiratos Árabes Unidos y Líbano; Irán entregaba fondos a Hezbolá; Siria acogía a los líderes de Hamás; Irak estaba enviando dinero a las familias de los terroristas suicidas palestinos. Para estos defensores de la guerra, que relacionaban los ataques contra Israel con los atasques contra Estados Unidos (como si no hubiese diferencias entre ellos), esa era suficiente para calificar toda la región de nido potencial de terroristas.
Por tanto, ¿qué ocurría en esta parte del mundo, se preguntaban, para que existiese el terrorismo? Ideológicamente ciegos ante el hecho de que las políticas de Estados Unidos o Israel eran factores contribuyentes, por no mencionar las provocaciones, identificaron la verdadera causa como algo más: el déficit de la región en democracia de libre mercado.
Dado que el mundo árabe no podía ser conquistado en su totalidad de una sola vez, un país tendría que hacer las veces de catalizador. Estados Unidos invadiría ese país y lo convertiría, como dijo Thomas Friedman (el principal proselitista de la teoría en los medios), en "un modelo distinto en el mismo centro del mundo árabe-musulmán", un modelo que, a su vez, pondría en marcha una serie de movimientos democráticos-neoliberales en toda la región. Joshua Muravchik, experto del American Enterprise Institute, predijo un "tsunami en el mundo islámico", empezando por "Teherán y Bagdad", mientras que el archiconservador Michael Ledeen, consejero en la administración Bush, describió el objetivo como "una guerra para rehacer el mundo".
Cuando la idea de invadir un país árabe y convertirlo en un Estado modelo empezó a ganar adeptos, después del 11 de septiembre, comenzaron a barajar los nombres de posibles candidatos: Irak tenía mucho a su favor. Además de sus enormes reservas de crudo, también ofrecía una buena situación para las bases militares ahora que Arabia Saudí parecía menos fiable. Por si fuera poco, el uso de armas químicas por parte de Sadam contra su propio pueblo le convertía en un objetivo fácil de odiar. Otro factor, casi siempre pasado por alto, era que Irak ofrecía la ventaja de la familiaridad.
Irak ofrecía otra ventaja. Mientras el ejército estadounidense estaba muy ocupado fantaseando con repetir la operación Tormenta del Desierto con una mejora tecnológica equivalente a "la diferencia entre Atari y PlayStation" (como dijo un comentarista), la capacidad militar de Irak había menguado debido a las sanciones y estaba virtualmente desmantelada por el programa de inspección de armas de Naciones Unidas. Eso significaba que, en comparación con Irán o Siria Irak parecía el lugar adecuado para la guerra más fácil de ganar.
—Thomas Friedman habló sin rodeos sobre lo que significaba para Irak ser elegido como modelo. "No estamos construyendo una nación en Irak. Estamos creando una nación" escribió, como si comparar precios para crear de la nada una nación árabe grande y rica en petróleo fuese algo natural, incluso "noble", en el siglo XXI.
¡La Lucha sigue!