La manera como el Banco Central de Venezuela-BCV ha manipulado los indicadores socioeconómicos, en momentos de crecimiento o de recesión económica, en condiciones normales o en condiciones de bloqueó, siempre ha llamado la atención tanto en la Cuarta como en la Quinta República.
Una cosa se desprende de los datos que de manera mecánica e interesada se obtienen de las técnicas y métodos utilizados por el BCV y otra cosa son los precios que golpean el salario, in situ, de los demandantes (bien sea alimentos, fármacos, servicios públicos –como transporte, CANTV, clínicas, ambulatorios-, recreación y esparcimiento, entre otros) cada vez que los venezolanos de manera colectiva o individual, intentan estirar los ingresos para adquirir los productos y servicios de primera necesidad.
En ese sentido, las dos informaciones son importantes y se confrontan, el dato sesgado que por razón política divulga todos los meses el BCV y el dato empírico que el consumidor observa en la demanda, diaria, semanal, quincenal o mensual, de los productos y servicios necesarios para medio vivir. Aquí valga retomar como referencia el estudio del Observatorio Venezolano de Finanzas-OVF sobre el valor de la Canasta Alimentaria en el mes de julio de 2022, la cual alcanzó el monto de 382 dólares, lo que es igual a 19 salarios mínimos.
En relación con la dicotomía anterior basta retomar: en primer término, el índice de inflación del 7.5%, de junio, entendida la inflación como el "aumento de precios entre dos periodos" y una de sus variantes la hiperinflación, que significa "la subida del nivel de precios de forma muy rápida, continuada y consecutiva, lo que genera que las personas pierdan constantemente el poder adquisitivo, el poder de compra del dinero de sus salarios, (…)."
Y en segundo término, el Índice Nacional de Precios al Consumidor-INPC de 11.4 % que el BCV informó sobre el mes de julio, con una inflación intermensual acumulada del 48 %. Definido el INPC, como aquel indicador que: "nos indica el crecimiento de forma general que han tenido los precio de los productos y servicios que se ofrecen en un país durante un periodo determinado."
Ese maquillaje en los índices de inflación y precios al consumidor del mes de junio no puede ocultar la realidad en la compra cotidiana de los demandantes de productos y servicios que conforman la canasta alimentaria.
Así mismo, si la inflación se mide en el aumento de los precios entre dos periodos, tenemos que el dato empírico de quienes hemos hecho mercado en el mes de agosto, indica que la hiperinflación continuará su crecimiento acelerado y seguirá constante mientras no se diseñe una política económica acertada, que debe existir, y no se detenga el ascenso del dólar.
Aún más, a pesar de las 32 intervenciones cambiarias, entiéndase dólares quemados, que el BCV ha hecho, entre enero y el 10 de agosto de 2022, su ascenso seguirá devaluando el salario y el presupuesto familiar. Lo que implica una afectación severa en la calidad de vida de la familia. Caso concreto el salario mínimo de 130 BsD., equivalente a 30 dólares, a partir de su entrada en vigencia en el mes de marzo, hoy, terminando agosto, se ha devaluado y convertido en términos de salario real en 19 dólares.
Por otra parte, llama la atención que las intervenciones del BCV para contener el incremento del dólar y de la inflación en los ocho meses que van de año alcanzan 2.905 millones de dólares. Solo en el mes que transcurre ha quemado 90 millones de dólares. Aquí la pregunta que surge es ¿A dónde van a parar esos dólares, Si la clase media, los trabajadores, los pensionados, los jubilados, los desempleados, los que se rebuscan, los campesinos, los profesionales y técnicos proletarizados, solo reciben entre 20 y 90 dólares como salario mensual?
En fin, existe un pueblo que no tiene la capacidad adquisitiva para comprar, aunque sea una migaja, de los dólares quemados por el BCV. Que se mueve entre la esperanza mística y la decepción política. Que, además, sigue esperando pacientemente un mesías que cambie la realidad, en democracia y en paz. CM.