Jesús Farías como gato de siete vidas y saltarín siempre de pie

Sábado, 24/10/2020 02:38 PM

¿Quieres te lo pruebe?

Eso me preguntó Lorenzo, el hijo del viejo bodeguero y "comisario del barrio", con peinilla como argumento "participativo y protagónico", algo así como cabecilla de un Consejo Comunal inexistente, cuando puse en duda eso que los gatos tuviesen siete vidas.

Había estado ufanándose en un pequeño grupo de haber apaleado y apedreado hasta el cansancio a un gato, habiendo optado por arrancarle la cabeza, como si aquello fuese una hazaña. Y según él, llegó a aquel extremo, porque 3 veces había dejado al animal dado por muerto y al poco rato le veía levantarse y dando traspiés intentar escaparse.

"Y es más", agregó Lorenzo, "al gran carajo, uno le tira para arriba, hasta lo más alto y siempre cae sobre las patas, nunca se da un coñazo en las costillas, la cabeza, ni en ninguna parte que pueda hacerle daño. En el aire, mientras viene cayendo, hace no sé cuántas contorsiones que le permiten irse acomodando para caer sobre sus patas".

"Es que esos animales tienen siete vidas. Y por eso hay que cortarles la cabeza".

¿Y por qué tenías que matarle?, pregunté a aquel eufórico e inconsciente carajito.

"¡Y qué iba a hacé? Cada vez que mi mai me dejaba la comía en la mesa para cuando llegara de la escuela, mientras ella se iba a trabajar casa de la señora Petra, el gran carajo se la tragaba. Hasta la pesada piedra que mi mai ponía sobre la tapa que cubría el plato la quitaba".

Recordé aquella como estampa infantil, mientras leía unas cuantas declaraciones de Jesús Farías, empezando por aquellas que solía hacer de cuando con Sanguino formaba parte de la Comisión de Finanzas de la AN, para denunciar como el gobierno permitía que grupos económicos, de la misma manera de cuando la IV República, se llevaban sin medida ni discreción descomunales cifras de dólares.

Eran esos tiempos que, aparte de estar en esa comisión por ser economista, se sabía por los hechos que poco se le tomaba en cuenta en los altos mandos del gobierno. Chávez, poco tiempo atrás había fallecido y las cosas a lo interno habían cambiado sustancialmente como para que cada quien pensase con rigor la manera de buscar su acomodo y bregar duro por su subsistencia.

Llegó al Psuv desde el PCV, el glorioso partido venezolano del cual su padre fue fundador y legendaria figura, atendiendo inadecuadamente a un llamado del presidente Chávez destinado a configurar el partido único de la izquierda. No fueron muchos los comunistas que ese llamado atendieron por fortuna, pues los hechos han demostrado que fue un obedecer a una concepción dogmática, repetición de lo acontecido en otro lado y que suele tener el mismo resultado. Es una manera de meter la vida que es diversa en un solo corralón y allí favorecer se le secuestre. Es más fácil tenerlos a todos en el mismo saco y bajo las mismas reglas que tenerlos dispersos.

Pero también, por eso mismo, es una manera de restarse la ventaja derivaba de la libertad y amplitud de miras que proporciona el poder otear desde fuera sin estar sujetos a trámites o controles burocráticos y solidaridades automáticas. Tener una vigilancia, auditoría externa, libre y desprejuiciada y como un vigilante que desde fuera mira lo que ocurre adentro sin complicidades.

Y por haber llegado allí, de una procedencia distinta a las dos corrientes que al poco tiempo tomaron el control del partido, muerto Chávez, como tantos, quedó por fuera y sin sustento para sus aspiraciones, como todo político al fin. Y fue en esos momentos, cuando como solitario, emitía aquellas declaraciones que herían la sensibilidad de quienes gobernaban y tenían el control y en consecuencia responsables de lo que denunciaba. Quizás intentaba llamar la atención, un como "¡epa! ¿qué pasa? Aquí estoy. No soy de vidrio".

De repente optó por callar un largo tiempo y hacer apariciones en espacios donde uno menos le esperaba. Los miércoles comenzó a aparecer en televisión, porque la cámara indiscreta y cuidadosa le enfocaba en su asiento en primera fila aplaudiendo con desmesurado entusiasmo los mazazos. Eran aquellas las primeras contorsiones del gato en su caída, que no era el mismo de "Un día un gato" de Boris Vojtech Jasny, que pintaba de colores a todo aquel miraba, sino uno que venía en picada por haber intentado una proeza en solitario en un camino lleno de fieras y peligros.

Fue aquella una primera caída por haberse ido solo que, si bien es mejor que mal acompañado, no deja de ser una notoria debilidad y así le vieron, como quien llega a la fiesta con las manos vacías, sin música y sin gente que le aplauda. De donde concluyeron, quienes hacían las cuentas en la entrada, que no había nada que negociar con él sino dejarle sintiese el rigor de la soledad y la necesidad de acompañarse. No podía poner condiciones, para eso se necesita acompañamiento y numeroso; al contrario, si quería seguir con vida debía contorsionarse hasta el cansancio y el más no poder.

Y por eso, se le vio en aquellas fiestas o reuniones con rostro de tristeza y sonrisa de pedir asentimiento. Y hubo palabras de felicitaciones para él por estar allí, no por prestar un respaldo ansiado, sino por haber logrado caer de pie después de tantas volteretas.

Y llegó el anuncio esperado. El Petro surgió como sacado del sombrero de copa de un mago. Ya no habría sanciones que valiesen, el Fantomas, Superman y hasta El Chapulín Colorado, nada significaban frente aquel descomunal respaldo que significaría la moneda encriptada. Se acabaron los guapos de barrio y los gatos que, saltarines de techo en techo, escurridizos entran a la casa de cualquiera y se comen la "comía" de quienes llegan tarde. Al dólar paralelo le llegó su caída y su tatequieto.

Y se anunció el valor del Petro y el salario se ajustó a la mitad del valor de esa moneda, ya no sólo encriptada sino también misteriosa.

"Y cuando suba el valor de la moneda encriptada con él se irá hacia arriba el salario como gato saltarín de caída muelle y segura", dijo el presidente.

Y dijo aquello dentro del Plan de Bienestar y Seguridad Económica que previó aumentos salariales, periódicos, no bonos, a tiempo determinado, hasta el momento que salarios y precios en la cumbre alcanzasen el seguro equilibrio.

Cuando el presidente anunció todo aquello, vinculado al plan de Precios Acordados", como magistralmente manejado por Tareck ElAissami, se habló de un equipo especial que, como misteriosamente, magos al fin, operaba en Miraflores, también como encriptado.

De eso no vale la pena hablar porque por demás de eso sabe el venezolano, sólo basta decir a quienes, por vivir afuera ni por mucho imaginar llegarían a formarse una idea precisa, resultó el más absoluto fracaso y hasta engaño.

Y pronto vino la respuesta. Un legionario, un como "pagapeo", sacado de la reserva que se forma de los dispuestos a todo con tal de contar con el reconocimiento ansiado, deseoso de ser aceptado y recibido en la intimidad, tomado en cuenta hasta para las cosas más ocultas, pues el haber llegado sólo, mostrar disposición a acogerse a los nuevos preceptos no es rentable, obligado a dar absoluta demostración de fe y lealtad para ser definitivamente acogido, porque esas son vainas que les pasan a los advenedizos, apareció para dar la respuesta oportuna. No podía ser otro; era él el justo para eso, enfrentar a los trabajadores y a todos los afectados por el fracaso del plan anterior.

¿Cómo explicar a los trabajadores que ya su salario no equivale a ½ Petro? ¿Cómo hacer que entiendan y mejor acepten una brutal disminución de su salario, vacaciones, aguinaldos, prestaciones sociales y todo lo adosado al salario, como si quienes gobiernan fuesen un FMI repotenciado? ¿De qué valerse para que acepten que ya no habrá más aumentos salariales, ya que, según nuestros técnicos y los reclamos empresariales, ha sido la subidera de ese rubro lo que dispara la inflación? ¿Cómo contrarrestar la prédica de Pascualina Curcio, quien desde adentro multiplica el descontento al mostrar lo contario de lo que dicen empresarios y nuestros técnicos de confianza?

En verdad cuesta entender lo del monetarismo, más si los hechos corroboran lo contrario. Sin que se produzca aumento salarial alguno, los precios se disparan sin cesar. Pero hay otra señal contradictoria, ¿si el gobierno cree en la tesis monetarista, por qué pone empeño en los bonos? ¿No es otra manera de poner circulante en manos del público más allá de lo necesario? ¿No es esta una manera de poner a circular dinero? ¿No es pretender vender la idea que preocupa el salario mientras en la práctica se le contiene y hasta envilece?

En verdad nada de eso es creíble. Para explicar bien los milagros hay que poner en eso a un santo. A un tipo que no siendo de la cofradía, un advenedizo, un llegado de esos por cuenta gotas, sin santo y menos seña, dé justo la explicación que el poder necesita para que se haga creíble. ¡Y en eso llegó Jesús! ¡Cómo el Mesías! O como un gato, lanzado hacia arriba, cabriolando, se nos vino al suelo de pie.

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