Aporte “epistemológico” para entender por qué el dólar es “una bolita que me sube y me baja”

Jueves, 09/01/2020 02:25 PM

Uno porque es simple maestro de escuela, tampoco puede hacerse el pendejo y dejar que cualquiera lo sopetee. Me refiero a esos tipos que viendo como el salario no nos alcanza mientras el patrón se llena los bolsillos y la barriga, mientras el gobierno se muta en avestruz, opta por usar a Marx para darnos una explicación que ni él mismo pudiera no entender, tanto que no nos la traduce al cristiano, de la misma manera que el sacerdote o el pastor nos llama a la conformación porque en el más allá seremos gratificados. Una vaina que ninguno de ellos puede asegurar, pero les deja bien ante los dioses terrenales.

Un maestro o evaluador toma como referencia importante para medir el aprendizaje, el hacer. Esto significa que una muestra importante de haber entendido un texto es poder verterlo al lenguaje cotidiano, comprensible a la gente común. El hacer. Y esto, en quien quiere y debe enseñar, es obligatorio. Nada sirve exhibirse con abundantes citas y lenguaje enrevesado como si se habla sólo para la élite. El maestro no está para dar muestras dudosas, como quien vende bebidas pata quebradas o puyadas, de sabiduría.

Una vez, por allá por los comienzos del gobierno de Chávez, tanto como antes del golpe de Carmona, un personaje, académico de la UCV y cómo decimos los "cholúos y demás hierbas", siendo él algo así como viceministro de educación, nos dio una charla o conferencia a un nutrido grupo de educadores del Estado Anzoátegui acerca de los objetivos y fines del proyecto educativo gubernamental. Terminado el acto, en virtud que nada entendí y por lo menos consciente de mis limitaciones, opte por hacer una amplia consulta entre mis colegas, empezando por la máxima figura de la burocracia respectiva, con el fin me ayudasen a formarme una idea de lo que aquel alto funcionario expuso. Finalizada mi tarea y hecho el balance encontré que todos ellos quedaron como yo, o sea "en blanco". Todavía no sé a ciencia cierta quién salió "raspao" de ese examen.

Ese ejercicio, las meditaciones a las que el mismo me condujo y recientes lecturas, me recordaron dos cosas. Una de ellas tiene que ver con aquel intento, alrededor de comienzos de la década del setenta, de reconstruir el MIR. Entre quienes a esa tarea se incorporaron hubo un joven, sin duda muy talentoso, quien había ya alcanzado cierto prestigio a través de la prensa y quien en aquellos eventos solía intervenir con muy enjundiosas intervenciones, en las cuales palabras como lo epistemológico, escatológico y "por ahí te vas", solían abundar. Yo, simple maestro, con un vocabulario sumamente limitado y un cerebro no apto para filosofar, comenté a mi viejo amigo, de casi 20 años antes de aquel momento, Moisés Moleiro Camero o el "Ronco", que me costaba mucho entender, dicho así hasta todavía siendo un poco echón, lo que aquel nuevo compañero escribía y decía. Mi contertulio, como era habitual entre nosotros, no sin antes ayudarse por un sorbo de cerveza, me respondió:

-No te preocupes. Lo que pasa es que él escribe y habla así a propósito para que no le entiendan. Se siente mal si cualquier pendejo y para él nosotros lo somos, le entiende.

La otra cosa que recuerdo es aquello que escribí y publique bajo el título "Citas de Marx en Barbacoas o años de soledad. Juan Pueblo y los académicos", que dice así:

En la reunión de una célula campesina de un partido de la vieja izquierda, en una aldea sucrense llamada Barbacoas, allá por los tiempos presidenciales de Rómulo Betancourt, por supuesto bajo la más estricta clandestinidad, entre los oradores, caraqueños visitantes, abundaban las citas sobre Marx, Engels y Vladimir Ilich. Y ellas eran singularmente precisas; no estaban limitadas a frases, con todo y signos de puntuación, sino que también se agregaba el nombre del texto y la página. Obviaban la editorial, porque suponían que los oyentes conocían bien su partida de nacimiento.

Y el asunto que trataban estaba relacionado con el crecimiento del partido en aquella dispersa población campesina y, desde luego, el cómo hacer para ganar adeptos.

Un viejo militante vecino de la aldea, pidió la palabra, con parsimonia, se levantó del taburete que le servía de asiento; sin levantar la cara, habló de las costumbres de la gente que por allí vivía, sus penurias, aspiraciones y pidió ideas específicas y sencillas para trabajar sobre aquella realidad. Para terminar, lo hizo con la siguiente frase, "como dijo Lenin, lo que no cabe en una mara grande, cabe en dos pequeñas".

Después de oír aquel discurso, decretaron un receso. Esto lo aprovechó uno de los "académicos" visitantes para interrogar al viejo campesino.

Por favor, dígame camarada ¿dónde encontró esa frase de Lenin?

El interrogado esta vez levantó la cara, miró de frente a su interlocutor, le posó el brazo derecho con ternura sobre el hombro izquierdo y pausadamente respondió: "en ninguna parte. Eso lo dije porque bien lo sé. Forma parte de mi vida y la aplico con frecuencia. Pero como ustedes hablan de cosas que vienen en los libros de los cuales nada conocemos, poco dicen de nosotros y en mi opinión no nos sirven para lo que aquí debo hacer, no quise pasar por más pendejo. Si me hubiese atribuido la frase, usted no estaría ahora interrogándome".

"Inventamos o erramos", dijo el maestro Simón Rodríguez. Lo citamos, le llamamos el maestro Robinson y luego lo olvidamos. O por lo menos no sabemos qué hacer con eso. ¿Qué hacer? Se interrogó Lenin, pero para abordar los problemas del partido bolchevique.

¿Qué hacer? Es la interrogante que nos debe motivar para "inventar", en el mejor sentido robinsoniano, el "Socialismo del Siglo XXI".

El qué hacer por el proceso, sus tareas, no se puede circunscribir a los adocenados círculos de intelectuales o muy cultos centros académicos puestos de moda, que repiten frases y nombran personajes de lustre, pero que poco tienen que ver con la vida cotidiana. A ésta, la dialéctica, la ciencia, como solía decir Chávez, pueden aprehender si ponemos al pueblo, a la gente, sin cartillas ni discursos ininteligibles a participar protagónicamente. Esto no niega el rol de los académicos, pero nunca deben éstos sustituir al total de quienes viven la vida. No es con discursos "sesudos", pletóricos de citas aprendidas de memoria, que hablan de una "ciencia" o una varita de virtud, como se encuentra el camino de la vida o se capta el ritmo del movimiento, sino que mentes y manos multitudinarias apropiadas de la ciencia, manejen con sensatez y ponderación las herramientas, entre éstas la "rosa de los vientos".

No puede repetirse lo que al pueblo todo una vez le sucedió o lo que al General Aureliano Buendía y a su compadre Gerinaldo Márquez.

En cierta oportunidad, el primero interrogó al segundo:

¿Por qué estás peleando?

"Por qué ha de ser, compadre, por el gran partido liberal", contestó sin titubear Márquez al gran jefe guerrero de Macondo.

"Dichoso tu que lo sabes", respondió Buendía.

Y agregó que él, solo estaba en la guerra "por orgullo".

"Eso es malo", comentó el coronel Gerinaldo Márquez.

"Naturalmente", dijo Buendía: y agregó, "Pero en todo caso, es mejor eso que no saber por qué se pelea". "O que pelear como tú por algo que no significa nada para nadie".

El campesino de Barbacoas no estaba porque le aprobasen la tesis de grado, menos ganar concurso alguno para subir de escalafón u obtener reconocimiento de la Academia y los académicos, sino intentando entender el cómo hacer para que toda la buena gente con la cual convivía en aquella comunidad se uniese al pequeño grupo político del cual formaba parte.

¡Acá entre nos! Con lo de "aporte epistemológico" en el título, me la comí. ¿Qué me van a tirar?

 

 

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