El gobierno federal se enfrentó a una economía destruida por la guerra y por la anarquía. Loa campesinos se habían convertido en guerrilleros; el comercio dejó de ser regular; la ganadería fue diezmada; la agricultura servía para la subsistencia más inmediata; el crédito exterior quedó paralizado. Los gobiernos anteriores, incluida la dictadura de Páez (1861—1863), habían recibido préstamos que no se cancelaban. El presidente Falcón debía atender a este imperioso requerimiento económico con unas finanzas deshechas, En tales condiciones, la república envía al general Guzmán Blanco como comisionado fiscal a Europa, en busca de recursos. En Londres se obtiene un nuevo empréstito el 3 de octubre de 1863, cuyas bases se aprueban el 14 de enero de 1864 por la Asamblea Constituyente. El empréstito sería de millón y medio de libras al 60% (sesenta libras efectivas por cien nominación de las aduanas de La Guaria, Puerto Cabello, Maracaibo y Ciudad Bolívar, y en caso de no ser suficiente estas rentas, se acudiría a las producidas por los derechos de importación de todas las aduanas. Eduardo Calcaño y otros diputados se opusieron al duro compromiso, pero venció la habilidad de Guzmán Blanco y la miseria en que estaba el erario público. La federación nacía baldada por la guerra y sometida al capitalismo inglés.
En abril de 1864 se firmó el contrato de préstamo con la Compañía de Crédito General y Finanzas, representada por Thomas Mac Donald. El país recibe sólo millón y medio de pesos de los cuatro millones y medio que formaban la operación. Guzmán Blanco se enriqueció desde entonces, y el Estado sólo agravó su situación financiera. Para ese año de 1864, la deuda, exterior e interior, alcanzaba a cincuenta y un millones de pesos, y la circulación monetaria era anárquica. El presidente Falcón se pone un sueldo anual de cuarenta y ocho mil pesos, más una indemnización de cien mil. Recomienda la nueva distribución de tierras y prebendas. Dice un autor reciente: "Para las masas, la guerra resultó una victoria pírrica. Siguieron subsistiendo trituradas por la pobreza tradicional, mientras el grupo de terratenientes continuaba ensanchándose y consolidando sus posesiones, y prosperaba el latifundismo con muy pocos y terratenientes en poder de cada vez mayores extensiones de tierra". La anarquía política, el despotismo militar en los estados federales, desorientación nacional, peculado, catástrofe administrativa, son los resultados de la federación. Una violenta "democracia" social, que igualaba los rangos militares por papeletas firmadas en blanco, que establecía en la práctica feudos en cada estado, que ponía a nivel las incapacidades morales e intelectuales.
Pero sólo para los favoritos del régimen.
Cuando Guzmán Blanco se apodera del poder se establece un orden, que, al menos en apariencia, modifica la estructura económica, social y cultura del país. Adolfo Ernst, sabio alemán radicado en Venezuela desde 1861, escribía una nota en 1874 para una revista de su patria de origen, en la cual afirma: "En Venezuela, donde reina la paz bajo el gobierno del presidente Guzmán Blanco, la cosecha de café –cuyo precio, como se sabe, ha aumentado– ha sido muy buena. El acueducto que proporciona agua a la capital, Caracas, se ha terminado; en las provincias se construyen carreteras con celeridad y en el ferrocarril que une Caracas con el mar se trabaja afanosamente." Esta animación por el progreso material del país fue, en efecto, propia del dictador, a quien por eso se ha llamado "civilizador y autócrata" a un mismo tiempo.
La administración pública empezó a realizarse con criterios modernos: Guzmán Blanco comprendió la necesidad de transformar el rústico país agrario en que se había convertido Venezuela, en un Estado emprendedor. Desde 1870, la política se hizo acción organizadora, no sólo en lo que atañe a las obras ornamentales de Caracas, sino que se procuró atacar problemas en sus raíces. Se logrará sólo pasajeramente y a medias.
Así, por ejemplo, en 1870 se dio una nueva organización a la Universidad Central. Ese mismo año se crea un Instituto de Bellas Artes y un Museo de Historia Natural, dirigido por el intelectual Felipe Larrazábal, En 1872 se funda una Academia Venezolana de Literatura y en 1874 se forman puestos para la fiscalización de la instrucción primaria.
Las obras públicas se planifican a escala nacional, aunque con acentuada preferencia por Caracas, que desde entonces centraliza el poder administrativo, político y económico. En Caracas se transforma la plaza Bolívar, se construye el paseo del Calvario, además del Capitolio Federal (sede hoy del Congreso), el Panteón Nacional, el templo de Santa Teresa, el templo Masónico, el puente del Guanábano, calles y jardines, además del acueducto y del mercado. En los estados también se construye, carreteras, ferrocarriles, obras en los puertos, mercados, casas públicas.
Guzmán Blanco supo rodearse de hombres capacitados para dar a la Administración un empuje orgánico. La economía se adaptó a las necesidades públicas hasta donde fue posible: 1870, resolución sobre movilización de capitales con la amortización de la deuda pública; establecimiento de una Compañía de Crédito a modo de instituto fiscal; establecimiento de una Junta de Agricultura para incrementar el cultivo del trigo; 1871, Dirección General de Estadistica en el Ministerio de Fomento; regularización de la moneda mediante la fijación de la unidad (el venezolano); abolición del impuesto de cabotaje y de peaje. En 1873 se establece una Junta para levantar un censo de población, a la vez que se toman medidas de liberalización del Estado (matrimonio civil) y de reordenación jurídica (códigos civil, criminal, mercantil, hacienda y militar).
Pero al final de la hegemonía guzmancista, cuando su modelo liberal de alianza con los comerciantes y banqueros caraqueños, en detrimento de los agricultores y con la continuidad de la pobreza colectiva, parece válida la reflexión del investigador Frankel: "Sin embargo, es difícil precisar si lo que pasaba por prosperidad nacional no era sino la sombra de la riqueza de Guzmán Blanco, peculador empedernido, ronda la actual prosperidad venezolana.
Pero la crisis económica es en la Venezuela guzmancista y en la finisecular, estructural. No es sólo que el café sube y baja de precio en los mercados internacionales, como le ocurre también al cacao, los dos productos básicos de la república, ni que de pronto el cuero y el sebo de res dejan de ser rentables, sino que la agricultura y la ganadería se trabajan rutinaria, dispersa y espasmódicamente. No se trata solamente de la presencia monopolista de los comerciantes alemanes en Maracaibo, que acaparan los frutos de la tierra, ni solamente del imperialismo inglés aposentado en La Guaira y en Caracas desde el día mismo de la independencia, sino de algo más profundo, cuya responsabilidad es exclusivamente venezolana: la pasión política, el ansia de poder, la tendencia al personalismo, el mal del caudillismo. Abonada esa pasión por la incultura, mantenía al pueblo sujeto al poder político más elemental.
Durante la administración de Crespo (1884-1886) se presenta una de las crisis económicas, manifestadas objetivamente en un déficit que paraliza el tren administrativo. La producción de café disminuye, el comercio se estanca y, en consecuencia, las rentas desaparecen. A la incapacidad administrativa del presidente se unió una plaga de langostas.
Para 1886, la población era de 2.198.320 habitantes. Las tres ciudades más importantes eran Caracas, con 70.000 almas, Valencia, con 36.000, y Maracaibo, con 32.000; es decir, tres modestos pueblos de acuerdo con la visión de nuestros días. La dimensión económica se corresponde a aquellos tamaños. En el año 1885-1886, las importaciones alcanzaron a 47,5 millones de bolívares, mientras la exportación es de 82,5; casi el doble. Al comenzar el año de 1888 la población alcanza a 2.238.922 habitantes (la inmigración aportó 4.537 entre el 1 de mayo de 1881 y el 1 de enero de 1888, entre franceses, italianos y españoles). En el año económico 1887-1888, la importación llega a 78.963.288 bolívares, mientras la exportación es de 86.064.538. Esto parecía indicar un proceso de equilibrio, que se destruye en el período crespista.
Ahora bien, el liberalismo económico (si tiene sentido el rótulo), impuesto por Guzmán Blanco, continúa como modelo hasta 1908. Pero también la crisis se prolonga: sostenida baja del café, que pasa de 1,65 bolívares el kilogramo en 1889 a 0,86 en 1908; envejecimiento de las siembras y disminución de la producción; aumento de la deuda pública, que conduce a los conflictos de 1902, el bimetalismo y una mala administración agravada por el peculado.
Cuando Gómez asume el poder en 1908 es aún Venezuela país agrario. Los capitales de las ciudades se fundamentan en la posesión de extensos hatos en los llanos o de grandes haciendas de café y de cacao en los Andes y en las costas. Los fondos del presupuesto nacional proceden de las rentas aduaneras por donde se exportan esos productos, el café en primer lugar.
La política económica del caudillo andino variará frente al modelo heredado, en la práctica de la administración. Gómez se entendió fácilmente con las potencias, principalmente con Estados Unidos, pero también con Inglaterra y Holanda, y dejó de querellarse con Colombia. Las inversiones de capital extranjero se dirigen a la explotación petrolera, sigue el monopolio del café, se ordenan las rentas, se asegura el comercio. El fenómeno económico durante el largo y duro gobierno de Gómez comprende dos etapas: 1) desde 1908 a 1920, cuando se solucionan conflictos con compañías extranjeras, y la agricultura y la ganadería desempeñan aún papel importante; 2) desde 1920, cuando los rendimientos de la renta petrolera inauguran la transformación venezolana, que sólo ocurrirá plenamente a partir de 1936.
La economía petrolera se incrusta en la estructura agraria del país durante las dos últimas décadas gomecista. Comienzan a operarse los cambios estructurales. Pero la mentalidad rural del gobernante contiene la afluencia del dinero fiscal, a tal punto, que ya país petrolero en 1936, sólo se ve la cara rústica, agricultura y ganadera a la antigua, de la Venezuela que ingresa a la historia contemporánea en aquel año, conducida todavía por la mano de un gobernante andino, heredero del poder, el general Eleazar López Contreras, a quien la historia reconocerá como fundador de la democracia venezolana en este siglo, que históricamente comienza en ese año de transición, 1936.
"Las futuras generaciones de venezolanos pagarán sumamente cara esta falta de previsión del general Gómez". Esas generaciones son las que forman la historia contemporánea (1936 hasta los días de hoy).
* Benjamín A. Frankel. La guerra Federal y sus secuelas 1859-1869, en Política y economía.
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