En Respuesta a Jesús Farías y la Controversia sobre la Indexación Salarial

Lunes, 17/05/2021 03:15 PM

EN RESPUESTA A JESÚS FARÍAS Y LA CONTROVERSIA SOBRE LA INDEXACIÓN SALARIAL

Luis Enrique Gavazut Bianco

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Guatire, mayo de 2021

 

INTRODUCCIÓN

Desde hace varios meses se viene hablando mucho acerca de la indexación salarial en Venezuela como una forma de impedir que el salario real,  es decir, el poder adquisitivo del salario nominal, se siga deteriorando en nuestra economía.

Al respecto, diversos estudiosos y analistas del tema han venido configurando una propuesta que ya ha sido presentada incluso ante la Asamblea Nacional por el Diputado Tony Boza para su posible debate oficial.

Antes de que la economista Pasqualina Curcio asumiera públicamente esa propuesta, ya Juan Carlos Valdez y Tony Boza, muy conocidos en el país por su programa de televisión Boza con Valdez, transmitido por Venezolana de Televisión (VTV), venían desde hacía tiempo proponiéndola al país.

Posteriormente, una vez que comenzó el debate en la opinión pública, se han sumado otros impulsores o promotores de esta idea, como por ejemplo el economista Andrés Giussepe y el Diputado Rodolfo Sanz, quien la ha defendido desde su columna Temas de Economía Política, que se difunde a través de las redes sociales.

La propuesta de indexación salarial, que no solo plantea la indexación de los salarios, sino además de los tributos, del presupuesto público y del ahorro, ha desatado un debate en las redes sociales y en los medios de comunicación social, donde algunas personas defienden la propuesta y otras la desestiman. Entre las últimas cabe mencionar, por ejemplo, al Diputado Jesús Farías, quien se ha manifestado rotundamente en desacuerdo.

Aunque yo he expresado mi opinión acerca de este tema por las redes sociales, me ha parecido conveniente aceptar la sugerencia de varios colegas y amigos de escribir un artículo al respecto, sobre todo, porque hasta ahora no he visto ningún análisis donde se evalúen los argumentos a favor y en contra de una manera sistemática, de tal suerte que la ciudadanía pueda formarse una opinión debidamente sustentada.

Antes de comenzar, y para no hacer perder su tiempo al lector, debo señalar que, en mi criterio, fundamentado en el análisis que se presentará seguidamente, la propuesta de indexación salarial, en caso de que llegase a instrumentarse, no mejorará la situación actual en que se encuentra la economía venezolana y, por el contrario, podría empeorarla. En particular, no estabilizará, es decir, no detendrá el deterioro del salario real, ni mucho menos lo aumentará, que es, en última instancia, el propósito fundamental que se persigue con la indexación.

SÍNTESIS DE LA PROPUESTA DE INDEXACIÓN

Según los proponentes de la indexación, no solo salarial, sino también tributaria, presupuestaria y del ahorro, el elemento central de la guerra económica es la manipulación cambiaria por factores económicos externos. Así, mientras persista la manipulación política del tipo de cambio, con la indexación se busca revertir la pulverización del salario real y el deterioro de los servicios que presta el Estado.

En tal sentido, indexar es garantizar que, cada vez que ataquen al bolívar, y por consiguiente aumenten los precios de todas las mercancías, también se ajusten de manera automática, en la misma proporción y velocidad, los salarios, el presupuesto público de inversión/gasto y, por lo tanto, la cantidad de dinero que  circula en la economía.

Se plantea que el dólar paralelo ataca directamente al factor capital (K), lo que obliga al empresario a ajustar sus costos, sus beneficios y finalmente los precios, dejando constante el valor nominal del factor trabajo (L), que se ha venido rezagando en el tiempo. En consecuencia, se recomienda indexar mensualmente el salario mínimo integral (factor laboral L) al mismo ritmo que varía o se incrementa el factor capital (K) inducido por el dólar paralelo. En este caso, el beneficio se mantendría constante según lo estipulado por la Ley de Precios Justos (30%).

La unidad de cuenta indexada puede ser el petro, manteniendo fijo su tipo de cambio respecto a las divisas. En esa unidad de cuenta se contabilizarían los salarios, el presupuesto, los ingresos, el gasto público y otros tipos de contratos.

El mecanismo indexatorio se aplicaría de inmediato, ajustando simultáneamente el salario a un mínimo de un (1) petro para impedir que siga cayendo el poder de compra, y elevarlo progresivamente a seis (6) petros. También se puede indexar sin que haya ningún ajuste salarial en lo inmediato.

El Estado recaudaría mensualmente por concepto de impuestos (IVA, ISRL, etc.) la misma proporción de dinero real con base en el incremento del dólar paralelo, que le garantizaría el ingreso suficiente para incrementar el salario mes por mes a los trabajadores públicos y a su vez obtener el dinero (nominal y real) para pagar la nómina estadal incrementada. De esta forma se evitaría la pérdida del poder adquisitivo de los servidores públicos.

Por su parte, el BCV deberá ajustar mensualmente la oferta de dinero (liquidez monetaria) en bolívares con base en las variaciones del tipo de cambio (oficial y paralelo), manteniendo la relación de paridad cambiaria de equilibrio entre las reservas internacionales (RI) y las oferta de dinero (OD/RI), que establece la teoría del dinero para contener la inflación real.

La unidad de cuenta indexada flotaría con la inflación, mientras la moneda local se depreciaría hasta detenerse el proceso inflacionario. En ese momento, se puede hacer una reconversión monetaria para resituar la paridad de la moneda local con relación a las divisas cuando se haya alcanzado la estabilidad monetaria y haya sido derrotada la inflación; de manera que, la moneda local se podrá recuperar una vez detenido el proceso inflacionario.

No obstante, no se trata de una panacea, sino que habrá que atender de forma integral otros componentes de peso, como por ejemplo: la profunda dependencia del sector externo, la fijación monopolista de precios, el deterioro de la relación de términos de intercambio, la afectación que tienen el bloqueo y la guerra económica sobre la productividad, el mantenimiento del parque industrial y la fuga de talentos, los niveles de inversión, del ahorro interno y de la infraestructura productiva, entre otros.

ARGUMENTOS A FAVOR

Del texto de la propuesta que ha sido difundido a través de las redes sociales por Tony Boza, Juan Carlos Valdez, Arles Gómez y Omar Muñoz, al parecer presentada ante la Asamblea Nacional para su posible discusión, así como de los artículos publicados por Pasqualina Curcio, Andrés Giusseppe y Rodolfo Sanz, se pueden extraer los siguientes argumentos a favor de la indexación salarial:

1. La inercia inflacionaria, consistente en la fijación de precios por los comerciantes en función del costo de reposición de los inventarios, se corregirá cuando los comerciantes puedan abrir cuentas bancarias referenciadas en la unidad de cuenta indexada, de manera que para el momento de reponer inventarios, el valor del capital, producto de las ventas, se haya indexado automáticamente.

2.  La inflación en Venezuela es de costos, los oferentes incorporan la elevación de sus costos al precio de sus productos, indexando así el valor de sus productos. Ya existe en nuestra economía una indexación desigual y desincronizada de los contratos de servicios, la compra-venta de mercancías, los alquileres, los créditos bancarios, las deudas entre particulares, el salario de los trabajadores petroleros, los impuestos municipales y, en muchos casos, las compensaciones salariales sin efectos prestacionales legales que se hacen en divisas en el sector privado.

3. La inflación perdería sentido cuando todos o casi todos los actores económicos vayan al mismo ritmo inflacionario.

4. La emisión monetaria no es la responsable de la inflación actual en Venezuela. La inyección de liquidez solo produce inflación si la demanda se coloca por encima de la oferta, siempre que esta no pueda ampliarse por limitaciones estructurales; pero, cuando no están en pleno uso todos los factores de producción (empleo, capacidad instalada, financiamiento, entre otros), entonces la inyección de liquidez puede conducir simplemente a un incremento de la oferta, es decir, de la producción.

5. El aumento de los precios ocurre en Venezuela antes que el aumento de la liquidez, por lo cual no puede ser esta última la causa de la inflación. Esto, aunado a la caída del consumo real, del PIB real y de la liquidez real, a lo largo de los últimos años, demuestra que la inflación en Venezuela no es de demanda, sino de costos, pues si así fuese, estaría acompañada necesariamente de un incremento del PIB, y lo que en cambio tenemos es estanflación (inflación con recesión). Lo que lleva a la conclusión de que la liquidez no determina la inflación en nuestro país. La inflación es por el lado de la oferta, producto de la manipulación cambiaria.

6. La emisión monetaria no tiene que estar respaldada en dólares, porque Estados Unidos no respalda su moneda en ningún activo tangible depositado en algún banco. El límite para la creación de dinero no puede ser la cantidad de divisas en las bóvedas de las Reservas Internacionales, deben ser los bienes y servicios reales de la economía que necesitan transarse. Esto incluye al factor económico más importante, al factor trabajo. Así mismo, la emisión monetaria puede respaldarse en las reservas de petróleo, igual que se hizo con el petro.

7. La producción y el consumo pueden aumentarse a través de la oferta monetaria, lo cual está en manos del BCV. La oferta monetaria actual no llega ni al 10% del PIB. En este sentido, puesto que el PIB es en teoría el respaldo del dinero, se puede emitir mucho más dinero y ponerlo en circulación porque el volumen del PIB así lo permite. Por lo tanto, los salarios se pueden aumentar generalizadamente a unos 60 dólares mensuales, sin que haya inflación, porque hay suficiente producción para eso. Más allá de ese límite, tendría que aumentar el PIB para que no haya inflación, porque la producción es el límite que tiene un Estado con soberanía monetaria, para la emisión de su moneda.

8. Además, dado que la capacidad productiva ociosa es muy alta actualmente, como consecuencia de la caída de la demanda, ante un incremento importante del consumo, la utilización de la capacidad instalada aumentaría muy rápidamente.

9. Es un grave error esperar a que aumenten los ingresos nacionales, el rentismo petrolero o que cesen las hostilidades del bloqueo imperial, para luego poder estimular la producción del aparato productivo, y de lo que vaya "goteando", ir aumentándoles de manera progresiva los sueldos y salarios a los trabajadores, pensionados y jubilados venezolanos.

10. Una clave para poder inyectar dinero sin que se genere mayores niveles de inflación que el que se quiere combatir aplicando la indexación salarial, es por medio de la esterilización monetaria. Ésta es una política monetaria que utilizan los Bancos Centrales para compensar el efecto de los flujos monetarios en un país, procurando no se altere la masa monetaria real (total de dinero) ante continuas devaluaciones.

ARGUMENTOS EN CONTRA

Por su parte, de los artículos e intervenciones públicas recientes del Diputado Jesús Farías, así como del economista Luis Fernando Guanipa, quien ha distribuido un estudio de su autoría a través de las redes sociales, cabe rescatar los siguientes argumentos en contra de la indexación salarial, tributaria, presupuestaria y del ahorro en Venezuela:

1. Los trabajadores entienden que su salario es el resultado de su trabajo y de los ingresos que producen y que la inflación determina su capacidad real de compra. Porque trabajan, comprenden que el aumento salarial pasa ineludiblemente por la producción. Pretender aumentar salarios sin un sustento en los ingresos, es claramente parasitario.

2. El poder adquisitivo de la clase obrera venezolana ha caído en gran medida por la gran reducción de los ingresos de la República, a consecuencia importante de las medidas coercitivas unilaterales impuestas contra el país. El bloqueo criminal del gobierno yanqui ha ocasionado una brutal contracción de la producción y, por lo tanto, del ingreso nacional. Asimismo ha provocado el incremento espantoso de los precios, lo cual ha conducido al desplome dramático de los salarios.

3. Nuestros ingresos petroleros se desplomaron dramáticamente, pasando de más de 45 mil millones de dólares antes del bloqueo a menos de mil millones en el pasado año 2020, a consecuencia del terrible ataque que sufre nuestra economía. Ese desplome arrastró a toda la economía. Incluso, la Relatora de la ONU y un informe de la GAO en Washington han reconocido los efectos devastadores de las sanciones estadounidenses en la economía, en general, y en los salarios, en particular.

4. Cualquier solución al problema económico y salarial, con bloqueo o sin él, pasa por aumentar la producción. No es solo la producción, pero sin ésta no encontraremos la salida a la terrible crisis. En primer lugar, no se puede distribuir un ingreso (salario) que no existe y este ingreso se genera, precisamente, produciendo. En segundo lugar, para bajar la inflación, necesariamente, hay que desactivar la especulación cambiaria y, para ello, se requieren divisas. Eso también pasa por producir y exportar más. Por la naturaleza actual de nuestra economía, el mayor esfuerzo para generar divisas en el corto plazo se tiene que concentrar en el petróleo.

5. Al inyectar dinero en la economía en un escenario como el nuestro de depresión económica, desplome de ingresos fiscales y déficit agudo de divisas, en lugar de aumentos sustentables de los salarios reales, se genera una espiral inflacionaria indetenible, como lo demuestra la historia económica con asombrosa claridad.

6. Una creciente demanda (determinada por la mayor cantidad de dinero circulando), combinada con una oferta de bienes y servicios en descenso, como es nuestro caso, constituye un coctel explosivo para la inflación.

7. Una creciente cantidad de dinero sin soporte en la economía combinada con un déficit crónico de divisas, como es nuestro caso, constituye un disparador instantáneo del precio del dólar -potenciado aún más por la especulación-, lo que conduce de manera inmediata a mayor inflación.

8. La indexación salarial al petro –que equivale a una indexación al dólar paralelo- traería consigo una megadevaluación del bolívar, pulverizando absolutamente la ampliación del cono monetario, y agregando cada vez más ceros a nuestra moneda de curso legal, dificultando aún más las transacciones en moneda digital por cifras demasiado altas, y una corrida cambiaria como nunca antes vista.

9. Al ser una medida eminentemente monetaria, no protegería realmente el salario de los trabajadores, a menos que se recupere el ingreso de divisas del país, ya que se estaría aumentando constantemente el salario en tanto aumente el petro, generando con ello una espiral inflacionaria aún mayor.

10. El Estado, al ver minimizados sus ingresos por las múltiples sanciones y la disminución de la producción petrolera, no tiene cómo respaldar todos los salarios del sector público como otrora, además de tener compromisos con los programas sociales, la construcción de viviendas y más recientemente los gastos asociados al combate contra la pandemia por COVID-19.

SUPUESTOS ASUMIDOS COMO VERDADES A PRIORI  POR LA ARGUMENTACIÓN A FAVOR

1. El crecimiento de la producción en Venezuela depende de la demanda de bienes y servicios, es decir, del consumo. Como la Ley de Say no se cumple en la realidad, puesto que la oferta no es la que crea la demanda, entonces se necesita incentivar la demanda para que esta incentive la producción, porque nadie va a producir para un mercado que no existe. En tales casos, la producción se ajusta a la demanda y no crece. El aumento de la demanda es un incentivo eficaz del aparato productivo nacional.

2. Venezuela no es una economía de puertos, no depende del sector externo para producir bienes y servicios. Y aun cuando así fuese, la manera de romper con la dependencia del sector externo es precisamente desarrollando un mercado interno, lo que se logra aumentando la demanda agregada de la economía, es decir, los niveles de consumo de la población.

3.  La depreciación del bolívar frente al dólar americano y otras divisas libremente convertibles, incluso después que se agotaron las divisas del Estado que alimentaba la oferta del mercado cambiario en Venezuela, se sigue debiendo a la manipulación del tipo de cambio a través de marcadores de referencia del dólar paralelo.

4. Si los salarios, tributos y presupuesto público se indexan automáticamente al tipo de cambio, eso desincentiva que este último siga aumentando.

5. El PIB real es el límite superior de la liquidez monetaria no inflacionaria.

6. Las reservas internacionales y las divisas en circulación de facto en la economía, respaldan el bolívar.

7. Si se puede indexar el crédito bancario, también se puede indexar los salarios, los tributos, el presupuesto público y el ahorro.

8. Aumentar el abastecimiento de bienes y servicios por la vía de facilitar y estimular las importaciones, atenta contra el desarrollo de la producción nacional.

MI POSICIÓN PERSONAL

La indexación salarial siempre es una medida controversial. Dondequiera que se ha aplicado ha generado defensores y detractores. Sin embargo, debe tenerse presente que está bien establecido que la indexación salarial no necesariamente ocasiona una espiral inflacionista de precios y salarios; la evidencia señala que tal espiral solo ocurrirá en el caso de que el alza de los salarios supere al aumento de la productividad de la economía.

Por lo tanto, en realidad no hay contradicción entre indexación e inflación, a menos que el aumento nominal de los salarios supere al aumento de la productividad de la economía. Esto, obviamente, es el fundamento esencial que impide adoptar la indexación salarial con independencia de la productividad. Solo si la productividad aumenta, se puede indexar sin que ello se traduzca en inflación.

Esto lo han comprendido los economistas de los países desarrollados desde hace mucho tiempo. Por ejemplo, en Francia, a partir de 1968, los trabajadores exigieron que sus salarios creciesen en la misma proporción que el Producto Nacional Real, lo que implica vincular la indexación salarial con la productividad real de la economía. Esto se denomina desde entonces en ese país como el Sueldo Mínimo Interprofesional de Crecimiento (SMIC), es decir, el sueldo mínimo depende del crecimiento de la economía.

De lo que se colige, obviamente, que si los salarios se aumentan cuando la economía no crece o, peor aún, cuando decrece, tales aumentos salariales aumentarán la inflación. Es lo que se viene observando claramente en Venezuela a lo largo de los últimos años cada vez que el gobierno decreta un aumento del salario mínimo, al punto insólito de que los propios trabajadores rechazan los aumentos salariales porque temen, por amarga experiencia propia, que estos acarreen un aumento todavía mayor en los precios de los bienes y servicios. El problema no es, claro está, que se aumenten los salarios, sino que dicho aumento no esté aparejado de un crecimiento del PIB real.

El salario puede aumentar en términos reales sólo si aumenta la productividad de la economía, es decir, mayor cantidad de riqueza por unidad de trabajo. No importa si esa riqueza es industrial, de servicios, agrícola o minero-extractiva. En Venezuela la productividad agregada de nuestra economía ha sido históricamente determinada por la riqueza petrolera. Específicamente por la productividad de PDVSA. Por lo tanto, para aumentar los salarios sin efecto inflacionario, o se recupera la renta petrolera, o se genera riqueza en otras actividades económicas.

Eso requiere inversión. Pero la inversión productiva en Venezuela siempre la ha hecho el Estado directamente, e indirectamente suministrando las divisas baratas necesarias a los agentes económicos privados. Como eso no es posible ahora y en el futuro previsible, le toca al sector privado invertir sus propias divisas, pero esto solo ha ocurrido históricamente en nuestro país, si hay divisas baratas del Estado para recuperar el retorno de la inversión, lo cual no es el caso actualmente. Por lo tanto, no cabe esperar que aumente la productividad de nuestra economía, a menos que el Estado recupere su poder de asignación de divisas baratas a la economía, o que ocurra un cambio estructural en la propensión a invertir de los agentes económicos privados de tal suerte que comiencen, por primera vez en la historia de nuestro país, a invertir sin que exista abundante oferta de divisas baratas asignadas por el Estado.

Los proponentes de la indexación salarial piensan que con solo decretar una medida exclusivamente monetaria, es decir, aumentar la oferta monetaria, todos nosotros vamos a tener mejor poder adquisitivo que ahora o, al menos, nuestros ingresos no van a seguir perdiendo poder adquisitivo, incluso aunque haya mayor depreciación del bolívar. Independientemente de que se esté a favor o en contra de la indexación, esa medida, guste o no guste, no va a mejorar nuestra calidad de vida actual. Hemos dependido del petróleo por más de un siglo y pensamos que con un simple decreto de política monetaria vamos a ser de la noche a la mañana un país abastecedor de bienes y servicios con nuestros propios medios.

La indexación solo va a ser otra desilusión más. Para que funcione tendría que presionar a los empresarios a traer sus divisas para pagar costos de producción (materias primas e insumos importados, bienes de capital importados, etc.) y eso no va a ocurrir. Preferirán cerrar santamarías e irse.

Se argumenta que el consumo es el motor de la producción en Venezuela. Veamos. En el año 2012 había mucho consumo y demanda agregada en nuestra economía… ¿entonces por qué decayó la producción a partir de 2013 en adelante? ¿Acaso no es el nivel de consumo y de demanda agregada el determinante de la producción? Si así fuese, esta no habría caído. Lo que sí cayó fue, al principio, en el año 2013, la asignación de divisas baratas a la economía por parte del Estado y, gradualmente a partir de 2014 en adelante, la renta petrolera, cuyo declive significativo comenzó precisamente en ese año. Y la renta petrolera es el determinante tanto de la producción como del consumo y la demanda agregada en Venezuela.

La distorsión fundamental o crítica que ocurrió en el año 2013 en comparación con 2012, fue el frenazo a la asignación de divisas que ocurrió al eliminarse CADIVI y sustituirse por CENCOEX. Esto determinó una desaceleración en la variación de existencias (inventarios de materias primas e insumos importados) del aparato productivo nacional, así como una desaceleración menos pronunciada en la formación bruta de capital fijo (bienes de capital importados). Debe destacarse sobre todo, a efectos del presente análisis de la propuesta de indexación laboral, que tanto el consumo final del gobierno, como del sector privado, es decir, justamente las componentes de la demanda agregada interna que crecerían con la indexación salarial, tributaria y presupuestaria, no disminuyeron, sino que crecieron, respectivamente, 3,3% y 4,7% en el año 2013 en comparación con 2012. En cambio, las componentes representadas  por  la inversión (formación bruta de capital fijo) y la acumulación de  inventarios  (variación  de  existencias),  disminuyeron,  respectivamente, -9,0% y -28,6%. Esto demuestra que no es el consumo lo que determina la productividad en Venezuela cuando la asignación de divisas a la economía disminuye.

Desde entonces, como la asignación de divisas a la economía por parte del Estado –que alcanzó niveles récord en el puntual año 2012 en comparación con los años anteriores y que no por ello se tradujo en mayor inversión productiva, sino en mayor consumo y fuga de capitales- no ha dejado de disminuir, causa fundamental, esencial y principalísima por la cual toda la economía en su conjunto no ha dejado de disminuir.

Cuando afirmo que la renta petrolera es el determinante tanto de la producción como del consumo en Venezuela, es porque lo he medido. En mi más reciente estudio publicado en el libro La Economía Venezolana desde un Enfoque Inductivo, se comprueba que la renta petrolera es un factor determinante de los aumentos y disminuciones de las remuneraciones al factor capital y al factor trabajo, a corto plazo. Tanto la remuneración al factor trabajo, como al factor capital, se agrandan en el corto plazo a costa de la renta petrolera, es decir, la renta petrolera se distribuye a corto plazo (muy rápidamente) entre los factores productivos. Esto implica que la fuente de la cual se nutren las remuneraciones al capital y al trabajo en la economía venezolana es la renta petrolera y no la inversión del sector privado.

De hecho, no existe asociación estadísticamente significativa entre la inversión o potencial productivo del sector privado y la remuneración del factor capital, ni a corto, mediano ni largo plazo. Esto indica que la inversión privada en nuestra economía no representa un potencial de aumento de los márgenes de ganancias o rentas de capital, lo cual podría entenderse como improductividad o escasa rentabilidad de la inversión privada, obteniendo la empresa privada sus ganancias a partir de la renta petrolera y no en función de su nivel de capitalización propia.

No se observan efectos “impulsores” de mediano y largo plazo de la renta petrolera sobre las remuneraciones al capital y el trabajo, es decir, dicha renta se consume a corto plazo y no se invierte ni reinvierte a largo plazo, lo cual es atribuible a la ausencia de correlación entre la renta petrolera y la Formación Bruta de Capital Fijo (FBKF) del sector privado, lo que significa que la renta petrolera no impulsa la inversión productiva privada. Esto claramente indica que, en el caso del factor capital, los excedentes de explotación, incluyendo las transferencias de rentas netas percibidas por los inversionistas potenciales de la economía, no se destinan a la inversión productiva de largo plazo, es decir, al desarrollo, sino al enriquecimiento privativo improductivo, fenómeno este que va estrechamente de la mano con la fuga de capitales estructural de nuestra economía. Aquí estriba la causa fundamental de nuestro particular subdesarrollo, agudamente caracterizado como crecimiento sin desarrollo, desde hace más de medio siglo, por conspicuos economistas venezolanos de la talla de Domingo Maza Zavala y Orlando Araujo, entre otros.

Aun cuando es cierto que las expectativas de los empresarios sobre el gobierno y su permanencia en el poder, como también se evidencia en mi libro, es un factor determinante para reactivar la inversión, solo se cumple si es concurrente con la disponibilidad de renta petrolera. En otras palabras, aun cuando cambie el gobierno por uno que los empresarios consideren de su gusto (es decir, que les dé “confianza”, eufemísticamente hablando), eso solo aumentará la inversión si de manera concurrente aumenta la oferta disponible de divisas baratas en la economía. Por lo tanto, el factor determinante clave es este último.

Según lo plantean pública e insistentemente los economistas de derecha, como Ricardo Haussman, José Guerra, Víctor Álvarez y Miguel Rodríguez, eso se lograría mediante el endeudamiento externo (préstamo del FMI., BM u otros) y la subsecuente asignación de divisas baratas para los empresarios. Sin duda, eso aumentaría la inversión y la acumulación de inventarios, pero solo rentista o parasitaria, es decir, con base en el oxígeno del endeudamiento externo, a falta de renta petrolera. Con endeudamiento externo es que los defensores de esta propuesta piensan también estabilizar el tipo de cambio en Venezuela, para detener finalmente la hiper-depreciación del bolívar; es decir, lo mismo que hizo Macri en Argentina de manera obviamente insustentable e hipotecando a su país por 100 años (Macri hizo emisiones de deuda pública con vencimiento a 100 años). Naturalmente, el grueso de los recursos financieros obtenidos por esa vía terminan en fuga de capitales, dado que, con el argumento de “reactivar el aparato productivo” y “estabilizar el tipo de cambio”, lo que se hace es simplemente entregarle las divisas baratas a los empresarios, quienes contentos y felices las fugan fuera del país y no las utilizan para aumentar los niveles de acumulación de capital que se necesitan para el desarrollo de las fuerzas productivas. Sea por rentismo financiero o por rentismo petrolero o por cualquier tipo de rentismo, el resultado siempre es el mismo: crecimiento (mientras dure la renta) sin desarrollo.

La realidad indica que en nuestra economía solo se invierte si hay oferta de divisas para recuperar la inversión. La inversión en bolívares no sirve para adquirir bienes de capital ni insumos ni materias primas intermedias ni derechos de patente ni derechos de marca ni asesoría técnica. La indexación solo hará que suban los precios y que la depreciación sea mucho más rápida. El cono monetario ya no durará algunos meses, sino solo días. Y eso será todo. Igual la comida y todo seguirá caro y subiendo de precio en dólares (inflación en dólares). Además de hacernos a todos la vida cotidiana un verdadero dolor de cabeza por el cambio acelerado de todos los precios, haciendo que los cálculos más elementales se vuelvan un auténtico desafío. Cabe preguntarse, por ejemplo, si en estos momentos pagar el pasaje de la buseta es toda una odisea por el problema del dinero en efectivo, ¿qué pasará cuando sea imposible tener dinero en efectivo porque la indexación salarial hará imposible mantener ningún tipo de cono monetario? Es por detalles como este que considero que, en lugar de lograr los ambiciosos objetivos que se propone, la indexación salarial puede más bien empeorar mucho las cosas.

La oferta actual se vende a una demanda equivalente. Cuando se indexe, la demanda superará la oferta gigantescamente de la noche a la mañana, porque todo el mundo tendrá 60 dólares para comprar, cuando ahora tiene menos de 1 dólar. La demanda se multiplicará por 60 o más y la oferta será la misma porque la oferta no se decreta. Lo racional sería que los empresarios aumenten producción, pero no lo van a hacer porque no hay divisas en el país para recuperar el capital que inviertan. Para pagar a sus trabajadores y para pujar al alza sus ganancias, lo que harán será subir los precios. Lo harán desde antes de que la gente tenga los 60 dólares en la mano (tal como sabemos muy bien que siempre ocurre cada vez que el gobierno anuncia un aumento del salario mínimo o la próxima entrega de un nuevo bono a través del carnet de la Patria). Y eso será todo.

La oferta actual solo aumentará a medida que haya más dólares en la economía y puedan los empresarios realizar el retorno de su inversión en dólares. Esa es la realidad. Se puede indexar, eso no cambiará nada. Incluso podría empeorar, porque los más afectados, como siempre, serán los pequeños empresarios a los que se les hará cuesta arriba seguirle el ritmo a los costos operativos y probablemente se vayan a la quiebra. Por eso la indexación, como medida exclusivamente monetaria que es, no va a servir para equilibrar, ni para estabilizar, y en cambio podría empeorar las cosas.

A pesar de afirmar que con la indexación se controlará la inflación, se asegura contradictoriamente que la misma no es para solucionar el problema económico (como si la inflación no fuese el meollo mismo del problema económico venezolano), sino para evitar que todo el problema recaiga sobre el salario de los trabajadores, haciéndolos prácticamente esclavos, mientras el empresario sigue con niveles de ganancia usureros.

Eso no va a cambiar con la indexación salarial. Ni un milímetro. La escasez, que se debe a la desinversión, obedece a que no hay divisas y ningún agente económico, que no sea el Estado, está dispuesto a invertir las suyas para producir y expandir la oferta de bienes y servicios. En mi investigación inductiva sobre la economía venezolana, también he comprobado que la inversión privada (FBKF), aun cuando no afecta apreciablemente el nivel de ocupación de la economía nacional, sí determina los niveles de abastecimiento de bienes y servicios, sobre todo productos manufacturados en el país e importados. Esto implica que la contracción de la oferta de bienes y servicios por desinversión privada es un determinante de la inflación y, dado el alto nivel de dependencia del sector externo de nuestra economía, de la depreciación de la moneda.

 Así que puede hacerse lo que sea monetariamente, sea la paralización en seco de la liquidez o la indexación (que viene siendo la otra cara de la misma moneda monetarista) e igual continuará la depreciación, la inflación y el deterioro de la calidad de vida de la población, tal como se ha constatado con total claridad desde finales de 2018, cuando finalmente el BCV optó por la aplicación de una política monetaria restrictiva aumentando a niveles históricos el encaje legal de la banca (restricción del crédito bancario para disminuir la liquidez en circulación debida a la multiplicación secundaria de la base monetaria). Esa política, debe reconocerse, ha sido eficaz para contener la hiperinflación y reducirla a inflación galopante; sin embargo, dista mucho de poder resolver el problema inflacionario en Venezuela.

Ni siquiera los monetaristas neoclásicos a ultranza plantean una solución exclusivamente monetaria. Todos dicen que hay que acabar con el dinero inorgánico... pero, simultáneamente: hay que endeudarse con el extranjero para que nos den un préstamo de miles de millones de dólares. Es obvio. El problema no es monetario. Es un problema de colapso de la oferta por derrumbe de la producción y la productividad de la economía, que están determinadas, casi exclusivamente, por los resultados operativos de PDVSA.

Argumentar en este punto que, dado que la mayor parte del presupuesto público se financia con el IVA, el ISLR y los impuestos a cigarrillos y licores, y que la fuente petrolera del gasto público es de menor importancia relativa, pierde de vista por completo el hecho de que ese IVA y esas ganancias empresariales se generan a partir del uso que de las divisas asignadas por el Estado a la economía hacen los particulares y el propio gobierno. Y las divisas asignadas han provenido siempre del sector petrolero, en su inmensa mayoría. No ha sido sino hasta ahora, a raíz precisamente del colapso de la renta petrolera, que comienzan a surgir fuentes novedosas de divisas en nuestra economía, como las remesas y el gasto de las tenencias en el extranjero para consumo final –este último impulsado recientemente por el proceso de dolarización de facto- aunque obviamente irrisorias en comparación con lo que ha sido la renta petrolera en la economía venezolana.

Sin embargo, es ese precario nivel de oferta de divisas en nuestra economía el que marca el ritmo de la inversión y la variación de existencias en el país, conjuntamente con lo que todavía queda de ingreso petrolero estatal. En la medida en que la oferta de divisas se expanda, podrá expandirse la productividad y, por ende, aumentar las remuneraciones al trabajo y al capital. Es así, claro está, por culpa de la enorme dependencia del sector externo que tiene nuestra economía (todo lo importante para generar riqueza es importado).

Todo esto lo previeron Maza Zavala, Araujo y muchos otros desde hace 50 años y más. Es la consecuencia del colapso de la dependencia económica estructural del extranjero (por causas internas y externas, públicas y privadas, económicas y políticas, controlables e inevitables). Descubrir tan dramáticamente lo que significa haber sido dependientes del petróleo por un siglo entero, es ciertamente traumático. Que nuestras capacidades económicas se ubican a nivel de las de Haití y el África Subsahariana y que solo el petróleo evitaba que nos diéramos cuenta es desquiciante y tan patético que es preferible la negación y argüir un montón de explicaciones alternativas que no sirven ni siquiera de consuelo. Quienes proponen la indexación salarial no han asimilado aún el verdadero significado y orden de magnitud de lo que representa el petróleo en nuestra economía.

Si no entendemos y asimilamos lo que significa ser dependientes, vamos a seguir creyendo ilusamente en soluciones mágicas. Solo hay una de ese tipo: que se recupere la renta petrolera. Ahí sí se puede restringir liquidez, indexar, meter controles de precios y todo lo que se quiera, porque la única variable que hace que la política económica funcione en Venezuela es la renta petrolera. Se puede entender como que es el medio a través del cual se puede financiar la política económica.

Todo en la vida cuesta. Los dueños del capital devengan renta de su capital. Los dueños del trabajo devengan salario de su trabajo. Ambos factores se aplican al proceso productivo. Si no hay proceso productivo nadie devenga nada. En Venezuela, cabe decirlo ya sin asombro y sin pudor, el proceso productivo es sinónimo de proceso productivo petrolero. En este momento, igual que siempre en la economía capitalista, el capital gana mucho más que el trabajo. Las medidas monetarias, sean restrictivas o expansivas de la liquidez, no van a cambiar eso. Solo la realización material de la ganancia en la producción puede cambiar nuestro nivel de vida actual. Y esa ganancia la proporciona PDVSA, al menos así ha sido históricamente hasta el día de hoy.

La indexación salarial no revaloriza nuestra moneda. Cuando la gente salga a comprar con su nuevo sueldo de 60 dólares, los precios ya habrán subido y eso se repetirá cada quincena. La gente solo podrá comprar la misma miseria que ahora. Con solo decretar que el sueldo vale 60 dólares no basta. Tiene que haber oferta real de dólares que puedan comprarse en el mercado a ese precio en bolívares y esa oferta no existe. Me explico mejor. Si me dicen que mi nuevo sueldo vale 60 dólares, la única forma de que eso sea cierto es que yo vaya y le diga a mi contacto que vende dólares que me venda por favor 60 dólares a cambio de mi nuevo sueldo en bolívares. Eso no va a pasar porque al momento de la transacción ya el tipo de cambio estará nuevamente depreciado y con mi sueldo nuevo lo que voy a comprar es menos de un dólar como es actualmente. Para que eso cambie tiene que aumentar la oferta de dólares en la economía. Eso se hace con exportaciones.

Me explico mejor. En lugar de usar un bolívar respaldado en oro o petro (dólares), usemos dólares directamente. Dígasele a todos los patronos incluido el mayor de todos, el Estado, que a partir de mañana debe pagar el sueldo de 60 dólares, en dólares, a todos sus trabajadores. ¿Qué pasará? Dos cosas: despidos masivos y quiebras masivas. Por una razón: no hay dólares para pagar en esa magnitud.

Cuando se afirma que el ingreso de divisas del país disminuyó en 99%, lo que se está diciendo, habida cuenta de la gigantesca dependencia de importaciones de nuestra economía, es que el país quebró. Sin PDVSA no somos nada. Se llama rentismo. Dependencia económica del sector externo. Se sabía que eso iba a pasar. Muchos visionarios serios lo venían advirtiendo desde hace décadas.

Por eso ni la restricción de la liquidez (monetarismo de derecha) ni la expansión de la liquidez (monetarismo de izquierda) sirven para nada, o al menos para nada realmente significativo. Nuestro nivel de vida sigue dependiendo abrumadoramente de PDVSA.

Más claro. Es algo así como que vivamos en una aldea en medio de la nada y tenemos comida almacenada de la última cosecha. Entonces de repente un incendio arrasa con todo. Al día siguiente unos ancianos aconsejan recoger todo el dinero en circulación para que vuelva a haber comida en la aldea. Se hace y la gente sigue sin comida. Entonces vienen otros ancianos y aconsejan que no era recoger todo el dinero lo que hacía falta, sino imprimir más dinero para que la gente pueda ir a comprar comida. Se hace. Y al día siguiente la gente sigue con hambre. Entonces el iconoclasta de la aldea les dice: “Oye, ¿y qué tal si mejor nos ponemos a sembrar?”.

Un querido colega y amigo me ha señalado que esa anécdota hipotética no es más que Milton Friedman en versión tropical. Tal vez, aunque supongo que Friedman habría estado de acuerdo con la opinión de los primeros ancianos (monetarismo de derecha).

Es imperativo que se comprenda que en Venezuela no se ha dejado de producir porque no haya consumo, sino porque no hay dólares para realizar la ganancia. Cuando hay dólares baratos del Estado, los empresarios producen y pagan salarios que le sirven a la gente para consumir y, al vender, los bolívares que obtienen los usan para comprar dólares y fugarlos fuera del país. Así su ganancia se realiza en dólares. Si no pueden hacer eso, cierran o producen al mínimo posible tipo animación suspendida hasta que vuelva a haber divisas baratas. Solo aumentan producción o importaciones a medida que hay más divisas disponibles en la economía. Nada que ver con el consumo en bolívares, excepto hasta donde esos bolívares alcancen para comprar dólares. Por eso se le llama con toda propiedad burguesía parasitaria, porque parasitan las divisas baratas del Estado.

El dinero que puede estimular la oferta es el dinero dolarizado, sea petro, bolívar, bolívar-oro o bitcoin. Se puede indexar, pero con los bolívares indexados solo se podrá consumir al nuevo nivel del tipo de cambio y estaremos como el perro persiguiéndose su propia cola.

Está muy claro que no es la restricción de la liquidez lo que importa, sino tener divisas para pagar importaciones. Se llama dependencia del sector externo. Por eso los salarios reales no van a subir, así se decrete la indexación. Los de derecha plantean que la oferta de divisas aumente vía endeudamiento con el FMI, o sea, como el padre de familia desempleado que para darle de comer a sus hijos usa las tarjetas de crédito para el consumo. Nuestros camaradas y amigos de izquierda plantean por su lado la indexación, pero no dicen cómo se van a pagar las importaciones que, en el estado actual de nuestro desarrollo científico y tecnológico, y de nuestro parque industrial y nuestros procesos agrícolas, son absolutamente indispensables para producir bienes y servicios.

Todo es cuestión de ver cuál es la variable determinante. En primer lugar, sin oferta no hay demanda que valga, a menos que haya inversión, que en una economía sujeta a reglas clásicas debería aumentar en mayor o menor medida en función del ahorro, cosa que no es así en Venezuela, porque las inversiones aquí varían en función del sector externo. El ahorro es irrelevante. Igual que la demanda. A menos que la demanda sea en dólares, o sea, que los compradores paguen directamente en dólares, y esa demanda no va a aumentar porque se aumente el salario en bolívares.

Segundo, la demanda se construye en función de la producción, igual que la oferta. Demanda y oferta son las gemelas que nacen y se desarrollan en y a través del proceso productivo. Eso está bien claro desde Marx. Ni la demanda, ni la oferta se decretan por medidas monetarias. Si no hay producción no hay salario real valioso ni ahorro real valioso ni inversión real valiosa. Por ende, sin producción no hay calidad de vida.

En nuestro país la producción la tenemos siempre que PDVSA le eche pichón y el resto de las actividades económicas se pegan de ese autobús. Claro que podemos superar la dependencia, pero para eso hay que seguir el camino de Irán, por mencionar un ejemplo conspicuo, y sacrificar no un lustro de penurias, que es lo que llevamos sufriendo apenas, sino dos o tres generaciones completas. Claro que si se recupera la renta petrolera, pues podremos recuperar mágicamente nuestro nivel de vida perdido, sin mayor esfuerzo colectivo de nuestra sociedad para disfrutar de una renta per cápita de país desarrollado, a pesar de ser, como somos, profundamente subdesarrollados.

Lo que es evidente es que nadie puede devengar un salario real valioso (que le sirva para consumir) si no es a través de un trabajo productivo. Lo demás es inflación. La demanda vía salario sin valor, simplemente no es demanda. No lo es porque no mueve la oferta. Tenemos años siendo testigos de eso.

¿Y por qué antes sí y ahora no? Porque PDVSA le daba valor real a todos nuestros salarios. Sé que es dramático tener que aceptar algo así y pensar que nuestros trabajos sin la productividad que les aporta PDVSA no valen. Pero es la realidad nuestra. Es una realidad. ¿Podemos sembrar? Sí. ¿Podemos montar otras industrias? Sí. ¿Qué necesitamos para eso? Capital. ¿Quién lo tiene? Los extranjeros y los fuguistas de capital. ¿Y el Estado? No tiene por ahora. ¿Y nosotros el pueblo? Tenemos trabajo, pero no capital. ¿Juego trancado? Tal vez. ¿Esperanza sin sacrificio? PDVSA, rentismo petrolero. ¿Esperanza con sacrificio? Irán, crecimiento con desarrollo, ciencia y tecnología propia, independencia del sector externo.

Supóngase que se decreta la indexación y se dice que el salario mínimo vale 60 dólares. Salgo corriendo y le digo a mi vendedor de dólares que me venda 60 dólares a cambio de mi nuevo salario mínimo en bolívares. Eso no va a pasar, porque el tipo de cambio ya se habrá disparado para el momento de cerrar el trato. Ahora, si me pagan el sueldo directamente en dólares otro gallo canta. ¿Pero de dónde van a salir los dólares para eso?

Los precios están dolarizados en Venezuela por la enorme dependencia del sector externo, por lo que el bolívar solo vale en su poder de intercambio por dólares. Así, cuando se compra lo que sea en este país lo que se está es cambiando los bolívares por dólares, dada la dependencia de importaciones. Si se compra un kilogramo de harina de maíz, lo se está haciendo es comprar un dólar equivalente (que es aproximadamente su precio actual en el mercado). Porque la harina de maíz se produjo en un 90% o más con insumos importados. Lo único nacional es el trabajo y ni siquiera, porque no se puede ir a trabajar desnudo y la ropa es importada o se fabrica con casi todo importado, y la comida es importada porque aun cuando se siembre aquí, se hace con casi todo importado, y la buseta para ir a trabajar es importada y la electricidad en la fábrica se genera con turbinas importadas... y nada de eso, a cambio, se compensa con exportaciones y todo eso se llama dependencia del sector externo.

Solo en los rubros donde se puede alcanzar cierta autosuficiencia endógena (independencia de importaciones) y donde, además, no existen condiciones que favorecen la concentración de mercado monopolista, como es el caso por ejemplo de la siembra de hortalizas, se observa un esperanzador florecimiento de numerosos emprendimientos productivos en libre competencia. Esto último es precisamente lo que ha mantenido los precios en este rubro relativamente menores y menos volátiles que los observados en otras ramas de actividad de mayor concentración económica y mayor dependencia de importaciones. La salida del mercado de grandes actores monopolistas en la industria manufacturera, como por ejemplo en el ramo de productos de higiene y aseo del hogar, ha favorecido también un florecimiento de nuevos emprendimientos competitivos; sin embargo, en este caso, la dependencia de insumos importados es un plomo en el ala. No así en el caso, para nombrar un ejemplo del sector terciario, de los freelancers, es decir, los profesionales por cuenta propia que venden sus servicios a través de Internet, que es otro segmento de actividad económica muy esperanzador para nuestro país.

La causa fundamental de nuestro desenlace monetario, económico y social, es la dependencia en ciencia y tecnología, que a su vez determina la dependencia extrema de importaciones. Argentina y Venezuela se parecen mucho porque ambas economías dependen de fuentes de divisas ubicadas en el sector primario agrícola extractivista. Al colapsar la fuente de divisas, muy mal aprovechada por culpa de la fuga de capitales, la consecuencia es la depreciación, la inflación y el endeudamiento externo.

Hay que producir. Para producir se requiere inversión. La inversión tiene que ser en divisas, porque aquí no disponemos de tecnologías propias, y por eso hay que importarlas. La inversión solo puede hacerla o el sector privado o el sector público. Este último se quedó sin divisas por el colapso de PDVSA. En cuanto al sector privado, no están dispuestos a invertir a menos que se recupere la renta petrolera. Juego trancado. A menos que el Estado logre levantar inversiones que permitan recuperar las exportaciones petroleras. En eso anda, sin lugar a dudas, a través de la Ley Antibloqueo.

Es un grave error pensar que, en ausencia de divisas, la inversión privada depende del consumo. Por eso, si se flexibiliza el encaje bancario y/o se indexa, la demanda de divisas se dispara y, como no hay, pues se disparará la depreciación y la inflación. Solo a medida que vaya aumentando la masa de divisas en la economía, puede aumentar la demanda y el crédito.

La demanda en bolívares no genera rentabilidad en divisas porque los inversionistas no tienen manera de convertir los bolívares en divisas al cierre del ejercicio económico. Y como no hay divisas en el país suficientes porque el Estado ya no las produce, entonces no hay incentivo para invertir. Esto es una perversión que está asociada al conocido fenómeno de la "huelga de inversión del sector privado", el cual ha sido documentado también en Argentina. Si la burguesía criolla fuese nacionalista y creyera en su país, asumiría el riesgo de invertir sus capitales en el desarrollo de las fuerzas productivas. Esto no ha ocurrido jamás. Nuestra burguesía es apátrida y parasitaria.

El sistema de asignación de divisas a la economía, sea mediante libre mercado o asignación controlada, no es lo determinante. Es la decisión política histórica en Venezuela de repartir la renta estatal de divisas entre la burguesía y el pueblo trabajador. A la primera, vía venta de las divisas a precios irrisorios, y al segundo, vía subsidios directos e indirectos, siendo el principal de tales subsidios el empleo público. No habría colapso si esa asignación masiva de las divisas se hubiese traducido en aumento de la capitalización productiva de nuestra economía, es decir, que se hubiese traducido en acumulación de capital endógeno. En su lugar, nuestras divisas terminaron aumentando la acumulación de capital de las economías centrales, principalmente Estados Unidos.

Una solución a este problema estructural ha sido la adoptada por Noruega con su Fondo Soberano de Renta de Hidrocarburos. Es posible imaginar otras soluciones. Como el presupuesto anual de divisas sujeto a contraloría social y la asignación financiera, no cambiaria, de las divisas a los agentes económicos (no venderles las divisas, sino prestárselas a interés).

Ciertamente, la causa de la inflación no es la emisión monetaria para financiar el déficit público, pero ya tampoco lo es la depreciación inducida a través de marcadores de referencia paralelos, como firmemente presuponen los proponentes de la indexación salarial. La causa es la caída de la oferta de bienes y servicios debida a la caída de la producción y las exportaciones. Esta última se debe a la falta de inversión. Y como en un sistema capitalista de mercado la producción le corresponde al sector privado y dado que este último tiene enormes tenencias de capital en el extranjero que bien podría destinar a la inversión, y dado que nada de eso ocurre, pese a todos los incentivos y ventajas existentes en nuestro país para obtener excelentes tasas de retorno, forzoso es concluir que la causa de la inflación y su solución está en las manos del sector privado. Y, como se ha argumentado ampliamente, eso no depende de la “confianza” o de los “incentivos”, ni tampoco de la “demanda” o el “consumo”, ni de que “las importaciones desestimulan la producción nacional”, depende fundamentalmente de la disponibilidad de divisas baratas con las cuales realizar la ganancia. Al recuperarse esa disponibilidad, veremos como, mágicamente, aumenta la utilización de la capacidad instalada y se hacen nuevas inversiones.

La especulación cambiaria y el ataque a la moneda fueron determinantes principales en los primeros años de la guerra económica, mientras se agotaban las fuentes estatales de divisas del país, que son prácticamente las únicas. Una vez agotadas las divisas, ya esos factores no son determinantes.

El argumento de que el límite superior de la liquidez monetaria en circulación es el PIB real y que hay mucho margen para aumentar los salarios por decreto porque el porcentaje de utilización de la capacidad instalada ronda el 20% apenas, es ilusorio. Aquí hay inflación hasta por una brizna de paja. Ningún empresario va a expandir utilización de capacidad instalada si no ve dólares para realizar su ganancia. La oferta circulante de dólares es muy poca. Cuando los empresarios aumenten producción, cosa que no harán, pero suponiendo, se disparará la demanda de dólares para importaciones de consumo intermedio y bienes de capital. Al no haber dólares suficientes, se disparará la depreciación y por ende la inflación, la cual se manifestará en dólares (depreciación del poder adquisitivo del dólar junto a apreciación del mismo respecto al bolívar... paradoja que ya estamos viviendo).

En cuanto a la proporción de PIB / M2, es engañosa, porque ese PIB no es en su mayoría producción consumible por los asalariados (donde el aumento salarial pueda representar demanda efectiva), sino gasto agregado. Por ejemplo, los salarios de los educadores son PIB (un gasto fundamentalmente del Estado), pero la inmensa mayoría de los trabajadores en Venezuela no compran educación con su salario, sino harina de maíz y carne. Afirmar que la parte del PIB que corresponde al gasto en remuneración de los educadores forma parte del límite superior hasta donde se puede aumentar la liquidez monetaria en circulación sin que esta cause inflación, es francamente erróneo. Las rentas financieras también son PIB, pero nadie va a consumir con su salario la renta financiera de los banqueros. Lo que se consume con el salario es aceite, arroz y pasaje de la buseta. Las importaciones de los bodegones sí son consumibles por el salario de los trabajadores. La producción “nacional” de harina de maíz, cerveza y pollo sí son consumibles por el salario de los trabajadores. Así que la liquidez monetaria respaldada en la totalidad del PIB no es válida, sino solo en una parte del PIB que, en Venezuela, dada su composición sectorial, es más bien minoritaria.

Sé que todavía hay otros argumentos y presuposiciones que han sido esgrimidos por los proponentes de la indexación salarial a su favor; sin embargo, por razones de tiempo y espacio debo dejarlo hasta aquí. Considero, no obstante, que he analizado los más importantes.

EPÍLOGO

Los proponentes de la indexación salarial, los tributos, el presupuesto y el ahorro, obvian la dependencia del sector externo de nuestra economía. Piensan que la producción nacional es nacional, pero la realidad es que depende casi completamente de bienes de capital, insumos, materias primas intermedias, partes, piezas, componentes, repuestos, patentes, asesoría técnica y derechos de marca extranjeros. Lo que significa que hay que importarlos con divisas que ya no existen en la economía porque ya no hay exportaciones que las generen. Yo coincido en que hay que reactivar la demanda, pero siempre se irá en inflación, a pesar de la oferta inelástica, por culpa de la dependencia del sector externo. Esta pesadilla continuará hasta tanto nuestra economía no consiga las divisas que se necesitan para aumentar las exportaciones.

Si hay algo que para mí esta crisis ha develado en toda su crudeza, es el profundo grado de atraso y subdesarrollo endógeno de nuestra economía, causado por más de un siglo de casi total dependencia del extranjero. A eso se refiere la famosa frase: "Se acabó la gallinita de los huevos de oro". Léase: PDVSA. Y como es tradición en el capitalismo, quien la paga es el pueblo trabajador y la pequeña burguesía.

Las salidas históricas a situaciones como esta han sido la guerra, revolucionaria o civil, el endeudamiento extranjero y paquetazos de ajuste, y el desarrollo de fuerzas productivas endógenas no dependientes con base en las propias capacidades en ciencia y tecnología. Hay una cuarta: la depauperación indefinida. Yo me inclino por la tercera, la de Irán.

Públicamente he sostenido que mi preferencia es por la revolución clásica. Es decir, sin temor a la guerra, a la dictadura férrea ni al paredón de fusilamiento. También he sostenido que deberíamos aprovechar todo esto para irnos de una buena vez por el largo, penoso y fructífero camino de Irán. Y también sostengo que es mejor para nosotros superar la condición de dependencia por la vía de la desconexión de la economía-mundo y después de desarrollar nuestra propia ciencia y tecnología, reconectarnos. Sin embargo, sé que nada de eso va a ocurrir porque piso tierra y no creo en pajaritos preñados. Me limito a señalar lo que puede o no puede funcionar. Y, en tal sentido, las soluciones exclusivamente monetarias no son tales.

No hay que engañarse. Solo hay una fuente sustentable de divisas en una economía: las exportaciones. Las remesas son de hecho sustentables porque equivalen a la exportación de fuerza de trabajo. El gasto de divisas ahorradas en el extranjero por la burguesía no es sustentable porque no se reproduce, sino que se consume. Hay economías que se sostienen en las remesas. Son las "repúblicas bananeras" muy comunes en América Central. Si el Estado no recupera su actividad exportadora y la burguesía no invierte en el desarrollo de fuerzas productivas endógenas, solo seremos una república bananera, como de hecho lo hemos sido en los últimos tres años al estar dependiendo tanto nuestra economía del flujo de remesas.

Es plausible que el Estado vuelva a aumentar los salarios y los subsidios al pueblo trabajador si logra aumentar sus ingresos de divisas, vía renta petrolera sobre todo. Si hay algo que los gobiernos bolivarianos han demostrado es que cuando tienen recursos, los redistribuyen a la población en su conjunto. Lo que hay que presionar es entonces porque en lo adelante esos recursos sigan siendo para el bienestar del pueblo, que la inversión productiva busque la independencia del extranjero y se evite tener que regalárselos a los fuguistas de capitales.

En cuanto a la solución es en mi criterio muy clara: más socialismo. Es decir, es el Estado el que tiene que hacer la inversión productiva. Seguir confiando en que el sector privado nacional y extranjero va a invertir, es infructuoso, al menos hasta tanto no se recupere la capacidad del Estado de asignar divisas a la economía. No es un problema de “falta de confianza”, tampoco lo es de “falta de demanda” o de “consumo”, es un problema de falta de renta petrolera. Así de simple y ramplón.

El Estado no se va a poder escapar de la necesidad de invertir en más empresas públicas y apoyar a fondo al pueblo de base organizado que está dispuesto a trabajar y emprender, pero que no tiene los recursos para invertir. El Estado debe suministrar esos recursos (no mediante préstamos, sino mediante inversión directa). Para ello, he insistido en que se adopte la figura de las empresas mixtas Estado-Pueblo, donde el Estado entre como socio capitalista (aportante de los recursos materiales y financieros) y el Pueblo entre como socio industrial (aportante del trabajo, la organización y la innovación), con efectiva participación de la comunidad en ejercicio de la contraloría social y actores especializados de consultoría que faciliten todos los procesos.

El Estado tiene que invertir en empresas públicas que produzcan materias primas intermedias, es decir, los precursores físicos, químicos y biológicos que necesita la industria para alimentar las maquinarias. Venezuela es rica en minerales y recursos biológicos, pero eso no son materias primas. Las materias primas requieren, para serlo, de un pre-procesamiento que las haga utilizables para la tecnología industrial. La cual, por cierto, tendrá que ser sustituida o reconvertida en su totalidad a los estándares euroasiáticos, a menos que comencemos a fabricar nuestra propia maquinaria industrial con base en nuestra propia ciencia y tecnología, como hizo Irán, por ejemplo. Irán también está bloqueado. También ha dependido del petróleo como principal fuente de divisas. Pero Irán sí hizo lo que tenía que hacer, ganándose a pulso su puesto en la Historia.

Claro, la otra solución es recuperar la renta petrolera. Ahí estará por verse cómo avanzarán las inversiones rusas y chinas, principalmente, y bajo el amparo de la Ley Antibloqueo.

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