La derecha internacional, ante la derrota política de sus agentes en territorio nacional, ha acudido al artilugio de dar como un triunfo suyo, la aparente victoria del capitalismo en Venezuela y asoman, como muestra de ello, el proceso de dolarización parcial de la economía nacional y el rol estelar que hoy juegan empresas trasnacionales como la rusa Rosfnet o la estadounidense Chevron, en el proceso de levantamiento de la producción petrolera de PDVSA, papel que manipulan –mediáticamente- para comunicar al mundo que hay un proceso de privatización de nuestra principal industria, hecho imposibilitado Constitucionalmente. Por supuesto, como es de esperar, en sus análisis, ocultan una situación de hecho, producto del bloqueo imperialista y sus medidas coercitivas unilaterales que impiden a nuestra industria petrolera desplegar sus alas libremente, ya que todo aquel país que negocie petróleo venezolano –automáticamente- es «sancionado» por los instrumentos de coerción imperialista. Esa situación, obsesiva de la Administración Trump, antes Obama, ha conllevado a que Venezuela sea objeto de una persecución financiera en todo el globo terráqueo, sin antecedentes en la historia de la humanidad. Solo comparable a la persecución hitleriana contra judíos y comunistas. Tal proceso de dolarización parcial de la economía venezolana, no fue objeto de una elección consciente del Gobierno Constitucional del Hno. Nicolás Maduro, sino de una situación de facto, inducida desde el exterior por el gobierno de Dólar Trump y sus medidas coercitivas unilaterales. Mal, podemos concluir –como hace la derecha- de que en Venezuela se está «reimplantando» el capitalismo pues en Venezuela, apenas estamos en un proceso de construcción de un nuevo modelo de sociedad postcapitalista; cuyo boceto, fue trazado por el Comandante Hugo Chávez en su Plan de la Patria, y cuyo centro de gravitación gira alrededor de la Democracia Comunal. ¡Comuna o nada!
La economía venezolana, se ha constituido en epicentro de los ataques imperialistas. Obviamente, si producto de dichos ataques, lograran el ansiado «cambio de régimen» al que aspira el gobierno de los EEUU, tal es el shock y caos, que han generado sobre la misma, que se les facilitaría el camino para imponerles a los venezolanos y venezolanas, sus políticas de libre mercado, regidas por el recetario del FMI. «Milton Friedman aprendió lo importante que era aprovechar una crisis o estado de shock a gran escala durante la década de los setenta, cuando fue asesor del dictador general Augusto Pinochet. Los ciudadanos chilenos no sólo estaban conmocionados después del violento golpe de Estado de Pinochet, sino que el país también vivía traumatizado por un proceso de hiperinflación muy agudo. Friedman le aconsejó a Pinochet que impusiera un paquete de medidas rápidas para la transformación económica del país: reducciones de impuestos, libre mercado, privatización de los servicios, recortes en el gasto social y una liberalización y desregulación generales. Poco a poco, los chilenos vieron cómo sus escuelas públicas desaparecían para ser reemplazadas por escuelas financiadas mediante el sistema de cheques escolares. Se trataba de la transformación capitalista más extrema que jamás se había llevado a cabo en ningún lugar, y pronto fue conocida como la revolución de la Escuela de Chicago, pues diversos integrantes del equipo económico de Pinochet habían estudiado con Friedman en la Universidad de Chicago…» (La Doctrina del Shock, Naomi Klein). En el caso de los servicios públicos, el ataque terrorista-imperialista destruye, genera caos, y luego -mediante una intensa campaña mediática- propone a la población, la supuesta «solución», la privatización de dichos servicios públicos, ese ha sido el libreto. En cada escenario de violencia, desatada por la derecha, las llamadas guarimbas, han sido orientadas hacia los servicios públicos: electricidad, telecomunicaciones, agua, gas, transporte público e incluso, instalaciones de universidades públicas, en la búsqueda de poder hacer realidad las recomendaciones de Friedman al dictador Augusto Pinochet. Esta realidad, es importante tenerla clara para mayor comprensión de la realidad venezolana de los tiempos que transcurren, y la forma que adquiere la guerra imperialista y las oportunidades de negocios que oculta.
En rueda de prensa con medios internacionales, 14-02-2020, el Hno. Presidente Constitucional, Nicolás Maduro, ante la pregunta de uno de los comunicadores, hacía precisiones sobre los cambios que se han generado en la economía nacional, y sobre ello, recomendaba a las fuerzas patrióticas abrir un amplio debate nacional. Precisaba: «La economía se autorreguló. Todas las divisas que aportaba el Estado en la economía rentista petrolera, ahora lo aportan los privados. Y ante la opción de ‘reprimo o permito’, yo tomé la opción: lo permito y ha sido correcta. Esa opción ha permitido que la economía respire. Estoy consciente de la desigualdades que surgen de este proceso, pero esas desigualdades serán superadas» ¿Cómo? Se responde el propio Presidente: «El Petro, será el mecanismo para superar las desigualdades económicas que produce la dolarización parcial y no oficial de la economía». Obviamente, ese llamado quedó en oídos sordos, como si nadie hubiera sido convocado a debatir. Es una lástima, pues si algo caracteriza a una democracia –cuando es verdadera- es el debate amplio sobre todos los temas nacionales. Pero, bueno, tal pareciera que el Hno. Presidente dijera una verdad de perogrullo, que nos llevó a preguntarnos: ¿Son autorregulables los mercados como afirma el Presidente Constitucional?
Autorregulación, implicaría vida propia de los mercados, que no serían supervisados por un ente o institución externa a los mismos. ¿La mano invisible del mercado? ¿La oferta y la demanda? El mercado, no es otra cosa sino el lugar físico o virtual donde se intercambian mercancías, valga decir, en términos marxistas, el lugar donde el tiempo de trabajo socialmente necesario para producir las mercancías, se transforman en su forma monetaria, dinero, al intercambiarse unas por otras. Por ese motivo, el mercado vive en una tendencia constante al desequilibrio. Un incremento de productividad del trabajo, reduce ese tiempo de trabajo, favoreciendo a los capitales más rentables y expulsando a los peor invertidos. De esa manera, la oferta y la demanda, no se desequilibran por motivos ajenos al capitalismo, sino por motivos propios a la competencia intercapitalista, a través de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Cada capitalista, acude al mercado a comerse a su adversario, sacarlo del mercado, desequilibrándolo. La competencia, obliga a crear –constantemente- las condiciones para el desequilibrio, valga decir, las crisis y sus consecuencias en la población: desempleo e inflación. De esa manera, el mercado, se convierte no en el estabilizador del sistema capitalista, sino en su contrario, el lugar a donde los capitalistas acuden a enfrentarse unos contra otros. El mercado, se convierte entonces, en el motor de la acumulación de capital. El capitalismo, es la economía de mercado. Cuando ingresa la Planificación a la Economía, el Socialismo, allí sí podríamos hablar de autorregulación. Ya que la asignación de recursos, no dependen del criterio de la rentabilidad sino de las necesidades sociales; no se basa en la mayor o menor productividad del trabajo, sino en la resolución de los problemas sociales.
La Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), en 2009, debatió sobre el tema. En su «Informe sobre los Países Menos Adelantados (PMA) 2009», recomendaba a los países más pobres del planeta que: «procuren aumentar considerablemente la inversión pública, no solo para hacer frente a la crisis mundial sino también para estimular un crecimiento económico estable a largo plazo». En sus recomendaciones, la UNCTAD alertaba que: «Las políticas macroeconómicas de los PMA han estado muy influidas por las recomendaciones de instituciones financieras internacionales, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial… ». Por ello, «la política monetaria solía estar centrada en la contención de la inflación y la política fiscal tenía el objetivo de garantizar que el déficit de las cuentas públicas se mantuviera a nivel moderado»…«Por lo general, no se consideraba que la inversión pública tuviera que desempeñar un papel importante en la promoción al desarrollo económico» Prosigue el informe: «Con ese criterio, se recortó el gasto público sin tener en cuenta las condiciones cíclicas, ni las necesidades a largo plazo, pero esta estrategia no logró crear el clima propicio a las inversiones, prometido por sus defensores neoliberales». La UNCTAD, desmiente el mito de la Autorregulación de los mercados, en los siguientes términos: «Tanto en los países en desarrollo como en los desarrollados, los mitos de la autorregulación de los mercados y del Estado minimalista han quedado sepultados bajo los escombros de la crisis financiera» Rechaza, el informe, la gestión macroeconómica de los PMA, que insisten demasiado en políticas monetaristas para: «luchar contra la inflación» y relegan las políticas fiscales y cambiarias que fomentan: «el crecimiento, el empleo y las exportaciones». Reconoce el informe, que pese a que dichas políticas monetaristas neoliberales han bajado la inflación: «han hecho inviables muchas inversiones».
Los asesores del Presidente Maduro, en materia de economía, olvidan nuestra historia y obvian que cuando, América Latina, comenzó a sacudirse el yugo del colonialismo español, la preocupación de los padres fundadores era construir un Estado fuerte y no un mercado, palabra inexistente en toda la obra escrita del Padre Libertador, Simón Bolívar, el Libertador de la América. La Autorregulación, forma parte del discurso –fundamentalista- neoliberal, que le da cierta «magia» al mercado, vida propia, racionalidad; con lo cual, justifican la noción de que cualquier interferencia del gobierno en los asuntos económicos, debe ser revertida y que sea el agente individual del mercado, léase: el empresario, quien debe tener vía libre para actuar sobre la economía. Tal, como concluyó la UNCTAD, es un mito el fulano cuento de la autorregulación de los mercados. Un mito, llegar a creer que en la economía venezolana, altamente concentrada y en la cual, son los monopolios quienes deciden y planifican la producción, distribución y comercialización de todos los bienes, se pueda alcanzar un mercado «autorregulado», en que sean la oferta y la demanda los que permitan establecer los precios de los bienes y servicios, libremente, sin la intervención de políticas reguladoras gubernamentales, valga decir, dejar que sea «la mano invisible del mercado», la determinante fundamental en la fijación de los precios en el mercado interno.
Con razón, el llamado a debate del Presidente Maduro cayó en oídos sordos por parte de una derecha que se proclama hija del mercado y ferviente creyente del credo neoliberal por un lado, y por el otro, una izquierda que ha perdido su capacidad crítica de debatir un planteamiento que ha sido refutado por la propia experiencia de la crisis económica financiera internacional. No cabe, en el pensamiento económico socialista del siglo XXI, las ideas fracasadas y retardatarias de Milton Friedman de la autorregulación de los mercados. El pueblo chileno, su lucha en las calles, es la mejor expresión de ese fracaso. Hartos de autorregulación del mercado como están. Rectificación y retomar el camino del bolivarianismo, en su expresión económica, no hay otro camino posible para alcanzar la utopía soñada por el Padre Libertador, Simón Bolívar: « La mejor forma de gobierno es la que puede dar al pueblo el máximo de seguridad política, de seguridad económica y de seguridad social» (Mensaje de Convocatoria al Congreso Anfictiónico de Panamá, 1826) Y, ello reclama de un Estado fuerte…