Los abyayalenses, estamos atrapados desde hace quinientos años en una telaraña urdida inicialmente por europeos -españoles, portugueses y británicos- que explotaron, "civilizaron" a los pueblos originarios, despojaron y parcelaron sus territorios. Tejido vigente hasta nuestros días, pese a numerosas rebeliones, entre estas la gesta libertaria de Simón Bolívar quien, como luego lo hiciera el Comandante Chávez, combatió y dio su vida por librarnos de la misma.
Telaraña base de la civilización occidental reforzada y extendida desde fines de la II Guerra por los amos del poder político y económico estadounidense hasta lograr la globalización de la lógica del capital y la mundialización de su modo de vida. Logros amenazados hoy por China, por gigantescos consorcios supranacionales y por pueblos que colados por la grietas del sistema, enfrentan el estatus con la esperanza de dar paso a una manera más humana y solidaria de organizarnos.
Amenazas que han obligado al imperio a resetear sus estrategias militares, tecnológicas, financieras y mediáticas aplicadas a su patio trasero, ya no solo para reforzar su dominación sino para acelerar su expansión territorial. Entre éstas, insistir en la creación de unas "bases" económicas, inspiradas en las militares, hoy Zonas Económicas Especiales, enclaves productivos para la exportación controvertidas ya desde sus primeras apariciones en las décadas de los 60 y 70.
Defendidas aquí y ahora por sus promotores con medias verdades y argumentos menores o cantinflescos incomparables con los cuestionamientos esgrimidos por intelectuales de amplia trayectoria revolucionaria, entre ellos Luis Britto, Pasqualina Curcio, Agustín Calzadilla, Judith Valencia y María Alejandra Díaz. O con las llamadas de atención sobre fallas e inconsistencias destacadas por cámaras gremiales y empresarios regionales que, obviamente, rechazan el trato preferencial a los nuevos inversionistas.
¿Estamos atravesando una situación económica dificilísima? Si.
¿Necesitamos atraer inversionistas que contribuyan a dinamizar nuestra economía? Si.
¿Es difícil atraer inversionistas en esta situación? Si.
¿Tenemos compromisos con nuestros aliados? Supongo que sí.
¿Son las ZEE la única y mejor manera de atraerlos? No.
¿Tiene sentido desoír a acompañantes del proceso que han luchado toda una vida por la independencia y soberanía de Venezuela y los venezolanos? No.
Entonces, visto que las ZEE serían un instrumento de la política económica en su sentido más amplio, propongo que se abra un paréntesis para personas comprometidas con el proceso, conocedoras del tema, ejercer directamente su soberanía, revisen y debatan con asambleístas el material existente con miras a dinamizar y orientar nuestra economía hacia el proyecto esbozado por Chávez.