Para Diosdado la salvación está en el trueque. Te doy a Aristóbulo por Guaidó

Viernes, 30/08/2019 03:26 PM

Cuando leí esas declaraciones de Diosdado, según las cuales, en vista del rollo monetario y el "fracaso inesperado" del Plan de Bienestar y Recuperación Económica de Maduro, deberíamos prepararnos para el trueque, inmediatamente empecé a hacer un inventario de cosas que podía cambiar. Pensé además que Diosdado le estaba advirtiendo a Maduro "te llegó tu cuarto de hora" y declarándolo en quiebra y que, como al fin y al cabo trueque es cambiar y nadie está dispuesto a inmolarse cuando no se le ve el queso a la tostada, había llegado el momento de advertirlo. Pero también que. como no soy productor y ya no podré serlo habiendo llegado a la ancianidad y dedicado toda mi vida a la docencia, no dispongo de muchas cosas para el trueque, salvo las pocas que hemos conservado en casa, las mismas que todo el mundo tiene. Y no tendría sentido pasarlas para la casa vecina y las de esta para la nuestra. Pues con eso no se come. Porque de verdad, lo que dijo Cabello me sonó a "que cada quien recoja sus corotos porque esto se lo lleva quien lo trajo y al carajo los enfermos que el hospital se cayó".

Pensé en mis libros. Hice un inventario y ya al final se me ocurrió interrogarme, ¿quiénes, cuántos, en su sano juicio se desprenderían de una lata de sardina, un paquete de arroz, de harina de maíz y de sal por uno de mis libros? ¿Con este estado de angustia y hasta postración a que nos lleva el hambre que se recrudecerá dentro de poco, pues nada es lo que falta para que mi ingreso mensual sea menos de un dólar, quién estaría en disposición de aceptar libros en un trueque?

Por lo que dijo Diosdado, uno tendría que vivir del trueque, como que a los jubilados, por ejemplo, el gobierno ya no nos pagará más, lo que no es una loquera pensarlo tal como marchan las cosas. Y el gobierno tampoco le va decir a uno, "por lo que era tu pensión mensual te vamos a dar unos dos kilos de papas y yuca de esas que se dan en los conucos de Aristóbulo", porque eso no alcanzaría y a Aristóbulo mismo pudieran cambiarlo por Guaidó. ¿Acaso alguna vez a uno le llegó el Clap? ¿Y si eso no llegó, cómo esperar que mi pensión me llegue en papas y yuca? Entonces por eso uno tendría que cambiar una cosa por otra de lo que ya tiene. Quizás Menéndez, el gran planificador del gobierno, a quien deberíamos proponer para un premio Nobel por la grandeza de su trabajo, tiene todo cuadrado, como que los viejos jubilados con lo que tienen en su casa pueden subsistir haciendo el trueque. Sólo deben cuidar las tablas; de esas no deben desprenderse porque servirán para construir la urna, ya que el gobierno se deshizo de la obligación de cumplir con las clausulas contractuales referidas a los gastos mortuorios, porque lo revolucionario, la igualdad, es que cada muerto haga y hasta cargue su urna.

Cuadró Menéndez, que con lo que uno tiene, dedicándose al trueque como demanda Cabello, ayudado por la decadente edad y más privaciones por venir, moriremos justo cuando sólo queden las tablas.

El peo, quizás no resuelto por Menéndez y por lo que Cabello no lo aclara, es cómo se puede hacer trueque con el vecino que tiene casi las mismas cosas que uno y hasta mis necesidades en él se repiten. Pasar, como ya dije, las cosas nuestras a la casa vecina y viceversa, no va aplacar el hambre en ninguna de las dos familias. Y las pocas de comer, como su paquete de harina pan o una de esas joyas costosas de ahora que llaman huevo, nadie está en disposición de salir a cambiarlas porque si no me las como hoy me las como mañana. No puedo ofrecerle gas y agua, por ejemplo que él no tiene, porque yo tampoco tengo.

Pero es poco probable que mi vecino, que está en las mismas mías, me venga a decir "te cambio mi huevo por aceite" o como dicen en Mérida, "te doy un templón por tu cuca". Templón es una merienda hecha en base de gelatina de pata de res; cuca, llamamos así los orientales a la catalina. Si le doy mi huevo por su aceite, eso podría pasar, tendré de éste pero no aquél para freírlo y él tendría ahora mi huevo, pero no la manera de freírlo, aunque pudiera sancocharlo, aspiración truncada, porque no tiene agua, los tubos están secos y el gas comunal, esa forma de distribuirlo a la revolucionaria, desapareció por bachaqueo y especulación. Y además le faltaría sal para condimentar el que fue mi huevo y un huevo sin sal no le levanta el espíritu a nadie.

Uno tendría entonces que ir al abasto con el teclado del computador para cambiarlo por medio kilo de carne, el computador mismo por un cartón de huevos y un kilo de sal. Ahora tendré un poco de comida por unos días, pero con lo que dejé en el abasto me quito mucho de lo poco de vida que me queda.

El hombre del abasto que tiene muchas cosas por cambiar y de las que uno con apremio necesita, tal como dicen los técnicos de la economía, se aprovechará para que un huevo o una cabeza de ajo valga más que las cosas que por años atesoré en mi casa. De donde el trueque que recomienda Diosdado terminará en lo mismo que ahora sucede con la moneda o el signo monetario. Y entonces así se optará por cambiar otras cosas que sean susceptibles de hacerlo, como que el gobierno pudiera ofrecerle pelo a pelo a la oposición un trueque de María Corina por Blanca Eekhout, de donde ninguno de los dos nada ganaría, salvo una nueva imagen. ¡Y hay tantas posibilidades de esa especie entre ambos bandos! Y por ahora nos hemos quedado en el lado de ellas por discretos y no arruinar el negocio, sabiendo bien que del lado de los ellos las posibilidades de intercambio son mayores, pues es entre estos donde más abundan los buenos dirigentes y competentes para componer esta vaina, como cambiar a Darío Vivas por Ramos Allup. Además, no cabe duda que de esos y esas, de un lado, u otro, son tan parecidos y propios para determinadas funciones y tareas que cambiarles, estos para allá y aquellos para acá, no es nada difícil. Es decir, las posibilidades de intercambio abundan.

Cada quien así como aquí tiene cabida y acomodo, del lado allá entra de manera muelle y como si hubiese sido mandado a hacer. La gente creerá percibir un cambio, pero al final todo continuaría como estaba. Entonces el mercado funcionaría de maravilla. No sé cómo a nadie se le ocurrió antes, ni al mismo comandante, que en lugar de obviar a Maduro que bastante trabajo tenía manejando los autobuses del metro, sobre todo para ahora cuando cambian o entran en trueque porque los trenes no funcionan, pues ya la electricidad no les llega, hubiese de una vez designado a Cabello, quien en fin de cuentas y después de tanto técnico fracasado, es quien encontró cómo derrotar al dólar criminal, volviendo a los ancestros, a la cultura milenaria y mandando al carajo todos los genios de la economía de un lado u otro, y con el trueque por delante, a manera de faroles. Cabello mandará a quienes ahora están con él al otro equipo, como suelen hacer en el beisbol; y de aquel le llegará a Cabello otra gente, aunque posiblemente, no es de extrañar, tal como pagan, también a él le paguen en el trueque con puro bate quebrado. Esa pérdida entra en los cálculos, pues "perdiendo también se gana". Pero en fin de cuentas, en un "Cambalache", "¡todo es igual! ¡nada es mejor!"

 

 

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