El gran reto del reinicio de clases en Venezuela. Las grandes verdades detrás de todo eso

Miércoles, 16/09/2020 03:55 PM

Antes de entrar en el tema, me siento tentado a hacer un ligero comentario acerca de los riesgos de escribir y particularmente siendo, como lo es uno, empecinadamente crítico, que significa ser poco dado a admitir como verdad total o siquiera a medias lo que no lo es, solo por nimiedades como eso que llaman disciplina partidista o ganarse la protección de los poderosos, más en medio de las dificultades que se derivan de la vida venezolana de ahora.

El mismo espíritu crítico al que me refiero, está expuesto al abordar el asunto del reinicio del año escolar.

La andragogía es un modelo de aprendizaje que se utiliza en el caso de los adultos, tomando en cuenta que se parte de la idea que estos han desarrollado o aprendido ciertas habilidades de las cuales carecen niños y adoslecentes. En el modelo, predomina el estudio a distancia, por las particularidades del adulto y está concebido en el logro de objetivos mediante la aplicación de esas habilidades dadas por existentes. Lo que en ningún caso contradice o niega, por lo menos, la evaluación presencial válidamente planificada. Aunque es verdad, que no siempre aquello es cierto, pues puede darse y de hecho se da, que el adulto esté tan desarmado como el niño o adolescente, pero como las estrategias contemplan el trabajo en grupo, se espera que entre los integrantes de este haya y lo hay, quienes si dispongan de esas habilidades y aprendijaze que aportan al grupo del cual se espera responsabilidad y deseos de aprender, lo que se debe cuidar en la evaluación final.

En educación, como solía decir el maestro Simón Rodriguez, el hacer es fundamental, casi determinante y para eso se requieren herramientas que el niño no posee. Por eso, lo primario, está en la construcción de esas hertramientas, el hacer surguir y desarrollarse esas habilidades; ese es la esencia de la educación y el aprendizaje. El manejo de la sierra y el alicate, con la habilidad necesaria sólo se aprenden ejercitándose, haciendo, usando esos instrumentos. Construir un mueble es una etapa posterior. No se trata que el educando, en la clase de carpintería, se compre un mueble para presentarlo en la evaluación como obra suya, sino que lo construya y para eso debe empezar por manejar las herramientas.

De allí que la presencia del maestro, a quien se supone con esas habilidades y destrezas, y un programa con objetivos sustentados en el desarrollo de ellas y mediante ellas, es indispensable. Cada niño debe hacer las tareas y cumplir el "ritual", con el perdón de la palabra, previsto en el programa, porque más que el contenido y el trabajo que el niño debe presentar, lo esencial, es su entrenamiento para el uso y desarrollo de esas habilidades y destrezas.

Simón Rodríguez, siendo un simple maestro de escuela caraqueño se opuso al modelo lancasteriano, vigente en la escuela europea y por lo que tuvo desaveniencas con Bolívar, que proponía que los alumnos mejor dotados instruyesen a sus compañeros en inferioridad de condiciones. Pues para él, y en eso estuvo brillantemente acertado, educar, enseñar y aprender, no es repetir lo que otro hace y dice, sino hacer, elaborar nuestro propio conocimiento. Pues tampoco es imitar o repetir mecánicaente lo que otro hace. Y sabía bien Rodríguez, que los niños, por muy bien dotados que fuesen, no estaban adiestrados para esa tarea de poner a otro en condiciones de aprender.

El trabajo en grupo, cuando no es convenientemente supervisado o manejado con la debida conciencia de los participantes, puede terminar en que se deje la tarea en manos de dos y hasta uno sólo de sus integrantes. Y hasta este sólo, en lugar de cumplir con el debido proceder, de acuerdo a la estrategia de aprendizaje, opte por "fusilarse" o copiarse un trabajo ya hecho por otro de los tantos que se consiguen en la red. Y si la evaluación no es cuidadosa y válidamente exigente entonces no se habrían logrado los objetivos y todos terminarían siendo víctimas de un fraude.

No se trata que el grupo o el niño sólo halle, recopile, respuestas o seleccione tareas ya hechas por otros o lo habitual, de eso se ocupe la madre o algún otro familiar, para presentarlas a su evaluador a distancia. La idea obligatoria es que cumpla con todo lo previsto en la estrategia de aprenizaje para lograr el objetivo que se vale de aquellos contenidos. Es decir, el niño debe hacer el mueble al nivel de calidad que puede hacer y espera racionalmente el evaluador.

Por esto, el maestro debe ser cuidadoso se cumpla aquello del "alumno debe responder con sus propias palabras", salvo se vea obligado a hacer alguna cita, de lo que dejará constancia. Un maestro habilidoso, bien formado, está obligado a saber si la respuesta dada por su alumno cumple con esas condiciones. No es dificil saber si la respuesta, la redacción de una tarea o la elaboración de algo, fue producto del trabajo del alumno, por una persona con mayor formación que él, se limitó a copiarla de cualquier texto o la tomó prestada de otro. El maestro no debe buscar respuestas bonitas, excelentemente redactadas o terminadas, más allá de la capacidad y real nivel de su alumno, sino las que él elabore fundamentado en su aprendizaje y entrenamiento.

Por todo lo dicho anteriormente, lo presencial, donde el maestro vigila, evalúa, en "vivo y en directo", para hacer las correcciones del caso en lo inmediato, si sus alumnos cumplen con lo definido en la estrategia, es insutituible en el caso del aprendizaje en los niños. Por supuesto, dándole a la expresión presencial, el estricto valor que ella tiene. Pues si el alumno tiene en casa o dentro de la comunidad alguien quien desempeñe el rol del maestro del aula formal, estaríamos ante un caso donde lo presencial es una condición dada. Es, como entre los pequeños grupos de adultos, con uno o dos que manejen acertadamente las herramientas de aprendizaje y hagan el rol del maestro, estaríamos disponiendo de los recursos indispensables. Ese o esos compañeros en particular, suplirían la ausencia del maestro formal. Por supuesto, en el caso del adulto, un individuo sometido al proceso de aprendizaje a distancia o andragógico, que con anterioridad desarrolló las habilidades necesarias para acceder al aprendizaje, podrá sin ninguna dificultad hasta alcanzar la excelencia.

Por todo lo anterior, el programa de reinicio de clases a distancia para niños y adolescentes, impuesto por la pandemia, no puede planificarse y menos implementarse al margen de la familia, particularmente los padres y muy especialmente las comunidades. En esto, la comunidad, donde no es dificil hallar maestros de profesión y personas que disponen de las herramientas necesarias, es fundamental y no se debe desperdiciar o ignorar.

Las clases a distancias, esas que usualmente se transmiten por televisión, suelen concebirse para la difusión de los contenidos. Se da el caso que muchas de ellas, no las planifican educadores propiamente dichos o con verdadero, consciente, objetivo de aprendizaje. Lo que menos falta hace, los contenidos, pues ellos se pueden hallar en las redes y los libros que el niño maneja y hasta tiene en casa, es lo en lo que se pone énfasis en aquellos programas. Las autoridades educativas deberían usar los medios para orientar a padres y comunidades en lo relativo a la ejecución de las traeas de aprendizaje.

Como ya hemos dicho, definido el contenido, al cual el alumno puede acceder sin mayor dificultad y sabiendo que aprendizaje no es que el alumno internalice aquel y hasta lo repita "al caletre", sino que entre otras cosas pueda reelaborarlo con sus propias palabras, usando su propio alicate y llave de tuercas, se requiere dada su poca experiencia y madurez y hasta factores culturales predominantes, se cuide cumpla con hacer lo que demanda el objetivo definido con interés de aprendizaje. Hasta la propia madre y cualquier miembro de la comunidad experimentado y responsable, puede hacer el trabajo de evaluación que la escuela formal, desde lejos, no podrá hacer y menos con eficiencia.

Se suele decir, más vale poquito o algo de poca calidad que nada o lo malo. Es decir, es mejor una programación a distancia para niños impedidos de ir a la escuela, cargada de defectos que dejarlos realengos. Esto pudiera ser cierto. Pero sería también una mala solución.

Es además evidente que la inmensa mayoría de los niños y adultos de Venezuela no tienen acceso a internet, televisión satelital y tampoco a recursos tecnológicos como teléfonos, menos inteligentes, tablets o computadoras. De manera que afincarse en eso sería como hasta un autoengaño.

Para resumir, por lo anterior, más que en esos recursos, los programadores, supervisores que deben haberlos, cuidando detalladamente el proceso, entre los cuales debe predominar el docente bien formado, del más alto nivel y no digo académico, porque en esto hay mucho de falso, sino en trabajo docente, de aula, sugiero que no se dé por iniciado el año escolar, sino que se abra un paréntesis de aprendizaje con la participación de la familia y la comunidad en apoyo de la formalidad de la escuela. Los medios deberían dedicarse, más que a transmitir contenidos, a estimular y orientar el aporte de la familia y la comunidad en el aprendizaje y maduración de los niños, más allá de lo habitual, dada la deficiencia que se deriva de la inconveniencia de la escuela presencial.Y que se posponga el inicio del año escolar propiamente dicho, con la formalidad debida, lo presencial, para enero o el momento que la pandemia lo permita sin correr riesgos.

Hoy más que nunca se pone en vigencia aquello que intentó hacer Chávez, lo del supervisor itinerante, que la incomprensión y mala fe que, en veces prevalece entre los políticos, se encargó de desacreditar.

Por supuesto, esto pasa por resolver el grave problema del salario sobre el cual no vamos a abundar para no contaminar la comunicación,

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