5 de julio de 2022
Tito Viloria es un líder obrero de la izquierda radical venezolana de los años 80. Lo acompañé en la ocupación de la empresa norteamericana Renaware en 1984. Pocos años más tarde se convirtió en el Secretario General del más grande sindicato de la región central, en la industria textil de Aragua, a caballo del movimiento sindical clandestino “La Chispa” en cuatro grandes plantas. Tito fue uno de los protagonistas ocultados en la historia oficial de la resistencia del 11 al 13 de abril de 2002.
Junto con Carlos Lanz dirigieron la organización anti golpista en los barrios y la concentración en la Base Aérea La Placera, donde el pueblo pobre se había reunido para marchar armados a Caracas para rescatar a Chávez.
Desde que se hizo chavista fue una figura nacional del movimiento bolivariano, además de ejercer como Abogado y asistente de Carlos Lanz, de quien era amigo. Tito fue secuestrado por el SEBIN (policía nacional bolivariana), junto a su esposa Zaida y su hija Gabriela, durante la noche del lunes en su casa en la provincia occidental de Cojedes. La acción represiva también incluyó la reclusión de la esposa de Carlos Lanz y a su hija, liberadas ambas horas más tarde. Otros detenidos en la madrugada del 5 de julio fueron Yenny Pérez y Emilio Negrín, ambos reconocidos dirigentes sociales del país.
Hasta el momento la responsabilidad política es del gobierno nacional, salvo que Presidencia se deslinde y el atropello quedaría como de algún sector policial o militar.
El carácter conspirativo y sedicioso de las detenciones se amparó en el feriado patriótico que Venezuela conmemora por el 5 de julio cada año.
Lo lamentable de los hechos, además del daño personal y moral a los detenidos, es que el gobierno le regala a sus enemigos internacionales, sobre todo en la prensa, un argumento más para calificarlo de “régimen” dictatorial.
Lo preocupante es que estas acciones represivas sobre luchadores sociales se manifiesta como una señal, un síntoma de una enfermedad que corroe las entrañas del sistema político bolivariano. Es simple. Para poder aplicar su política económica y confirmar los nuevos acuerdos con el gobierno de Estados Unidos, Miraflores debe despejar el camino de militantes y figuras que sean adversas y molestas a esos objetivos.
Aunque Tito y su esposa, Mayi Kumare y su hija y los otros detenidos no están implicados en delitos de conspiración militar ni saboteo, los tratan policialmente como si lo estuvieran. Ese es la condición impuesta (y aceptada) para concretar los acuerdos económicos y diplomáticos.
La patología política y moral que corroe las entrañas del sistema político de Maduro lo aproxima al que rige en la Nicaragua ex sandinista de la familia gubernamental de Ortega y Murillo. Hasta ahora era un proceso lento. Estas acciones policiales y otras, parecieran indicar que estamos ante una aceleramiento de la “orteguización” del madurismo. El segundo daño lo hace a la vanguardia militante que aún mantiene respeto por la herencia gubernamental de Hugo Chávez en Venezuela, incluso por Nicolás Maduro. En el menor de los casos, esta represión distorsiona más el conflicto ideológico de una vanguardia sometida a una derechización internacional y la muerte transitoria de alternativa política verdaderamente revolucionaria, comunal y democrática .