Semanas atrás algunos altos funcionarios públicos del Gobierno "revolucionario" de Venezuela, recomendaron a millones de ciudadanos que se conviertan en emprendedores económicos o comerciantes (formales), admitiendo claramente que el grueso de los asalariados en el país caribeño, en especial del sector público, perciben "sueldos" miserables, por debajo de los 50 dólares mensuales. No obstante, la recomendación del Gobierno obvia algunos "pequeños" detalles, como los siguientes:
1.- ¿’Con qué dinero iniciamos un emprendimiento y nos mantenemos activos al menos a mediano plazo?, ¿cómo adquirimos los rubros a ser vendidos, por ejemplo? Hoy día se necesitan varios miles de dólares para crear y sostener en el tiempo un negocio rentable de cierta envergadura.
2.- Los trámites burocráticos necesarios para establecer un comercio formal, desde la posibilidad de obtener un crédito bancario hasta el registro oficial del negocio.
3.- La imposición de una elevada carga tributaria por parte del Estado, que además está obligando a que los comerciantes formales adquieran cierta máquina fiscal electrónica, con un costo de varios centenares de dólares.
Queda claro, entonces, que ser un emprendedor formal en Venezuela es una misión casi imposible. Por tanto, muchos se han visto obligados a trabajar en la informalidad, y aun así es complicado sostenerse en el tiempo. Por tanto, cabe preguntarse, ¿por qué el Gobierno nacional no hace cumplir la obligación constitucional de pagar salarios decentes a los trabajadores dependientes, en vez de sugerir que vendamos alimentos o iniciemos cualquier otro emprendimiento considerando las dificultades que para ello existen? Es tan inoportuno, irrespetuoso e inmoral, por ejemplo, que ciertos funcionarios gubernamentales que viven en la opulencia, inviten a los docentes a vender cambures, verduras y galletas para subsistir, como si éstos, siendo fundamentales para la formación integral de los individuos, no merecieran percibir unos sueldos dignos.