¿Hay mañana?

¿Cómo puede haber vida en mi o en ella, si nos borraron la sonrisa? ¿Cuál vida, si me sobrecoge el miedo por ella y los nuestros?

Viernes, 13/09/2019 04:32 PM

Un grupo de trabajadores se ubicaron a las afueras de la Vicepresidencia Ejecutiva y protestaron porque el gobierno y partido "revolucionarios y de los trabajadores", les tienen con la "empalizá en el suelo". Y uno de ellos, como muy optimista, declaró que estaban allí "reclamando calidad de vida". Al leer esa nota opté por reflexionar sobre "mi vida".

Anoche comí lo que hallé en mi refrigerador, que de paso es mucho pedirle, pues él, como tal, ya casi no le queda vida, está como "boqueando". Me viene avisando que se va a parar de un momento, a otro y yo, lo único que hago es sacar cuenta y llegar a la misma conclusión, si eso decide, que se quede como quiere. ¿Acaso esta política salarial generosa y "echá palante" con lo revolucionario de Maduro y toda su corte, hará posible que mande a arreglarla? Lo dudo mucho. Y tampoco puedo hacerme ilusión que el gobierno me incluya en esos planes para "los vulnerables", donde deben estar quien los necesita, para que me den una nevera, siendo "todo"- ¡upa negro!) un profesor, universitario y hasta embarrador de cuartillas y por eso un carajo de "la alta". Además, según quienes gobiernan eso de nevera es un lujo, vainas de pequeño burgueses con caprichos innecesarios. Y algo de eso debe haber porque, anoche habiendo llegado de visitar a un amigo, ex funcionario de PDVSA, que estuvo de cumpleaños y no pudo brindar nada porque es "invulnerable" como yo, me comí una vaina que llevaba tres días en la nevera y hoy he estado de carreras. ¿Para qué esta ella allí entonces? ¿No es eso como una verdad revolucionaria? ¿Además pa´qué nevera si no hay nada que meterle si no vainas malas?

De modo que no puedo darme el lujo de echar de mi pecho maravilla, que tengo nevera y decir como en aquel poema de Aquiles Nazoa, ¿qué le van a tirar a mi nevera?, porque la mía ya no sirve, tanto que por ella hoy tuve que gastar demasiada agua, mantenerme con la cabuya corta y además tampoco tengo nada que meterle. ¿Saben cuánto cuesta un botellón de agua potable? Es un lujo para quienes somos "invulnerables".

Pensando en esto que llamamos vida, me acordé de un amigo con quien siempre me enredaba en tremendas discusiones. Según él, el maestro, y para eso mencionaba a Simón Rodríguez, debía pasar hambre, pues eso, según él, lo formaba mejor para enseñar a sus alumnos en la pobreza y la necesidad de servir. Para él, la función del hombre era compartir la pobreza y formarse para resistir en ella sin caer en tentación. A lo mejor mi amigo, quien no me ha buscado más, quizás anda con Aristóbulo porque justamente éste dice lo mismo; hace poco en una reunión de docentes dijo algo como que esta no es una profesión para pedir como quien quiere hacerse rico. Y dijo aquello porque los docentes reclaman simplemente les respeten su contrato de trabajo, pero para quien fue dirigente sindical del magisterio, eso es como si le pidieran por demás. Obviando que a uno le cayó grumo y moho en todo esto que ilusamente llamamos vida.

Yo por aquello de mi amigo respondía, hermano, el maestro y revolucionario no está para sacralizar la pobreza; ella y el hambre como parte de la misma, son inherentes a las relaciones que debemos cambiar. Sacralizarla es hacerse cómplice de quienes la prodigan. Si estamos envueltos en la pobreza y le cantamos loas y en base a ella intentamos crear un modo de vida complaciente, estaríamos sirviendo a los factores que a ella causan. El maestro está para lo contrario, combatir la pobreza. No sólo poniendo en manos de sus muchachos instrumentos para ganarse la vida y hasta "ascender en la escala social", sino también y de manera muy especial, para cambiar lo que sea pertinente para que los bienes se distribuyan con equilibrio, pero no para que todos seamos pobres, sino en un momento dado de la historia del desarrollo humano podamos recibir lo que nos corresponde de acuerdo a nuestras necesidades y dar de conformidad con nuestras capacidades. Pero esa expresión hasta poética, sería para cuando la vida haya alcanzado determinadas condiciones y no cuando a cualquier demagogo se le ocurra, porque el remedio puede ser peor que la enfermedad. Pues quien mata la gallina de los huevos de oro se arruina. Mientras tanto vivamos con dignidad, como viven ahora muchos pueblos, porque nosotros descendimos demasiado y no es pecado pedir salir de este infierno, porque eso no es pedir demasiado

Y por andar de equivocados hemos llegado a un punto donde no hay vida. Esto mío, no es vida. Saca cuenta. ¿Cuál es el salario de un maestro? Calcula en dólares cuánto es mi salario, no porque como dicen los maracuchos "seáis" gringo, sino porque no habiendo moneda nacional circulando en la calle todo el mundo usa el dólar. Pero para que no te enredes, te diré que no llega a 12 dólares, incluyendo la pensión del seguro. ¿Y con eso uno puede darse vida? Decir que me falta calidad de vida, es admitir que de ella tengo. Y ese cuerero que se me desparrama del cuerpo, una ropa con pliegues por aquí y por allá, una casa que se me viene encima por falta de mantenimiento, el no conseguir gas porque los bachaqueros de gas comunal lo tienen destinado a quienes de verdad no son vulnerables y pueden pagar lo que ellos le pidan, un comer ahorita y después no, y una poco cosa y donde no hay carne ni pollo y nada de esa vaina que llaman proteínas, como si uno estuviera en una clase de química o de biología, una ropa mal lavada porque el detergente es una cosa de lujo que no puede comprar quien gana tan poco, no es vida. Decir que me falta calidad de vida no es acertado. Si hablase de calidad, diría que la mía es muy mala. Como un vino ácido que no se puede tomar o un ron que ni siquiera sirve para lavar los gallos. Y una vida de esa calidad es como si no existiese. ¿De qué me sirvió lo que encontré en mi nevera anoche sino para causarme malestares? Hubiese sido mejor no estar allí. Claro, no es culpa de ella, sino mía que creí que esta vida que ahora llevo es de calidad como para soportar en mi estómago algo que debí botar, como hacía antes, cuando creía que no tenía calidad de vida.

Según lo que observo, Maduro sigue creyendo en los monetaristas y sus razones tiene, pues si sube el salario, aunque este tenga poco efecto en el costo, los empresarios dirán que no tienen otra opción que subir lo que les venga en gana para resarcirse de los costos que para ellos significa y, los monetaristas de Maduro, le explicarán que fue porque "la masa monetaria puesta en circulación aumentó el consumo e impulsó hacia arriba los precios". ¿No es posible pensar que al aumentar el consumo los empresarios pueden aumentar la producción y por el volumen de ventas mantener los niveles de ganancia? ¿En qué quedó aquello según el cual a mayor volumen de producción disminución de los costos? Ya nadie en eso piensa. Porque todo está organizado para que no haya vida. Y esto no es vida ni siquiera de la mala. Mi salario de doce dólares, dice mucho. No tengo gas y hasta ni falta me hace, pues para qué. Ni transporte, como para ver mis amigos con la frecuencia de antes; agua sólo de vez en cuando, medicinas ni en sueños, "los zapaticos me aprietan, las media me dan calor". ¿Esto es vida?

Y la muerte aterra, aunque uno viejo sea. Pues las urnas dejaron la tradición, cuestan un ojo de la cara, el maestro Aristóbulo, generoso y revolucionarios, no se la reconoce a sus colegas y cremar no es una opción. ¡Qué horror nos coman los perros! En Venezuela, uno no tiene calidad, dignidad ni en la muerte.

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