Formas de explotación aborigen en la época de La Colonia

Reminiscencias de la historia venezolana (VIII)

Sábado, 22/05/2021 01:24 PM

La sustitución de la mano de obra indígena por la africana, sometida a la esclavitud no favoreció en ningún momento a los aborígenes. La población nativa siguió siendo explotada inmisericordemente a través de las encomiendas, repartimientos y otras formas de explotación que innovaron los métodos de dominación española. Los grandes beneficiarios del trabajo de nuestros ancestros, aborígenes y africanos, seguían siendo los colonizadores, tanto españoles como criollos, que se iniciaban conformando la burguesía mantuana, conocida también como la nobleza criolla, que mantuvo la opresión y la esclavitud y demás formas de explotación de los seres humanos, para fomentar múltiples riquezas, a expensas del sudor y la sangre de los aborígenes y los esclavos africanos, que utilizaban en trabajos que se traducían en el saqueo de las riquezas naturales: productos agrícola y mineros, con el energía de la fuerza aborigen y africana, para solventar la economía española y de otras naciones europeas, que se aprestaron al lucro, a través del saqueo de los recursos naturales y la venta de esclavos en el Continente Americano. Brito García en un artículo titulado "América Nuestra" en la revista "A Plena Voz" precisa que:

"La invasión de América, detonante y acelerador de la acumulación primitiva capitalista, abre el abismo entre la concepción que considera a la economía instrumento del hombre, y otra que considera al hombre instrumento de la economía. Nuestra América fue siempre un recurso extremo para hacer cuadrar contabilidades ajenas. Dieciséis millones de kilos de plata exaccionados a nuestros antepasados permitieron expandir la primera economía del mundo, mientras nuestro mundo era reducido a periferia. La batalla por nuestros despojos decidió el curso de las hegemonías europeas, y estas la sucesión de las mundiales. Así como las originó, Nuestra América padeció las presiones de todas y cada una de ellas, que sucesivamente intentaron confiscarla para provecho exclusivo y excluyente. Se constituyó así la antinomia del subdesarrollo, por medio de la cual el propio atraso es condición de desarrollo de otros; la miseria propia, pedestal de la riqueza ajena. Nuestros suelos fueron inducidos a la agricultura de plantación, y nuestros trabajadores, encadenados a la faena esclava o semifeudal que producía para el capital de las metrópolis. (…) en lugar de producir para satisfacer necesidades propias, nos sacrificamos para saciar las ajenas". El resaltado es nuestro (Págs. 5 y 6).

El sostén y columna vertebral de la economía colonial, en su inicio, fue la fuerza de trabajo del aborigen americano, calificado por las normas legales de España, como súbdito de la corona y, por lo que, se consideraba con una cierta libertad limitada, acondicionada o más bien simulada. Pues, la categoría de súbdito implicaba que los aborígenes por ser "libres" estaban obligados al pago de un tributo, que la mayoría por no tener cómo pagar en dinero o em especie, tenía que hacerlo prestando servicios personales a los representantes de la autoridad monárquica. Según Arcila Farías, citado por Juan José Salazar Afirma que,

"(…) el período colonial en Venezuela comenzó con la instauración de las regiones de Encomienda, en el año 1545, (…) La centralización del gobierno (…) cada vez, con acentuada severidad, y al desmando anterior se dispuso una más estrecha fiscalización sobre la conducta de los colonos españoles según expone el régimen de la Encomienda en Venezuela. No obstante, con la Encomienda los nativos no fueron beneficiados dentro de un régimen proteccionista, pero en cierta forma se buscó una mayor protección a través de leyes (…) que de alguna manera pusieron un coto a la práctica de exterminio (…) de la población nativa que garantizó a los encomenderos mantener una fuente de mano de obra segura y barata. ….a los indígenas le regularon la libertad a través de la reglamentación del trabajo y con la institución de las figuras de Repartos y Encomiendas. Pág. 96.

Este mismo autor sostiene que la "Encomienda y los Repartos fueron dos instituciones distintas en la globalidad de los territorios indianos". En el Repartimiento se utilizaba al indígena en un trabajo circunstancial o de asignación para determinadas tareas por tiempo limitado, mientras la "Encomienda se entendía como un grupo de familias, incluyendo su cacique", quedando los nativos sometidos a la autoridad del encomendero, que era un colonizador español, quien estaba obligado a proteger a esas familias aborígenes, pero, ¿de qué los protegía? ¿Del mal trato y la explotación? Y ¿de quién lo protegía, si los opresores eran los encomenderos?... No eran protegidos de nada. Eran explotados. Tenían que trabajar en las haciendas del encomendero sin recibir pago alguno. Eran mano de obra gratuita, generadora de ganancias para el usufructo de los colonizadores y la aportación de tributos, para el fortalecimiento de la economía de la Corona española, en el caso de Venezuela.

Otra de las obligaciones de los encomenderos era la de velar por el adoctrinamiento a la fe cristiana, que era impuesta y aplicada por los curas doctrineros, asignados a la Encomienda, que eran los encargados de aplicar la transculturación de los pueblos nativos, imponer la opresión a través de la enseñanza de idioma castellano, obligándoles forzosamente a convertirse a una religión que les era extraña y un dios por ellos desconocido, induciéndolos al abandono de su tradicional cultura, religión, formas de organización social comunitaria, las practicas de alimentación, curación y sanidad ancestrales. El historiador americanista español, Guillermo Céspedes del Castillo agrega que:

"el encomendero cobra y disfruta el tributo de sus indios, en dinero, en especie, alimentos, tejidos, etc. o en trabajo construcción de casas, cultivo de tierras o cualquier otro servicio; a cambio de ello, debe amparar y proteger a los indios encomendados e instruirles en la religión católica, por sí o por medio de una persona seglar o eclesiástica (doctrinero) que él mantendrá".

Aquí es donde se manifiesta la falsa moral de aquellos colonizadores que sólo buscaban su propio beneficio a expensas del trabajo del aborigen, mientras holgaban banalmente en detrimento de un pueblo aborigen, que a pesar de la férrea explotación logró resistir, pero sin poder evadir el proceso de mestización y transculturación que se le impuso desde el imperio español.

Pero lo paradójico de esta situación es que, eran los líderes indígenas, los caciques, los que eran utilizados para el encargo de movilizar el tributo y la mano de obra al servicio de los encomenderos, convertidos en una especie de caporales, que los conlleva a la costumbre de la obediencia al colonizador, que da pie a que, de esos jefes nativos, algunos de ellos, se entreguen a la sumisión convirtieran en elementos de confianza para el encomendero, lo que representaba una amenaza para la resistencia aborigen, ya que los encomenderos también tenían el encargo de reprimir las rebeliones contra los españoles, convirtiendo a los jefes aborígenes en vigilantes de su propio pueblo, al servicio de las autoridades reales, como también hubieron jefes aborígenes que lideraron rebeliones en contra de la dominación.

La encomienda fue una institución que permitió consolidar la dominación del espacio que los cristianos conquistaban, puesto que organizaban a la población indígena como mano de obra forzada de manera tal que beneficiaran a la corona española. Era una manera de recompensar a los españoles que se habían distinguido por sus servicios y sus arriesgadas y "heroicas" aventuras de conquista y represión contra los nativos, y una forma de instaurar un establecimiento seguro para la fundación de los pueblos donde se alojaría la población española sobre los despojos de los pueblos nativos conquistados y destruídos.

El historiador e investigador, Reinaldo Rojas describe el tema de la Encomienda de la siguiente manera:

La Encomienda fue una de las instituciones de la legislación indiana que surgió en el proceso de colonización que España llevó a cabo en América entre los siglos XVI y XVIII. Por ello, no puede estudiarse como una institución hecha en España que simplemente se aplicó en nuestra realidad sino, más bien, como un vector de fuerza en el proceso de dominio colonial en América, que tuvo su resistencia, y por eso, se fue haciendo en el mismo conflicto entre españoles e indígenas, entre dominantes y dominados, como un mecanismo de instauración del nuevo poder colonial. Su origen jurídico lo encontramos en la España de la Reconquista, cuando los moros y sus tierras quedaban bajo la administración de un español privilegiado. Al pasar a América, sin embargo, ambos factores cambiaron ya que la Encomienda Indiana nunca implicará jurisdicción sobre el indio, teóricamente considerado como un vasallo libre, ni tampoco posesión y propiedad sobre la tierra. Y esa es su historia en América: una figura jurídica que se irá constituyendo progresivamente en el proceso colonizador, en el triple conflicto de intereses que caracteriza la colonización hispana en América: el indígena encomendado, el colono encomendero y el Rey. Por ello, en América, su origen estará estrechamente vinculado a las primeras formas de explotación del trabajo indígena que empiezan con la imposición del régimen de esclavitud que el propio Cristóbal Colón inaugura en las Antillas. (…) En la Real Cédula de 20 de junio de 1500, se condena la esclavitud del indígena que Colón había impuesto en las islas por él descubiertas y se declara que los indios –palabra que ya es un error y una paradoja 35– debían ser considerados vasallos libres de la Corona de Castilla. Sin embargo, se dejó abierta como excepción la esclavitud por justa guerra, con base en los principios de dominio real sobre las tierras descubiertas que el jurista Juan López de Palacios Rubio transformó en 1512, a través de la figura del Requerimiento, en una guerra de exterminio contra aquellas poblaciones indígenas que no se sometieran por su propia voluntad al dominio monárquico y asumieran para si los preceptos de la religión católica. (…) el Requerimiento de Palacios Rubios expresa ese espíritu dominador y anti-humanístico que impregnó, desde un principio, la empresa colonizadora de España en América. Su argumento parte de la idea que las Indias fueron donadas por el Papa, "padre y gobernador de todos los hombres" a los reyes católicos tornándose todos sus habitantes "en súbditos y vasallos" de Su Majestad y que como cristianos recibirían todos los beneficios y bendiciones por tal sumisión. Pero si no se sometían pacíficamente al yugo y obediencia a la Iglesia y a Su Majestad, dice el Requerimiento: "...tomaré vuestras mujeres e hijos y los haré esclavos y como tales los venderé de ellos como Su Majestad mandare y tomaré vuestros bienes y os haré todos los males y daños que pudiere como a vasallos que no obedecen ni quieren recibir a su señor y lo resisten y contradicen...

Evidentemente -acota el autor mencionado que- esta declaración de guerra respondía a los intereses de quienes muy tempranamente ya habían tomado al indígena bajo su dominio y explotación como fuerza de trabajo en islas como La Española donde se instituyó, desde tiempos de Colón: ...un sistema de adjudicación de trabajadores indígenas para servir a los españoles y atender las labores agrícolas y mineras que se desarrollaban en la incipiente colonia. Tales adjudicaciones fueron denominadas repartimientos – nombre más tarde desplazado por el de encomiendas Pág. 28.

Tomando en cuenta la seriedad de la diferentes apreciaciones históricas que he venido tomando de diversas fuentes bibliográficas, podemos hacer un profundo estudio sobre esta realidad vivida por nuestros pobladores originarios, que sufrieron los más rudos sacrificios, vejaciones, tortura, violaciones, reducción, despojo, etnocidio, ecocidio, y transculturación, que es de lo que poco se habla o se escribe, con acentuados principios reflexivos (salvo contadas excepciones) que nos induzcan a entender y comprender nuestra historia con sentido patriótico, mediante el pensamiento crítico y revolucionario, en marco insurgente del momento actual, que es el tiempo de los pueblos, para que, lo que ayer sucedió en nuestro suelo, no nos suceda hoy y así librar de esos males a nuestras futuras generaciones, que regirán los destinos de Nuestra Venezuela.

 

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