Escribo esta serie de artículos dedicados a explicar la concepción monetarista de la inflación porque estoy convencido que el equipo económico de nuestro Gobierno está entrampado dentro de esa teoría, cuya convicción es la que está afectando sustancialmente las posibilidades del Ejecutivo para ayudar y proteger al pueblo venezolano, así como minimizando su capacidad para neutralizar el ataque al sistema de precios perpetrado por los enemigos -externos e internos- a través de la manipulación del tipo de cambio.
Ya con varios años de estudio sobre este tema, en lo particular, no tengo dudas que la "Teoría Cuantitativa del Dinero" (TCD), más conocida como "Teoría Monetarista", es más ideológica que científica y la realidad (experiencia empírica) cada día demuestra la ausencia del rigor científico en esa hipótesis, al punto que podemos decir: más que una teoría, es un cuento.
El objeto de estudio de las ciencias sociales, en términos generales, se centra en las consecuencias de la actividad humana. Además, ese objeto de estudio pasa por el tamiz de la interpretación del observador. Al comprender esto, nos podemos dar cuenta que las teorías en las ciencias sociales son cambiantes, tanto como lo es la conducta humana, pudiendo incluso responder a los deseos o visiones particulares -o grupales- del observador.
Tampoco podemos soslayar el principio universal de la dialéctica, a través de la cual descubrimos que todas las cosas están en constante transformación y el pensamiento no escapa de ese principio.
En un artículo reciente del economista argentino Rolando Astarita*, intitulado "Inflación y Discusiones en Teoría Monetaria", se cita a varios economistas que han apoyado el monetarismo, pero que ahora comienzan a cuestionar su certeza y efectividad. Entre los colegas citados, está la economista Xi Wang, quien hace referencia a varios escritos que demuestran la ruptura de la relación masa monetaria – precios, postulada por la Teoría Cuantitativa del Dinero, y escribe:
"Nuestra búsqueda empírica confirma esta ruptura reciente de la TCD en EE. UU. Encontramos que el período 1953-1977, que estuvo bajo la investigación de Lucas (1980), es un período especial, más allá del cual la TCM difícilmente es una ley ajustada que gobierne la relación uno a uno entre dinero e inflación. Por ejemplo, en el período 1945-1954, la inflación (de largo plazo) estuvo por fuera del sendero de la tasa de crecimiento (de largo plazo) del stock monetario, no importa que usemos M1 o M2. De todas maneras, EE. UU. no está solo. Esta fragilidad de la TCM es robusta a través de los países. … encontramos que la TCD no es una ley global (universal)… . Aunque diferentes países tienen diferentes fechas de ruptura y grados, el colapso de la TCD es cualitativamente robusto. Por ejemplo, la TCD nunca rige en Alemania y Francia. La TCD acostumbraba regir en Australia, pero no después de 2000. Regía en Italia, pero no después de 1988. Los países se desvían de la TCD en sus propias formas (pp. 5-6)".
Otros de los economistas citados por Astarita son Teles y Uhlig, quienes también exploran la validez empírica de la TCD tomando una muestra de países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) durante el período 1970-2005, encontrándose que, para países con baja inflación, la relación entre la inflación promedio y la tasa de crecimiento del dinero es, en el mejor de los casos, tenue y muchas veces inexistente. Incluso, con las correcciones que introducen al planteo básico de la TCD (estabilidad de la demanda de dinero), encuentran que, después de 1990, los países incluidos en la muestra se agrupan en torno a similares tasas de inflación con considerable dispersión de las tasas de crecimiento de la oferta monetaria.
En síntesis: en el análisis realizado por Teles y Uhlig, se evidencia que la supuesta relación que, según la TCD, existe entre la cantidad de dinero circulante y la variación de los precios no es tal, lo que nos lleva a concluir que la variación de los precios obedece a otros factores.
Yo estoy convencido que la variación al alza de los precios en el mercado se vincula siempre, y en todo momento político, a la puja de los comerciantes y productores por alcanzar cada vez una mayor ganancia, siendo esa la razón principal y determinante; lo demás son factores que coadyuvan al logro de ese objetivo.
Dichos factores pudieran ser: la posición de dominio del comerciante o productor en un mercado determinado; las circunstancias convertidas en oportunidades para que los oferentes puedan incrementar sus ganancias con menos esfuerzos, simplemente subiendo los precios; y -por supuesto- la masa de dinero circulante, que afecta la magnitud de la demanda, puede convertirse en una condición suficiente, pero no necesaria, para generar la situación que el oferente aprovecha para aumentar los precios a voluntad.
Lo que debemos dejar claro es que hay que estudiar el mercado y sus condiciones para evitar que los oferentes que lo dominan presionen negativamente a la sociedad mediante el incremento del precio de los bienes y servicios.
En el caso de Venezuela, actualmente, el factor que mantiene desestabilizada la economía es la manipulación del tipo de cambio, misma que realizan quienes están detrás de las páginas del dólar paralelo y la convalidan -porque les conviene- quienes compran los dólares que coloca el Banco Central de Venezuela (BCV) en la banca.
Valga acotar que, bajo la concepción monetarista de la inflación, al BCV le interesa que el precio del dólar suba cada vez más, para de esa forma, previa venta de los dólares a la banca, recoger más bolívares y sacarlos del mercado, en lugar de entregárselos a los trabajadores en forma de salario, a pesar que ese dinero es fruto de la producción.
Indexar la economía es la solución que neutralizaría, por el tiempo necesario, la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores.
Ni siquiera estamos exigiendo al equipo de Gobierno que renuncie a su creencia monetarista. Solo pedimos que utilicen la indexación de la economía como mecanismo de protección al pueblo, mientras dure el asedio al que estamos siendo sometidos.
Sí es posible aumentar los salarios (entiéndase "los salarios", no el llamado "Ingreso Mínimo Vital") de los trabajadores del sector público al mismo nivel del ingreso de sus equivalentes del sector privado e indexarlo.
Así sí salvamos a la tropa que hasta ahora ha apoyado a la Revolución.