La política económica del país merece la mayor atención y corrección por parte todos; es evidente la importancia que tiene sobre las condiciones de vida de los venezolanos. Mayor cuidado merece, porque las condiciones en que se desenvuelve la vida económica de los venezolanos no es la mejor, vista las amenazas provenientes de factores extranjeros y locales autoritarios y proimperialistas. Sin embargo, una política debe evaluarse por los resultados obtenidos y es más que evidente que la política económica no ha sido el área donde se muestran los mejores resultados; de hecho, es lo opuesto. Todos reconocemos que esta es una materia pendiente de la política gubernamental. Se acumula, hasta el momento, un retroceso histórico del producto de la economía, siete años continuos de caída muy significativa de la producción, acompañada además de una inflación descontrolada, pérdida de las reservas internacionales y falta de control del mercado cambiario y del precio de la divisa. En este período, se ha acumulado igualmente una caída de los ingresos nacionales que ha afectado notablemente a la población y, entre ella, a los trabajadores. Es evidente, también, la pérdida de control sobre las variables fundamentales de la economía; variables sobre las cuales depende la estrategia de desarrollo de cualquier nación. Debería haber acuerdo entonces en la necesidad urgente de cambios en esta área.
Un ámbito que ha motivado el debate nacional es, naturalmente, el tema de los salarios. Hasta ahora, la política se ha concentrado extrañamente en la contención salarial. Los salarios en términos reales se encuentran en un nivel históricamente bajo; en la práctica, los trabajadores han perdido completamente el poder adquisitivo de sus salarios, y niveles tan bajos de los salarios, presionan significativamente sobre el otorgamiento de bonos o subsidios por parte del Estado, los cuales, a pesar de su peso sobre las cuentas del gobierno, no alcanzan a compensar la pérdida de ingresos por parte de los trabajadores. Visiblemente, la política actual no funciona. La economía venezolana tiene fortalezas suficientes para recuperar la capacidad de compra de los salarios. Es más, es esta una condición necesaria para reanudar el crecimiento económico de manera sostenida en Venezuela; sobre todo, en los actuales momentos de crisis global por la pandemia de Covid-19 y las dificultades evidentes que plantea al crecimiento mundial.
Los bajos salarios mantienen contenida la demanda interna; sin demanda, la producción se achica constantemente. Niveles salariales tan bajos no incentivan la inversión ni permiten aprovechar por parte de las empresas las ventajas del uso de su capacidad instalada, impidiendo las ganancias de productividad y competitividad por parte de las mismas. Esto ocasiona, por otra parte, que la producción y el ingreso se mantengan bajos, y decaiga constantemente el tamaño de la economía, reiniciando el próximo ciclo económico recesivo. Estamos atrapados, entonces, en lo que puede describirse como una carrera hacia el fondo, alcanzando metas cada vez más bajas. Es necesario romper drásticamente con esta dinámica, a riesgo de provocar un colapso.
Se ha dicho que no habría dinero para pagar los salarios. No compartimos este argumento, por varias razones. Los salarios se pagan en moneda local. En gran parte, los salarios se pagan con el producto del trabajo. En el proceso productivo, el factor trabajo devuelve su costo y produce un excedente. En la economía venezolana y, al menos, mientras se requiera para abastecerla, productos importados, los costos que inciden en la fijación de los precios de mercado, son los costos internacionales; los costos de importación de los productos. Esto último, obviamente da un margen importante a los sectores que comercian estos bienes, los cuales han tenido mayor libertad para elevar sus precios. No obstante, los precios de la economía se han ajustado -más o menos libremente hacia arriba- con la notable excepción de los salarios. Esto último, deja un margen visible para la recuperación de los mismos, que obviamente depende de la capacidad de recuperación de cada sector de la economía. Mientras tanto, los trabajadores padecen por los bajos salarios y el bajo nivel de los mismos, les impide ser productivos. Nuevamente, estamos encerrados en un maldito circulo vicioso.
Por ello, estamos convencidos que los bajos salarios son un desincentivo económico a la inversión y al aumento de la producción, un enorme peso para el Estado y generan un daño social injustificable.
La política a favor de mantener los salarios contenidos y deprimida la capacidad de compra de los trabajadores es una política inadecuada, por ineficiente y políticamente contraproducente; sin hablar de sus costos excesivos constatables en el atraso del desarrollo nacional.