Los humanos son dados a escuchar y a leer frases, párrafos o sentencias enunciadas por personajes de relevancias histórica, política o religiosa, una manera de darle a la existencia cierto sentido, con algunos toques humanistas. De esta forma se piensa que aquellos prohombres o promujeres concebían que la vida valiera o vale pena vivirla, siempre y cuando se adornaran con un axiomático maquillaje retórico. Lamentablemente el basurero de la historia recoge algunas expresiones y comportamientos de aquellos meritorios y meritorias que contradicen aquellos sublimes enunciados, los cuales parecían salidos de los más enaltecidos sentimientos. Tales distinguidos parecían seres bipolares, que expresaban alabanzas con la palabra y se comportaban de manera cuestionada.
Ejemplos son muchos y podemos escoger a Mahatma Gandhi, el mártir de la paz pero que desafortunadamente era racista; menospreciaba a los negros, tal como los ingleses repudiaban a los de la piel aceitunada, similar a los nacidos en la India, además, se comentaba de sus actos de pedofilia con niñas de su familia. La madre Teresa de Calcuta, Agnes Gonxha Bojaxhiu, nacida en Macedonia del Norte, no era muy dada a calmar los padecimientos de los pobres, atendía a los enfermos miserables en un hospital donde la atención médica, la buena alimentación y la medicina brillaban por su ausencia. Se asegura que las enormes donaciones que “la piadosa”recibía de todas partes del mundo engrosaban a cuentas bancarias que no podían ser auditadas. A lo anterior debo agregar a los santos como Pablo y a filósofos como Platón que menospreciaban a la mujer. A estos debo agregar a san Luis, rey de Francia, un cruzado que asesinó a numerosos moros quienes defendían sus territorios de la incursión de los salteadores católicos. Me corresponde añadir al venerable santo Domingo de Guzmán, creador de la orden de los Dominicos, quien participó en la batalla de Monforte para combatir la herejía catara, con un triste saldo de más de 30.000 albigenses asesinados. Al currículo de este santo debo adicionar la fundación de la Santa Inquisición, el tribunal creado por la Iglesia Católica Apostólica Romana, dedicado a la persecución sistemática y al castigo de los llamados herejes y disidentes religiosos. Son muchos estos santos de conducta cuestionables, como es el caso del padre de las Casas, quien recomendó la exportación de negros hacia América, como esclavos, para aliviar a los indios de las penosas tareas.
La vida de los aristócratas aporta recuerdos bastantes impugnables como resultado de sus actividades, estas son la esclavitud y la caza deportiva. La primera sirvió para enriquecer a muchas familias nobles y a las generaciones venideras, todo a costa de la explotación de los negros capturados y exportados desde África. Hombres de color capturados por otras tribus de negros para ser vendidos a comerciantes árabes. De le mismo modo, la nobleza europea demostró su verdadera catadura al matar animales en el mal llamado deporte de la caza o la cinegética, simplemente para disfrutar del placer de la matanza de animales indefensos.
Lo narrado es parte de la herencia que los humanos de las civilizaciones anteriores nos han legado. A los párrafos que preceden debo añadir las matanzas ocasionadas entre los feligreses de las diferentes religiones. En tales doctrinas a los muy jóvenes, desde niño, les sembraban en sus mentes el odio hacia quienes no profesaban la misma fe. Estos aborrecimientos dieron orígenes a muchas guerras que todavía hoy no se han superado. Los grandes jerarcas, desde diversos escenarios y los religiosos desde sus púlpitos, sembraron animadversión entre los devotos que no profesaban la misma fe. Por este motivo muchos hombres, mujeres y niños murieron defendiendo unos principios y unas doctrinas que no entendían, dado que nunca leyeron los textos sagrados basados en puras mentiras. Cada civilización inventó uno o varios dioses para que los feligreses se mataran entre si, mientras otros amasaban grandes fortunas a costa de la estupidez y la ignorancia de otros. En estas contiendas lucharon y murieron católicos y protestantes, católicos y musulmanes, judíos y católicos, budistas y cristianos, católicos y ortodoxos, católicos y coptos, musulmanes y judíos, protestantes y judíos, católicos y albigenses, ortodoxos y protestantes y lo más impresionante de todo esto que los tontos que murieron nunca leyeron los textos sagrados en los que se fundamentaban su religión. Desconocían que el Dios inventado por los bandidos era el mismo para todas las religiones, simplemente una invención, un mito.
La herencia legada por nuestros ancestros no es nada halagüeña, dista mucho de algún reconocimiento. La herencia es de muertos, guerras, robos, asesinatos, despojos, siempre bajo una excusa inculcada por los dueños del dinero. Aparte de la religión, el nacionalismo fue otra excusa inventada por los amos del poder para enviar a los tontos a matarse ente sí. Los conquistadores católicos de Aragón y Castilla masacraron a los pueblos originarios de América, los pioneros protestantes provenientes de Europa exterminaron las tribus de Norteamérica y Canadá, los croatas asesinaron a los serbios, estos mataron a los armenios, los turcos liquidaron a los armenios, los alemanes a los judíos, estos a los palestinos, la OTAN victimizó a los serbios, los belgas asesinaron a los congoleses, los del Reino Unido aniquilaron a millones de indios y de australianos, los japoneses asesinaron a miles de coreanos y chinos, los EEUU devastaron a los japoneses, los franceses aniquilaron parte de la población de Argel, los portugueses liquidaron miles de indios del Brasil y Paraguay, los brasileros y argentinos acabaron con una gran parte de la población masculina de Paraguay, los aztecas, los mayas y los incas asolaron las tribus vecinas, los hutus y los hutsis fueron protagonista de una cruenta guerra en Ruanda que costó más de un millón de víctimas.
En cualquier era que se escoja y en cualquier lugar de la geografía de la Tierra lo que se puede recoger son historias tristes y de horrores, de millones y millones de muertos, huérfanos, viudas, tierras devastadas, culturas aniquiladas, aire y aguas contaminadas, armas de destrucción masiva que asolan humanos en cuestión se segundos, bosques arrasados, drogas a montón que exterminan juventudes, maquinarias de guerra como la OTAN dispuesta a intervenir en todo el mundo, servicios de comunicación al servicio de los dueños del dinero, modelos económicos orientados a despojar las riquezas de otros países, comerciantes dispuestos a hacer fortunas a costa de las salud de los consumidores, mercenarios al servicio del mejor postor similar a los antiguos condotieros italianos y lansquenetes alemanes, laboratorios instalados para fabricar y vender productos dañinos para la salud, clínicas cuyo único objetivo es hacer dinero a costa de la salud de los enfermos y no a la cura de las enfermedades.
Lo anterior es un resumen del legado, no envidiable, de nuestros ancestros, una herencia maldita de horrores y de calamidades con las que los terrestres han tenido que convivir con la esperanza de lograr un mundo mejor, algo imposible de acuerdo con los genes que llevamos en nuestras entrañas. No se puede construir un mundo mejor basado en palabras y frases hermosas de algunos seres cuyo comportamiento deja mucho que desear, son los hechos los que dan fe de los que seremos en el futuro. Razón tuvo la poetisa norteamericana Elinor Wylie (1885-1928) cuando afirmó: “Soy más capaz de imaginar el infierno que el cielo, es mi herencia, supongo”. Lee que algo queda