Las carreras universitarias no son carreras de caballos

Viernes, 11/09/2020 09:05 AM

Desde el primer día que el estudiante asiste a la universidad, y empieza a cursar las asignaturas de su carrera universitaria, pues automáticamente, el estudiante empieza a sentir la presión social del entorno académico, el estudiante empieza a sentir la ansiedad por culminar sus estudios en tiempo récord, y el estudiante empieza a sentir la galopante necesidad de graduarse en la universidad.

Pero realmente, la ansiedad por graduarse en el menor tiempo posible, no es un trastorno psicológico, que nació durante el primer día de clases universitarias.

Sabemos que desde la infancia, los jóvenes venezolanos son sociológicamente condicionados a pensar, que los estudios universitarios son hípicas carreras contra el tiempo, y estamos seguros que los niños y adolescentes van asociando a las carreras universitarias, con las trepidantes y coloridas carreras de las comiquitas, de las películas y de los dibujos animados, donde los personajes siempre luchan en feroces competencias para alcanzar el primer lugar de la carrera, donde casi siempre el fin justifica el tramposo medio para conseguir el codiciado trofeo, y donde se nos va ensuciando la figura ética y la forma moral de una verdadera carrera universitaria.

Derecho, Agronomía, Comunicación Social, Veterinaria, Odontología, Economía, Ingeniería, Medicina, Psicología, Contaduría, Educación Física, Química, Filosofía, Diseño Gráfico, Astronomía, Arquitectura, Historia.

A lo largo de nuestras vidas, siempre escuchamos las siguientes preguntas:

¿Qué carrera vas a estudiar?

¿En cuál universidad te gustaría estudiar la carrera?

¿Ya empezaste la carrera?

¿Qué tal te va en la carrera?

¿Cuánto te falta de carrera para graduarte?

¿Ya terminaste la carrera?

Tal vez la sociedad no nos castiga con punzantes latigazos por la retaguardia, para que terminemos la carrera universitaria en tiempo récord y en primer lugar, pero definitivamente, sería mejor recibir punzantes latigazos por la retaguardia, antes que sentir la presión de una sociedad que transforma el estudio, en una carrera donde solo importa cruzar la línea de la meta en el menor tiempo posible.

¿Ustedes saben qué se le hace al caballo que pierde muchas carreras en el hipódromo, que se enferma y que se pone viejo?

El caballo es desechado como la basura, el caballo es sacrificado por su dueño, porque ya no sirve para ganar plata, sin importar el derecho a la vida del animal.

Tal vez ese derrotado caballo que siempre termina en el último lugar de las carreras, pudiera ayudar emocionalmente a niños con Síndrome de Down, gracias a la terapia asistida con animales usada para el beneficio de niños discapacitados.

¿Ustedes saben qué se le hace al estudiante que no obtiene su título en la universidad, que se enferma y que se pone viejo?

El estudiante es desechado como la basura, el estudiante es humillado por su familia y es socialmente ridiculizado por ser retrasado mental, sin importar el respeto a la vida del Ser Humano.

Tal vez el retrasado estudiante que siempre reprueba los exámenes en la universidad, pudiera reciclar todos los desechos sólidos de su comunidad, ayudando a que su vecindario luzca limpiecito gracias a la cultura del reciclaje.

Pero la vida es una carrera llena de pólvora y fuego, por lo que si el caballo no triunfa en su carrera hípica, será desechado como la basura, y si el estudiante no triunfa en su carrera universitaria, pues también será desechado como la basura.

Basura que no discrimina ni sexo, ni raza, ni credo.

Por desgracia, el sistema educativo venezolano no solo convierte a la carrera universitaria en una lucrativa carrera de caballos, sino que también el sistema educativo venezolano, es capaz de desmeritar el mérito académico que simboliza la conquista de un título universitario en la universidad, y te exige ganar tanto el Kentucky Derby como la triple corona de la negociada educación venezolana.

A lo largo de nuestras vidas, siempre escuchamos las siguientes inoportunas preguntas:

¿Por qué solo tienes título de pregrado?

¿Por qué no has comenzado el postgrado?

¿Qué pasó con la maestría?

¿Cuándo te vas a especializar?

¿Por qué no has terminado el doctorado?

En Venezuela, siempre se han teorizado los estudios universitarios como carreras a contrarreloj, menospreciando el gran privilegio que simboliza recibir diariamente un nuevo conocimiento intelectual de usufructo en la vida.

Sabemos que hay miles de jóvenes venezolanos, que aunque hoy quieren estudiar en la universidad, pues como decimos en Venezuela, se han quedado "vestidos y alborotados" en sus fallidos intentos por empezar las carreras, ya que la pobreza en sus vidas se combina con la gran crisis económica venezolana.

Además, el sentido capitalista del sistema educativo venezolano tanto público como privado, obliga a que muchísimos jóvenes venezolanos cambien la gracia salvadora del lápiz, del cuaderno y del pizarrón escolar, por el círculo vicioso de las drogas, de la prostitución, del aborto y hasta de la delincuencia, porque el joven venezolano intenta con desesperación conseguir el dinero necesario, para comprar la laptop, la tableta y el teléfono inteligente, que tanto el bonito profesor de la UCAB como el espantoso profesor de la UBV, les exigen comprar a todos sus estudiantes universitarios, para que los futuros profesionales venezolanos comprendan mejor: los principios básicos del capitalismo salvaje.

La mediocridad del sistema educativo venezolano, solo prioriza el tiempo que le tomará al estudiante conseguir el diploma, la medalla, la toga, el birrete, y la orgullosa fotografía familiar.

Después de graduarse en la universidad, automáticamente, el nuevo profesional venezolano es un erudito que merece el aplauso por las pestañas quemadas, por el sacrificio, por el sudor, por las lágrimas, y por las noches de insomnio que resistió el recién graduado, para poder "caletrear" y memorizarse el contenido de los libros, que nunca pidieron ser "caletreados" para comprender sus contenidos.

Es muy probable que el admirable nuevo profesional venezolano, casi nunca asistía a las clases, se dormía en las prácticas de laboratorio, nunca decía presente cuando se pasaba la lista, las cervezas se comían sus últimas neuronas, tenía más muletillas que muelas, decía las vulgaridades del miércoles cuando debía decir las bienaventuranzas del martes, y ni siquiera sabía qué era una universidad.

Pero irónicamente, la hermosa fotografía familiar del sonriente joven con su diploma en mano, es capaz de quemar el pasado reciente del burro, y es capaz de hacernos olvidar toda la mediocridad educativa, que se esconde en el orgulloso nuevo profesional venezolano.

En Venezuela, se vale todo para convertir esos larguísimos cinco años de carrera universitaria, en pequeñísimos tres años y medio de una mediocre carrera universitaria, porque quien no arriesga en la vida no gana en su vida, porque en el amor y en la guerra todo se vale para conseguir el amor o para ganar la guerra, y porque puedo ser Técnico Superior Universitario en flojera ciudadana.

Después de conseguir el famoso papelito llamado título universitario, y luego de registrar legalmente ese famoso papelito en la mente histórica de Venezuela, pues a nadie le importará:

Las veces que me copié en los exámenes.

Las veces que plagié trabajos sacados de Internet.

Las veces que rayé los pupitres, y los engomé con ensalivados chicles de menta.

Las veces que me acosté con la más fea para sacar veinte en el informe.

Las veces que saqué las suculentas chuletas en las silenciosas aulas vegetarianas.

Todas las veces que falsifiqué las firmas de los profesores, para no volver a repetir la dificilísima asignatura.

La única vez que aprobé la pasantía, porque mi chistoso cuñado era el jefe de la respetable empresa venezolana.

Y la única vez que defendí una tesis, que compré en combo con el jabón azul del supermercado, con la carne molida de la carnicería de la esquina, y con el papel higiénico perfumado con olor a rosas, para mayor suavidad al toque con el trasero.

Nos preguntamos: ¿Realmente las carreras universitarias en Venezuela, son tan mediocres como las carreras de caballos?

Con diccionario en mano, vamos a definir algunas palabras de interés social, para comprender mejor la disyuntiva planteada en el artículo.

La carrera es la competición de velocidad entre personas o entre animales adiestrados, que corren con sus patas, con sus piernas, o conducen vehículos.

El Hombre es el ser animado racional, de naturaleza humana, que puede ser varón o mujer, y que vive en el planeta Tierra.

El Caballo es el mamífero solípedo del orden de los perisodáctilos, que se domestica fácilmente, y que suele utilizarse como montura o animal de tiro.

El estudiante es la persona que cursa estudios en una institución de enseñanza.

La universidad es la institución de carácter superior que comprende diversas facultades, y que confiere los grados académicos correspondientes.

El hipódromo es el lugar destinado a las carreras de caballos, donde los animales compiten en pruebas de velocidad, y donde los hombres realizan apuestas para ganar dinero con las victorias de los caballos.

La educación es la crianza, enseñanza y doctrina, que se da a los niños y a los jóvenes.

El hipismo es el conjunto de conocimientos, relativos a la cría y educación del caballo.

El profesor es la persona que ejerce o enseña una ciencia o un arte.

El jinete es la persona diestra en la equitación que cabalga un caballo.

Sabemos que por culpa del pandémico Covid-19, se ha elevado el índice de ansiedad y se ha elevado el nivel de frustración en la colectividad venezolana, por lo que el sistema educativo venezolano no ha sido la excepción a la desquiciante regla, y debido a la suspensión de clases en los colegios y en las universidades venezolanas, para evitar nuevos contagios en nuestro país del llamado Coronavirus, pues dicha situación, ha hecho que la desesperación se apodere de los alumnos y de los docentes de las casas de estudios venezolanas.

Sin embargo, yo creo que por la pandémica culpa del Covid-19, los venezolanos podemos dilucidar con mayor claridad, que las carreras universitarias realmente son carreras de caballos en Venezuela.

Por culpa del Covid-19, por la gran culpa del Covid-19, y por la grandísima culpa del Covid-19, hemos observado problemas escolares multidisciplinarios.

Los profesores de las universidades, están desesperados por reanudar clases, y están desesperados por cobrar la plata, que reciben por la venta de sus clases.

Los recién graduados de las universidades, están desesperados por presentar sus currículos en las empresas, y están desesperados por conseguir trabajos.

Los estudiantes que estaban a final de carrera, están desesperados porque siguen estancados sin graduarse.

Los estudiantes que estaban a mitad de carrera, están desesperados porque siguen a mitad de carrera.

Los estudiantes que estaban comenzando la carrera, están desesperados porque siguen a comienzos de sus carreras.

Los nuevos ingresados a las universidades, están desesperados por empezar sus carreras, y están desesperados por empezar a recibir las clases.

Vimos que el pandémico Covid-19, nos ha ayudado a demostrar que realmente las carreras universitarias en Venezuela son mediocres carreras de caballos, donde los egoísmos y las ignorancias de los estudiantes y de los profesores, demuestran lo difícil que es romper la mediocridad del sistema educativo venezolano, porque siempre necesitamos que otros nos eduquen, porque siempre necesitamos educar a otros, y porque siempre los caballos necesitan ser domados por jinetes, para saber cuál será el presente y el futuro de sus vidas.

Los caballos venezolanos no quieren olvidarse de la educación, a pesar del pandémico Covid-19 que restringe asistir al hipódromo universitario, y por eso los jinetes venezolanos han recurrido a las capitalistas aulas virtuales, donde el caballo que no tenga acceso a la Internet estará totalmente jodido. También han recurrido a los mentirosos estudios a distancia, para confirmar tácitamente que el amor de lejos es amor de pendejos, y también los jinetes han recurrido a las evaluaciones a través de conversaciones por WhatsApp, para que el aprendizaje del caballo sea más fashion, más interactivo, más discriminativo.

Los caballos venezolanos no necesitan aulas virtuales, no necesitan estudios a distancia, no necesitan redes sociales.

Los estudiantes venezolanos realmente necesitan leer las sagradas páginas de la Santa Biblia, para que cuando regresen a sus carreras universitarias después del pandémico Covid-19, pues tal vez sigan sin saber qué es una universidad, pero seguro que sí sabrán qué es la misericordia de Nuestro Señor Jesucristo.

Una misericordia que realmente educa, que realmente alecciona, que realmente vale la pena estudiar, pero que por desgracia, es una misericordia rechazada por el pueblo estudiantil venezolano, que aunque se considera pueblo cristiano venezolano, nunca recuerda lo cristiano y siempre recuerda lo mundano.

Sí mis queridos hermanos lectores, yo estoy invocando el santísimo poder de esa polvorienta y olvidada Santa Biblia, que sigue llenándose de polvo y de olvido en alguna esquina de nuestro hogar, pero aunque el pueblo cristiano venezolano no quiera reconocerlo, la Biblia siempre será la clave para ver la santa luz del sol, aunque vivamos encarcelados en la más oscura de las tinieblas.

El Diablo le teme a la Biblia. El sistema educativo venezolano, también le teme a la Biblia.

Y aunque después de leer todo el libro de San Marcos, no te darán a cambio ni una toga, ni un birrete, ni un fuerte aplauso, por haber leído y comprendido la eterna misericordia de Jesús, estamos seguros que una gran corona de eterna victoria, te esperará con los brazos abiertos, en lo más alto de la brillante patria celestial.

¿Cambiar un prestigioso título universitario del Mundo, por una ilusoria corona de victoria del Paraíso?

Hermano, usted es libre de negar y cuestionar la verdad de mis santas palabras, pero por alguna razón, usted es incapaz de escribir lo que yo sí puedo escribir, y siendo sincero, mi prosa no es la consecuencia de los cinco años de carrera universitaria que recorrí para convertirme en periodista, ya que por el contrario, mi prosa es la consecuencia del derramamiento del Espíritu Santo en mi vida, que me ilumina para poder escribir todo lo que usted jamás escribirá.

Mi prosa fue un regalo que Dios me dio en la vida, por lo que antes de ingresar a la universidad, ya mi talento le pertenecía naturalmente a Dios.

Yo simplemente escribo lo que Dios quiere que yo escriba, pues mi vida le pertenece solo a Jehová.

Lamentablemente, yo también ingresé, estudié y egresé de la universidad, pensando que la carrera universitaria era una carrera de caballos, y aunque me sigue alegrando haber obtenido mi título universitario, no voy a negar que la puntuación, el resultado, la competencia, la indiferencia, el egoísmo, la ansiedad, el oportunismo, la mentira y hasta la traición, también fueron antivalores hípicos que repercutieron negativamente durante y después de mi carrera universitaria, por lo que yo estoy escribiendo con propiedad, con conocimiento de causa, y con una sinceridad que aunque podría perjudicarme en la vida, es mejor liberarla como una araña que se libera de su propia telaraña, y empieza a ser feliz en vasta soledad.

Hermanos, aunque me duela reconocerlo, si yo hubiera leído con fe y con fervor las páginas de la Santa Biblia, antes de empezar mi carrera universitaria en La Universidad del Zulia, pues jamás de los jamases hubiera perdido mi tiempo, yendo a una sucia, corrupta y mundana universidad venezolana, donde solo se aprende a ser lo que otros ya fueron antes que tú, o sea, la basura del Mundo.

La basura del Mundo que todos quieren estudiar, porque el Ser Humano nació del pecado, y por ende, somos adictos a la basura, a la ignorancia, a la violencia.

Soy basura cuando estudio pensando solo en el dinero que voy a recibir por poner en práctica lo aprendido, soy ignorante cuando estudio pensando solo en el dinero que voy a recibir por poner en práctica lo aprendido, soy violento cuando estudio pensando solo en el dinero que voy a recibir por poner en práctica lo aprendido.

Estudiamos pensando solo en el dinero que vamos a recibir por poner en práctica lo aprendido, y esa ideología nos convertirá en la futura basura, en la futura ignorancia, y en la futura violencia que seguirá violentando al Mundo.

Pero como usted, yo tampoco recibí la educación cristiana que me hubiera gustado recibir en la infancia, y como usted, yo también recibí la fútil y simplista educación cristiana venezolana, en la que todo el cuento se resume a pedir una simple bendición, y en la que todo el cuento se resume a recibir un simple Dios te bendiga, que realmente no se siente, no se eleva, no se glorifica.

La simplista educación cristiana que tanto gusta en Venezuela, porque no hay que pensar, no hay que estudiar, no hay que analizar, solo hay que decir ¡Amén!

Pasamos cinco años quemándonos el alma en una carrera de caballos, y el bonito sueño de vernos algún día graduados con diploma en mano, siempre será un bonito sueño que nada ni nadie nos robará en la vida.

Pero aunque hoy pudiéramos graduarnos en la universidad de la vida, si empezamos a leer las sagradas páginas de la Santa Biblia, pues nosotros siempre elegimos leer detenidamente la gaceta hípica del 5y6, para ganar plata con la mejor apuesta hípica del fin de semana, y de paso, gracias a un caballo también nos graduamos rebuznando en la universidad del Mundo.

Sí mi querido hermano venezolano, usted y yo nos graduamos en la universidad del Mundo. Duele reconocerlo, duele escribirlo, y duele saberlo, pero es la auténtica verdad, usted y yo, nos graduamos en la universidad del Mundo.

Yo creo que de lo malo siempre puede salir algo bueno, y aunque el Covid-19 fue una piedra de tropiezo para el saturado motor del sistema educativo venezolano, desde mi punto de vista, la cuarentena social y las restricciones escolares en Venezuela, nos han permitido meditar sobre la realidad holística de las carreras universitarias, y el hecho de que usted no sepa qué es el holismo, me demuestra que es muy significativo analizar el mundillo educativo del país.

Dicen que recordar el pasado es vivir para siempre la vida, por eso, hoy voy a compartir con mis hermanos lectores, una serie de experiencias personales basadas en mi etapa escolar dentro de La Universidad del Zulia, con el fin de rememorar semestre a semestre algunas anécdotas y situaciones aleccionadoras, que yo viví durante mi hípica carrera universitaria, y que con el favor de Dios, a continuación las relataré para el usufructo educacional de todos los lectores.

Primer día en la universidad.

Es imposible olvidar el primer día en la universidad.

Mi primer día en la universidad fue el lunes 12 de mayo del 2003.

Mi primer día en la Escuela de Comunicación Social de la Facultad de Humanidades y Educación de La Universidad del Zulia.

Mi primer día en la universidad, en aras de alcanzar el soñado título que me convertiría en Licenciado en Comunicación Social, mención Periodismo Impreso.

No importa si fue el mejor de tus días o el peor de tus días. Para bien o para mal, el primer día en la universidad nunca será olvidado por el estudiante.

Durante su primer día en la universidad, yo estoy seguro que el estudiante se sintió como un astronauta, que pisaba por primera vez la Luna con los zapatos de la Tierra, con muchísimo nerviosismo hormigueando en los diez deditos de sus pies, pero con muchísimo egocentrismo hormigueando por la erecta y orgullosa espalda de la nueva promesa estudiantil del Mundo.

Y ni siquiera el olvidadizo señor Alzheimer podrá borrar de la mente humana, todos los latidos de los corazones, todas las sensaciones, todas las ansiedades, todas las ilusiones, todos los cronometrados recuerdos, y todas las decepciones que sentimos los estudiantes, en el primer día de la hípica carrera universitaria.

Yo debo reconocer que me encantaba la libertad, que se respiraba en la Facultad de Humanidades y Educación de La Universidad del Zulia.

Todo el campus universitario de LUZ era grande, espacioso, largo, se sentía el significado de la famosa frase que dice "vive y deja vivir", y me gustaba que había espacio suficiente tanto para hablar en los pasillos con la muchachada estudiantil, así como también había suficiente espacio para escaparse y escuchar música en soledad, para drogarse, para gritar o hasta para rezar, pero siempre sabiendo que se estaba dentro del mismo campus universitario, y que se podía regresar a la realidad escolar de las aulas de clases, en un eufemístico santiamén.

La humanística libertad que se sentía en la Facultad de Humanidades de LUZ, me gustaba mucho debido a mi personalidad solitaria, siendo una libertad muy distinta al encarcelamiento que sufren los estudiantes de otras universidades zulianas, como por ejemplo los alumnos de la URBE, de la URU o de la UNERMB, quienes si se mueven un poquito a la derecha, terminarán rompiendo la costilla derecha de la pared de la universidad, y si se mueven un poquito a la izquierda, terminarán rompiendo la costilla izquierda de la pared universitaria.

En cambio, el campus universitario de LUZ, se sentía realmente como un escolarizado universo, donde había de todo y para todos, y donde sí había espacio suficiente para caminar, correr, trotar, bailar, jugar, llorar, piropear, y hasta para robar teléfonos y violar a mujeres, sin ser descubierto en la clandestinidad de las noches sin luces en LUZ, porque el gran problema de LUZ siempre fue, es y será, la falta de seguridad interna que se percibe en su campus.

Pero Carlos, antes de ponerte a rezongar sobre la mala seguridad interna de LUZ, mejor cuéntanos qué tal estuvo tu primer día de clases en LUZ.

Está bien hermanos, ¡Aquí empieza nuestra aventura!

El reloj marcaba las tres y veinticinco de la madrugada, del lunes 12 de mayo del año 2003, y Carlos se levantaba de su cama con el vertiginoso repique de la alarma de su teléfono Nokia, para empezar su primer soplo de vida universitaria.

Escuchando música de la banda de rock Audioslave, para musicalizar mi primer día de trasnocho universitario, yo todavía recuerdo que me desnudé, me bañé, me afeité, me cepillé los dientes, me vestí, me engomé el cabello, me miré en el espejo, me puse el reloj Casio, apagué el reproductor de discos compactos, apagué la luz de mi cuarto, apagué mi pasado, prendí mi presente, y me fui de mi casa pensando en encontrar un mejor futuro.

Yo vivía en Ciudad Ojeda, muy lejos de Maracaibo, por lo que debía madrugar con las uñas y con los dientes, para llegar puntualmente a las aulas de LUZ.

Si yo no hubiera deseado realmente estudiar Comunicación Social en LUZ, pues jamás me hubiera aventurado a cargar la cruz del gran sacrificio universitario, ya que era bastante chocante tener que hacer a las tres de la madrugada, las cosas que cualquier otro muchacho haría a las seis de la mañana, pero como dije anteriormente, nadie me obligó a estudiar Periodismo en la maracaibera Universidad del Zulia, por lo que yo solito asumí el peso de mi cruz romana.

Bien afeitadito, bien arregladito, bien peinadito, bien perfumadito, y masticando un chiclecito Trident con sabor a fresa, para tener el mejor aliento de la clase.

¿Qué podía salir mal en mi primer día de clases en LUZ?

Las primeras palabras que yo escuché dentro de un salón de clases de LUZ, fueron las palabras del profesor Franco, quien con franqueza nos dijo que era muy difícil entrar a LUZ, y también nos dijo que era muy difícil salir de LUZ.

Todo un precoz dilema de vida estudiantil, para empezar a recorrer el camino universitario, con la morfología, con la sintaxis, y con el castellanizado verbo de la morfosintaxis del Castellano.

Su primera afirmación contrastaba con mi experiencia personal.

Yo entré fácilmente a LUZ, con mi promedio de 18 puntos y habiendo egresado de la Unidad Educativa Privada "Juan Bosco", supongo que fueron buenas armas de combate, para verme en el primer listado de los nuevos estudiantes ingresados a LUZ, cuya lista impresa se publicaba en la prensa regional del estado Zulia, y de hecho, después de presentar la famosa Prueba LUZ en la Costa Oriental del Lago de Maracaibo (COL), pues mi primera opción de carrera universitaria a estudiar, fue la bella Comunicación Social mención Periodismo Impreso, por lo que mi entrada a LUZ estuvo llena de luz, paz y amor.

Su segunda afirmación realmente me inquietaba un mundo.

En el estado Zulia siempre eran noticias, los recurrentes paros universitarios que se realizaban en LUZ, y esas politizadas situaciones atrasaban los estudios académicos de todos los estudiantes, pues los alumnos perdían clases, exámenes y hasta semestres, por culpa de los constantes paros universitarios de LUZ, y también se solía decir que por la arcaica tecnología de las universidades públicas venezolanas, era común que se extraviaran las carpetas con los documentos personales archivados y con las notas certificadas de los estudiantes, siendo otro terrible secreto a voces que se ventilaba en el ambiente universitario, por lo que debo reconocer que yo comencé mis estudios universitarios en LUZ, con miedo de quedarme llorando y sin clases en el limbo.

El miedo de los estudiantes a los paros universitarios de LUZ, por el miedo a quedar atrasados en aras de culminar sus estudios académicos, demuestra que la mayoría del estudiantado, sí considera a las carreras universitarias como carreras de caballos, y sí considera a las universidades como hipódromos.

Durante mi primer día de clases en LUZ, yo tuve que pedirle permiso a la profesora de la cátedra llamada "Modo de Vida e Identidad Nacional", para salir un momento del aula de clases, ya que necesitaba botar mi reloj Casio al pipote de la basura, que estaba en el pasillo de la Escuela de Comunicación Social.

Yo veía luces fantasmagóricas a través de la pantalla del reloj Casio.

Las hipnóticas luces perjudicaban un mundo mi deteriorada salud mental, y la situación se agravó durante el paro petrolero venezolano del año 2002, cuando las luces fantasmagóricas del reloj Casio se habían robado mi paz, y yo recuerdo que me tendía en el suelo y me golpeaba la cabeza contra las paredes de mi cuarto, mientras lloraba mucho porque sabía que estaba poseído por el demonio, pero no sabía cómo volver a ser normal en la vida, pues las luces fantasmagóricas que yo veía a través del reloj Casio, habían enloquecido mi alma.

Cuando me enteré que mi primer día de clases en LUZ sería el lunes 12 de mayo del 2003, yo juré olvidarme de toda la locura existencial de las luces fantasmales, pero cuando dichas luces empezaron a reaparecer durante mi primer día en la universidad, pues con lágrimas en los ojos por toda la rabia, por toda la impotencia y por toda la desesperación que sentía en ese momento, yo tuve que quitarme el reloj de mi muñeca derecha, y tiré con furia el reloj Casio en el pipote de la basura de la Escuela de Comunicación Social de LUZ.

Recordando esa trágica escena en retrospectiva, hoy confieso que yo me arrepiento de haber botado ese reloj a la basura, porque el reloj realmente no tenía la culpa de mis trastornos mentales, pero en ese instante de mi vida universitaria, botar el reloj Casio fue la mejor solución para matar a las luces fantasmales, y de hecho, después de botar el reloj a la basura, las luces demoníacas automáticamente desaparecieron de mis pensamientos y de mi vida.

En términos sociales, mi primer día en la Escuela de Comunicación Social de LUZ, fue una experiencia muy decepcionante, muy infantil, muy absurda.

Durante mi primer día de clases en LUZ, yo hablé con diez muchachas, y nueve de las diez muchachas, estaban más que obsesionadas con operarse el busto, o sea, inflarse las tetas por pura frivolidad, y la única muchacha que no me dijo nada sobre el deseo de inflarse el busto, fue porque esa muchacha ya había entrado a la universidad con el pecho inflado, aunque se quejaba porque sus tetas seguían viéndose muy pequeñas, y estaba pensando en volverse a operar el busto, para entrar en el Miss Venezuela o para morir violada en el motel SIDA.

¡Por favor! ¿Las descerebradas muchachas querían ser periodistas, payasas o prostitutas?

Durante mi primer día de clases en LUZ, yo hablé con diez muchachos, y todos los muchachos repetían una y otra vez las siguientes palabras: Real Madrid, Barcelona, Dragon Ball Z, Limp Bizkit, Liga de Campeones, Los Lakers, Tekken, Nike, Jackass, FIFA 2003, Grand Theft Auto, Tony Hawk, X-Men.

Y aunque ustedes no lo crean, yo no estaba hablando con chamitos que comenzaban el séptimo grado del bachillerato en sus escuelas, pues por el contrario, yo estaba hablando supuestamente con jóvenes adultos que empezaban sus estudios universitarios en la Escuela de Periodismo de LUZ.

¡Por favor! ¿Los descerebrados muchachos querían ser futbolistas, maricones o periodistas?

Por eso dije que en términos de retroalimentación social, mi primer día en LUZ fue una total decepción, y yo fui tan tonto, que había leído toda la prensa del domingo, y había comprado el periódico del lunes antes de las siete de la mañana, para hablar largo y tendido con mis nuevos amigos y amigas universitarias, quienes casi terminaron siendo mis peores verdugos en la carrera.

Pero Carlos, ¿Por qué los descerebrados estudiantes casi fueron tus peores verdugos en LUZ?

Porque después de mi primera semana de estudios universitarios en LUZ, yo me había dado cuenta que el resto de mis tontos compañeros de clases, ya me estaban creando famita de chamo "sifrino", "antisocial", "odioso", y demás tontos calificativos que demostraban la inmadurez de mis infantiles compañeros de clases, pues cualquier joven adulto que cursaba sus estudios en una universidad, ya debía saber que las apariencias engañan en la vida, porque primero hay que conocer a fondo a una persona antes de juzgarla, y porque esa persona a la que hoy criticas, mañana podría darte de comer a ti y a tus hijos.

¡Qué chimbo! Mis tontos compañeros de clases en la Escuela de Comunicación Social de LUZ, realmente demostraban ser tontos chamitos que cursaban el séptimo grado del bachillerato, y lamentablemente, la madurez humana es un proceso natural y personal, que se va desarrollando poco a poco en cada ser vivo, por lo que nada ni nadie puede cultivar conocimiento en neuronas atrofiadas por comer tantas cotufas llenas de inmadurez, y nada ni nadie puede cultivar periodismo en las atrofiadas neuronas de los inmaduros perdedores.

Durante mi primera semana de clases en LUZ, yo empezaba a ser socialmente destruido por los chamitos del primer semestre de Comunicación Social, quienes se aprovechaban de mi camaleónica introversión, para convertirme en objeto de chismecitos mal intencionados en los pasillos maracaiberos, aunque ellos no me conocían en absoluto, y me juzgaban negativamente, solo porque no quería hablar sobre el nuevo video de Britney que ayer estrenaron en MTV, y porque no quería endiosar a los goleadores de la Liga de Campeones de la UEFA.

Pero lo que no sabían mis inmaduros compañeros de clases en LUZ, es que durante mi adolescencia y durante mi bachillerato, yo había recibido suficientes golpes de bullying, suficientes rechazos sociales, y suficientes abucheos escolares, como para no sentirme ni herido ni intimidado emocionalmente, ante la actitud inmadura que exhibían mis compañeros universitarios de LUZ, quienes cambiaron radicalmente sus malas actitudes hacia el odiado Carlitos.

Pero Carlos, ¿Por qué tus compañeros de clases en LUZ cambiaron radicalmente sus malas actitudes?

Porque durante mi segunda semana de clases, la Jefa del Departamento de Periodismo Impreso de LUZ, quien también era la profesora de la cátedra "Práctica Profesional I", y quien era considerada en el ambiente universitario como "la señora mandamás" en la Escuela de Comunicación Social, por sus años de experiencia como docente de LUZ y porque "sabía batir el cobre", pues quedó deslumbrada con los textos periodísticos que yo le presenté en clase.

Esa segunda semana de clases, la famosa y respetada profesora de LUZ, nos mandó a redactar en vivo y directo una noticia vinculada a la Escuela de Comunicación Social, y los estudiantes teníamos solo media hora de tiempo disponible, para buscar alguna información con valor noticioso dentro de la facultad, para luego regresar al salón de clases, para redactar la noticia en el pupitre, y para entregarle a la profesora la calientita práctica redactada.

Yo saqué 20 puntos por redactar la primera práctica profesional en mi carrera universitaria, y la profesora me felicitó públicamente por mi buena redacción, aunque no fui felicitado por ningún compañero de clases, y de hecho, cuando estaba regresando a mi pupitre con la práctica merecedora de la más alta calificación de la clase, un estudiante extendió su pie derecho para que yo me cayera al tropezar mi pie con su pie, pero gracias a Dios, no me caí y me senté otra vez en el pupitre, muy contento y a la vez sorprendido, por haber sacado 20.

En mi tercera semana de clases en la Escuela de Comunicación Social de LUZ, la profesora de Práctica Profesional I, nos mandó a redactar una reseña informativa sobre una conferencia de periodismo que se efectuaría en el auditorio de nuestra Facultad de Humanidades, y en la cual estaría presente el director del diario El Nacional, quien es mejor conocido como "Boboman".

Yo estuve presente en esa aburrida conferencia, llena de mediocres periodistas tracaleros de Venezuela, aunque Boboman no pudo participar dentro de la tracalera conferencia, porque unos activistas revolucionarios lanzaron bombas lacrimógenas dentro del tracalero auditorio de LUZ, por lo que el caos y el miedo que sintieron los ponentes y los estudiantes, obligó a terminar antes de tiempo la conferencia de los periodistas tracaleros, y el alérgico público asistente se fue sin escuchar las santísimas tonterías de Boboman.

Recuerdo que cuando los estudiantes estábamos en la clase de Práctica Profesional I, la profesora les entregó todas las reseñas informativas a todos los alumnos, pero la única reseña impresa que no entregó, fue la mía.

En un principio, yo me asusté, pensé que había salido mal, y pensaba que la profesora me amonestaría en frente de todos los estudiantes. ¡Tremenda raya!

También, yo pensé que a la profesora se le había extraviado mi práctica, e incluso, también pensaba que la profesora sí había dicho mi nombre, en aras de que yo recogiera la práctica, pero tal vez yo no había escuchado la voz de la profesora, por lo que debido al misterio y a la confusión del momento, yo estaba a punto de levantarme de mi pupitre para hablar con la profesora, esperando comprender el motivo por el cual todos los alumnos recibieron sus prácticas, excepto yo.

Pero cuando estaba a punto de levantarme del pupitre, la profesora dijo mi nombre en voz alta, y otra vez me felicitó públicamente por haber sacado 20 puntos en la reseña informativa, y mi corazón estaba a punto de sufrir un infarto.

La profesora me dio un beso y un fuerte abrazo, cuando me acerqué hasta ella para recibir la gloriosa práctica, mientras recibía los aplausos de mis compañeros de clases, quienes me hicieron sacar lágrimas de mis ojos, pues yo no estaba acostumbrado a recibir muestras de cariño de nadie, ni de mi familia, ni de amigos, ni de profesores, por lo que estuve a punto de quebrar mis rodillas para echarme a llorar en el piso del salón de clases, porque aunque nadie lo sabía, yo estaba pensando cometer suicidio en una laguna ubicada en Santa Rita, ya que el dolor del bachillerato se estaba repitiendo en la dolorosa universidad, y sinceramente, yo no tenía fuerzas espirituales para seguir luchando en la vida.

Pero después de la gloriosa reseña informativa, redactada durante mi primer semestre en La Universidad del Zulia, observé un cambio radical en el comportamiento de mis compañeros de clases, de los profesores, y hasta de mi familia, que finalmente apagó el televisor para escucharme por un instante.

Todos los estudiantes que cursaban el primer semestre en la Escuela de Comunicación Social de LUZ, hablaban sobre el beso y el abrazo que me había dado la famosa profesora y jefa del departamento de Impreso, lo cual fue una situación muy agridulce, tanto en mi vida escolar como en mi vida emocional.

Chamos que jamás me hablaban ni en los pasillos ni en los salones de LUZ, ahora me saludaban con sonrisas, me estrechaban la mano con fuerza, como si fuéramos los mejores amigos del Universo, e incluso, algunos compañeros me ponían sus manos en el pecho o me daban una palmada por la espalda, y me decían:

"¿Qué fue Carlos? La profesora Rincón te dio un beso y un abrazo, ¿verdad?"

Las muchachas casi que hacían una cola para darme un besito mañanero y un cariñoso abracito, aunque antes de recibir la felicitación por parte de la profesora Rincón, muchas de esas jovencitas me miraban como con asco, como con repulsión, como si yo fuera un psicópata, y ni siquiera me regalaban una mirada.

Muchas de las muchachas con quienes yo cursaba el primer semestre de Comunicación Social en LUZ, me agarraban los cuadernos durante las clases, y con sus lápices me escribían sus nombres, sus teléfonos, y dibujaban corazoncitos en las hojas de papel de mis cuadernos, e incluso, una muchacha metió un condón bien selladito entre las páginas de mis cuadernos, lo cual me permitió confirmar que muchas de las muchachas que estudiaban Comunicación Social en LUZ, no querían ser periodistas, realmente querían ser prostitutas.

Después que la profesora Rincón públicamente me dio un beso y un abrazo, por haber sacado 20 puntos en la reseña entregada durante la tercera semana de clases en LUZ, pues Carlos ya no era un chamo antisocial, ni odioso, ni psicópata, pues ahora Carlos era un chamo muy chévere, popular, divertido, y de hecho, los compañeros de clases que nunca me hablaban, ahora me invitaban a fiestas de fin de semana, me regalaban cigarrillos aunque yo no fumaba cigarros, me invitaban al cine del Galerías Mall, y me decían frases como: "Júntate con nosotros", "Te estábamos esperando" y "Anota mi teléfono y me llamas".

La mayoría de los estudiantes del primer semestre en la Escuela de Comunicación Social de LUZ, que se habían enterado del beso y del abrazo que me había dado la profesora Rincón, pues querían que yo les revisara y les corrigiera sus trabajos académicos, pensando que con las correcciones que yo les hiciera, ellos obtendrían mejores calificaciones en sus prácticas, lo cual fue una situación muy desagradable durante mi primera etapa estudiantil, pues sentía que me estaban usando, y sentía que yo me estaba dejando usar por ellos.

Pero yo nunca me olvidé de mi sentimiento suicida, que seguía resplandeciendo en la lagunita de Santa Rita, por lo que decidí olvidarme de mis "nuevos amigos de LUZ", y decidí caminar mi nuevo camino universitario en benigna soledad.

¿Ustedes serían amigos de personas que ayer te odiaban y te llamaban chico antisocial, pero después que una famosa profesora te dio un beso y un abrazo, entonces esas mismas personas hoy te adoran y te llaman chico popular?

Yo nunca jamás sería amigo de gente hipócrita, cínica y mentirosa.

¿Qué hubiera pasado si en vez de haber recibido un beso y un abrazo por sacar 20 puntos en la reseña informativa, yo hubiera recibido un regaño y un castigo por haber sacado 11 puntos en la mediocre reseña informativa?

Lo que hubiera pasado es que el humillado Carlos, aparte de ser llamado chico antisocial por sus compañeros de clases, también hubiera sido llamado bruto, burro y tapado.

Por tanta hipocresía, por tanto cinismo y por tanta falsedad social, yo decidí voluntariamente alejarme de los muchachitos del séptimo grado de bachillerato, que se disfrazaban de jóvenes adultos universitarios de LUZ, y aunque si ellos me saludaban yo también devolvía el saludo, ya que lo cortés no quita lo valiente en la vida, pues yo reconozco que jamás intenté ser amigo de esos muchachitos, por lo que evitaba hacer trabajos universitarios en grupo, debido a que yo prefería trabajar de forma individual, y en la medida de lo posible, yo evitaba toparme con ellos en los pasillos, y modifiqué mi horario estudiantil.

Yo empecé a hacerme amigo de la naturaleza, de la biblioteca, de la plazoleta.

Yo empecé a ser mi mejor amigo en mi propia vida. Yo aprendí a ser libre en la libertad de un laberinto universitario. Yo empecé a reconocer en la práctica, todas las cosas buenas y malas de la vida, que solo había aprendido en la teoría.

Me encantaba el sentido magno y abierto del campus universitario de LUZ, y como decimos los venezolanos, yo le saqué "bastante jugo" a los enormes espacios abiertos que ostentaba mi campus universitario, porque podía literalmente desaparecer de la faz de la Tierra, pero en menos de cinco minutos, podía regresar a la realidad escolar de la Facultad de Humanidades y Educación.

Quiero aclarar que cuando me refiero al campus universitario de LUZ, no solo me refiero al espacio terrenal de la Facultad de Humanidades y Educación, sino que también me refiero a los espacios abiertos de facultades cercanas a la Escuela de Comunicación Social, como la facultad de Ciencias Jurídicas y la facultad de Ciencias Económicas, que me permitieron expandir los colores de la experiencia universitaria en LUZ, y que sin duda, fueron espacios abiertos que ampliaron mi perspectiva sobre la vida escolar, y que me ayudaron a ser más independiente.

Yo sé que la mayoría de los estudiantes que vivían en Maracaibo, no tenían motivos para realmente enamorarse del campus universitario de LUZ, porque estudiando en una universidad tan cercana a sus casas, ellos podían asistir a las clases y regresar a sus hogares, sin necesidad de conocer a fondo los alrededores de un campus universitario, que solía ser muy valorado por los estudiantes foráneos como yo, pues encontrábamos lugares de sana recreación para pasar el tiempo, mientras esperábamos asistir a la próxima clase universitaria.

El soleado cielo azulado, las verdosas iguanas de los árboles, la fuerte brisa del viento maracaibero, el sudor de la libertad, y hasta los abrasivos caminos sin rumbos del campus universitario, me ayudaron a secar las lagrimas de cansancio que en silencio yo derramaba día tras día, mientras soñaba despierto imaginando que mi familia llegaba a rescatarme del abismo de mi pesadilla, y mientras escuchaba una y otra vez la canción "The Reason" de Hoobastank, para seguir luchando dentro y fuera del ecuestre campus universitario de LUZ, y para seguir diciendo ¡Presente! cuando los profesores pasaban la lista en el salón de clases.

Mis queridos hermanos lectores, ya les conté suficientes anécdotas y suficientes tocinetas, sobre mi primer día en LUZ, y sobre mis primeras aventuras en LUZ.

Ahora quiero contarles una experiencia personal que viví, mientras cursaba el quinto semestre de la carrera de Comunicación Social en LUZ, o mejor dicho, mientras estaba a la mitad de la hípica carrera de caballos de LUZ.

Todos recordamos que el Chapulín Colorado siempre decía "Se aprovechan de mi nobleza", cuando la gente lo presionaba para que luchara como un superhéroe.

Todos recordamos la canción que dice "Eres muy bonita, pero mentirosa", en referencia a una mujer que engañaba a los hombres, y que no tenía corazón.

Ahora que todos comprendemos el contexto audiovisual de la histriónica historia, pues ahora yo puedo explicar la anécdota universitaria.

Mientras yo estaba sentado en una banca de la plazoleta de la Facultad de Humanidades, una compañera de clases se acercó y se sentó junto a mí.

Ella me pidió que le revisara un reportaje que debíamos redactar para la cátedra "Redacción y Estilo III", y que debíamos depositar en el casillero del profesor antes del mediodía, pues el profesor recogería los trabajos y los evaluaría junto a nosotros, durante la clase que estaba pautada para las siete de la noche.

La bonita compañera de clases me mostró el borrador de su reportaje, el cual estaba hecho a lápiz, y tenía múltiples tachones en las dos hojitas de papel.

Yo le dije a mi compañera de clases, que el reportaje debía entregarse impreso a computadora, y que solo restaba media hora de tiempo disponible, para dejar el trabajo en el casillero del profesor.

Ella me dijo que no había redactado el reportaje con la computadora, porque se había quedado viendo un capítulo de la telenovela "Pasión de Gavilanes" en la casa de una amiga.

Yo le hice las correcciones a su paupérrimo y mediocre reportaje, luego quedamos en vernos en la clase de las siete de la noche, y nos despedimos en la plazoleta.

Luego de ayudar a la malagradecida compañera de clases, que nunca me daba las gracias por la gratuita asesoría recibida, yo decidí abandonar la plazoleta de la Facultad de Humanidades, y yo abordé una buseta para llegar hasta un cibercafé ubicado cerquita del Rectorado Viejo de LUZ, ya que en dicho cibercafé se navegaba muy rápido en la red Internet, y además el precio era muy barato.

Tras salir del cibercafé, se me dificultó regresar a la Facultad de Humanidades, pues no estaban pasando por la calle ni busetas, ni taxis, ni golondrinas a mi alrededor.

Finalmente, yo pude parar a un taxi de la calle, lo abordé, y llegué rápidamente hasta la facultad, aunque yo sabía que estaba llegando quince minutos tarde a la clase de Redacción y Estilo III, pero como les dije, llegué tarde a la clase por falta de transporte.

Cuando llegué a la universidad y entré al salón de clases, me di cuenta que mi compañera de clases, a quien yo le había corregido el borrador de su reportaje, estaba discutiendo con el profesor, y estaba engañándolo de una forma muy descarada y de una manera muy miserable.

Ella estaba engañando al profesor, haciéndole creer que había dejado su reportaje dentro del casillero, para que el profesor pensara que había sido por un descuido suyo, el motivo por el cual no aparecía el reportaje impreso de la astuta estudiante, después de haber sacado todos los trabajos del casillero.

Mi compañera de clases me estaba usando como coartada, para justificar que sus palabras eran totalmente ciertas, y como yo tenía una excelente reputación en la clase debido a mis altas calificaciones, pues si yo decía que era verdad lo que afirmaba mi compañera de clases, entonces el profesor tendría que reconocer que fue por culpa de un descuido suyo, el motivo por el que no apareció el reportaje de la alumna.

Por eso cuando entré al aula de clases, inmediatamente mi compañera de clases y el profesor me miraron fijamente a los ojos, y la joven de una vez me preguntó:

Carlos, ¿Verdad que yo te mostré mi reportaje ya listo en la plazoleta?

Fue tan sensualmente sugestivo el modo en que mi compañera de clases me hizo la pregunta, que su erótico lenguaje corporal me estaba diciendo que si yo confirmaba su mentira, asegurando que yo había visto y leído su reportaje impreso en la plazoleta, pues creo que ella me hubiera pagado el favorcito, con muchísimas noches de sexo en los sucios baños de LUZ, a cambio de engañar al profesor de Redacción y Estilo III.

Con toda la presión del sorpresivo momento, solo se me ocurrió decir la verdad.

Yo le respondí a mi compañera de clases:

"El borrador del reportaje sí me lo mostraste".

El profesor con un tono de voz muy apaciguador, evitando reaccionar con un furioso grito en contra de la alumna, y sabiendo que mi compañera de clases no reconocería su mentira, de una vez dijo en voz alta:

"El borrador, el borrador".

Y tras escuchar esas cuatro palabritas del profesor, se sintió el típico sacro silencio que llega después de una tensa situación. Silencio que castiga y humilla al mentiroso pecador. Silencio que dignifica y santifica al honesto cristiano.

Sabemos que no hubo necesidad de expulsar, a ninguna mentirosa señorita de la clase, y aunque gracias a Dios yo no soy heterosexual, pues tampoco hubo noches de sexo en los sucios baños de LUZ, porque dentro del salón de clases solo prevaleció la verdad, y solo se dijo una sincera verdad que resolvió el problemita académico, sin el uso de la violencia y sin condones de mentiras.

Una vez más, el sistema educativo venezolano me demostraba que las carreras universitarias son carreras de caballos, donde se vale todo para conseguir el título universitario en tiempo récord, porque mi compañera de clases no reconoció su error humano, no reconoció que no entregó el reportaje porque se quedó viendo el capítulo de "Pasión de Gavilanes", y aunque el profesor perdonó su equivocación, aunque ella no perdió el semestre, y aunque ella no quedó descalificada de la quinta válida de la carrera de caballos, pues ya todos sabemos que ella es muy bonita, pero muy mentirosa, porque solo sabe engañar y no tiene corazón.

Espero que la anécdota que acabo de narrar, sea de usufructo para los jóvenes estudiantes venezolanos, quienes por el deseo de conquistar el amor de una cara bonita en la universidad, se terminan olvidando de la ética escolar y pervierten la dignidad humana, siendo capaces de mentir en las aulas de clases, y siendo capaces de traicionar a sus propios principios de vida, para que esa cara bonita a partir de hoy, sea mi nuevo y embustero novio o mi nueva y embustera novia.

Aunque me duele un mundo reconocerlo, yo tomé la decisión de no tener novia, de no casarme con nadie, de no tener hijos, de no formar una familia, de no tener amigos, y en la medida de lo posible, de no tener enemigos en la vida, porque mis experiencias personales tanto en el bachillerato como en la universidad, me demostraron que la gente es totalmente hipócrita, cínica y falsa, por lo que más vale estar solo que mal acompañado, y aunque yo también puedo convertir mi camaleónica introversión en una camaleónica extroversión, no estoy dispuesto a entregarle mi corazón a gente que besa como Judas y ama como el invierno.

Si la gente te percibe como un buen partido, te quiere siempre y por siempre.

Pero si la gente te percibe como un fracasado, te rechaza, te juzga, te olvida.

Por eso, yo soy muy amigo de las mascotas, de los perros y de los gatos, ya que a las mascotas no les importa si sacaste 20 o 01 en la reseña informativa de la universidad, porque las mascotas no te juzgan por tu éxito o por tu fracaso personal, las mascotas te quieren tal cual como eres, y si las cuidas y las tratas bien, pues las mascotas siempre te querrán y serán tus amigos incondicionales.

Los perros son leales, te regalan su cariño, y cuando todo sale mal en la universidad, siempre es bonito llegar a casa, y recibir el amor de tu mascota.

Como dije anteriormente, si yo hubiera leído con fe y con fervor las páginas de la Santa Biblia, antes de empezar mi carrera universitaria en La Universidad del Zulia, pues jamás de los jamases hubiera perdido mi tiempo, yendo a una sucia, corrupta y mundana universidad venezolana, donde solo se aprende a ser lo que otros ya fueron antes que tú, o sea, la basura del Mundo.

El profesor Franco tuvo la razón. Es muy difícil entrar a las carreras de caballos, y es muy difícil salir de las carreras de caballos.

No todos los caballos tienen las aptitudes hípicas necesarias, para entrar a una carrera de caballos en Venezuela.

Yo observé como muchos caballos que entraron al hipódromo universitario de LUZ, se retiraron del espectáculo hípico y abandonaron la carrera a mitad de la competencia, por lo que mencionaré motivos cónsonos a dicho abandono escolar.

Tal vez por falta de amor a la profesión.

Tal vez por desinterés.

Tal vez por falta de dinero para comprar los libros y para sacar las copias.

Tal vez por falta de apoyo familiar.

Tal vez por un problema con algún profesor.

Tal vez por un problema con otro caballo que competía en el mismo semestre.

Tal vez por enfermedad, por embarazo precoz, o por sífilis.

Tal vez por falta de transporte para llegar todos los días al hipódromo.

Tal vez por falta de zanahorias.

Tal vez por desnutrición.

Tal vez porque el purasangre no era tan puro como la sangre.

Tal vez porque los caballos abrieron los ojos.

Tal vez porque los caballos comprendieron que no vale la pena correr como animales, para ganar un tonto diploma del Mundo.

La deserción hípica no es un fracaso, la deserción hípica es una sabia decisión.

Las carreras universitarias son carreras de caballos, son basuras del Mundo, son juegos capitalistas del Tercer Mundo, son fuentes de ignorancias para Dios.

Recordemos la cita bíblica en 1 Corintios 3:19 que afirma lo siguiente:

"Porque la sabiduría de este mundo, insensatez es para con Dios".

Y por culpa de la insensatez de la carrera universitaria, yo casi pierdo mi prosa por la venenosa envidia de mis profesores, quienes no querían reconocer que la afilada pluma del alumno, siempre puede superar a la tinta china del maestro.

Yo casi pierdo mi fe cristiana por culpa de 20 puntos llenos de egoísmos, que se negaban a rezar de rodillas en la misa del domingo, y que siempre recordaban el éxito estudiantil sobre la almohada.

Yo perdí mi salud física y perdí mi salud corporal, por culpa de los enfermizos y destartalados autobuses de La Universidad del Zulia, que con diabólica alevosía caían en los peores huecos de las ateas carreteras zulianas, para romperme la fe cristiana y para romperme el coxis.

Me rompieron el coxis de la vida, pero no me rompieron la fe cristiana.

Yo soy cristiano, y creo en la Santísima Trinidad, representada por Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Un padre, un amigo, un consolador.

Jesucristo no traiciona a un amigo, te ayuda un mundo en la vida, y con su preciosísima sangre derramada en la cruz, redimió los pecados de nuestras vidas, para tener la oportunidad de salvación eterna, y para alcanzar la patria celestial.

Mi querido y respetado estudiante cristiano venezolano, póngase su mano en el corazón y responda a las siguientes preguntas:

¿Qué tan importante es la presencia de Dios en tu vida universitaria?

¿Acaso Dios es solo pedirle la rutinaria bendición a tus padres, para que te digan Dios te bendiga, y de paso, te den más plata para malgastar en la universidad?

¿Acaso solo te acuerdas de Dios cuando estás a punto de reprobar el semestre?

¿Acaso Dios es solo una rebuscada frase impresa, que colocas en la mediocre dedicatoria de tu mundana tesis de grado?

Sé sincero mi hermano, ¿Qué tan importante es Dios en tu vida universitaria?

Antes de presentar las conclusiones de mi artículo, quiero contar una experiencia que viví a finales de mi carrera universitaria, y aunque en su momento fue una insignificante anécdota sin valor y sin sazón, el mismo sabor de la vida se ha encargado de hacerme recordar los detalles cristianos de mi vida, que yo no supe apreciar durante mis estudios en LUZ, pero que hoy puedo rememorar y compartir con mis hermanos lectores, y sobre todo, con los jóvenes estudiantes venezolanos.

Cuando yo estaba finalizando mis estudios universitarios en LUZ, ya no tenía necesidad de levantarme a las tres de la madrugada, pues solo estaba yendo a la facultad para entregar los capítulos de la tesis de grado, por lo que ya no abordaba el destartalado y enfermizo autobús de LUZ, sino que yo iba hasta el terminal de pasajeros de Ciudad Ojeda, para llegar hasta Maracaibo usando cualquier unidad del transporte público, que generalmente era un caprice, un conquistador, un impala, un chevelle, un malibú, un monstruo de los años 70.

Los choferes de dichas unidades de transporte del terminal de Ciudad Ojeda, generalmente eran hombres detestables en todo el sentido de la palabra.

Cochinos, vulgares, barbudísimos, escupidores de saliva en el asfalto, apestosos, cerdos que piropeaban muy feo a las muchachas, tramposos, malolientes, muy obstinados, muy abusivos, criticadores de todo, excepto de ellos mismos.

Recuerdo que en diciembre del año 2007, fui al Terminal de pasajeros de Ciudad Ojeda, con la intención de abordar una unidad vehicular para llegar hasta Maracaibo.

Una vez estando dentro del terminal, yo pagué la tasa de salida en la taquilla, y yo también pagué el precio del viajecito zuliano.

Inmediatamente, yo abordé y me senté en el monstruo de los 70, puse mi carpeta sobre el tablero del automóvil, esperé que ingresaran los cuatro pasajeros restantes, y finalmente, todos viajamos bien pegaditos de Ojeda a Maracaibo.

Dentro de mi carpeta, estaba el primer capítulo de mi tesis de grado, que yo había impreso en hojas de papel usando la impresora de mi casa.

Llegamos al Terminal de Maracaibo, me bajé del monstruo de los 70, caminé hasta el estacionamiento del terminal, y hablé con un taxista para que me llevara hasta la Facultad de Humanidades de LUZ, pues debía entregar el primer capítulo de mi tesis de grado, y la tutora ya me estaba esperando en la aula.

¡Oh no! Me olvidé de la carpeta con la tesis impresa.

Yo había dejado la carpeta en el tablero del monstruo de los 70.

Aunque parezca tonto y absurdo haber dejado la carpeta dentro del carro, a sabiendas que la carpeta representaba el motivo principal para realizar el viaje, yo les aseguro que viajar de Ciudad Ojeda a Maracaibo dentro de una unidad del transporte público, es una claustrofóbica y calurosa travesía zuliana, donde el desmayo, la jaqueca, la zozobra y hasta la amnesia temporal, son malestares que con frecuencia sienten los pasajeros durante el viajecito zuliano, y aunque ustedes no lo crean, esos malestares pueden hacer que olvidemos recoger una valiosa carpeta del tablero del carro.

¡Qué contrariedad! Carlos se olvidó de recoger su carpeta con su tesis de grado.

Yo tuve que regresar al terminal de Maracaibo, y tuve que buscar mi monstruo de los 70, pero entre tantos monstruos de los 60, de los 70 y de los 80, era casi imposible encontrar el cuerpo de un monstruoso vehículo, que yo casi no había distinguido visualmente, cuando lo había abordado en el terminal de Ciudad Ojeda, por lo que encontrar a mi monstruo entre tantos monstruos llenos de esmog, fue una contaminante situación que me estaba impacientando, pues yo debía llegar con gran prisa a la Facultad de Humanidades de LUZ.

Recuerdo que yo regresé al sector del terminal de Maracaibo, donde se acostumbraban a estacionar los vehículos de la ruta Ciudad Ojeda-Maracaibo.

A primera vista, no encontré el monstruo de los 70 que yo había abordado en Ojeda, y después de ver el interior de los monstruos a través de sus ventanillas, pues tampoco observé la sagrada luz de mi importantísima carpeta, en ningún tablero de ningún monstruo estacionado en el terminal de pasajeros.

¡Qué verga más arrecha! Tuve que hablar con los choferes de la ruta Maracaibo-Ciudad Ojeda, que estaban echando chistes sucios dentro del terminal, mientras esperaban que se llenaran los vehículos con nuevos pasajeros.

Con el riesgo latente de que los choferes, me insultaran o se burlaran de mis buenos modales, tuve que tomar el mundano riesgo para recuperar la carpeta con mi tesis de grado, así que me armé de mundano valor y en voz alta les dije:

"Hermanos buen día, acabo de llegar, vengo de Ojeda, se me quedó una carpeta en el tablero, no veo el carro por aquí, necesito esa carpeta".

Uno de los choferes me preguntó:

¿Quién manejaba?

Yo le dije que no sabía cómo se llamaba el chofer del carro, aunque inclinando mi cabeza y con un poco de pena por decirlo, también le dije que en ese carro se escuchaba música cristiana, y todavía recuerdo que cuando yo dije "música cristiana", lo dije como con miedo, en voz baja, como si estuviera diciendo algo malo, algo que fuera motivo de vergüenza.

Cuando le dije al chofer del terminal, que en el carro se escuchaba música cristiana con bastante volumen, de una vez el chofer exclamó:

"¡Ese es Nico! Deja que lo llame".

El chofer usó su teléfono celular para llamar a Nico, habló con él, y le contó mi problemita.

Tras colgar la llamada, el chofer me dijo que Nico ya estaba por regresar al terminal.

Cinco minutos después, Nico llegó en su monstruo de los 70, se bajó del carro con la carpeta en su mano, me sonrió, me entregó la carpeta que yo tanto necesitaba recuperar, y me dijo: "Toma chamo, ¡mucha suerte!"

Yo fui tan pero tan egoísta, que solo dije "Ok", como respuesta a los buenos deseos de Nico, y yo casi le arrebaté la carpeta de sus manos, porque mi mente realmente no estaba en el caluroso terminal de pasajeros, ya que mi mente estaba en el imaginario y frío salón de clases de la facultad, escuchando las imaginarias correcciones de la tutora, esperando comenzar el imaginario segundo capítulo de la tesis, deseando terminar la imaginaria tesis para graduarme en LUZ, y sin darme cuenta, yo también pensaba y yo también estaba demostrando, que la carrera universitaria era una hípica carrera de caballos.

Luego de recuperar la carpeta, entonces sí abordé el taxi, llegué a la facultad, me hicieron las correcciones del primer capítulo de la tesis, y colorín colorado.

Sin embargo, los años pasaron y volvieron a pasar por mi vida, y esa insignificante anécdota del 2007, ahora se ha convertido en una gran reflexión personal, que hoy quisiera compartir con mis hermanos lectores.

Yo no sé si a Nico lo apodaban Nico, porque se llamaba Nicolás, o tal vez lo apodaban Nikko, porque manejaba tan bien y tan rápido, como un carrito a control remoto Nikko.

Realmente no me importa si lo apodaban Nico o Nikko, pero lo que sí estoy seguro, es que ese chofer me demostró que la presencia de Jesús en la vida de una persona, puede convertirla en un lirio, aunque viva entre mundana basura.

Como les dije anteriormente, todos los choferes del Terminal de pasajeros de Ciudad Ojeda, eran choferes cochinos, vulgares y obstinados, más sin embargo, la cristiana personalidad de Nikko era muy distinta a la mundana personalidad de los demás choferes del terminal.

Nikko era un maiceadito hombre de treinta y tantos años, blanquito, con lentes, bien afeitadito, bien perfumadito, bien arregladito, y con muy buenos modales, siendo una personalidad que contrastaba radicalmente con las rabietas en la carretera, y con los chistes sucios de los otros choferes del terminal.

Nikko escuchaba música cristiana con mucho volumen, desde que salimos de Ciudad Ojeda y hasta que llegamos a Maracaibo.

Yo debo reconocer que nunca me han gustado, los famosos conciertos de música cristiana grabados en Puerto Rico y en República Dominicana, donde se repiten mil veces los sentimentales coros de las canciones, donde la gente siempre levanta el par de brazos al cielo nocturno, y donde toda la gente termina llorando al ritmo de un sensacionalista show cristiano, lleno de luces, de fuegos artificiales, y de promesas que se convierten en lavado de dinero, para los pastores, artistas y ladrones, que se lucran prostituyendo la palabra de Dios.

Aunque no me gustan esos conciertos supuestamente cristianos, hay personas que pueden recibir el mensaje de Dios, y que pueden obtener las conversiones cristianas en sus vidas, escuchando esos famosos conciertos cristianos.

No sé si Nikko se convirtió al cristianismo tras escuchar esos conciertos cristianos, o tal vez, Nikko ya se había convertido al cristianismo, y escuchaba esos conciertos esperando que dentro del monstruo de los 70, los pasajeros también escucharan la música cristiana y se convirtieran al cristianismo.

Pero no hay duda, que si pasas más de una hora viajando en un monstruo de los 70, escuchando conciertos de música cristiana con muchísimo volumen, pues te convertirás en cristiano de por vida y hasta el cielo, o por el contrario, te convertirás en diabólico ateo de por vida y hasta el infierno.

Nikko reflejaba el carácter de Jesús, tanto por su buena higiene personal, como por sus buenos modales en la vida.

Aunque Nikko trabajaba entre choferes cochinos y muy vulgares, se notaba que Dios lo estaba guiando en la vida, y por eso hoy, yo puedo recordar y puedo reconocer la diferencia que existe, entre un mundano chofer del Mundo y un cristiano chofer venezolano, que a su humilde manera y usando los medios que disponía a su alcance, pues trabajaba con Dios y predicaba de Dios en el evangélico monstruo de los 70.

¡Nikko! Me acordé de ti, tarde, pero me acordé de ti.

Me hubiera gustado cambiar ese frío "Ok", por un caluroso abrazo entre amigos, y que se fuera al diablo la carpeta con el primer capítulo de mi tesis, pues usted y yo, nos hubiéramos quedado escuchando buena música cristiana, dentro del evangélico monstruo de los años 70.

Pero el tiempo vuela y jamás regresa a su nido, por lo que yo elegí desechar a gente buena como Nikko en mi estúpida y mundana vida, y yo elegí darle prioridad a la obtención de mi estúpido título universitario, porque como todos ustedes, yo también pensaba que la carrera universitaria era una carrera de caballos, donde cada caballo estaba obligado a pisotear el cariño de otro caballo, porque lo importante era ganar el trofeo, y vencer a todos los enemigos de la carrera.

Aparte de Nikko, hubo tres hermanos que también me ofrecieron una amistad bonita y desinteresada, mientras yo cursaba mi carrera universitaria en LUZ, pero el egoísmo de la carrera de caballos nunca permite ver la realidad humanística de la vida, y fue muy chocante haber escrito lo que acabo de escribir, pues yo estudiaba en la Facultad de Humanidades y Educación, pero las universidades venezolanas solo te educan para ser un inhumano capitalista.

¿Acaso Carlos ganó el trofeo de la carrera de caballos?

Sí mis hermanos, Carlos ganó el trofeo de la carrera de caballos.

A comienzos del año 2008, yo había aprobado todas las asignaturas del pénsum, y a mediados del año 2008, yo obtuve mi título universitario en LUZ como Licenciado en Comunicación Social, mención Periodismo Impreso.

Pero yo decidí no asistir a mi acto de grado, pautado para un viernes de junio.

Pero Carlos, ¿Por qué no fuiste el viernes a tu acto de grado?

Porque yo sabía que el rector de LUZ en aquel tiempo, era un hombre corrupto que estaba desviando y viciando los recursos económicos de LUZ, por lo que yo estaba totalmente negado a estrecharle la mano, a sonreírle, y a recibir mi digno título universitario, de manos de una sucia y corrupta autoridad rectoral de LUZ.

Como decimos los venezolanos, yo no "me maté" durante cinco años estudiando en La Universidad del Zulia, para que al final de la épica lucha estudiantil, un delincuente ensuciara todo mi sacrificio, todo mi cansancio, todas las lágrimas que yo derramé en silencio, para lograr graduarme como Periodista venezolano.

Por respeto y por amor, a las tres y veinticinco de la madrugada del lunes 12 de mayo del 2003, yo tomé la decisión de no asistir a mi acto de grado de LUZ.

Yo sé que el resto de los estudiantes que se graduarían conmigo en la primera tanda del viernes, estaban felices por recibir sus títulos universitarios de manos del bellísimo y elegante rector de LUZ, pero esos jóvenes nunca se vieron desesperados y perdidos, en el ocaso de un viernes negro dentro del campus universitario de LUZ, sin saber a dónde ir, sin saber a quién acudir, sin saber dónde llorar, sin saber dónde dormir, sin saber dónde morir, sin saber nada, porque se estaba completamente abandonado, muy lejos de casa, y sin el sol.

Por culpa de la mala gestión administrativa del rector de LUZ, los autobuses de LUZ me rompieron el coxis de la vida, y yo no quería fingir que todo estaba chévere en mi vida, para recibir lleno de dolor el sonriente título universitario.

Durante un par de días, pensé en ir al acto de grado, pero no estrechar la mano del rector al recibir el título, aunque me pareció una actitud grosera que no compaginaba con mi personalidad, y también pensé en solicitar que cualquier otra autoridad rectoral me entregara el título, pero en el fondo yo sabía que todas las autoridades académicas de LUZ, eran cómplices de los mismos delitos que perpetraba el rector, por lo que todos inyectaban la misma sangre de corrupción.

Recuerdo que por las obligaciones capitalistas que LUZ impone a sus nuevos graduandos, yo tuve que alquilar la toga, tuve que pagar el precio de la medalla y del broche, tuve que pagar el precio del anillo, tuve que asistir al ensayo del acto de grado, y hasta tuve que pagar el precio del servicio de lavandería que recibió una toga que jamás fue usada por mí, pero más allá de las imposiciones capitalistas de LUZ, yo decidí no asistir el viernes a mi costoso acto de grado.

De hecho, yo no tengo ningún recuerdo para compartir con los lectores, relacionado con aquel viernes de junio, cuando se celebró mi acto de grado en LUZ. No tengo ni recuerdo bueno ni recuerdo malo sobre ese terrenal día en Venezuela, lo cual demuestra la insignificancia que simbolizó mi acto de grado en mi propia vida, y también me demostró que muchas veces los gloriosos momentos de nuestras vidas, que consideramos muy especiales y muy valiosos, pues casi siempre son mundanos momentos de la vida sin ninguna relevancia, pero es por culpa del maldito cáncer llamado egocentrismo, que la egoísta mente de la gente sobrevalora el gran poder de otro tonto momento de nuestra tonta vida.

Yo sé que la decisión de no asistir a mi acto de grado, no fue por la rebeldía de mi voluntad, muy por el contrario, fue por la voluntad de Dios, y aunque en ese momento de mi vida, yo estaba totalmente alejado de la voluntad de Dios, pues el tiempo me ha demostrado que tomé la decisión correcta, cuando yo decidí no asistir a mi acto de grado en LUZ, porque los malos han caído como los ángeles caídos, y porque yo me he acercado muchísimo a Dios, y hoy puedo sentir que se hace su voluntad dentro de mi vida, y aunque estoy llorando, lo reafirmo.

Yo retiré mi título universitario en el mes de septiembre del 2008, y como se dice en Venezuela, yo lo "retiré por secretaría".

Recuerdo que antes de abandonar el edificio de LUZ, yo observé a uno de los tres hermanos que como Nikko, me ofreció una amistad desinteresada durante mi carrera universitaria, pero yo seguía pensando que la carrera universitaria era una carrera de caballos, por lo que lo aventajé sin saludarlo, y me fui con el gran título entre mis manos.

El destino nunca más nos acercó en la vida, aunque todos los días recuerdo su nombre, porque todos los días yo leo el bíblico libro de San Marcos.

Después de recibir mi título universitario, recuerdo que lo saqué del portatítulo, le tomé una fotografía con la cámara de mi teléfono, luego lo volví a meter dentro del portatítulo, y nunca más observé la luz de ese tonto y mundano titulo.

Si usted desea observar la fotografía de mi título universitario, visite el siguiente hipervínculo:

https://carlosrupertofermin.files.wordpress.com/2020/09/lic_19_orig.jpg

¡Aleluya! Llegaron las reflexiones finales de mi artículo.

Valoremos un nuevo día de clases en la universidad.

Hermano, usted realmente debe valorar un nuevo día de clases en su universidad, un nuevo día para adquirir nuevos conocimientos, un nuevo día para amar a Dios.

Para la mayoría de los estudiantes, una clase es algo tan rutinario como ordinario, y solo asisten a clases por obligación y por presión familiar.

Abundan los estudiantes que no valoran la diaria posibilidad, que tienen en la vida para aprender nuevos conocimientos y saberes, en un Mundo donde por culpa de la pobreza, muchos jóvenes aunque quieren estudiar, no pueden ir y estudiar en la universidad, por lo que no se justifica que el estudiante que sí puede asistir a clases, pues no le preste atención al profesor, repruebe los exámenes de su semestre o año, no asista al aula, y hasta abandone la carrera.

Valoremos más el milagro de la vida, valoremos menos la carrera universitaria.

Hermanos, una de las carreteras más peligrosas y más mortíferas de Venezuela, tiene nombre y apellido, se llama la carretera Lara-Zulia, y anualmente decenas de compatriotas venezolanos, mueren o quedan gravemente heridos por los constantes accidentes automovilísticos, que ocurren en esa autopista de la muerte.

Durante mi etapa universitaria como estudiante de La Universidad del Zulia, muchas veces el chofer del autobús de LUZ que cubría la ruta Maracaibo-Ciudad Ojeda, nos preguntaba si deseábamos regresar a Ojeda usando el veloz "atajo" de la carretera Lara-Zulia, para llegar más rápido hasta Ciudad Ojeda, y por ende, para llegar más rápido hasta nuestras casas.

Debido al extremo cansancio de la mayoría de los jóvenes, siempre los estudiantes elegíamos regresar a Ciudad Ojeda por la carretera Lara-Zulia, y por culpa de nuestro agotamiento, de nuestro egoísmo y de nuestra ignorancia, siempre jugábamos con el preciado don de la vida, a cambio de restarle quince o veinte minutos al tiempo de viaje, dentro del autobús universitario de LUZ.

¡Qué terrible irresponsabilidad! En especial los días viernes por la tarde, yo recuerdo que era 100% seguro que el autobús de LUZ que cubriría la ruta Maracaibo-Ciudad Ojeda, regresaría a Ojeda usando la carretera Lara-Zulia, y recorrer esa mortífera carretera a más de 120 kilómetros por hora, en la oscuridad que se empezaba a recrudecer a las siete de la noche, y sabiendo que los autobuses de LUZ estaban llenos de desperfectos mecánicos, pues decir que los estudiantes jugábamos con el don de la vida, suena demasiado simple para expresar la terrible equivocación que todos aceptábamos y hasta aplaudíamos, para poder llegar un poquito más temprano hasta nuestras casas en Ojeda.

Yo todavía recuerdo en pesadillas, las locuras que representaban esos viajecitos por la carretera Lara-Zulia, y así como yo le pido perdón a Dios, por no haberme bajado de esos autobuses cuando debía bajarme, también le doy gracias a Dios, por haber salvado mi vida dentro de esos maquiavélicos monstruos de LUZ.

El mejor promedio, simplemente no sirve de nada.

Sí mis hermanos, el buen promedio que obtengas tras culminar tus estudios universitarios, no te servirá de nada al momento de buscar un buen empleo.

De hecho, muchos de los mediocres estudiantes de LUZ, que se graduaron conmigo en la Escuela de Comunicación Social, con los mediocres promedios de 10, 11 o 12 puntos, pues terminaron consiguiendo geniales trabajos en los mejores medios zulianos, solo porque sus papás tenían bastante plata para comprarles el genial trabajito, o porque sus tíos tenían muy buenos contactos, o porque eran hijos del influyente fulanito, porque eran nietas de la influyente empresaria, o porque eran sobrinos del cabalístico My Own Business.

Si decides empezar una carrera universitaria, no te olvides de estudiar por amor a tu futura profesión, porque si estudias solo por amor al dinero, vas a terminar odiando hasta a la sombra de tu propia sombra.

Yo le doy las gracias a todos los cibermedios venezolanos y extranjeros, que siempre publican mis textos periodísticos, y que me ayudan a ejercitar mi querida profesión con plena libertad de expresión, en especial, hoy le doy las gracias al equipo de Aporrea.org por el apoyo brindado desde el año 2010.

¡Misión cumplida! Me gradué como periodista en La Universidad del Zulia.

Ahora tengo que olvidar toda la basura que aprendí en la universidad del Mundo, ahora tengo que olvidar toda la mediocridad de las carreras de caballos, y ahora tengo que predicar la santa Palabra de Nuestro Señor Jesucristo.

La santa Palabra de Dios que se estudia y no se olvida, que se aprende y no se pervierte, que se vive, que se defiende, que se predica, que sigue salvando vidas.

Dicen que cada día se aprende algo nuevo en la vida, y también dicen que es mejor dar que recibir, pero tenemos que ser muy cuidadosos al momento de elegir qué aprender y qué dar en la vida, porque aprender a fumar cigarrillos es algo muy malo que enferma la salud de la persona, y darle un cigarrillo a una persona para que aprenda a fumar, tampoco es algo bueno que valga la pena dar.

Yo te invito a que aprendas a valorar las sagradas páginas de la Santa Biblia, y aunque el Mundo te intente alejar del tesoro cristiano, pues tienes que aprender a reconocer las grandes diferencias que existen, entre la mala educación que proviene del violento Mundo y la buena educación que solo proviene de Dios.

Hemos llegado al final de la electrizante aventura universitaria.

Gracias por su tiempo.

 

 

 

 

Nota leída aproximadamente 7842 veces.

Las noticias más leídas: