En mi época de estudiante universitario el temor era quedarse sin cupo, pues todo el mundo quería estudiar en la prestigiosa Universidad Central de Venezuela y no alcanzaba la matricula, a tal punto que había que anotarse en unos comité de bachilleres sin cupo y fajarse como los buenos durante varios meses, pintando pancarta, vociferando consignas y marchando por todos lados para obtener la codiciada aspiración.
Hoy las cosas son distintas. Sobra cupo pero se cae el techo, se cae la universidad a pedazos, se deteriora la calidad académica y de investigación, deserción docente y estudiantil. El abandono se ha instalado a la vista de todos y pareciera que no hay forma ni manera de responder ni siquiera a las urgencias mínimas del día a día. Y lo más grave aún: no hay liderazgos que convoquen, cohesionen y perfilen cursos de acción y espacios de encuentros democráticos y plurales de esa comunidad tan pródiga y valiosa que tanto aporte le ha dado al país y al mundo entero.
Al menos un fresquito me entra al saber que la rectora de esta casa de estudios Cecilia García Arocha se reunió con el Ministro de Educación Universitaria Cesar Trompiz para establecer acuerdos, buscarle solución al mencionado problema y retomar la necesaria relación gobierno- Universidad. ¡Enhorabuena!
El efecto simbólico y comunicacional de la caída de un techo de una universidad declarada patrimonio cultural de la humanidad, pareciera que movió las fibras de la consciencia colectiva venezolana y sobre todo, la de los dos bandos enfrentados, abriendo nuevas posibilidades de diálogo y de cooperación mutua, premisas claves en el ámbito de la institucionalidad pública aquí y en Pekín. Es hora entonces que nuestras autoridades y representantes hagan lo que tienen que hacer: poner a un lado las agendas e intereses partidistas y actúen en función de la colectividad y de sus auténticos intereses. Eso es lo que la mayoría del país clama desde hace un buen tiempo.
La cuestión por lo tanto no debe agotarse en el techo caído de la Universidad-patrimonio que sacudió las redes sociales y pone en tela de juicio la gestión de las autoridades de la U.C.V. en primer lugar y del propio gobierno, sino más bien como el inicio de un necesario proceso de rectificación de las relación Universidades- Gobierno-Estado para prestarle atención urgente a los graves problemas que confrontan las universidades venezolanas subsumidas en el más profundo deterioro y abandono.
La oportunidad es propicia para levantar también la moral, el orgullo y la estima Ucevista y la de todas las universidades del país -de capa caída en los últimos tiempos- convocando a la participación responsable y entusiasta de toda su comunidad y de esa enorme legión de egresados, dispuestos siempre a retribuir amorosa y solidariamente con ese maravilloso espacio de formación, de integración humana y de calidad educativa.
No obstante, la caída de un techo alegórico y emblemático de la extraordinaria arquitectura que caracteriza a la Universidad Central de Venezuela, con su inminente proceso de realce, puede significar entonces una posibilidad para rectificar los estilo de conducción, recuperar el norte y el sentido de la gestión de gobierno y de la gestión universitaria y de retomar la promoción de políticas públicas y colocar las cosas en su justo lugar. Un clamor de la mayoría que debe ser, de una vez por todas, escuchado y tomado en cuenta por el liderazgo político-institucional, no sólo en el ámbito universitario, sino en todos los ámbitos de gestión pública nacional.