Días recientes, mientras realizaba labores domésticas de albañilería en uno de los ambientes de mi cueva, de manera sorpresiva, llegan a mis neuronas por medio de las redes sociales unas imágenes de universo infantil que sufren los estragos de las guerras que se suceden en cualquier parte del globo terráqueo, específicamente, en los países europeos donde los conflictos bélicos no son extrañables; cada día no hay una noticia que no deje de presentar esquemas internacionales donde las contiendas son el pan nuestro. Además, se les adhiere la tradición histórica de cuantos desmanes se producen. Las causas no son el tema principal de estas modestas y efímeras reflexiones; pero sí las consecuencias: la devastación de las estructuras físicas de los territorios y las destrucciones humanas donde los indefensos, inocentes, niños y niñas no escapan a tales secuelas. Como pueden ver, deserté de la pala y el cemento anclándome con estos argumentos.
Sí, los niños y niñas como unos de los sujetos más vulnerables de los hechos hostiles entre países; que desamparados y sin ninguna protección se hacen acreedores a las lesiones físicas y mentales más funestas, generándoles traumas en el desarrollo de su personalidad futura. ¿Efectos colaterales?, ¿Delitos de lesa humanidad?, ¿Destrucción del hombre por el hombre?; todas estas interrogantes quedan en el aire cuando intenta desmenuzarse las causas que producen tales acontecimientos; y donde el interés superior del niño queda entonces como letra muerta, a pesar de que es remartillado por los organismos de carácter internacional, con fuerza de Ley; y de manera sistemática son incluidos en la legislación de cada Nación, se hacen portadoras de rango constitucional como garantía de los ¨Derechos Humanos (DDHH)¨. Voces infantiles que claman por sus derechos, no obstante, las atenciones de los adultos parecen indolentes y ciegas.
Es bueno apuntalar, que a pesar de existir todos los tratados internacionales que garantizan el abrigo de las niñas y niños, entre ellos, la Convención sobre los Derechos del Niño, suscrita en la ciudad de Nueva York en la sede de las Naciones Unidas el 26 de enero de 1990 y ratificada por muchos países ese mismo año. De ahí que, el proceso jurídico mencionado tiene eficacia en las entrañas de todos los Estados que la suscribieron y ratificaron; y en donde la infancia debe recibir el mismo tratamiento en aras de su defensa y protección de sus garantías, pero infelizmente, pareciera que en muchos casos, no se tomaran en cuenta estos principios que dimanan normas, procesos y procedimientos para ofrecerles a los niños y niñas su salud física y psíquica durante las confrontaciones que se realizan en aquellos países en pugnas, causándoles tristezas a la población infantil. Cuántos niños en el orbe, no se asustarán sólo con escuchar las bocinas de los carros de sus padres.
No me despediré sin antes hurtar un mensaje del poeta Gibran Jalil Gibran, sobre los niños, veamos: ¨Nuestros hijos no son hijos vuestros. Son los hijos y las hijas de la vida, deseosa de sí misma. Vienen a través nuestro, pero no vienen de nosotros. Y, aunque están con vosotros, no os pertenecen¨. Cabe destacar, que los Estados comprometidos, tienen la plena facultad de cumplir y hacer cumplir las obligaciones para proteger la integridad de la infancia sin menoscabo de sexo, raza, idioma, cultura entre otros. Serán responsables, además, de interaccionar con las acciones penales sobre las personas y organizaciones que perjudiquen considerablemente la existencia infantil. ¡Cuántas ingenuas sonrisas de un parvulito no quedan mutiladas por la acción de una granada expansiva! Que todo lo contemplado no se quede en resoluciones; mientras que en el mundo siguen observándose las heridas y efectos posguerras con las voces ciegas de los niños.
¡Gracias por leerme!
¿Usted, como sujeto verbo-pensante, qué piensa de todo esto?
P.D. Aun así, que un solo palo no hace montaña, no es pretexto para quedarse como el cayado de la aorta.