La coyuntura actual venezolana, latinoamericana y mundial muestra un horizonte inquietante. Colapso en el modelo societal contemporáneo dada la intervención de los recursos naturales por el industrialismo que ha degenerado la biosfera y la crisis coyuntural la pandemia de covid-19 que ha paralizado el planeta vendría a representar una advertencia (sobre lo que ha reflexionado el Ingeniero Agrónomo y Docente en condición de jubilado de la UCLA, Cristophane Kossowski, director del programa "Ambiente y conservación", quien meses atrás ofreció un ejercicio que llamaríamos fantasía futurista en el canal PROMAR TV, señalando una hipótesis prospectiva de la humanidad vinculada a la extinción eventual del homo sapiens al ser destruida las condiciones necesarias de su existencia, aunque sobrevivirían otras especies).
Así, en el área nacional inquieta ciertos comportamientos muy precarios a nivel micro sociológico de individuos y grupos al negarse por la vía de los hechos a asumir en la cotidianidad los protocolos de seguridad exigido por las autoridades mundiales de salud. Pues, en general las personas pretenden seguir con aquello que, hace ya buen tiempo leyéramos como parte del título de un libro de espiritualidad: "La vida es una fiesta". Además, tenemos el obstáculo (obstáculo epistemológico, diría Gastón Bachelard en su poco conocido libro Psicoanálisis y la formación del espíritu científico) de que en Venezuela no tenemos una mentalidad científica, precisamente; sino que solemos guiarnos por esquemas de pensamiento mítico, mágico-religioso, tal vez válidas para contextos ancestrales, pero no en el escenario del siglo XI.
Portadores de la conciencia ingenua en contextos sociales pre modernos como ensaña Paulo Freire en el famoso capítulo IV de su obra "Pedagogía del oprimido", desarrollamos nuestra cotidianidad en comunidades urbanas y campesinas desprovistas de criterios lógico-matemáticos y verificaciones empíricas, ya que las hipótesis en que nos apoyamos carecen de la coherencia suficiente; a ello se une que nuestra educación formal no alcanza a transformar tales aspectos de nuestra mentalidad tradicional, aún con los programas extraordinarios de intervención educativa de los últimos años, las llamadas misiones.
Se requiere entonces transitar hacia la conciencia crítica. Ello demanda una práctica cultural transformadora en la que la educación formal se involucre de manera decidida, haciendo propios los compromisos en que se milita, según la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), La Ley Orgánica de Educación (2009), El Plan de la Patria (2019-2025). ¿Lo estaremos haciendo o repetimos modelos desfasados y aun los viejos vicios en escuelas, liceos y universidades?
Sería un debate a desarrollar en el marco del "Parlamentarismo de calle" que desde la Asamblea Nacional anuncian los líderes del PSUV y GPP, además de los sectores de la oposición con que conviven en el hemiciclo y las comisiones de la AN, suponemos, con particular referencia a las Leyes de Cultura y Educación Universitaria, que contengan las contribuciones de las comunidades nacionales en el marco concreto de sus prácticas culturales.
Al respecto Boaventura De Sousa Santos en su obra "La cruel pedagogía del virus" señala que:
"Los debates culturales, políticos e ideológicos de nuestro tiempo tienen una extraña opacidad que se deriva de su distancia de la vida cotidiana de la gran mayoría de la población, los ciudadanos comunes, «la gente de a pie», como dicen los latinoamericanos. En particular, la política, que debía mediar entre las ideologías y las necesidades y aspiraciones de los ciudadanos, ha renunciado a esta función. El único rastro de esa mediación se observa en las necesidades y aspiraciones del mercado, ese mega ciudadano formidable y monstruoso que nadie jamás vio, tocó ni olió, un ciudadano extraño que solo tiene derechos y ningún deber. Es como si la luz que proyecta nos cegase. De repente, irrumpe la pandemia, la luz de los mercados se desvanece y, de la oscuridad con la que siempre nos amenazan si no les rendimos pleitesía, surge una nueva claridad. La claridad pandémica y las apariciones en las que se materializa. Lo que nos permite ver y cómo se interpreta
y evalúa determinarán el futuro de la civilización en la que vivimos. Estas apariciones, a diferencia de otras, son reales y llegaron para quedarse" (p. 19).
Surgen estas ideas una vez que leímos sendos proyectos de tesis doctorales en la UPEL-IPB, uno sobre liderazgo educativo en el pensamiento del maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa y el otro sobre la educación en tiempos de pandemia, lo cual nos parece extraordinario porque desde estas dependencias de creación de conocimiento de nuestras universidades, aún se requiere ampliar la teoría educativa y sus alcances con fines de transformación organizacional y personal.
Deseamos muchos éxitos a las profesoras que emprenden estos esfuerzos de investigación, porque como sostiene Ludovico Silva en el ensayo titulado "Sobre la práctica cultural: recomendaciones a un partido político", existe una tensión entre la teoría y la práctica, vinculada a la interpretación de la cultura y la transformación de la sociedad como parte de ésta; de donde se tiene que una determinada práctica cultural y educativa que carezca de ciertas directrices teóricas está condenada al caos y al gasto inútil de energías. El poeta y filósofo Ludovico Silva en el ensayo mencionado destaca que:
"Por cultura de un país no debe entenderse el conjunto de manifestaciones artísticas, literarias o científicas de ese país. Este concepto de cultura es el que ha sido impuesto a nuestros países por la tradición capitalista. Su principal defecto consiste en dejar un vacío inmenso entre las manifestaciones sobreestructurales mencionadas –la "región noble" de la ciencia, el arte y la literatura- y el fundamento productivo material, donde se mueven las fuerzas básicas socioeconómicas de cada país. A menudo el marxismo ha incurrido también en este error netamente burgués, al no establecer ni estudiar las mediaciones existentes entre esas sobreestructuras y la base productiva. Un concepto revolucionario de cultura tiene que comprender y abarcar la idea de que el mundo cultural de un país lo constituyen las manifestaciones artísticas, científicas y literarias. Debe, así, entender por cultura algo mucho más vasto y al mismo tiempo más concreto, a saber, todo el universo de signos y mensajes mediante los cuales una sociedad se explica, se comprende y se presenta a sí misma" (P. 8).
Así, pues, hemos insertado dos citas como para meditarlas, una y otra se mueven en los campos de la sociología y la filosofía de la cultura y toman distancia de los lugares comunes a los que suelen recurrir nuestros gerentes educativos y de entes autónomos de las llamadas bellas artes.
Referencias
Freire, P. (1978). Pedagogía del oprimido. Editorial Siglo XXI. México.
De Sousa Santos, B. (2020). La cruel pedagogía del virus. Biblioteca masa crítica Clacsso.
Silva, L (2010). "Sobre la Práctica Cultural: Recomendaciones a un Partido Político". En Ludovico Silva y otros. "Ensayos sobre la cultura". Fundación Instituto de Antropología Miguel Acosta Saignes. Quíbor.