Reminiscencias de la historia venezolana (XXIII)

Jueves, 26/08/2021 01:08 PM

Después de las incidencias bélicas, sucedidas entre los Cuibas-Caquetíos, dos parcialidades aborígenes, confederadas, habitantes del pueblo Hacarygua, que se confabulan con los colonizadores y conjuntamente atacan a sus vecinos, el pueblo de los Cuyones, que eran enemigos, Federman y su tropa siguieron adentrándose hacia los Llanos venezolanos en búsqueda del Mar del Sur, donde se suponía la existencia de la mítica región de El Dorado, que fue el gran sueño de los conquistadores europeos, dejando una estela de muerte y destrucción en todos los pueblos nativos que a su paso encontraron. Veamos el relato del conquistador:

"Siguiendo la indicación de los naturales o habitantes, fuimos por (el país de) la nación de los Cuybas, pues, por haber quedado los Cuyones enemigos, nos estaba vedado el camino (…) aunque seguíamos embarazados con los enfermos, los cuatrocientos prisioneros Cuyones, con los que reforzamos la tropa de los indios cargueros, contribuyeron para nosotros un buen socorro y alivio." (Pág. 207).

Las tropas de Federman estaban extenuadas, debido a las enfermedades que les atacaba, más la acción de resistencia de los nativos, que el ejército invasor seguían asaltando, de manera sorpresiva y de noche, que era la ventaja de los soldados europeos, lo que les había dado importantes resultados bélicos, en la destrucción de los pueblos aborígenes, que a su paso encontraban, prendiéndoles candela y esclavizando a los que podían capturar y cazando a los que huían, para matarlos. De esta manera había matado mucha gente inocente, mujeres, niños y ancianos y, capturado gran número de aborígenes, hombres y mujeres, para ser esclavizados y utilizados como carne de cañón en esta guerra desigual, en contra de sus propios hermanos. Así llegan al primer pueblo de la nación de los Cuybas:

Aquel mismo día llegamos al pueblo o lugar llamado Tohibara. Sus habitantes nos manifestaron buena amistad, cosa que habíamos logrado por medio de los (indios de Hacarygua, sus amigos, (Pág. 108)

Salí el veintitres de enero (…) de Tohibara, (…). En los pueblos o lugares llamados Curay y Cazaradadi encontré los habitantes amistosos y esperándome con regalos; pero del pueblo Cazaradadi en adelante, todos los (que encontré) estaban despoblados.

Al llegar a un pueblo llamado Curahamara (…) tampoco encontré persona alguna. (…) Tuve que quedarme en este pueblo para descubrir y acechar a sus habitantes, enviando gentes a lugares distintos, las cuales encontraron al cacique o señor, acompañado de muchos de los suyos, (…) Asaltaron a este, lo prendieron con unas dieciocho personas y lo condujeron ante mí. (Pág. 209).

Luego Federman se apersona en el territorio de los Gayqueríes, donde se encuentra una particularidad, que no había experimentado durante el tránsito de la expedición, no siendo recibido amistosamente por estos habitantes nativos ubicados a orillas del rio Coaheri (Cojedes), que le niegan provisiones de alimentos, si no son pagados, y ( ni aún pagados). Veamos la narración de Federman:

"Cuando llegué a dicho río, llamado Coheri, encontré al otro lado cerca de seiscientos indios Guaycaríes, (sic) gentes negras como el carbón, (…) la nación Guaycaries es sólo pescadora y es señora del agua. (Pág. 210).

Desde este río hasta Itabana, encontramos las más obstinas, malvadas y falsas gentes de todas las que habíamos encontrado en este viaje."

Aquí podemos observar cómo la prepotencia del nefasto personaje conquistador, se forja contra el orgullo vernáculo del aborigen, que amolda su natural resistencia por la defensa de la pertenencia ancestral milenaria, su espiritualidad, su cosmovisión y su gente que es diezmada inmisericorde, cuando los soldados europeos arremeten salvajemente, asesinando, quemando pueblos y esclavizando a sus habitantes, víctimas de la deshonra y demonización; vulnerando su dignidad como seres humanos. Se manifiesta la actuación criminal en contra de seres pacíficos, pero con alma de obstinación y tenacidad defensiva, Federman dice que:

"Cuando apareció el cacique, a que había mandado llamar, acompañados de muchos de los suyos, bien armados y más parecidos a negros demonios que a hombres, le reproche el no haber venido con ademanes amistosos… (…) Le dije que quería viajar hasta Itabana, (…) pero que deseaba dejar la mayor parte de mi gente en el pueblo Carahamara, por lo cual le ordenaba aprovisionarlos con pescado, conforme a su necesidad.

Replicó en seguida que el pescado era de sus súbditos, de cada uno lo que pecase, y que no se les negaría a los míos contra rescate o pago; (…)" (Pág. 211). (El resaltado es nuestro).

Por primera vez en esta expedición guerrera, un cacique, del pueblo de Carahamara, le agita a Federman la arrogancia de superioridad, al pretender darle órdenes, a este jefe aborigen que no se dejaba amedrentar, pero luego es detenido, torturado brutalmente, encadenado y trasladado a Coro como esclavo al regreso de la expedición, como veremos más adelante. Luego de este encuentro con el cacique de Carahamara, Federman relata:

y sin dar muestras indignas, es asesinado como veremos más adelante. Y así continúa la tropa invasora, su plan de guerra, diezmando y doblegando pueblos, así lo cuenta en el Diario este funesto personaje alemán:

"Salí con treinta y cinco peones y ocho jinetes y cerca de doscientos indios de carga, y atravesé muchos pueblos de las naciones Caquetíos y Guaycaries, que estaban poblados densamente y habitados por mucha gente. Los encontré todos armados y con pocas muestras de amistad. No nos daban regalos y tampoco alimentos sin pagarlos; pero tuve que sufrirlo y disimularlo con ellos". (Pág. 212)

En el pueblo de Itabana, perteneciente a la nación de los Gayqueries y en el transcurso del camino de vuelta al pueblo Curahamara, El conquistador alemán escribe lo que textualmente extraigo del Diario que lo contiene, sobre lo que podemos llamar la matanza del pueblo Guaiqueries, suponemos que fue en el pueblo de Itavana,

Cuando el cacique o señor y los suyos, que pensaban asaltarnos y desbaratarnos por la mañana, no nos encontraron en el lugar, donde nos habían dejado y nos vieron en la orilla opuesta del río, ocuparon un paso o camino en un lugar de la orilla por donde teníamos que pasar necesariamente, ocultándose a nuestro flanco cerca de mil quinientos indios que habían pasando el río a nado. Y cuando reanudamos la marcha sin sopesar (la presencia) de los que habían pasado el río, (…) empezaron a atacarnos de frente y por detrás, y el cacique o señor, que estaba al otro lado (…) con cerca de siete mil indios, según nuestro calculo, comenzaron a disparar también contra nosotros. (…) y después de una larga escaramuza, en la que matamos a muchos de los que nos atacaron de flanco, empujamos al resto hacia el agua, haciendo mis arcabuceros no poco daño a los que huían (…) y a los que estaban con el cacique al otro lado (…) De los cristianos sólo quedaron indemnes cuatro, y yo también recibí un flechazo en el hombro. Fueron heridos gravemente dos caballos, (…) (Pág. 216) la misma tarde nos trasladamos a un pueblo o lugar que habíamos pasado a la ida y en donde no encontramos a nadie, (…) Nos quedamos allí toda la noche y al amanecer incendiamos el pueblo, y lo mismo hicimos con todos los pueblos o lugares que atravesamos pertenecientes a este cacique o señor.

Así llegamos el cinco de febrero (…) a un pueblo o aldea llamada Carahao, (…). Los encontramos provistos de armas, muy insolentes,(…). Mientras tanto, los cristianos que había dejado en Carahamara (…) había pasado el río y se habían instalado en la pesquería, a fin de tener menos falta de provisiones: pues, este cacique o señor del pueblos de Carahamara no mantuvo la palabra,(…) se ausentó de su pueblo o aldea, dejándola desierta por lo cual los cristianos no tuvieron la posibilidad de rescatar con los Guaycaries y comprarles las necesarias provisiones. (…) Tampoco habían querido darles, mediante pago o rescate, (…) provisiones o comida. (…) Mandé detener inmediatamente al cacique de la misma nación y dueño de esta pesquería, así como al capitán, que iban conmigo como guías, ponerles en prisión, amarrarlos y llevarlos a un arcabuco, dándoles tormento, para que dijeran cual era la intensión al salir a nuestro encuentro armados para la guerra y al demostrar tanto malevolencia contra los míos, negándoles comida contra pago. Y como el cacique o señor se dejó atormentar, sufriendo muchas torturas sin traicionarse ni confesar cosa alguna, le hice matar en presencia del otro prisionero para que sirviera de espantoso ejemplo, y prometí a este dejarle con vida si me decía lo que ellos habían decidido emprender al confederarse contra los míos.(…)" (Pág. 217 y 218). (El resaltado es nuestro)

De esta manera, con tortura y asesinato, el cacique del pueblo de Carahamara, paga su orgullo natural por la defensa de su pueblo, así pagaron millones de seres humanos aborígenes en todo el territorio Abya Yala (hoy América), donde se realiza el más espantoso genocidio; el más grande holocausto conocido en la historia de la humanidad, que no ha sido difundido como tal, por la historiografía señalada como historia oficial, donde se denota la componenda cómplices de las clases opresores con algunos historiadores e investigadores serviles al sistema capitalista, que no les conviene que el pueblo conozca la verdad de nuestra historia, y el amoldamiento sistemático que se ha universalizado para difundir la historia, sin tocar la realidad de los sucesos verdaderos, diseñando una metodología pedagógica donde no se toquen los intereses culturales, que desenmascaren la naturaleza opresiva y explotadora del sistema capitalista establecido. Pero veamos lo que este malvado alemán, hace luego del asesinato de este valiente y digno cacique del pueblo Guaiqueries:

Al llegar a la pesquería y campamento de los cristianos, encontré a unos ochocientos indios Guaicaries , bien armados y listos para la guerra, que esperaban a su cacique o señor a quien había hecho matar, (…) con el fin de asaltarnos uniéndose a los Caquetíos del pueblo de Carahao que ya estaban preparados. Cuando les ordené deponer las armas, para que fueran como antes mis amigos de acuerdo como me habían jurado (…) se me opusieron con orgullo. Mientras los distraía con palabras, (…) dispuse que los cercaran con los caballos y que los atacaran; estábamos en una hermosa llanura que no hubiera desearse mejor para este propósito. Matamos por sorpresa unos quinientos, pues como estábamos conversando y tratando con ellos suavemente de la paz, no tenían ninguna sospecha de nosotros y no llegaron a hacer uso de sus armas. Rematamos a muchos en tierra, hasta que les hicimos huir. Los de a caballo daban en el grueso de la gente derribando a los que podía, y los de a pie los degollaban como a puercos. Porque sólo tenían el recurso de la huida y les perjudicó la rapidez de nuestros caballos. Por último trataron de esconderse entre la hierba y los vivos debajo de los muertos; pero fueron encontrados y estrangulados (…) después de haber acabado con los que huían; así que de ellos perecieron unos quinientos, (…) De mi gente sólo fueron herido cinco, (…) y también trece de los indios cargueros.

No tuvimos más remedio que atacarlos de esta manera, porque además de hacerles expiar su culpa, temíamos que los Caquetíos nos siguieran, (…) (Pág. 219). (El resaltado es nuestro).

Al otro día por la mañana llegué al pueblo o aldea Curahamara, donde no encontré a nadie (…) Hice buscar al cacique de este lugar durante mucho tiempo, sin poder hallarlo.(…) enviando (…) algunos cristianos a caballo y a pie, para que volvieran de nuevo a (…) Curahamara y lo asaltasen por la noche. Así sucedió. Allí encontraron al cacique con toda su gente,(…) Capturaron al cacique con veintitrés personas, hombres y mujeres, de los más principales o nobles. A este, que había quebrantado su palabra por tres veces, lo hice, como castigo, herrar a la cadena y lo llevé a él y a los otros hasta Coro, distribuyendo a las mujeres entre los cristianos para que les sirvieran. (Pág. 220).

Federman después de la matanza del pueblo de los Guaiqueríes, vuelve al pueblo de Hacarygua, donde había dejado a estos nativos "pacificados" y cómplices en el ataque al pueblo de los Cuyones, y rendidos a los designios del conquistador, este escribe:

"El diez de febrero regresé nuevamente al pueblo de Hacarygua, (…) encontré a sus habitantes viviendo tranquilamente, (…). Regalé al cacique dos bonitas mujeres indias que había capturado en Curahamara (…).

Durante los dieciséis días que estuve en Hacarygua envié algunas gentes (…) a las montañas de los Cuyones, (…) para solicitar en esta forma su amistad. (..) Les mandé avisar (…) de la cantidad de gentes que habíamos destruido y matado en Itabana (…) debido a que nos habían resistido despreciando nuestra amistad (…) y tratado bien a los que se nos rindieron. Pero esto no logró convencerles ni hacerles olvidar el daño que habían recibido de nosotros. (…) abandonaban sus pueblos, trasladándose de noche a las más salvajes montañas, a donde no se podía llegar ni montados en gatos y mucho menos en caballos. Tuve que renunciar a su amistad". (Pág. 221).

Es en este momento de la guerra es cuando Federman decide regresar a Coro, ya con un buen cargamento de oro robado a los nativos y un buen grupo de esclavos, aborígenes capturados en las batallas entre ellos el valiente cacique del pueblo de Curahamara. La tropa estaba reducida, los soldados enfermos, y él mismo, no gozaba de buena salud, el número de caballos, que era el arma principal, contra los nativos había mermado. Entonces Federman escribe:"…decidí volver a la costa u orilla del mar sin atravesar la montaña ni andar el camino por habíamos venido".

Es necesario conocer y estudiar esta historia, e interpretarla tal y cual como sucedió. Esta es nuestra historia. Debemos conocer sus protagonistas antagónicos, para valorar y entender nuestra realidad histórica y no volver a transitar por infelices caminos, que nos conducen a la destrucción y la opresión, la neo-esclavitud, el saqueo de nuestras riquezas, por el accionar de la prepotencia imperial, que nos domina y nos transculturiza. Es tiempo de que los pueblo se reeduquen y olviden las instrucciones impuestas por la voluntad "pedagogía sistemática", (si así se puede llamar) opresiva que imponen los imperios, tanto europeos con el gringo. Es fundamental que recordemos y rescatemos nuestras raíces, y valores de nuestra cultura ancestral originaria. Estamos justo a tiempo para emprender la lucha popular contra el neocolonialismo, que avanza y destruye los pueblos bajo la imposición de su guerra, para apoderarse de las riquezas. Es tiempo de hacer justicia histórica, para enderezar los entuertos que nos torpedean el presente, y arruinan el futuro de nuestras dignas generaciones.

El 5 de febrero llegaron a una aldea llamada Corahao, también poblada por los waikeríes. De allí partieron hacia Curahamara, donde estaban los otros europeos que había enviado en búsqueda de Itabana. Los soldados le dijeron a Federmann que los indígenas waikeríes de la zona se habían portado de manera agresiva hacia ellos22​ Federmann mandó a torturar al cacique de la zona - de la etnia caquetía pero aliado a los waikaríes y este les dijo que habían estado planificando atacar a los europeos y solo su llegada lo había prevenido. Federmann se acercó con los suyos a un río donde unos ochocientos indígenas los esperaban para atacarlos. Con los suyos, el alemán los rodeo y comenzó un ataque en el que mató a varios cientos de indígenas. El resto huyó. En la noche construyeron barcazas para hacer pasar a los soldados que no podían nadar y a los caballos y en la mañana terminaron de pasar el río y llegaron al pueblo de Curahamara.

El 23 de febrero de 1531 tuvieron que volver hacia Coro. La tropa estaba enferma y cansada de guerras con los indígenas. Los nativos ahora huían de sus poblaciones y destruían sus provisiones para no dejarlas a los europeos. De vuelta, cruzaron por el valle de Barquisimeto, donde los indígenas caquetíos los atendieron de manera amigable. El 27 estaban de vuelta en Hacarigua.

El primero de marzo los europeos pasaron por un valle dominado por caquetíos. Detuvieron a un grupo de indígenas, hombres y mujeres, para usarlos como guía, pero fueron obligados a liberarlos cuando otro grupo de nativos los amenazó. Los indígenas tenían poblaciones que medían hasta media legua de longitud, pero de apenas una o dos calles de anchura. Los europeos se asombraron de la belleza de las mujeres y lo bien proporcionado de los indígenas y oyeron que el valle se llamaba Vavarida o Valle de las Mujeres. El tres de marzo trataron de quedarse en un pueblo indígena, pero los habitantes querían que partiesen. Otro día entraron a un pueblo en la mañana y los indígenas, que comían, al ver a los europeos, se escondieron en sus casas. Después volvieron y se produjo un combate. En una casa había doce indígenas que entraron en combate con Federmann y sus hombres. Federmann resultó herido.

De allí siguieron por el río Yaracuy. Federmann escribió que los indígenas los hicieron marchar por caminos errados. Federmann mandó a descuartizar a dos de ellos para infundir miedo a los otros y hacer que estos les indicasen el camino correcto a Coro, pero los indígenas dijeron que preferían morir primero que ser prisioneros de los europeos. El contador de la Corona española, Hernando de Naveros, había tenido frecuentes discusiones con Federmann por su falta de transparencia con las riquezas tomadas de los amerindios y por su trato contra estos. El conflicto aumentó a tal medida que Federmann puso en cadenas a Navarro y así lo mantuvo en el resto del camino. Cuando estaban a punto de desfallecer por hambre, los europeos hallaron un jaguar que a duras penas pudieron matar y comer.23​ El 17 de marzo llegaron los pocos sobrevivientes a Coro. Federmann salió a Alemania, donde estaría 4 años y escribiría un informe sobre la expedición, la Historia Indiana.

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