La agricultura al desnudo: sobre las visiones agrícolas de J.J. Montilla y el fracaso anunciado

Miércoles, 27/10/2021 08:29 AM

Recuerdo con claridad de memoria cristalizada mi reunión con el maestro JJ Montilla a su salida del Ministerio que en ese momento tenía las competencias para desarrollar la agricultura, modernizarla, cubrir sus atrasos, y para revalorizar el compromiso social del gobierno que emergía desde lo más profundo de la base popular, con este importante sector de la sociedad.

La agricultura es una relación indisoluble del humano con la tierra que se da en contextos específicos y como tal debe ser atendida, dijo el maestro, de allí que mi salida del ministerio obedece a que no se entendió la propuesta de invertir al menos 1000 millones de US$ por año y durante diez años consecutivos, para mejorar los soportes físicos y la producción de insumos estratégicos para una transformación y expansión revolucionaria en cuanto al tamaño de la frontera agrícola y la calidad de vida en los territorios rurales. Montilla no era un hombre de llantos, solo que en las oportunidades, cuando los asuntos de gobierno, de cualquiera gobierno (incluidos los que adversó abiertamente), no se correspondían a un trato científico, tecnológico y humano de la agricultura, bajaba un poco la cabeza, mirando al suelo.

Pareciera que esa curvatura al final de su vida era más a causa de las pobres respuestas de la agricultura, que de su edad. Esta vez, el maestro estaba más cabizbajo que nunca. Luego de su estadía como embajador en China, donde estableció importantes nexos para las interrelaciones agroalimentarias y contactó a brillantes científicos que dirigían equipos estratégicos de investigación en rubros de interés nacional, regresó al país con mejores análisis sobre la agricultura, pero igualmente decaído. Fue entonces que se convirtió en un asiduo visitante a la discreta oficina que se me había asignado como asesor de la Presidencia del INIA.

Una de esas mañanas, después de una conversación telefónica con un ministro, que sin ser del área agrícola formó parte de un tanque de pensamiento sobre el tema, Montilla me filtró el momento en que la agricultura se topó con los enemigos que siempre ha tenido, los rentistas, los que creen que el petróleo no es una ilusión sino la esencia de la existencia de esta patria. En un Consejo de Ministros, el maestro expuso su plan de inversiones para la agricultura nacional, en una visión de largo plazo. No hubo tobo, discurso y hasta magia que se omitieran para frenar las ideas de Montilla.

El presidente Chávez escuchó atento a todos sus ministros, se paró del asiento y se dirigió hacia JJ, le habló al oído, y este como siempre no lloró pero miró al suelo porque el presidente le estaba dando su parecer, y no era grato lo que escuchó. El presidente le dijo, JJ estamos perdiendo esta batalla, dame tiempo para retomar el tema; sólo que el presidente no le dijo cuánto tiempo y lo envió a temperar al oriente del mundo.

Montilla tenía una visión de la agricultura muy profunda y abordaba con facilidad asuntos del sistema agroalimentario como el mejor experto en seguridad, soberanía y geopolítica alimentaria. Sus libros y su amplia producción intelectual en general evidencian que su pensamiento sigue vivo, y aun cuando en algunas circunstancias se ha llegado a decir que sus análisis siempre estuvieron sobrecargados de orientaciones de la "revolución verde", en su defensa está la existencia de documentos, ponencias y posturas en las cuales se inclinaba a desarrollar una agricultura sustentable, diversificada y en armonía con la clase campesina que siempre ha sido la excluida histórica de la agricultura.

Ya el maestro JJ no está con nosotros, pero está su obra. En su memoria, me limitaré a re-analizarla, re-contextualizando y re-significando sus visiones. Es posible que no tengamos sorpresas en lo que trataré a continuación porque Montilla fue un adelantado y sus ideas muy conocidas.

De la seguridad a la soberanía alimentaria: En los inicios de los años 70, de la pasada centuria, Montilla fue un factor de impulso a la discusión del tema de la seguridad alimentaria. No olvidemos que este es un tema relativamente reciente para el país. En los años anteriores a la democracia representativa, en medio de la declinación de la agricultura, poco se discutía sobre lo que estaba pasando. Esos años setenta son un detonante, habían transcurrido 12 años de la caída de Pérez Jiménez y 10 años del inicio de una reforma agraria sustentada en una ley cuyo artículo primero parecía que estábamos en la revolución más profunda y transformadora de la cuestión agraria, pero en la realidad, la ley era una carta de buenos propósitos y pronto, antes de lo esperado, se comenzaban a dar muestras de una agresiva reconcentración de la tenencia de la tierra en las viejas manos que siempre la tuvieron. Luego vendría un proceso de transferencia a otros usos, como la ampliación urbana, industrial y al engorde vil que la indisponía hasta lograr mejores precios para adquirirla.

Los campesinos atraídos por la vida citadina, con mejores condiciones para la vida material, estaban dejando el campo, en corrientes migratorias que parecían cardúmenes nadando hacia cerros inhóspitos y a la periferia de ciudades donde se formaban fajas de miseria cuya huella todavía está presente en las grandes ciudades venezolanas, especialmente en el eje norte costero. En ese ambiente general, Montilla aparece en varios momento estelares, uno de estos la discusión sobre la dependencia tecnológica de la agricultura venezolana, y otro, en la contribución que las universidades y los institutos de investigación debían hacer para salir de esta dependencia tecnológica.

La dependencia tecnológica se analizaba con las herramientas que Theotonio dos Santos, un brasileño, socio-politólogo con amplio dominio de las teorías marxistas que había desarrollado con un equipo de colaboradores un sistema de análisis de la dependencia y sus relaciones con la acumulación de capital en el cual presentaba las interacciones desequilibradas entre el centro dominador y al periferia dependiente. Diría que el análisis de la dependencia en la agricultura llegó antes que el de la seguridad alimentaria, al principio sin establecer relaciones entre ambos y luego como parte de los mejores discursos sobre el tema. Con estas herramientas, no resultaba difícil establecer que la maquinaria, los insumos, y hasta la forma de concebir la agricultura era ajena. Los centros de dominación se habían preparado para vendernos tecnologías, los alimentos deficitarios en Venezuela y para presionar a un dominio cultural expresado en el cambio profundo del patrón alimentario

La vida aislada de Montilla en la Facultad de Ciencias Veterinarias le era difícil, no existía allí cuerpo colectivo para el debate, sin embargo, al frente, en la Facultad de Agronomía de la UCV, el tema de la agricultura necesaria o como se decía la agricultura que necesita el país, era frecuente en pasillos, asambleas y en reuniones de pequeños grupos de analistas del tema. Para esa época habían aparecido algunas revistas de corta duración pero agudas en lo que fue el análisis de la agricultura venezolana. Tan asidua fue la presencia de Montilla en la facultad de Agronomía que algunos llegaron a pensar que era un agrónomo crítico, hasta que alguien dijo que era el veterinario mejor agrónomo que tenía el país. De allí en adelante, Montilla desarrolla sus investigaciones y pensamientos hacia lo que sería una agricultura no dependiente y con visos de superación de las distorsiones del nuevo patrón alimentario impuesto por las transnacionales que manejan los excedentes alimentarios del mundo, al menos optando por lo más eficiente en la condición tropical y de acuerdo a los recursos existentes en el país.

Defiende con buenos datos la producción láctea y la producción de huevos, dos proteínas de alto valor biológico, pero descarta el ensamblaje de estas producciones y propone la valoración de un conjunto de recursos para la alimentación animal en el trópico. Años más tarde, esta idea se convierte en un proyecto estratégico que fue asumido por muchos de sus colegas y discípulos.

El trigo como componente dominante de la dieta del venezolano llamó siempre su atención y nunca bajó la vehemencia con la cual trataba este tema. Fue un promotor de los estudios de sustitución del trigo por yuca y se veía emotivo cuando mostraba resultados de varios equipos de investigación nacionales que evidenciaban que la sustitución hasta el 30 % del trigo con yuca o maíz no afectaba la panificación, y de allí avanzó a proponer la meta de sustituir progresivamente el trigo que fuera posible por otros ingredientes de origen nacional.

Los discursos, las posiciones críticas, las revistas, las teorías de la dominación y las nacientes teorías de la seguridad alimentaria no fueron suficientes para contener la tendencia (¿deliberada?) de hacer del país un miembro del club de importadores netos de alimentos, otorgándose en esos años le terrible epíteto de la "agricultura de puertos", donde no se siembra y se cosecha "a punta de petróleo", decía Montilla con cierta vergüenza.

En los años 80 de la pasada centuria, Montilla se incorpora a La comisión Coordinadora de Investigaciones en Alimentos y Nutrición, una organización académica doblemente plural, por una parte coexisten diversas tendencias políticas y por la otra estaban representadas 23 instituciones con dominio y competencias en el tema. Era una organización con mucho debate y con deseos de construir recomendaciones para los encargados de hacer gestión pública de la agricultura y la alimentación. En esa época aparecen tres trabajos, hoy olvidados, "Los cereales en el patrón agroalimentario del venezolano" que desenmascara las relaciones entre el maíz, el arroz y el trigo; otro documento es sobre políticas lecheras y un tercer documento fue concebido para ser entregado como orientaciones de política a los candidatos presidenciales en las elecciones de 1988. De este último se esperaba una gran apertura y discusión, pero fue una gran irresponsabilidad política de los candidatos de entonces, dejarlo correr como un papel más de la literatura agrícola, sin mayor trascendencia.

En esos años, el debate sobre la agricultura fue terrible, los economistas expertos aliados de los candidatos con mayor oportunidad de triunfo declaraban que la agricultura había que analizarla sobre los retornos de las inversiones que habría que realizar y las oportunidades que brinda el mercado internacional de alimentos con precios relativamente "baratos". Como era de esperarse, el modelo agroimportador continuó su largo camino.

El Caracazo viene con rostro de dependencia, de inseguridad alimentaria y de abandono de las políticas públicas en producción agrícola. Las páginas de la prensa evidenciaban que las reservas alimentarias estaban a niveles preocupantes, en algunos rubros, apenas alcanzarían para unos pocos días o semanas. La agricultura se revaloriza en medio de un mar de sangre, y entramos en un nuevo ciclo político, con un incremento sensible en los eventos sobre seguridad alimentarias, especialmente diseñados desde los espacios académicos de las universidades. Montilla se convierte en un invitado frecuente a foros, talleres, seminarios y sus esbozos de una agricultura posible lo lleva poco apoco a aumentar su prestigio y a establecer muchas relaciones con los factores políticos y económicos. En síntesis, se puede decir que se reconoce su sapiencia, pero no se le escucha.

Una mañana en Canoabo, un bello pueblo del estado Carabobo, se presentó Hugo Chávez Frías. Tenía poco tiempo de haber salido de la cárcel. Habló en el auditórium del Núcleo de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez y dijo claramente que JJ Montilla era su mejor apuesta para una agricultura que apunte a desmontar los grandes desequilibrios de la economía nacional. Vendría luego del triunfo de Chávez, el trabajo constituyente que le da a la agricultura rango constitucional, aunque omite la palabra naciente y en boga "soberanía alimentaria". Para Montilla, este era una excelente oportunidad, pero luego, como si dijo en la introducción fue la causa de sus mayores tormentos.

Las diez patas cojas del atraso agrícola y las añadidas: JJ Montilla analiza con muchos detalles los grandes retos a superar por la agricultura venezolana, la evidencia de las faltas de los insumos esenciales, el atraso de la superficie bajo riego y una lista adicional elevada y justificada, sirvió al gobierno de Chávez para generar las alarmas y tomar iniciativas al respecto, en todo caso en la obra escrita de Montilla en tema menos tratado es el más político de la agricultura: la inequidad en la tenencia y uso de la tierra, pero en eso pareciera que todos los demás del gobierno eran expertos inagotables por sus discursos demoledores contra el latifundio y nuevas formas de organización para el uso eficaz y eficiente de la tierra. Cuando en esas reuniones casuales que luego fueron frecuentes, Montilla sintió satisfacción por los planes que le correspondía adelantar al Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas en materia de semillas, agricultura familiar y acuicultura continental. Luego la fragmentación progresiva del sector agrícola en tantos ministerios, le permitió detectar que por ese camino, venía la justificación de seguir importando alimentos a manos llenas de petróleo. Y fue cuando se preguntó: Nos importa la agricultura ¿Qué importamos? Importamos, así lo demostraban las cifras cerca de 54 mil millones de dólares en bienes esenciales y baratijas, pero lo terrible fue que las cifras de importación de alimentos, insumos y maquinarias agrícolas fueron en algunos casos superiores al PIB de pequeños países de Centroamérica, estuvimos en algunos casos sobre los 10 mil millones de dólares por año.

Pude sentir muchas veces el dolor de este maestro de la agroalimentación en Venezuela, que lamentablemente partió habiendo dejando como legado un amplio ideario, que solamente habiendo tenido la delicadeza de revisarlo, no estuviéramos en la carraplana agrícola en la que nos encontramos.

En el fracaso agrícola nacional, de nuestro gobierno actual, hay algo de morbo y un extraño placer por llenarse de dinero estimulando la importación, como en los tiempos de la IV República, y con las cifras de finales del gobierno de Caldera.

¡Qué tristeza!

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